El caos informativo

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EL CAOS INFORMATIVO

El informe analiza la existencia o no de daños físicos, psicológicos o emocionales a los periodistas.

Dicen, y permítannos apostillar que, con toda la razón, no puede haber democracia plena sin libertad de prensa. Si dicha libertad es solo un sueño tan inalcanzable como la propia democracia en algunos países, la ciudadanía pierde la capacidad de acción que proporciona la información. Como van demostrando los sucesivos estudios de Reporteros sin Fronteras, los Estados que iban mal, van peor. Y los síntomas de retroceso en los de regímenes democráticos no son ninguna buena noticia.

MELCHOR DEL VALLE,

Seguramente conviene empezar por recordar que Reporteros sin Fronteras, (RSF), organización no gubernamental nacida en Francia en 1985, es reconocida como entidad consultiva por las Naciones Unidas, la UNESCO y el Consejo de Europa. Desde hace veinte años, viene publicando un informe anual en el que analiza cómo se ejerce el periodismo en 180 países. Su evaluación se basa en lo que su propio panel de expertos define como libertad de prensa, principio con el que seguramente es fácil estar de acuerdo: «La libertad de prensa es la posibilidad efectiva para los periodistas, como individuos y como colectivo, de seleccionar, producir y difundir informaciones, en aras del interés general, independientemente de las interferencias políticas, económicas, legales y sociales, y sin menoscabo para su seguridad física y mental».

Los parámetros analizados.

La mejor manera de ver rápido y claro una situación es poner notas. En el caso del antes mencionado informe anual, y muy escuetamente, se lleva a cabo una valoración, de 0 a 100 puntos, mediante preguntas en cinco contextos diferentes: el político, el económico, el socio cultural, el marco legal y la seguridad. El fin del primero es valorar cómo se apoya a periodistas y medios cuando exigen claridad y transparencia a los políticos, pensando solo en el interés público, y cómo se acepta la diferencia de criterios profesionales según ideología o independencia políticas. En el aspecto económico se tienen en cuenta desde las trabas que ponen los gobiernos o la corrupción de los periodistas por parte de distintos actores, hasta las presiones hacia los editores y sus consecuencias respecto a los periodistas.

 


REPORTEROS SIN FRONTERAS SEÑALA QUE EXISTE UN CAOS INFORMATIVO CREADO POR UN ESPACIO DIGITAL GLOBALIZADO Y SIN REGULAR, QUE FAVORECE LAS INFORMACIONES FALSAS


 

El contexto sociocultural se mueve en dos líneas: las presiones sociales hacia los periodistas (machismo, racismo, xenofobia…) y las presiones culturales, concretadas en sugerir a los profesionales de la información que no «destapen» determinadas cosas para no perjudicar al conjunto del territorio o de la sociedad. El marco legal se refiere a la libertad de poder trabajar sin censura o sanción, la posibilidad normativa de proteger las fuentes o el grado de impunidad de quienes agreden a los periodistas. En lo tocante a la seguridad, por último, se analiza la existencia o no de daños físicos, sicológicos o emocionales a los periodistas y el perjuicio profesional, como pérdida de empleo, cuando el informador se sale de los límites impuestos por determinados poderes.

 

Caos informativo.

La expresión no es nuestra, sino fruto de la contundencia con que se expresan los redactores del informe de RSF: el informe «pone de manifiesto, en su edición de 2022, los efectos desastrosos del caos informativo, creado por un espacio digital globalizado y sin regular, que favorece las informaciones falsas y la propaganda». También hacen referencia a una doble polarización «amplificada por el caos informativo: la polarización mediática, que crea fracturas dentro de los países, y la polarización de los Estados, a escala internacional». En el fondo, las frases son la reseña de situaciones que hemos visto o percibido últimamente, desde el asalto al capitolio de EE. UU. hasta la invasión en Ucrania por parte de tropas rusas, sin olvidar todo lo que viene concurriendo en torno a la pandemia del COVID-19.

Según esas puntuaciones antes citadas, en esta «nueva era de la polarización» –así lo califican en RSF– los diez países donde el estado de la libertad de prensa se considera mejor son Noruega, Dinamarca, Suecia, Estonia, Finlandia, Irlanda, Portugal, Costa Rica, Lituania y Liechtenstein, cuyas puntuaciones oscilan entre los 92.65 y los 84.03 puntos sobre 100. A la cola, los cinco con menor puntuación son Birmania, Turkmenistán, Irán, Eritrea y Corea del Norte, que solo obtuvieron entre 25.03 y 13.92 puntos sobre 100. España quedó en el puesto 32 con 76.71 puntos.

Por contextos.

Si lo vemos según el contexto político, Noruega, Dinamarca y Suecia también encabezan la clasificación, con Eritrea a la cola. Respecto al contexto económico, los mismos tres de cabeza, aunque intercambian puestos Suecia y Dinamarca, siendo el último país de la clasificación Corea del Norte. Cambia un poco el panorama en el contexto sociocultural, donde el primer lugar lo ocupa Jamaica, seguido de Noruega y Portugal; también aquí Corea del Note ocupa el último puesto. Si miramos la situación del marco legal, Noruega, de nuevo, Argentina y Suecia están arriba y Cuba abajo del todo. En el ámbito de la seguridad, por último, primeros puestos para Liechtenstein, Irlanda y Costa Rica y el último para Birmania, país del que RSF dice que «el golpe de Estado de febrero de 2021 ha hecho retroceder brutalmente diez años la situación de los periodistas».

 


DE 2013 A 2022, LOS PAÍSES CON BUENA SITUACIÓN DE LA LIBERTAD DE PRENSA HAN PASADO DE 26 A 8 Y LOS QUE TIENEN SITUACIÓN DIFÍCIL O MUY GRAVE, DE 58 A 70


 

Hay un contexto, no definido así en el informe, que es el histórico, donde podemos ver con mayor perspectiva el panorama internacional comparando los análisis de 2013 a 2022. En el primero de los años, los países con buena situación de la libertad de prensa, de los 180 estudiados, eran veintiséis. En 2022, solo ocho. En el lado contrario, los países con situación difícil o muy grave eran cincuenta y ocho en 2013. En 2022, setenta. Y no: Europa no se libra de esta situación de retroceso, aunque cope los primeros puestos de la clasificación. El informe cita específicamente a países de la zona Europa-Asia Central como Eslovenia, Polonia, Hungría, Albania, Grecia, Rusia, Bielorrusia o Turquía, donde «se han endurecido las medidas liberticidas» contra el periodismo.

 


EUROPA NO SE LIBRA DE ESTA SITUACIÓN DE RETROCESO, AUNQUE COPE LOS PRIMEROS PUESTOS DE LA CLASIFICACIÓN


 

En democracia.

Solo por curiosidad, hemos comparado los resultados del informe de RSF con el Índice de Democracia Global elaborado por la Unidad de Inteligencia de la revista británica The Economist. Es verdad que este índice analiza 167 países (frente a los 180 del informe de RSF), con lo que la comparación no puede ser estricta; pero en su última edición (2021) solo veintiuno han sido calificados como democracias plenas. Y ahí se incluyen todos los países escandinavos, Irlanda o Costa Rica, que, oh coincidencia, son los que encabezan la clasificación hecha por los reporteros. Es un caso más de efecto y causa; es una llamada de atención a la sociedad compleja en la que estamos inmersos.

La libertad de prensa en España

España venía ocupando el puesto 29 en la clasificación de Reporteros sin Fronteras desde 2017, con un retroceso al 31 en 2018, y en 2022 ha caído hasta el lugar 32. Esto es debido, según los analistas de la organización internacional, a factores como que «España es víctima de un clima de gran polarización política, del que no se libran unos medios de comunicación en los que la opinión contamina cada vez más a la información, acrecentando la desconfianza de la ciudadanía en la profesión periodística», aunque, o quizás por eso, «desde la crisis de 2008 y la ola de cierre de medios y despidos masivos que supuso, la profesión se ha instalado en una precariedad ya cronificada».

Por si las dudas

Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa 2022: la nueva era de la polarización.
Reporteros sin Fronteras, 2022.

Democracy Index 2021: the China challenge. Economist Intelligence (The Economist Group), 2022

Contexto histórico

Número de países que entre 2013 y 2022 se encontraban en una u otra situación (de buena a grave), según los sucesivos informes de Reporteros sin Fronteras.
Fuente: La libertad de Prensa (2022). Reporteros sin Fronteras.

«El periodismo está en un momento muy peligroso», por Juan José Morodo

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JUAN JOSÉ MORODO,

Subdirector de Cinco Días

 

"La fotografía de la libertad de prensa, mejor sería decir el vídeo, muestra un campo sembrado de minas”"

El periodismo está en un momento muy peligroso

La libertad de prensa es un derecho cardinal en cualquier sociedad democrática. Esta no existe sin aquella. En España viene recogido en el artículo 20 de la Constitución de 1978 como el derecho a “expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones” y a “comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión”. Es un derecho que la sociedad deposita históricamente en los periodistas.

Sin embargo, pocas veces en la historia reciente ha estado ese derecho más en peligro. La Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa, realizada por Reporteros sin Fronteras, que evalúa las condiciones en las que se ejerce el periodismo en 180 países, pone de manifiesto en su vigésima edición, de 2022, los “efectos desastrosos del caos informativo creado por un espacio digital globalizado y sin regular, que favorece las informaciones falsas y la propaganda”.

En esa clasificación (que encabezan Noruega, Dinamarca y Suecia), España figura en el puesto 32, tres escalones más abajo que el año anterior y por debajo de Portugal (7), Alemania (16) o Francia (26), aunque por delante, por ejemplo, de Estados Unidos (42), donde se pone de manifiesto cómo la polarización mediática alimenta la fractura interna de una sociedad. Por razones obvias, Ucrania (106) y Rusia (155) ya pierden respectivamente nueve y cinco puestos (la verdad es la primera víctima de la guerra) tras la invasión de la primera por la segunda en febrero de 2022.

Titulado La nueva era de la polarización, el informe revela la existencia de una doble polarización, amplificada por el caos informativo: la mediática, que crea fracturas dentro de los países, y la polarización de los Estados, a escala internacional. Y sostiene que en las sociedades democráticas el desarrollo de ciertos medios de opinión y “la generalización de los circuitos de la desinformación, impulsada por las redes sociales, están provocando un aumento de las fracturas sociales”. En el plano internacional, insiste, “la asimetría que existe entre, por una parte, sociedades abiertas y, por otra, regímenes despóticos que controlan a sus medios y sus plataformas, mientras libran guerras de propaganda, debilita a las democracias”. En ambos niveles, “es un factor de intensificación de las tensiones”, concluye el estudio de Reporteros sin Fronteras.

