ALDEA GLOBAL

Nuria Menéndez de Llano Rodríguez,

Abogada y Directora del Observatorio Justicia y Defensa Animal. Cofundadora de la Comisión de Derecho Animal del Colegio de Abogados de Oviedo.

 

Serán los jueces y tribunales, la doctrina y los demás operadores jurídicos, los que den vida e interpreten este nuevo estatuto jurídico del animal

Descosificación y sintiencia: pilares del Derecho Animal

Dicen que Victor Hugo profesaba una gran devoción hacia los animales, y cuentan que sentaba a su mesa a un galgo de mirada limpia al que llamaba Lux. Estoy segura de que, hoy en día, el autor de Los Miserables aplaudiría que también nuestro legislador, como ya hiciera su Francia natal en 2015, haya escuchado a la sociedad española y haya descosificado legalmente a los animales.

Y ya era hora, porque desde 2009 el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea introduce el mandato de reconocimiento de la sintiencia animal como elemento esencial para la consideración de los animales no humanos que, en tanto portadores de intereses y expectativas, deben ser respetados por el Derecho de los países miembros.

La espera ha dado sus frutos y, tras múltiples avatares y ríos de tinta, el pasado 5 de enero de 2022 todos los animales han dejado de tener, en el ordenamiento jurídico español, la consideración legal de bienes semovientes, es decir, de cosas. Finalmente, la triple reforma del Código Civil, la Ley Hipotecaria y la Ley de Enjuiciamiento Civil ha actualizado una legislación decimonónica y cosificadora para los animales, ofreciendo a los operadores jurídicos actuales unas herramientas legales propias de este siglo.

Remontándonos a los orígenes de esta reforma, en 2015 el Observatorio Justicia y Defensa Animal, atendiendo a la necesidad de afrontar jurídicamente esta cuestión y de ponerla en el centro de la agenda política nacional, depositó en las Cortes Generales el casi medio millón de apoyos ciudadanos recabados en Change.org. Con gran respaldo social y político, la campaña #AnimalesNOsonCosas del Observatorio, ha conseguido que el legislador, al fin, descosifique legalmente a los animales, otorgándoles un régimen jurídico propio. La cuestión no es baladí: con el reconocimiento legal de todos los animales como seres vivos dotados de sensibilidad, hemos logrado eliminar un anacronismo legal que nos impedía poder avanzar, por más que quisiéramos, en la lucha contra el maltrato animal. No lo olvidemos: el origen de toda opresión y abuso está en la cosificación de la víctima.

Aunque a alguien le pueda resultar una cuestión menor, una simple obviedad, o incluso algo de poca trascendencia, este reconocimiento constituye un hito histórico para el Derecho Animal, y supone la condición necesaria para seguir adelante con el desarrollo futuro de la personalidad jurídica de los animales no humanos.

El contexto plasmado en la anterior legislación civil, que databa de 1889, reflejaba una sociedad menos compleja, eminentemente agraria, y en la que los animales eran considerados como meros recursos de los que sacar algún provecho. Se mantenía, en el Derecho Civil común, la concepción cartesiana y mecanicista de que el animal-máquina no sentía ni padecía y, desde esa perspectiva, y sin ningún cuestionamiento ético ni legal, se les explotaba de todas las maneras imaginables. Y es que, como nos alertaba el ya citado autor francés, los animales son de Dios, pero la bestialidad sigue siendo humana.

Cuando en 2012, en el seno de la Universidad de Cambridge, un nutrido grupo de neurocientíficos firmaron la Declaración de Cambridge de la conciencia animal, ya dejaron constancia científica de que los humanos no somos los únicos animales con los sustratos neurológicos necesarios para tener conciencia. Desde aquella declaración ya resultaba imperiosa, también en el plano legal, la necesidad de actualizar y repensar nuestra forma de relacionarnos con los demás seres vivos. La ignorancia ya no podía seguir siendo una excusa.

De nuevo, Victor Hugo tenía razón. No existe nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo. Las sociedades cambian y evolucionan. La ética y la razón también progresan y todos nos beneficiamos de ello. Los cambios más profundos, también para los animales, surgen cuando el pueblo soberano se muestra más permeable a la idea de la protección del más débil, del más vulnerable. Es entonces cuando se requiere ver la plasmación legislativa de las expectativas sociales. También el Derecho, como constructo humano, cambiante y vivo, hace que la consideración moral del otro, la alteridad, sea necesariamente extendida a los demás animales con los que compartimos planeta y existencia.

En el plano de lo concreto, seguramente, van a ser múltiples las aplicaciones prácticas que podrán derivarse de este importante avance legal. No obstante, serán los jueces y tribunales, la doctrina y los demás operadores jurídicos, los que den vida e interpreten este nuevo estatuto jurídico del animal, subsumiéndolo en la realidad social de nuestro tiempo. No obstante, el mero hecho de llevarse a cabo la corrección de este anacronismo legal y, al mismo tiempo, alcanzar el reconocimiento legal de la sintiencia animal, ya la convierten en una reforma de hondo calado.
Pese a que todavía estamos bastante lejos de alcanzar una solución definitiva para los grandes problemas de la justicia social de nuestro tiempo, algunos indicadores nos dan cierta esperanza. El reciente estudio Visión y Actitudes hacia los Animales en la Sociedad Española de la Fundación BBVA, nos revela que a una amplísima mayoría de nosotros nos importan los demás animales, no apoyamos su cosificación y su sufrimiento no nos resulta indiferente.

Es por ello que, reconociendo el gran avance jurídico que supone la reforma de la legislación civil, conviene asumir que todavía nos queda por delante un largo camino en el que debemos humanizarnos respetando a los demás animales. Ellos son los únicos dueños de sus vidas. De hecho, es el único bien que poseen. Nadie debería poder arrebatársela ni ser insensible a sus padecimientos. Ya saben, primero fue necesario civilizar al hombre en su relación con el hombre y, ahora, se hace necesario civilizar al hombre en su relación con la naturaleza y con los animales, Victor Hugo dixit.