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Ser joven, según el criterio más generalizado, es tener entre 18 y 35 años. En los centros de decisión internacionales, tanto económicos como políticos, no hay personas de esas edades salvo rarísimas excepciones. Sin embargo, todo lo que se dispone en esos núcleos de poder afecta en un doble sentido a este colectivo: en su hoy…y en su mañana, cuando ya no estén quienes lo establecieron. Es de justicia escucharlos porque suponen más de un tercio de la población mundial.