A ello hay que añadir en demasiados casos una tercera y aún más inquietante polarización: la de muchos informadores que devienen en fans, cuando no en portavoces camuflados y simples productores de propaganda, sea de una idea o un concepto, o de publicidad, si se trata productos o servicios. Un proceso que anula el siempre inalcanzable ideal de la objetividad, pero que aniquila por completo la sagrada aspiración a la veracidad.
Todas ellas son el fértil caldo de cultivo en el que se desarrolla una generación de receptores a los que no les importa la verdad de los hechos ni la trascendencia de los acontecimientos.
La fotografía de la libertad de prensa, mejor sería decir el vídeo, muestra un campo sembrado de minas. Los Gobiernos, incluidos los de regímenes democráticos, y sus servicios de inteligencia, las Administraciones en sus diversas formas, los lobbies empresariales o de cualquier otro tipo y los grupos de presión en general desarrollan crecientes departamentos de imagen que medran al tiempo que las redacciones de la gran mayoría de los medios de comunicación pierden fortaleza. La inversión en capital humano de muchas grandes cabeceras ha pasado a un segundo plano, en paralelo al cambio de un modelo de negocio que ha puesto en tela de juicio buena parte de sus pilares a manos de la digitalización mal entendida, las redes sociales o el espectáculo, y esto a la vez que ha eclosionado un pretendido periodismo ciudadano que ignora con facilidad las normas básicas de la buena información. Conceptos como verificación, comprobación de las fuentes, precisión, claridad, credibilidad, profesionalidad o diferenciación expresa de información y opinión han perdido presencia a pesar de las facilidades proporcionadas por las nuevas tecnologías.

Es este un terreno fértil para las fake news (noticias falsas). Una contradicción en sus propios términos. Una noticia falsa es una mentira, y su peor efecto es que anula la capacidad de interpretar verazmente la realidad. La consecuencia de ello es que las personas, las organizaciones y la sociedad en general se convierten en vulnerables a los intereses de quienes mienten. Gobiernos, medios y gestores de redes sociales están obligados a no mentir, pero también a combatir las mentiras de otros. ¿Lo hacen? En un escenario como este quien sí está apremiado a evitar la mentira es el ciudadano, como individuo, contrastando sus fuentes, discriminándolas y acudiendo a medios fiables. La credibilidad, por tanto, será el principal activo de los medios y soportes, sea cual sea su formato. Contra la mentira están la verdad, y su hermana mayor, la transparencia. Aplicadas ambas con tanta contundencia como claridad.

Pero esa transparencia convive con dificultad con la libertad de prensa cuando los tres poderes básicos de una democracia se enmarañan. Si Montesquieu, el padre de la división de los poderes políticos en tres áreas independientes (ejecutivo, legislativo y judicial), se levantara hoy se echaría las manos a la cabeza. Lo mismo que quienes sigan creyendo en el cuarto poder como garante de la democracia. Y todo ello mientras se gesta ese quinto poder a manos de la intervención económica del Estado (más concretamente de los Gobiernos) sobre el mercado, unida a los nuevos fenómenos surgidos en torno a internet.

Al final, nadie interesado en la supervivencia de la libertad de prensa debe olvidar ese conocido aforismo, atribuido a George Orwell, pero conformado a lo largo de los años por muchos autores, que se sustancia en que “una noticia es aquello que alguien no quiere que se publique; el resto son propaganda o relaciones públicas”.

Un mundo más desigual

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Un mundo más desigual

La desigualdad varía significativamente entre la región más igualitaria (Europa) y los más desiguales (Oriente Medio y el Norte de África).

Hay muchas –demasiadas– formas de desigualdad entre humanos. La que más incentiva al resto, y la más visible, además, es la desigualdad económica. Si lo pensamos superficialmente, nos imaginamos que el problema solo existe en áreas subdesarrolladas, en lugares que no han alcanzado aun la suficiente estabilidad política y social. Pero llegó una pandemia a decirnos que las cosas no son tan simples, que un virus diseminado por todo el planeta puede ahondar en esas diferencias o que un conflicto bélico, más próximo a nuestras casas de lo que creíamos, podría suceder, las podría multiplicar por cifras impensables hace solo un par de años.

MELCHOR DEL VALLE,

Desigualdad global de ingresos y riqueza

El 50% obtiene el 8,5% del ingreso total medido y posee 2% de la riqueza. El 10% de los más ricos del mundo posee el 76% de la riqueza total y logra el 52% de todos los ingresos netos generados en 2021. Téngase en cuenta que los principales tenedores de riqueza no son necesariamente los principales titulares de ingresos.

World Inequality Lab, un centro de investigación internacional económica y social creado en l’École d’économie de París, ha hecho público su informe anual sobre la desigualdad en el mundo (World Inequality Report 2022) en el que decenas de investigadores de setenta países han plasmado la siguiente foto fija de 2021: el 10% de la población con mayor riqueza posee el 75% de toda la que hay en el mundo, mientras que el 50% con menos recursos solo dispone del 2%. Y la tendencia, durante la pandemia, ha sido ir incrementando esas diferencias.


Los conflictos bélicos destruyen recursos, paralizan la producción y el empleo


Pandemia.

«La crisis del COVID –explicó Lucas Chancel, autor principal del informe– ha exacerbado las desigualdades entre los muy ricos y el resto de la población. Sin embargo, en los países ricos, la intervención del gobierno evitó un aumento masivo de la pobreza; este no fue el caso en los países pobres. Esto demuestra la importancia de los estados sociales en la lucha contra la pobreza».

En cifras, y mirando las diferencias entre los datos de 2019 y los de 2021, el 50% de la población mundial menos favorecida no ha incrementado ni disminuido su porcentaje de riqueza, tan solo es de un 2%, mientras que el del 10% de los más ricos ha crecido en cuatro décimas (75,1% a 75,5%); pero la diferencia es más evidente si solo miramos al 1% de los más pudientes, que han incrementado su riqueza del 37,1% del total mundial al 37,8%. Estos porcentajes debemos mirarlos juntamente con los de ingresos: quienes más tienen no los han incrementado, pero para los más infortunados han caído una décima porcentual.

Desigualdad desigual.

No es nuevo para nadie que existen zonas geográficas en las que las diferencias económicas son, de puro grandes, abismales. Dice el informe de World Inequality Lab que «la desigualdad varía significativamente entre la región más igualitaria (Europa) y los más desiguales (países MENA, acrónimo inglés que se refiere al Oriente Medio y el Norte de África)». En Europa, la participación en los ingresos del 10% (de las personas más ricas) está en torno al 36%, mientras que en los países MENA es del 58%. Ya se habrá percatado el lector que el estudio diferencia entre riqueza, donde es mayor la desigualdad, e ingresos.

Si vamos más allá de los números globales, observamos también distintos patrones. Por ejemplo, los niveles de ingreso promedio nacional no son proporcionales con el grado de igualdad. Hay países de ingresos elevados que son muy desiguales, como los EE.UU., mientras que, en otros, como Suecia, se da mayor proporcionalidad. Algo parecido sucede entre los países de ingresos bajos y medianos, donde encontramos casos como Brasil e India, con una enorme desigualdad; China, que se sitúa en un término medio, aunque peligrosamente tendente al alto; o Malasia y Uruguay, donde los grados de desigualdad se pueden calificar de moderados.

Dificultades de recuperación.

En el informe Global Economic Prospects 2022, del Banco Mundial, se incluyen secciones analíticas en las que se plantean tres obstáculos que pueden impedir una recuperación duradera en las economías en desarrollo. Uno de ellos es el impacto de la pandemia en la desigualdad. Se pone de manifiesto que la pandemia ha supuesto un incremento en la desigualdad de ingresos a nivel mundial, dando al traste, en gran medida, con la disminución conseguida en las dos décadas anteriores.


La crisis del covid ha exacerbado las desigualdades entre los muy ricos y el resto de la población


«También ha intensificado la desigualdad –dice el informe– en muchas otras esferas de la actividad humana: en la disponibilidad de vacunas, en el crecimiento económico, en el acceso a la educación y la atención de la salud, y en la escala de la pérdida de empleo y de ingresos, que ha sido mayor entre las mujeres y los trabajadores poco cualificados e informales. Esta tendencia puede dejar cicatrices duraderas: por ejemplo, las pérdidas de capital humano causadas por las interrupciones en la educación pueden transmitirse de una generación a otra».

Soluciones.

Dicen los economistas que «el papel lo aguanta todo», pero no es menos verdad que sin poner sobre la mesa posibles soluciones, los problemas de desigualdad (cualquier problema de ámbito económico y mundial, en realidad) serán difíciles de atajar. Abhijit Banerjee y Esther Duflo, que firman el prólogo del World Inequality Report 2022, dicen que «Este informe deja claro una vez más que se necesitan cambios políticos profundos para que las cosas vuelvan a su lugar. Las soluciones políticas existen normalmente y, cuándo no, a menudo sabemos cómo encontrarlas. Nuestra propia investigación, y la de los investigadores de la red que ayudamos a crear, se ha centrado en cómo hacer bien la ‘fontanería’, para que la política pueda hacer su trabajo».


Son necesarias reformas que puedan incrementar la inversión y promover el capital humano y revertir la desigualdad de ingresos y de género


Por su parte, Ayhan Kose, director del Grupo de Perspectivas del Banco Mundial, dijo que «A la luz de la desaceleración prevista en el crecimiento de la producción y la inversión, el escaso espacio normativo y los riesgos considerables que opacan las perspectivas, las economías emergentes y en desarrollo deberán calibrar cuidadosamente sus políticas fiscales y monetarias. También es necesario que emprendan reformas para borrar las cicatrices de la pandemia. Estas reformas deben diseñarse de modo tal que puedan incrementar la inversión y promover el capital humano, revertir la desigualdad de ingresos y de género, y hacer frente a los desafíos del cambio climático».

Conflicto bélico.

Estábamos enfrascados en estos análisis y pensando en soluciones, cuando un país decidió invadir militarmente el territorio anejo y ajeno, y provocar una importante debacle económica en todo el mundo. No les abrumamos con detalles, ni los humanos ni los económicos, que los tienen ampliamente explicados y al día en todos los medios informativos. Pero eso nos ha hecho preguntarnos si esto va a incrementar la desigualdad en el mundo, si se restringirá a Europa o si será solo un problema para invasores e invadidos.

Duele hablar de ello mientras mueren personas, niños… mientras se destruyen hospitales y escuelas, pero ya nos pasó antes, nos sigue pasando, en otros conflictos bélicos. Así que déjennos echar mano de la historia europea, sin ir más allá, para encontrar un dato. Los conflictos bélicos, por definición, destruyen recursos, paralizan la producción y el empleo, además de causar disminución poblacional. Cero crecimiento, incluso negativo, y menor riqueza, por tanto; pero para todos. En Francia, por ejemplo, la desigualdad disminuyó durante ambas guerras mundiales y en el lapso entre ellas (datos del World Inequality Lab, que lleva estudiando la desigualdad en el país galo desde principios del siglo XIX). Ya saben: vivimos en un mundo en el que hay más grises que blancos y negros, aunque el mal de muchos no consuele, esta vez, a nadie.

La organización sin ánimo de lucro The Ocean Cleanup publicó en la revista Science (abril de 2021) un estudio que pone los pelos de punta y cuyos resultados resumen así: «1 000 ríos son responsables de casi el 80 % de las emisiones anuales mundiales de plástico fluvial, que oscilan entre 0,8 y 2,7 millones de toneladas métricas por año, con los pequeños ríos urbanos entre los más contaminantes. El 20 % restante de las emisiones de plástico se distribuyen en otros 30.000 ríos».

Cifras visibles. Para que podamos poner en valor el significado de todas las cifras que citaremos en estas líneas, hagamos un simple ejercicio numérico a modo de ejemplo. Tenemos que una bolsa de plástico tipo supermercado pesa unos 6 gr y una botella pequeña de agua sin gas, 8 gr. Ahora imaginemos una «sopa» de plástico de tan solo 20 Kg flotando en el mar (recuadro «Mapas interactivos», Sailing seas of plastic), en la que hay bolsas y botellas a partes iguales. Tendríamos en la mancha cerca de 3 000 piezas.

Si llevamos los materiales del ejemplo a lo que vierte el río más contaminante de los que da notica el estudio de The Ocean Cleanup, el Pásig, en Filipinas, sus 62,6 toneladas de plástico anuales significarían 9,4 millones de desechos entrando al mar por su desembocadura en Manila. Este país, en fin, tiene el doloroso récord de ser el que más tráfico fluvial de plásticos conduce al mar. En total, el país tagalo emite 360 000 toneladas de plástico al año mediante 4 820 de sus ríos.

Medallas de deshonor. Tras Filipinas, los siguientes países que más polímeros mueven en sus vías fluviales son, por este orden, India, Malasia, China, Indonesia, Birmania, Brasil, Vietnam, Bangladés y Tailandia, por solo citar los diez más contaminantes. Pero hay que marcar diferencias: el segundo (India), vierte justo la mitad de plástico (130 00 toneladas) que el primero; y el décimo (Tailandia) «solo» 23 000 toneladas. En el entorno del Mediterráneo más próximo, puede ser preocupantes las 14 000 toneladas de ríos turcos, sobre todo al Mar de Mármara, y las 5 800 toneladas de los argelinos dejadas casi a las puertas de las Islas Baleares.

 


EN 2025 HABRÁ DESECHOS PLÁSTICOS COMO PARA CUBRIR CADA METRO DE COSTA DE TODO EL MUNDO CON 100 BOLSAS

 

Asía, por tanto, es la zona donde el problema que venimos comentando alcanza mayor intensidad. En el entorno americano, Brasil es el primer emisor de plásticos, 38 000 toneladas, seguido de Guatemala, Haití, República Dominicana y Venezuela. En África, se lleva «la palma» Nigeria, con 19 000 toneladas, seguido de Camerún, con 11 000 toneladas, y el ya citado Argelia. En la Unión Europea, crucemos los dedos, solo el río Neretva (desemboca en Croacia, pero el 90,2 % de su curso transcurre por Bosnia-Herzegovina) vuelca volúmenes significativos (125,8 toneladas) al Adriático. A esta misma cuenca vierten los albaneses Ishën (algo más de quinientas toneladas) y Seman (235,5 toneladas), entre otros, demostrando que el cuidado medioambiental local puede servir de poco si los problemas no se acometen internacionalmente.

Qué hay de nuevo. Los ríos, nos cuenta la historia, nos vienen sirviendo para abastecernos de agua, disponer de terrenos fértiles para los cultivos o pastos y deshacernos de los residuos. Para esto último hemos involucionado, porque el incremento de producción y uso de plásticos ha hecho de los ríos autopistas de evacuación de productos que no se degradan fácilmente. Cuando hablamos del «uso de plásticos», nos estamos refiriendo a los más de 8.500 millones de toneladas fabricadas desde que se empezó la producción masiva en 1950. Y creciendo.

 


SE CALCULA QUE LA «ISLA DE PLÁSTICO» DEL PACÍFICO NORTE PUEDE ALCANZAR UNA EXTENSIÓN SIMILAR A ESTADOS UNIDOS

 

Un informe de Naciones Unidas calcula que, de seguir así, en 2025 habrá plástico como para cubrir cada metro de costa de todo el mundo con 100 bolsas tipo supermercado. Cabe recordar que los polímeros tardan entre 55 y 1 000 años en degradarse (depende del compuesto y el grosor). Y un dato más: las mascarillas y guantes desechables tardan en desintegrarse entre uno y cinco años.

De los ríos al mar. Mares y océanos son los depositarios de todos estos desechos que pueden a pasar a la cadena alimenticia, los famosos microplásticos, a precipitarse a los fondos marinos o a mantenerse a flote formando las conocidas como «islas de plástico». De las muchas que hay ya, la más impresionante es la del Pacífico Norte. Diversas estimaciones calculan que puede llegar a medir más que EE. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), calcula que esta isla de basura crece al ritmo de una tonelada de desechos al día. Hay más: según investigaciones recientes, en torno a un 70 % de los componentes de estas islas se hunden; calculen la dimensión del problema si eso que es visible y más o menos cuantificable es solo el 30 % de lo que depositamos en el mar.

Las cifras son abrumadoras, ciertamente, e interesarse por ellas nos debería alejar de la indiferencia, huir de la comodidad de comprar productos frescos envasados en barquetas de poliestireno y envueltos con cubierta transparente o de aceptar sin rechistar la bolsa de plástico para llevar nuestra compra. Un estudio de Naciones Unidas, SINGLE-USE PLASTICS: A Roadmap for Sustainability (2018), puso de manifiesto que en el mundo consumimos casi 10 millones de bolsas por minuto. No, no ha leído mal: 10 millones por minuto. La receta, dicen desde hace tiempo quienes más padecen los excesos de plásticos en nuestras aguas, está en las tres «R»: reducir, reusar y reciclar. Fácil, ¿no?

La desigualdad en España

El World Inequality Report 2022 aporta, además de resultados globales, el detalle por países. Nos mueve, claro, la curiosidad de saber cómo está España. En el cuadro pueden ver las diferencias porcentuales de riqueza e ingresos de 2019 y 2021 (pre y post pandemia). Los grupos son los mismos que los estudiados en el resto de los países del mundo: 1% de los españoles con mayor riqueza, 10% de estos mismos y 50% de la población menos favorecida. La diferencia no es mucha, pero hay un ligero incremento de la desigualdad.

Para saber más

World Inequality Report 2022.
Coordinado por Lucas Chancel (director y autor). World Inequality Lab, diciembre de 2021.

Global Economic Prospects.
Coordinado por Carlos Arteta. Grupo Banco Mundial, enero de 2022.

El efecto del COVID-19 en los negocios internacionales (2ª edición).
Gina Bowman (dirección) y Olivia Scotti (coordinación). Gedeth Network, mayo de 2021.

«Una bofetada de realidad”, por Casimiro García-Abadillo

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CASIMIRO GARCÍA-ABADILLO,

Director de «El Independiente»

 

"Los europeos estábamos mirándonos el ombligo y, de repente, ¡zas!, estalló la guerra en nuestra frontera"

Una bofetada de realidad

Cuando terminó la Primera Guerra Mundial, el presidente norteamericano, Woodrow Wilson, declaró que ya no volvería a haber más guerras como esa. Confiaba en que el horror causado por los millones de muertos y el espíritu pacificador que llevó a creación de la Sociedad de Naciones, que él impulsó, harían que nunca más se repitiera tal barbarie.

Pero veinte años después, Hitler echó por tierra el vaticinio de Wilson. La Segunda Guerra Mundial sería aún peor que la Primera.

La guerra fría que se instaló en el planeta tras el final de la Segunda Guerra Mundial trasladó los conflictos entre los dos bloques al extrarradio europeo. En realidad, nunca dejó de haber guerras, pero estas no afectaban directamente a las grandes potencias. África, América Latina y, sobre todo, Asia se convirtieron en el tablero de operaciones en la disputa por el control de áreas de influencia.

Tras la caída del Muro de Berlín y el colapso de la URSS algunos, como el politólogo norteamericano Francis Fukuyama, pensaron que la historia tal y como la conocíamos había acabo. Pero se equivocó. Treinta años después de la publicación de su famoso libro El fin de la historia y el último hombre, en Europa vuelven a estallar las bombas.

Los europeos hemos vivido plácidamente durante estas tres décadas. Rusia, pensábamos, había caído rendida a los encantos del capitalismo y China no se veía como una amenaza. Durante unos años, el peligro para la paz se focalizó en el terrorismo yihadista. Los atentados de las torres gemelas, de Madrid y de Londres, evidenciaron los agujeros de seguridad e inteligencia que se habían producido tras la relajación que siguió a la caída del Telón de Acero. ¡Qué tremendo error!

Occidente reaccionó con operaciones militares y de ocupación en Afganistán e Irak, que no lograron sus objetivos finales. La consolidación de Al Asad en Siria, tras diez años de cruenta guerra contra su pueblo, y, sobre todo, la retirada de Afganistán, cuyo gobierno volvió a manos de los talibanes el pasado mes de agosto, evidenciaron la debilidad de EEUU y sus aliados.

Pero a los gobernantes europeos y a la mayoría de los ciudadanos de la UE lo que más les preocupaba entonces era mantener su nivel de vida y mejorar sus sistemas de salud tras la eclosión del Covid, que ha puesto de relieve la ineficacia de sus sistemas sanitarios para hacer frente a la pandemia.

La decisión de Vladimir Putin de invadir Ucrania, sin una provocación previa, saltándose la legalidad internacional y el cumplimiento de sus propias promesas ante los líderes europeos, es un golpe de mano que obedece al intento de Rusia de volver a ser un actor protagonista de la escena internacional, que se produce en un contexto de repliegue de EEUU y de falta de liderazgo en Europa.

Los europeos estábamos mirándonos el ombligo y, de repente, ¡zas!, estalló la guerra en nuestra frontera.

Ha sido un baño de realidad que nos enfrenta a los horrores de los bombardeos de ciudades, al éxodo de millones de personas y al miedo a que un conflicto nuclear.

El mundo ya no será igual. Europa -ese es uno de los efectos positivos de lo que está pasando- ha cobrado conciencia de sí misma. La dureza de las sanciones económicas a Rusia, el envío de armas a Ucrania y la decisión de aumentar los presupuestos de defensa, sobre todo de Alemania, han animado a los países más relevantes a convertir a la UE en algo más que un club de intereses económicos.

Los parlamentarios europeos han pasado de discutir sobre el tamaño de las jaulas en las que deben transportarse las gallinas, a brindar solidaridad a un pueblo que está siendo masacrado por la superioridad militar de una Rusia que quiere recuperar su imperio. ¡Ya era hora de dejar de hablar de tonterías!

Las decisiones tienen sus consecuencias. Putin podrá ganar la guerra, pero ya para siempre será un paria con el que los países democráticos no querrán tener nada que ver. La renovada conciencia europea puede alumbrar lo que, hasta ahora, no era más que un planteamiento teórico: la necesidad de crear un ejército europeo. Europa es consciente de que tiene poder, pero que éste debe estar sustentado en Estados fuertes. Esa es una mala noticia para los movimientos secesionistas.

Mientras que Rusia corre el peligro de quedar aislada internacionalmente, China consolida su posición como gran actor a la altura de Estados Unidos. Europa tiene dos opciones: o seguir dependiendo de las prioridades que marque Washington, o bien tener su propia agenda, aunque se mantenga la alianza occidental dentro de la OTAN.

Las guerras cambian muchas cosas. Una de ellas es la economía. Europa tiene que plantearse su estrategia energética a medio y largo plazo. Es una decisión muy importante que tiene que engarzar, por un lado, la transición a las energías limpias y, por otro, la independencia energética del gas ruso y el petróleo de los países árabes.

Mientras que Estados Unidos y China se disputan la primacía económica mundial, sobre los ejes de la tecnología, la inteligencia artificial y el control de los datos, Europa todavía no tiene una agenda propia para competir en esas áreas. Es otros de los asuntos que los líderes europeos tienen que abordar en el corto plazo.

El mundo, decíamos, ya no será igual. No habrá globalización, sino áreas de influencia y alianzas. Ha llegado el momento de que el baño de realidad de la invasión de Ucrania genere un nuevo concepto más robusto, más político, y más competitivo de Europa.

Descosificación y sintiencia: pilares del Derecho Animal, por Nuria Menéndez de Llano

ALDEA GLOBAL

Nuria Menéndez de Llano Rodríguez,

Abogada y Directora del Observatorio Justicia y Defensa Animal. Cofundadora de la Comisión de Derecho Animal del Colegio de Abogados de Oviedo.

 

Serán los jueces y tribunales, la doctrina y los demás operadores jurídicos, los que den vida e interpreten este nuevo estatuto jurídico del animal

Descosificación y sintiencia: pilares del Derecho Animal

Dicen que Victor Hugo profesaba una gran devoción hacia los animales, y cuentan que sentaba a su mesa a un galgo de mirada limpia al que llamaba Lux. Estoy segura de que, hoy en día, el autor de Los Miserables aplaudiría que también nuestro legislador, como ya hiciera su Francia natal en 2015, haya escuchado a la sociedad española y haya descosificado legalmente a los animales.

Y ya era hora, porque desde 2009 el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea introduce el mandato de reconocimiento de la sintiencia animal como elemento esencial para la consideración de los animales no humanos que, en tanto portadores de intereses y expectativas, deben ser respetados por el Derecho de los países miembros.

La espera ha dado sus frutos y, tras múltiples avatares y ríos de tinta, el pasado 5 de enero de 2022 todos los animales han dejado de tener, en el ordenamiento jurídico español, la consideración legal de bienes semovientes, es decir, de cosas. Finalmente, la triple reforma del Código Civil, la Ley Hipotecaria y la Ley de Enjuiciamiento Civil ha actualizado una legislación decimonónica y cosificadora para los animales, ofreciendo a los operadores jurídicos actuales unas herramientas legales propias de este siglo.

Remontándonos a los orígenes de esta reforma, en 2015 el Observatorio Justicia y Defensa Animal, atendiendo a la necesidad de afrontar jurídicamente esta cuestión y de ponerla en el centro de la agenda política nacional, depositó en las Cortes Generales el casi medio millón de apoyos ciudadanos recabados en Change.org. Con gran respaldo social y político, la campaña #AnimalesNOsonCosas del Observatorio, ha conseguido que el legislador, al fin, descosifique legalmente a los animales, otorgándoles un régimen jurídico propio. La cuestión no es baladí: con el reconocimiento legal de todos los animales como seres vivos dotados de sensibilidad, hemos logrado eliminar un anacronismo legal que nos impedía poder avanzar, por más que quisiéramos, en la lucha contra el maltrato animal. No lo olvidemos: el origen de toda opresión y abuso está en la cosificación de la víctima.

Aunque a alguien le pueda resultar una cuestión menor, una simple obviedad, o incluso algo de poca trascendencia, este reconocimiento constituye un hito histórico para el Derecho Animal, y supone la condición necesaria para seguir adelante con el desarrollo futuro de la personalidad jurídica de los animales no humanos.

El contexto plasmado en la anterior legislación civil, que databa de 1889, reflejaba una sociedad menos compleja, eminentemente agraria, y en la que los animales eran considerados como meros recursos de los que sacar algún provecho. Se mantenía, en el Derecho Civil común, la concepción cartesiana y mecanicista de que el animal-máquina no sentía ni padecía y, desde esa perspectiva, y sin ningún cuestionamiento ético ni legal, se les explotaba de todas las maneras imaginables. Y es que, como nos alertaba el ya citado autor francés, los animales son de Dios, pero la bestialidad sigue siendo humana.

Cuando en 2012, en el seno de la Universidad de Cambridge, un nutrido grupo de neurocientíficos firmaron la Declaración de Cambridge de la conciencia animal, ya dejaron constancia científica de que los humanos no somos los únicos animales con los sustratos neurológicos necesarios para tener conciencia. Desde aquella declaración ya resultaba imperiosa, también en el plano legal, la necesidad de actualizar y repensar nuestra forma de relacionarnos con los demás seres vivos. La ignorancia ya no podía seguir siendo una excusa.

De nuevo, Victor Hugo tenía razón. No existe nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo. Las sociedades cambian y evolucionan. La ética y la razón también progresan y todos nos beneficiamos de ello. Los cambios más profundos, también para los animales, surgen cuando el pueblo soberano se muestra más permeable a la idea de la protección del más débil, del más vulnerable. Es entonces cuando se requiere ver la plasmación legislativa de las expectativas sociales. También el Derecho, como constructo humano, cambiante y vivo, hace que la consideración moral del otro, la alteridad, sea necesariamente extendida a los demás animales con los que compartimos planeta y existencia.

En el plano de lo concreto, seguramente, van a ser múltiples las aplicaciones prácticas que podrán derivarse de este importante avance legal. No obstante, serán los jueces y tribunales, la doctrina y los demás operadores jurídicos, los que den vida e interpreten este nuevo estatuto jurídico del animal, subsumiéndolo en la realidad social de nuestro tiempo. No obstante, el mero hecho de llevarse a cabo la corrección de este anacronismo legal y, al mismo tiempo, alcanzar el reconocimiento legal de la sintiencia animal, ya la convierten en una reforma de hondo calado.
Pese a que todavía estamos bastante lejos de alcanzar una solución definitiva para los grandes problemas de la justicia social de nuestro tiempo, algunos indicadores nos dan cierta esperanza. El reciente estudio Visión y Actitudes hacia los Animales en la Sociedad Española de la Fundación BBVA, nos revela que a una amplísima mayoría de nosotros nos importan los demás animales, no apoyamos su cosificación y su sufrimiento no nos resulta indiferente.

Es por ello que, reconociendo el gran avance jurídico que supone la reforma de la legislación civil, conviene asumir que todavía nos queda por delante un largo camino en el que debemos humanizarnos respetando a los demás animales. Ellos son los únicos dueños de sus vidas. De hecho, es el único bien que poseen. Nadie debería poder arrebatársela ni ser insensible a sus padecimientos. Ya saben, primero fue necesario civilizar al hombre en su relación con el hombre y, ahora, se hace necesario civilizar al hombre en su relación con la naturaleza y con los animales, Victor Hugo dixit.

Esos seres sintientes con los que convivimos

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ESOS SERES SINTIENTES CON LOS QUE CONVIVIMOS

Los animales de compañía están más protegidos por la legislación en Reino Unido, Polonia, Austria, Suiza, Suecia, Malasia y México.

Melchor del Valle

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La entrada en vigor en España de la Ley sobre sobre el régimen jurídico de los animales, en diciembre de 2021, ha supuesto la consecución de varios de sus objetivos para organizaciones como el Observatorio Justicia y Defensa Animal, que los perseguían al grito de #AnimalesNOsonCosas desde 2015, y una concienciación general de que la ciencia, primero, y la legislación, después, reconocen que con los humanos conviven seres vivos dotados de sensibilidad.

Legislar sobre la convivencia del hombre con los animales no es algo nuevo. Ya el Derecho Romano incluía a estos últimos en su normativa, aunque los considerase «cosas». La realidad histórica es que ese régimen jurídico de los animales lleva más de dos mil años presente en el continente europeo y, por ende, en muchos países de todo el mundo.

Si nos quedamos en la Unión Europea, tenemos el Tratado de Ámsterdam de 1997, donde se encuentra el germen del artículo 13 del Tratado de Lisboa, firmado en 2007, que dio lugar Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea. En él se reconoce la sensibilidad animal y exige a los Estados miembros que «tengan plenamente en cuenta los requisitos de bienestar de los animales» cuando apliquen las políticas de la UE relativas a agricultura, pesca, transporte, investigación y desarrollo tecnológico.

 


LA UE EXIGE A LOS ESTADOS MIEMBROS QUE «TENGAN PLENAMENTE EN CUENTA LOS REQUISITOS DE BIENESTAR DE LOS ANIMALES»

 

Pero esto de reconocer que los animales no son meros objetos, parece no ser suficiente. Austria, pionera en quitar a los animales la consideración de «cosas» (1988), lo cita explícitamente en su Código Civil: «Los animales no son cosas; están protegidos por leyes especiales». A parecidas soluciones llegaron Alemania y Suiza. Algo similar sucedió en Canadá, concretamente en la Asamblea Nacional de Quebec, cuando legislaron para reconocer que «los animales no son cosas, sino seres sintientes con necesidades biológicas», y en Nueva Zelanda.

 

La Declaración de Cambridge.

Un prestigioso grupo internacional de científicos especializados en neurociencia cognitiva, neurofarmacología, neurofisiología y neurociencia computacional, se reunieron en la Universidad de Cambridge (julio de 2012) para evaluar, a la luz de los conocimientos actuales, los sustratos neurobiológicos de la experiencia consciente y los comportamientos que tienen que ver con ella; y, aquí viene lo significativo, en humanos y no humanos.

Cuando se refieren a la consciencia, dejan lugar a pocas dudas: «Hay evidencias convergentes que indican que los animales no humanos poseen los sustratos neuroanatómicos, neuroquímicos y neurofisiológicos de los estados de consciencia, junto con la capacidad de mostrar comportamientos intencionales. En consecuencia, el peso de la evidencia indica que los humanos no somos los únicos en poseer la base neurológica que da lugar a la consciencia. Los animales no humanos, incluyendo a todos los mamíferos y aves, y otras muchas criaturas, entre las que se encuentran los pulpos, también poseen estos sustratos neurológicos». Es quizás por eso que las normativas de Francia (2015), Portugal (2017) y la recientemente aprobada en España (2021) «prefieren –como se indica en el preámbulo de nuestra Ley– una descripción “positiva” de la esencia de estos seres que los diferencia, por un lado, de las personas y, por otro, de las cosas y otras formas de vida, típicamente de las plantas». En esto consiste, básicamente, lo que hemos dado en llamar «descosificación».

 

Índice de protección animal.

Para tener una idea de conjunto y por países de en qué situación se encuentran internacionalmente las leyes de protección a los animales y de traslación a la realidad de los distintos países de la Declaración Universal de los Derechos de los Animales (UNESCO, 1978, y ONU, posteriormente), conviene echar un vistazo al Índice de Protección Animal (API, por sus siglas en inglés de Animal Protection Index) que ofrece la organización internacional World Animal Protection, antes conocida como World Society for the Protection of Animals (WSPA). La segunda edición de este índice es la de 2020 (publicada en diciembre de ese año; la primera fue en 2014) y revisa la situación de cómo la legislación protege a los animales en 50 países de todos los continentes.

 


EL GRUPO DE ANIMALES QUE MAYOR ATENCIÓN RECIBEN, EN CUANTO A LA PRESENCIA EN LA LEGISLACIÓN DEL BIENESTAR ANIMAL, SON LOS DEDICADOS A LA INVESTIGACIÓN

 

El análisis del API se basa en cuatro pilares: reconocimiento de la sensibilidad animal y prohibición del sufrimiento animal, presencia de la legislación sobre bienestar animal, establecimiento de órganos gubernamentales de apoyo y apoyo a las normas internacionales de bienestar animal (la antes citada Declaración Universal y las normas de la Organización Mundial de Sanidad Animal). Los resultados se ofrecen online, abiertos a todos los usuarios, y se pueden ver en conjunto, país por país, según cada uno de los pilares e, incluso, comparando países. En el mapa global se observa que Irán y Azerbaiyán son los últimos de la clasificación general, mientras que Suecia, Dinamarca, Países Bajos, Austria, Suiza y Reino Unido son los que se encuentran a la cabeza. Todos de Europa, como puede apreciarse.

 

Sensibilidad animal.

Siendo importantes todos los pilares citados, los dos primeros están íntimamente ligados con el reconocimiento de #AnimalesNOsonCosas y su traslado a la correspondiente legislación. El reconocimiento de la sensibilidad animal está más arraigado en Colombia, seguido de Perú y Chile, en América; y de Austria, Francia, Países Bajos y Suecia, en Europa, zona en la que el país peor clasificado es Bielorrusia. Si hablamos de leyes contra el sufrimiento animal, Suiza, Dinamarca y Suecia son los más activos. En este capítulo es en el que se denota más actividad, ya que se unen al grupo de los «B» –segunda posición– países como Canadá, Rusia, India o Pakistán y Kenia, Nigeria y Malasia, por no dejar ninguna zona por mencionar.

 


EL ÍNDICE DE PROTECCIÓN ANIMAL MIDE LA TRASLACIÓN A LA REALIDAD DE LOS DISTINTOS PAÍSES DE LA DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LOS DERECHOS DE LOS ANIMALES

 

La citada Kenia, pasando ya al pilar del traslado de los principios a la legislación, es el país más activo en la protección legal de animales salvajes, seguido de Brasil. El grupo de animales que mayor atención reciben, en cuanto a la presencia en la legislación del bienestar animal, son los dedicados a la investigación, con Francia, Alemania, Polonia, Austria, Suiza, Países Bajos, Suecia y Dinamarca como primeros valedores. El grupo de los dedicados a la agricultura solo se ve reconocido legalmente en Austria y Suecia. El parámetro en que mejor clasificada sale España es respecto al grupo de los animales en cautiverio, junto con Reino Unido, Suiza, Austria, Alemania, Países Bajos, Dinamarca y Suecia. Si señalamos a los animales de compañía, están más protegidos por la legislación en Reino Unido, Polonia, Austria, Suiza, Suecia, Malasia y México. En el último de los grupos, los animales de tiro y recreo –suponemos que se refiere básicamente a caballos–, solo Malasia y Suiza se salvan de la quema, pero con valores mucho más bajos que en las otras medidas.

 

Objetivos 14 y 15.

Naciones Unidas, en su Agenda 2030 sobre desarrollo sostenible, incluyó la necesidad de conservar de manera sostenible los océanos y el uso de los ecosistemas terrestres. Hablan de protección de fauna y flora, claro, promoviendo las adecuaciones legislativas que ayuden a esa sostenibilidad. En mayo de 2022, va a tener lugar en Lyon (Francia) la 19ª Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres a la que asistirán, si nos guiamos por anteriores ediciones, más de 3 000 especialistas. Será un termómetro para conocer cómo estamos haciendo las cosas respecto a la legislación para la protección de esos seres vivos que están a nuestro lado…

La organización sin ánimo de lucro The Ocean Cleanup publicó en la revista Science (abril de 2021) un estudio que pone los pelos de punta y cuyos resultados resumen así: «1 000 ríos son responsables de casi el 80 % de las emisiones anuales mundiales de plástico fluvial, que oscilan entre 0,8 y 2,7 millones de toneladas métricas por año, con los pequeños ríos urbanos entre los más contaminantes. El 20 % restante de las emisiones de plástico se distribuyen en otros 30.000 ríos».

Cifras visibles. Para que podamos poner en valor el significado de todas las cifras que citaremos en estas líneas, hagamos un simple ejercicio numérico a modo de ejemplo. Tenemos que una bolsa de plástico tipo supermercado pesa unos 6 gr y una botella pequeña de agua sin gas, 8 gr. Ahora imaginemos una «sopa» de plástico de tan solo 20 Kg flotando en el mar (recuadro «Mapas interactivos», Sailing seas of plastic), en la que hay bolsas y botellas a partes iguales. Tendríamos en la mancha cerca de 3 000 piezas.

Si llevamos los materiales del ejemplo a lo que vierte el río más contaminante de los que da notica el estudio de The Ocean Cleanup, el Pásig, en Filipinas, sus 62,6 toneladas de plástico anuales significarían 9,4 millones de desechos entrando al mar por su desembocadura en Manila. Este país, en fin, tiene el doloroso récord de ser el que más tráfico fluvial de plásticos conduce al mar. En total, el país tagalo emite 360 000 toneladas de plástico al año mediante 4 820 de sus ríos.

Medallas de deshonor. Tras Filipinas, los siguientes países que más polímeros mueven en sus vías fluviales son, por este orden, India, Malasia, China, Indonesia, Birmania, Brasil, Vietnam, Bangladés y Tailandia, por solo citar los diez más contaminantes. Pero hay que marcar diferencias: el segundo (India), vierte justo la mitad de plástico (130 00 toneladas) que el primero; y el décimo (Tailandia) «solo» 23 000 toneladas. En el entorno del Mediterráneo más próximo, puede ser preocupantes las 14 000 toneladas de ríos turcos, sobre todo al Mar de Mármara, y las 5 800 toneladas de los argelinos dejadas casi a las puertas de las Islas Baleares.

 


EN 2025 HABRÁ DESECHOS PLÁSTICOS COMO PARA CUBRIR CADA METRO DE COSTA DE TODO EL MUNDO CON 100 BOLSAS

 

Asía, por tanto, es la zona donde el problema que venimos comentando alcanza mayor intensidad. En el entorno americano, Brasil es el primer emisor de plásticos, 38 000 toneladas, seguido de Guatemala, Haití, República Dominicana y Venezuela. En África, se lleva «la palma» Nigeria, con 19 000 toneladas, seguido de Camerún, con 11 000 toneladas, y el ya citado Argelia. En la Unión Europea, crucemos los dedos, solo el río Neretva (desemboca en Croacia, pero el 90,2 % de su curso transcurre por Bosnia-Herzegovina) vuelca volúmenes significativos (125,8 toneladas) al Adriático. A esta misma cuenca vierten los albaneses Ishën (algo más de quinientas toneladas) y Seman (235,5 toneladas), entre otros, demostrando que el cuidado medioambiental local puede servir de poco si los problemas no se acometen internacionalmente.

Qué hay de nuevo. Los ríos, nos cuenta la historia, nos vienen sirviendo para abastecernos de agua, disponer de terrenos fértiles para los cultivos o pastos y deshacernos de los residuos. Para esto último hemos involucionado, porque el incremento de producción y uso de plásticos ha hecho de los ríos autopistas de evacuación de productos que no se degradan fácilmente. Cuando hablamos del «uso de plásticos», nos estamos refiriendo a los más de 8.500 millones de toneladas fabricadas desde que se empezó la producción masiva en 1950. Y creciendo.

 


SE CALCULA QUE LA «ISLA DE PLÁSTICO» DEL PACÍFICO NORTE PUEDE ALCANZAR UNA EXTENSIÓN SIMILAR A ESTADOS UNIDOS

 

Un informe de Naciones Unidas calcula que, de seguir así, en 2025 habrá plástico como para cubrir cada metro de costa de todo el mundo con 100 bolsas tipo supermercado. Cabe recordar que los polímeros tardan entre 55 y 1 000 años en degradarse (depende del compuesto y el grosor). Y un dato más: las mascarillas y guantes desechables tardan en desintegrarse entre uno y cinco años.

De los ríos al mar. Mares y océanos son los depositarios de todos estos desechos que pueden a pasar a la cadena alimenticia, los famosos microplásticos, a precipitarse a los fondos marinos o a mantenerse a flote formando las conocidas como «islas de plástico». De las muchas que hay ya, la más impresionante es la del Pacífico Norte. Diversas estimaciones calculan que puede llegar a medir más que EE. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), calcula que esta isla de basura crece al ritmo de una tonelada de desechos al día. Hay más: según investigaciones recientes, en torno a un 70 % de los componentes de estas islas se hunden; calculen la dimensión del problema si eso que es visible y más o menos cuantificable es solo el 30 % de lo que depositamos en el mar.

Las cifras son abrumadoras, ciertamente, e interesarse por ellas nos debería alejar de la indiferencia, huir de la comodidad de comprar productos frescos envasados en barquetas de poliestireno y envueltos con cubierta transparente o de aceptar sin rechistar la bolsa de plástico para llevar nuestra compra. Un estudio de Naciones Unidas, SINGLE-USE PLASTICS: A Roadmap for Sustainability (2018), puso de manifiesto que en el mundo consumimos casi 10 millones de bolsas por minuto. No, no ha leído mal: 10 millones por minuto. La receta, dicen desde hace tiempo quienes más padecen los excesos de plásticos en nuestras aguas, está en las tres «R»: reducir, reusar y reciclar. Fácil, ¿no?

El régimen jurídico de los animales en España

Cuando, dentro de algún tiempo, se actualice el Índice de Protección Animal, España escalará algunos puestos en las clasificaciones merced a la reciente entrada en vigor de la Ley 17/2021, de 15 de diciembre, de modificación del Código Civil, la Ley Hipotecaria y la Ley de Enjuiciamiento Civil, sobre el régimen jurídico de los animales.

Esta norma modifica otras tres, como deja claro el nombre de la ley, sobre todo respecto al Código Civil.

Para saber más

Animal Protection Index.
World Animal Protection. Mapa multicapa interactivo (2020).

Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030.
Naciones Unidas (2015)

La descosificación de los animales.
Marita Giménez-Candela. Revista Eletrônica do Curso de Direito da UFSM (2017).

Esto es nuestro, por Chema Domenech

ALDEA GLOBAL

Chema Doménech,

periodista

 

Hay cinco zonas en el mundo identificadas como islas o ‘sopas’ de plástico: una en el Índico, dos en el Atlántico y otras dos en el Pacífico

Hace un tiempo, la entrada a la sede mundial en Suiza de una famosa compañía del sector alimentario amaneció adornada con una gigantesca estatua. Se trataba de la reproducción de un monstruo marino confeccionada por entero con desechos plásticos recogidos directamente del mar. Los activistas de la organización ecologista que habían instalado allí la enorme figura dejaron un recado a los directivos de la multinacional, un cartel colgado al cuello del monstruo con un lacónico mensaje: «Esto es vuestro».

Poco antes, un estudio de la iniciativa Break Free from Plastic, movimiento global que promueve un futuro libre de contaminación plástica, había señalado a la compañía como una de las tres organizaciones más contaminantes del mundo por este material, basándose en los datos de producción anual de envases de plástico desechables, lo que se conoce como plástico de un solo uso. Millones de toneladas de estos productos acaban cada año convertidos en basura oceánica y una pequeña muestra de esa realidad lucía aquella mañana frente a la sede corporativa de la empresa alimentaria en forma de monstruo marino.

La inmensidad de las cifras y datos que alertan sobre la necesidad urgente de combatir la contaminación de los mares es equiparable a la del propio océano, y bucear en ellos equivale metafóricamente a sumergirse en el mismo. Se estima que entre 10 y 13 millones de toneladas de residuos plásticos acaban anualmente en los mares y océanos, en buena parte a través de los ríos. Las cifras varían según las fuentes, pero lo que no varía es el incremento progresivo que desde hace lustros detectan todos los estudios.

Lo sabe Ben Lecomte, nadador francés que durante años ha realizado travesías de larga distancia en mar abierto. Según él, hace dos décadas era difícil encontrar utensilios de plástico en el océano, pero hoy es algo habitual. Para concienciar sobre ello, en 2019 se propuso la gesta de cruzar a nado la conocida como la gran ‘isla de la basura’ del Pacífico o ‘continente de plástico’, un área de una superficie tres veces mayor que la de Francia convertida en un auténtico vertedero, donde se encuentran concentraciones excepcionalmente altas de microplásticos. Hay cinco zonas en el mundo identificadas como islas o ‘sopas’ de plástico: una en el Índico, dos en el Atlántico y otras dos en el Pacífico. La basura plástica se acumula en esas áreas donde los vientos crean corrientes circulares, los giros, que absorben cualquier residuo flotante.

El propósito de Lecomte fue el de trazar un mapa, brazada a brazada, sobre la ubicación y los movimientos de esa gran ‘isla de basura’. Así, nadó unas 300 millas náuticas simbolizando los 300 millones de toneladas de residuos plásticos que se generan cada año en el planeta y documentó su hazaña fotografiándose con objetos que encontró en el agua: cepillos de dientes, envases, contenedores de plástico, un inodoro… En muchas de esas fotografías aparecía desnudo porque, en su opinión, a la gente le escandaliza más alguien sin ropa que un océano repleto de basura.

Es un hecho que cada año más residuos de todo tipo, fundamentalmente plásticos, terminan en el mar, y que esta situación es invisible para millones de personas. También es una realidad que esa basura llega a las aguas marinas en gran medida después de haber viajado por los ríos, que actúan como arterias transportando los desechos de la tierra al océano. Los residuos pueden ser desechados a miles de kilómetros de la costa y, sin embargo, eso no es impedimento para que lleguen a alcanzar las aguas, donde quedan atrapados en las corrientes oceánicas, se desmenuzan y se convierten en microplásticos. Es significativo que unos pocos ríos sean responsables de la mayor parte de la contaminación por plástico y que casi todos se ubiquen en Asia, el continente donde se focaliza gran parte de la producción industrial mundial.

Sin duda, la industria tiene responsabilidad en esta degradación de los ecosistemas marinos. Es cierto que en los últimos años, obligadas en parte por la presión de inversores y reguladores pero, sobre todo, de la sociedad civil, grandes corporaciones altamente contaminantes por la cantidad de plástico que emplean para su negocio han impulsado acciones para minimizar su impacto en el medio ambiente, fomentando la economía circular basada en las tres ‘R’ (reducir, reciclar, reutilizar), acometiendo acciones de limpieza de ríos y mares e invirtiendo en programas de I+D+i a la búsqueda de productos y procesos más limpios y sostenibles. Pero, ¿hasta qué punto esto no es otra cosa que un lavado de conciencia cuando se siguen llevando a efecto prácticas perniciosas para las personas y el medio ambiente? No solo en los procesos de transformación, tampoco debe obviarse que mucha de la basura rescatada del mar proviene de la actividad pesquera.

En el fondo, la cuestión es si el problema reside en un sistema basado en producir la mayor cantidad posible de cualquier bien de mercado para satisfacer una demanda exacerbada minimizando los costes, aunque ello suponga asumir finalmente el precio más caro: el agotamiento de los recursos. Y cabe preguntarse si, como ciudadanos de un sistema de bienestar, tenemos conciencia de esta situación y hacemos algo por revertirla, sin desviar la mirada y los pretextos hacia empresas y responsables políticos. Porque aquel cartel colgado del cuello del monstruo de plástico frente a la multinacional suiza nos interpela a todos y, en realidad, reza «Esto es nuestro».

La invasión fluvial de los plásticos

ALDEA GLOBAL

LA INVASIÓN
FLUVIAL DE LOS
PLÁSTICOS

Filipinas, en cabeza de los menos activos en el control de plásticos, emite 360 000 toneladas de polímeros al año

Melchor del Valle

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Todos tenemos una idea más o menos difusa de que en algunos sitios hay demasiado plástico en los mares. Es difícil cuantificar ese «demasiado», porque las cifras difieren según los distintos estudios y las actualizaciones son misión imposible, pero las distintas fuentes hablan de millones de toneladas de plásticos de todos los tipos y tamaños. Se sabe, también, que el 80 % de este residuo llega a los océanos por tan solo un millar de ríos de todo el mundo, aunque no hay país ni rincón marino que se libren de la plaga.

La organización sin ánimo de lucro The Ocean Cleanup publicó en la revista Science (abril de 2021) un estudio que pone los pelos de punta y cuyos resultados resumen así: «1 000 ríos son responsables de casi el 80 % de las emisiones anuales mundiales de plástico fluvial, que oscilan entre 0,8 y 2,7 millones de toneladas métricas por año, con los pequeños ríos urbanos entre los más contaminantes. El 20 % restante de las emisiones de plástico se distribuyen en otros 30.000 ríos».

Cifras visibles. Para que podamos poner en valor el significado de todas las cifras que citaremos en estas líneas, hagamos un simple ejercicio numérico a modo de ejemplo. Tenemos que una bolsa de plástico tipo supermercado pesa unos 6 gr y una botella pequeña de agua sin gas, 8 gr. Ahora imaginemos una «sopa» de plástico de tan solo 20 Kg flotando en el mar (recuadro «Mapas interactivos», Sailing seas of plastic), en la que hay bolsas y botellas a partes iguales. Tendríamos en la mancha cerca de 3 000 piezas.

Si llevamos los materiales del ejemplo a lo que vierte el río más contaminante de los que da notica el estudio de The Ocean Cleanup, el Pásig, en Filipinas, sus 62,6 toneladas de plástico anuales significarían 9,4 millones de desechos entrando al mar por su desembocadura en Manila. Este país, en fin, tiene el doloroso récord de ser el que más tráfico fluvial de plásticos conduce al mar. En total, el país tagalo emite 360 000 toneladas de plástico al año mediante 4 820 de sus ríos.

Medallas de deshonor. Tras Filipinas, los siguientes países que más polímeros mueven en sus vías fluviales son, por este orden, India, Malasia, China, Indonesia, Birmania, Brasil, Vietnam, Bangladés y Tailandia, por solo citar los diez más contaminantes. Pero hay que marcar diferencias: el segundo (India), vierte justo la mitad de plástico (130 00 toneladas) que el primero; y el décimo (Tailandia) «solo» 23 000 toneladas. En el entorno del Mediterráneo más próximo, puede ser preocupantes las 14 000 toneladas de ríos turcos, sobre todo al Mar de Mármara, y las 5 800 toneladas de los argelinos dejadas casi a las puertas de las Islas Baleares.

 


EN 2025 HABRÁ DESECHOS PLÁSTICOS COMO PARA CUBRIR CADA METRO DE COSTA DE TODO EL MUNDO CON 100 BOLSAS

 

Asía, por tanto, es la zona donde el problema que venimos comentando alcanza mayor intensidad. En el entorno americano, Brasil es el primer emisor de plásticos, 38 000 toneladas, seguido de Guatemala, Haití, República Dominicana y Venezuela. En África, se lleva «la palma» Nigeria, con 19 000 toneladas, seguido de Camerún, con 11 000 toneladas, y el ya citado Argelia. En la Unión Europea, crucemos los dedos, solo el río Neretva (desemboca en Croacia, pero el 90,2 % de su curso transcurre por Bosnia-Herzegovina) vuelca volúmenes significativos (125,8 toneladas) al Adriático. A esta misma cuenca vierten los albaneses Ishën (algo más de quinientas toneladas) y Seman (235,5 toneladas), entre otros, demostrando que el cuidado medioambiental local puede servir de poco si los problemas no se acometen internacionalmente.

Qué hay de nuevo. Los ríos, nos cuenta la historia, nos vienen sirviendo para abastecernos de agua, disponer de terrenos fértiles para los cultivos o pastos y deshacernos de los residuos. Para esto último hemos involucionado, porque el incremento de producción y uso de plásticos ha hecho de los ríos autopistas de evacuación de productos que no se degradan fácilmente. Cuando hablamos del «uso de plásticos», nos estamos refiriendo a los más de 8.500 millones de toneladas fabricadas desde que se empezó la producción masiva en 1950. Y creciendo.

 


SE CALCULA QUE LA «ISLA DE PLÁSTICO» DEL PACÍFICO NORTE PUEDE ALCANZAR UNA EXTENSIÓN SIMILAR A ESTADOS UNIDOS

 

Un informe de Naciones Unidas calcula que, de seguir así, en 2025 habrá plástico como para cubrir cada metro de costa de todo el mundo con 100 bolsas tipo supermercado. Cabe recordar que los polímeros tardan entre 55 y 1 000 años en degradarse (depende del compuesto y el grosor). Y un dato más: las mascarillas y guantes desechables tardan en desintegrarse entre uno y cinco años.

De los ríos al mar. Mares y océanos son los depositarios de todos estos desechos que pueden a pasar a la cadena alimenticia, los famosos microplásticos, a precipitarse a los fondos marinos o a mantenerse a flote formando las conocidas como «islas de plástico». De las muchas que hay ya, la más impresionante es la del Pacífico Norte. Diversas estimaciones calculan que puede llegar a medir más que EE. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), calcula que esta isla de basura crece al ritmo de una tonelada de desechos al día. Hay más: según investigaciones recientes, en torno a un 70 % de los componentes de estas islas se hunden; calculen la dimensión del problema si eso que es visible y más o menos cuantificable es solo el 30 % de lo que depositamos en el mar.

Las cifras son abrumadoras, ciertamente, e interesarse por ellas nos debería alejar de la indiferencia, huir de la comodidad de comprar productos frescos envasados en barquetas de poliestireno y envueltos con cubierta transparente o de aceptar sin rechistar la bolsa de plástico para llevar nuestra compra. Un estudio de Naciones Unidas, SINGLE-USE PLASTICS: A Roadmap for Sustainability (2018), puso de manifiesto que en el mundo consumimos casi 10 millones de bolsas por minuto. No, no ha leído mal: 10 millones por minuto. La receta, dicen desde hace tiempo quienes más padecen los excesos de plásticos en nuestras aguas, está en las tres «R»: reducir, reusar y reciclar. Fácil, ¿no?

La organización sin ánimo de lucro The Ocean Cleanup publicó en la revista Science (abril de 2021) un estudio que pone los pelos de punta y cuyos resultados resumen así: «1 000 ríos son responsables de casi el 80 % de las emisiones anuales mundiales de plástico fluvial, que oscilan entre 0,8 y 2,7 millones de toneladas métricas por año, con los pequeños ríos urbanos entre los más contaminantes. El 20 % restante de las emisiones de plástico se distribuyen en otros 30.000 ríos».

Cifras visibles. Para que podamos poner en valor el significado de todas las cifras que citaremos en estas líneas, hagamos un simple ejercicio numérico a modo de ejemplo. Tenemos que una bolsa de plástico tipo supermercado pesa unos 6 gr y una botella pequeña de agua sin gas, 8 gr. Ahora imaginemos una «sopa» de plástico de tan solo 20 Kg flotando en el mar (recuadro «Mapas interactivos», Sailing seas of plastic), en la que hay bolsas y botellas a partes iguales. Tendríamos en la mancha cerca de 3 000 piezas.

Si llevamos los materiales del ejemplo a lo que vierte el río más contaminante de los que da notica el estudio de The Ocean Cleanup, el Pásig, en Filipinas, sus 62,6 toneladas de plástico anuales significarían 9,4 millones de desechos entrando al mar por su desembocadura en Manila. Este país, en fin, tiene el doloroso récord de ser el que más tráfico fluvial de plásticos conduce al mar. En total, el país tagalo emite 360 000 toneladas de plástico al año mediante 4 820 de sus ríos.

Medallas de deshonor. Tras Filipinas, los siguientes países que más polímeros mueven en sus vías fluviales son, por este orden, India, Malasia, China, Indonesia, Birmania, Brasil, Vietnam, Bangladés y Tailandia, por solo citar los diez más contaminantes. Pero hay que marcar diferencias: el segundo (India), vierte justo la mitad de plástico (130 00 toneladas) que el primero; y el décimo (Tailandia) «solo» 23 000 toneladas. En el entorno del Mediterráneo más próximo, puede ser preocupantes las 14 000 toneladas de ríos turcos, sobre todo al Mar de Mármara, y las 5 800 toneladas de los argelinos dejadas casi a las puertas de las Islas Baleares.

 


EN 2025 HABRÁ DESECHOS PLÁSTICOS COMO PARA CUBRIR CADA METRO DE COSTA DE TODO EL MUNDO CON 100 BOLSAS

 

Asía, por tanto, es la zona donde el problema que venimos comentando alcanza mayor intensidad. En el entorno americano, Brasil es el primer emisor de plásticos, 38 000 toneladas, seguido de Guatemala, Haití, República Dominicana y Venezuela. En África, se lleva «la palma» Nigeria, con 19 000 toneladas, seguido de Camerún, con 11 000 toneladas, y el ya citado Argelia. En la Unión Europea, crucemos los dedos, solo el río Neretva (desemboca en Croacia, pero el 90,2 % de su curso transcurre por Bosnia-Herzegovina) vuelca volúmenes significativos (125,8 toneladas) al Adriático. A esta misma cuenca vierten los albaneses Ishën (algo más de quinientas toneladas) y Seman (235,5 toneladas), entre otros, demostrando que el cuidado medioambiental local puede servir de poco si los problemas no se acometen internacionalmente.

Qué hay de nuevo. Los ríos, nos cuenta la historia, nos vienen sirviendo para abastecernos de agua, disponer de terrenos fértiles para los cultivos o pastos y deshacernos de los residuos. Para esto último hemos involucionado, porque el incremento de producción y uso de plásticos ha hecho de los ríos autopistas de evacuación de productos que no se degradan fácilmente. Cuando hablamos del «uso de plásticos», nos estamos refiriendo a los más de 8.500 millones de toneladas fabricadas desde que se empezó la producción masiva en 1950. Y creciendo.

 


SE CALCULA QUE LA «ISLA DE PLÁSTICO» DEL PACÍFICO NORTE PUEDE ALCANZAR UNA EXTENSIÓN SIMILAR A ESTADOS UNIDOS

 

Un informe de Naciones Unidas calcula que, de seguir así, en 2025 habrá plástico como para cubrir cada metro de costa de todo el mundo con 100 bolsas tipo supermercado. Cabe recordar que los polímeros tardan entre 55 y 1 000 años en degradarse (depende del compuesto y el grosor). Y un dato más: las mascarillas y guantes desechables tardan en desintegrarse entre uno y cinco años.

De los ríos al mar. Mares y océanos son los depositarios de todos estos desechos que pueden a pasar a la cadena alimenticia, los famosos microplásticos, a precipitarse a los fondos marinos o a mantenerse a flote formando las conocidas como «islas de plástico». De las muchas que hay ya, la más impresionante es la del Pacífico Norte. Diversas estimaciones calculan que puede llegar a medir más que EE. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), calcula que esta isla de basura crece al ritmo de una tonelada de desechos al día. Hay más: según investigaciones recientes, en torno a un 70 % de los componentes de estas islas se hunden; calculen la dimensión del problema si eso que es visible y más o menos cuantificable es solo el 30 % de lo que depositamos en el mar.

Las cifras son abrumadoras, ciertamente, e interesarse por ellas nos debería alejar de la indiferencia, huir de la comodidad de comprar productos frescos envasados en barquetas de poliestireno y envueltos con cubierta transparente o de aceptar sin rechistar la bolsa de plástico para llevar nuestra compra. Un estudio de Naciones Unidas, SINGLE-USE PLASTICS: A Roadmap for Sustainability (2018), puso de manifiesto que en el mundo consumimos casi 10 millones de bolsas por minuto. No, no ha leído mal: 10 millones por minuto. La receta, dicen desde hace tiempo quienes más padecen los excesos de plásticos en nuestras aguas, está en las tres «R»: reducir, reusar y reciclar. Fácil, ¿no?

Los ríos «plastiqueros» españoles

En el estudio de la ONG The Ocean Cleanup, publicado a principios de 2021 en la revista Science, se localizan 75 ríos españoles emisores de más de 100 Kg de plásticos al año a los mares peninsulares, además de algunos puertos y ramblas. De las desembocaduras fluviales destacan, en negativo, tres ríos: el Nervión (Vizcaya, 41 300 Kg), el Besós (Barcelona, 13 100 Kg) y el Lagares (Pontevedra, 12 700 Kg). En el capítulo de zonas costeras portuarias están la Zona Franca de Barcelona (8 100 Kg).

Mapas Interactivos

The Ocean Cleanup señala con puntos azules los ríos del mundo que vierten entre 100 y 100.000 kg de plásticos anualmente al mar; con puntos rojos, los que llevan más de esa última cantidad. El tamaño de los puntos da una idea del volumen transportado y acercando el mapa se ven las cantidades estimadas. 

Sailing seas of plastic, según datos recogidos por 5 Gyres Institute (EE. UU.) y analizados por Dumpark (Nueva Zelanda), representa mediante concentraciones de puntos blancos los lugares donde diversas expediciones observaron contaminación por polímeros. Cada punto blanco representa 20 Kg de plásticos flotantes y, en conjunto, se marca la posición de 5,25 billones de piezas.

Para saber más

Single-use plastics: A Roadmap for SustainabilityUnited Nations Environment Programme (2018).

More than 1000 rivers account for 80% of global riverine plastic emissions into the ocean.

Lourens J. J. Meijer, Tim van Emmerik, Ruud van der Ent, Christian Schmidt y Laurent Lebreton. Revista Science (2021).

AUKUS. Freno a China

ALDEA GLOBAL

AUKUS: freno a China

El 15 de septiembre de 2021, los primeros ministros de Australia y Reino Unido, Scott Morrison y Boris Johnson, respectivamente, y el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, anunciaron, en una comparecencia telemática, que habían suscrito un pacto de seguridad para, como dijeron en alguno de sus comunicados de prensa, «defender los intereses compartidos en el Indopacífico» de las tres potencias. El acuerdo fue bautizado como AUKUS y, aunque no se menciona explícitamente en ningún documento oficial, es visto internacionalmente como un intento de poner freno a los avances militares y comerciales chinos en la zona.

MELCHOR DEL VALLE

@mechiva

Melchor del Valle

AUKUS es el acrónimo de Australia (A), United Kingdom (UK) y United States (US). La cadena de reacciones no se hizo esperar: en China, obviamente, en la Unión Europea, y más intensamente en Francia, en Nueva Zelanda, por parte de los laboristas británicos como partido de la oposición. Pero el cambio en las políticas geoestratégicas está más que «cantado».

De polvos y lodos. No es nuevo para nadie que China tiene la vista puesta en sustituir como potencia económica, y de todo lo demás que le sea posible, a EE. UU. de América. Y esto, a los hijos del Tío Sam no les gusta nada. Les escoció –de hecho, nos dolió a todos– la dependencia del gigante asiático de material sanitario de protección en los primeros meses de la pandemia, dejar Afganistán a merced de los intereses chinos –y en cierto modo rusos–, ver cómo les pilló con el paso cambiado el desarrollo del 5G de empresas como Huawei, que cuentan con apoyo estatal, la nueva Ruta de la Seda… La enumeración de «afrentas» sería interminable. De hecho, Biden no oculta que la pugna contra la pujanza de China en todo el mundo sea un pilar de su política exterior.

Hay más y más reciente, que es la no manifestada razón del acuerdo AUKUS. Dio una pista la vicepresidenta americana, Kamala Harris, en un viaje al suroeste asiático en agosto de 2021. En una conferencia en Singapur, el 24 de ese mes y poco antes de partir hacia Vietnam, dijo que «Las acciones de Beijing siguen socavando el orden basado en normas y amenazan a las naciones soberanas. EE. UU. se mantiene con nuestros aliados y socios frente a estas amenazas». La frase está dedicada a las acciones intimidatorias de China en las proximidades de las islas Spratly y Paracel, que se disputa con cinco países de la zona desde tiempo inmemorial: Taiwán, Vietnam, Filipinas, Malasia y Brunéi. Los chinos han construido instalaciones turísticas en esos terrenos en disputa y, parece que también, instalaciones militares. El portavoz del Ministerio de Exteriores chino, Wang Wenbin, contestó a los comentarios de Harris diciendo que Estados Unidos «defiende su egoísmo y su comportamiento hegemónico bajo el pretexto de un ‘orden’ y unas ‘reglas’».

A vista de periscopio. El acuerdo permite a Estados Unidos transferir tecnologías, de las clasificadas como «top secret» hasta ahora, a Australia para desarrollar ocho submarinos de propulsión nuclear, de momento. También Reino Unido añadirá tecnología secreta sobre estrategia militar nuclear. AUKUS prevé, es más, que haya interoperabilidad entre los nuevos submarinos australianos y la Flota del Pacífico de Estados Unidos. Conviene recordar que esta flota es la más importante, desde el punto de vista del contingente operativo, que tiene la Armada norteamericana. No se sabe con exactitud cuántos de sus 68 submarinos nucleares están asignados a la llamada Fuerza de Submarinos de la Flota del Pacífico, pero se calcula que en torno a unos 20. China tiene, que se sepa, 12 de estos sumergibles. Con los ocho que añadiera Australia, mas alguno de los 11 que tiene Reino Unido para reforzar, las fuerzas submarinas nucleares de AUKUS duplicarían a las chinas.

Antes de continuar, y para no alertar en demasía sobre lo que todos recordamos o sabemos de guerras frías y tratados de no proliferación de armas nucleares, cabe tener en cuenta que no todos los submarinos de propulsión nuclear están dotados para cargar misiles balísticos nucleares. De hecho, los ocho que se prevén para Australia no tendrían esta última capacidad y solo un 20,6 % de los estadounidenses y la mitad de los chinos la tienen. El primer ministro australiano explicó, cuando se hizo público el acuerdo, que «Australia no busca adquirir armas nucleares ni desarrollar una capacidad nuclear civil. Continuaremos cumpliendo con todas nuestras obligaciones de no proliferación nuclear».

¿«Guerra Fría» a la vista? Cuando acontecen estas alianzas, conviene observar las reacciones de los países no directamente concernidos. Ahí está el recelo de Japón y la India, que con EE. UU. y Australia había establecido el acuerdo QUAD (Quadrilateral Security Dialogue). Es verdad que este pacto tuvo altibajos desde que se estableció en 2007, pero no es menos cierto que en marzo de 2021, en una reunión de los cuatro países, a la que también asistieron como invitados Nueva Zelanda, Corea del Sur y Vietnam, se proclamó como muy vivo «El espíritu del QUAD». Si observamos las fechas, o AUKUS se organizó muy poco tiempo antes de su anuncio o en la reunión de QUAD ya se estaba fraguando en acuerdo a tres bandas. La reacción de Nueva Zelanda, por ejemplo, una vez sabido el asunto de la transferencia de tecnología militar, es que por sus aguas no iban a consentir el paso de submarinos nucleares. Y, bueno, a Corea del Norte le pareció un pacto «extremadamente indeseable y peligroso».

Por diversos factores, la reacción de la Unión Europea merece un capítulo aparte (recuadro La reacción de la UE). Pero hay otro actor, muy interesado igualmente en la economía de la zona en conflicto, que es Rusia y sus 11 –también que se sepa– sumergibles de propulsión y armamento nucleares de un total de 29 de solo propulsión. Y Rusia, llegado el caso, ¿adivinan de qué lado se pondría? Hay más: observadores internacionales temen que la noticia, en lo referente a la construcción de los submarinos australianos, puede ser interpretada por los iraníes como un levantamiento de veda que les permita reactivar su programa de enriquecimiento de uranio. La tensión, y esperemos que no pase de «fría», está servida.

La reacción de la UE

Francia considera que el acuerdo AUKUS es la razón por la que Australia suspendió un millonario contrato establecido con el país galo para la fabricación de una serie de submarinos convencionales. En declaraciones a la CNN, Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, dijo que «Uno de nuestros Estados miembros ha sido tratado de una forma inaceptable. Queremos saber qué sucedió y por qué».

Curiosamente, en la misma fecha del anuncio de AUKUS (15 de septiembre) se celebraba en Estrasburgo un debate sobre el Estado de la Unión. Y en él, la propia Von der Leyen se refirió a la necesidad de potenciar la independencia militar europea y crear un Centro Conjunto de Conocimiento de la Situación, que sería un organismo de inteligencia con capacidad de unificar la información procedente de los Estados miembros.

En la Sesión Plenaria del Parlamento Europeo del 5 de octubre, más concreto fue el alto representante de la Unión Europea para la Política Exterior, Josep Borrell, para quien el acuerdo a tres bandas debe ser un toque de atención. Sin rechazar abiertamente la participación en la OTAN, dejó clara la idea de que la nueva situación, en referencia a las relaciones UE-EE. UU., nos obliga a adaptarnos y a que nos hagamos responsables de lo que nos corresponde para el mantenimiento de la paz y la seguridad.

El mapa del conflicto

Territorios disputados por China a Taiwán, Vietnam, Filipinas, Malasia y Brunéi. Además de la vivible posición estratégica militar y en las rutas comerciales de las islas, se calcula que en la zona hay yacimientos de petróleo y gas.

Por si las dudas

UK, US AND Australia launch new security partnership. Prime Minister’s Office, 10 Downing Street (15/09/2021).

Joint Leaders Statement on AUKUS. The White House (15/09/2021).

Joint Leaders Statement on AUKUS. Prime Minister of Australia (16/09/2021).

What AUKUS Really Means. Wang Fan, Vice President, China Foreign Affairs University (07/10/2021).

“El Aukus y las prioridades de Estados Unidos”, por Inocencio F. Arias

ALDEA GLOBAL

 
INOCENCIO F. ARIAS,

diplomático

 

El Aukus y las prioridades de Estados Unidos

Unos tantos y otros tan poco. Nuestro Sánchez tuvo que esperar diez meses para que Biden lo llamara (y lo hizo porque necesitaba nuestras bases para su precipitada salida de Afganistán) y el francés Macron se permite tardar siete días en ponerse al teléfono del americano. Además, ha accedido a verse con Biden en Roma siempre que la entrevista fuera en “territorio francés”, en la embajada de Francia en la capital italiana.

Que Macron se haga el gallito ante el hombre más poderoso del mundo obedece no a que Francia sea más importante que nosotros, que lo es -tiene el arma atómica, más peso económico, mucha mayor influencia en Europa y está en el Consejo de Seguridad- sino que Washington acaba de hacer una jugarreta pérfida a su aliado más antiguo. Le ha robado, con premeditación y alevosía, no exagero, un importante contrato para suministro a Canberra de submarinos. Los que le va a vender Estados Unidos son de propulsión nuclear, navegan más rápido y tienen mayor autonomía que los franceses movidos por diesel y electricidad. El contrato con Francia ascendía a 54.000 millones de euros, un golpe no baladí para la economía francesa y para el orgullo, un tanto chovinista, de nuestros vecinos.

“Ha sido una puñalada en la espalda” dijo el ministro francés Jean Yves Le Drian. No le falta razón. El acuerdo galo con Australia era firme. La última reunión de los ministros competentes franceses y australianos en la que se trataron los submarinos fue el 30 de agosto y estos no dijeron ni una palabra sobre que llevaban meses negociando con los yanquis. Turnbull, anterior primer ministro australiano, el que firmó en 2016 el acuerdo con Francia, se ha desmelenado manifestando que no se puede engañar a la gente y que Australia se ha metido un gol en su propia puerta; los submarinos americanos, arguye, no llegarán hasta 2040 y habrá una mayor dependencia nuclear de Estados Unidos.

Biden, después de una reunión a solas con Macron y otra de hora y media con los colaboradores de ambos, se ha visto obligado a manifestar que su gobierno había actuado “torpe y poco elegantemente con Francia”. No ha pedido, con todo, disculpas y es poco probable que no estuviera al corriente, como pretende, de la afrenta a los franceses.

El incidente diplomático muestra, en primer lugar, que Estados Unidos, en temas decisivos, defiende muy primordialmente sus intereses, con Biden, Trump, Clinton o Bush, sin importarle en exceso los de sus aliados. Pensemos en la salida de Afganistán, otra ocasión en que los americanos informaron a sus aliados, pero no les consultaron antes de tomar la decisión.

Este comportamiento, advertido en Europa, nos lleva a otra segunda enseñanza, la de la razón por la que Washington ha actuado tan groseramente. Se llama China. La fijación con el potencial desequilibrante del coloso asiático se ha extendido por Estados Unidos. No es patrimonio de los ideólogos de la derecha, del partido republicano. Un documento oficial del gobierno de Biden afirma que China es el único competidor que por su poder económico, político y diplomático puede desafiar el orden mundial actual (lo que evidentemente redundaría en socavar el poderío de Estados Unidos). Biden ha sido elocuentemente categórico: “China busca ser el país más influyente, más rico y más poderoso del mundo. Esto no ocurrirá en mi mandato porque los Estados Unidos continuarán creciendo”. Paralelamente encuestas rigurosas muestran que 73% de los estadounidenses tienen una visón negativa de China.

China continúa enviando sus estudiantes a Estados Unidos -había 400.000 en universidades yanquis antes de la pandemia- pero también allí crece un sentimiento generalizado de rechazo a la política americana. Una obsesión similar a la fijación yanqui. Los dirigentes de Pekín de todos los niveles ven la mano oculta de Estados Unidos en todos los problemas internos que les aquejan. Es una constante de los regímenes comunistas. Sus carencias, cuentan, son creadas o alimentadas desde el exterior y no producto de que su sistema sea deficiente. Lo vemos en Cuba; todo lo malo vendría del bloqueo americano, una memez porque no hay tal bloqueo; en Rusia, los países occidentales se han empeñado siempre en debilitarla, y ahora en China: los Estados Unidos, con sus asechanzas, significarían el mayor peligro para su soberanía y “estabilidad interna”.

Así políticos y medios de información chinos ven constantemente la mano de Estados Unidos en las protestas de Hong Kong; en las acusaciones sobre la epidemia; en los disturbios en Xinjiang, donde, al parecer, un millón de islamistas está en campos de concentración; en la concesión del premio Nobel al disidente Lin Xiaboo y sobre todo en Taiwan. La isla, separada de China, es reconocida como independiente por sólo un puñado de países, no por la ONU ni por Washington, pero el sentimiento de alejarse definitivamente del continente aumenta al ver sus habitantes, sobre todo las nuevas generaciones, que el regreso a la madre patria significaría la desaparición de la democracia y, temen, de su prosperidad. El ejemplo de lo ocurrido en Hong-Kong es premonitorio. Pekín ha incumplido. La evolución de la desarrollada Taiwán, espectacular fabricante de micro conductores, a la que Washington ha prometido vagamente defender, puede aumentar seriamente la fricción chino-estadounidense.

Y así se explica el acuerdo defensivo entre Estados Unidos, Gran Bretaña y Australia, es decir el Aukus. Washington ávidamente busca aliados en Asia; ya existía el pacto con India, Japón y Australia, y el Aukus es un nuevo proyecto americano para reforzar su presencia en el Pacífico, zona neurálgica ahora, diciendo a sus aliados que él les ayudará a que no se dejen acogotar por China tal como viene sufriendo absurdamente Australia.