
CASIMIRO GARCÍA-ABADILLO,
director de «El Independiente»
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“Podríamos decir que partimos de bajo cero, ya que, en la ayuda al desarrollo se ha producido en los últimos tiempos un retroceso importante”
Sevilla pasó y casi nadie se enteró
Desde el pasado 30 de junio al 3 de julio se celebró en Sevilla la IV Conferencia de Financiación para el Desarrollo de la ONU. Setenta jefes de Estado y de Gobierno se reunieron en la capital andaluza para hablar sobre la pobreza mundial, el cambio climático y sus efectos, etc.
Esta es la cuarta reunión de este tipo que se organiza bajo los auspicios de la ONU. Otras tres se celebraron antes en Monterrey (2002), Doha (2008) y Adis Abeba (2015). Este tipo de cumbres deberían empezar haciendo un balance sobre los objetivos que se cumplieron en las cumbres anteriores. Sería lo natural. Porque si no, parece que siempre se parte de cero. De hecho, podríamos decir que partimos de bajo cero, ya que, en la ayuda al desarrollo se ha producido en los últimos tiempos un retroceso importante. No sólo porque Estados Unidos, tras la llegada de Trump a la Casa Blanca, ha reducido sustancialmente su aportación, sino porque lo mismo han hecho países que antes contribuían mucho, como Alemania, Reino Unido o Francia, y que ahora han decidido gastar menos en ayudas al desarrollo y más en armamento.
Estados Unidos aportaba hasta hace un año nada menos que el 40% de la ayuda total al desarrollo. Pues bien, Estados Unidos no participó en esta IV Conferencia de Sevilla. A pesar de ello, hubo representantes de algunos países que saludaron la retirada del principal contribuyente casi como un triunfo. No lo entiendo.
Según los cálculos que en Sevilla se barajaron, se necesitarían unos 4 billones de dólares más al año durante el próximo lustro para cumplir con los objetivos de la Agenda 2030. Pero nadie en Sevilla dijo de dónde se sacaría esa cantidad ingente de dinero.
La pobreza es un problema real, dramático. En los países más pobres los gobiernos dedican casi el 50% de sus ingresos a pagar los intereses de la deuda. Pero ¿cuál fue la solución que se dio en la cumbre de Sevilla a este círculo vicioso que ahoga a muchos países de África, Asia y Latino América? Ninguna. Buenas palabras y poco más.
He mirado en distintos medios y foros para ver cuál era el compromiso adquirido por España en este evento, en el que se ha volcado el Ministerio de Asuntos Exteriores, a través de la Agencia Española de Cooperación Internacional y Desarrollo (AECID). Rastreando, he encontrado que España aportará 145 millones de euros en programas de salud, fundamentalmente en la lucha contra el SIDA. Poco más. Eso sí, grandes discursos sobre el multilateralismo. Críticas a Trump no faltaron.
Hubo mucha política y poco compromiso de aportación de fondos, de soluciones. María Jesús Montero, vicepresidenta del Gobierno y ministra de Hacienda, aprovechó su intervención para citar al economista francés de izquierdas Thomas Piketty (autor de El Capital): “La desigualdad es una decisión política”. Como se ve, la demagogia tampoco faltó en esta cumbre.
En el mismo foro, el premio Nobel Joseph Stiglitz arremetió contra los ricos, en su línea. Todo eso está muy bien, pero ¿quién aflojará la mosca? De demagogia no viven los países pobres. Hubiera sido mucho más útil para ellos un mayor y cuantificable compromiso que una ristra de discursos sobre lo malos que son los ricos. Cuando, al fin y al cabo, son los países ricos los que más aportan en la ayuda al desarrollo.
En fin, que la IV Conferencia no dio mucho más de sí que la tercera o la segunda. De la primera no hablo, porque en los comienzos de estas cumbres siempre se hacen declaraciones de principios que están muy bien, pero… De hecho, entre la tercera y esta cuarta han pasado nada menos que diez años, sin que la pobreza haya disminuido apreciablemente.
Pero, para Pedro Sánchez y José Manuel Albares (Exteriores) organizar esta cumbre era una buena oportunidad para mostrar la apuesta del Gobierno por el multilateralismo, por la Agenda 2030. Sólo en la organización del evento, el Gobierno se ha gastado 2 millones de euros. Una cantidad apreciable, pero que se hubiera dado por bien empleada si la campaña de imagen hubiera salido bien.
Pero, mira por donde, en esta ocasión el Gobierno tampoco tuvo suerte. El día 1 de julio, el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, ingresaba en la prisión de Soto del Real. Así que, al día siguiente, ni una sola portada, ni siquiera la de los medios afines, dedicó un espacio destacado a la IV Conferencia de Financiación para el Desarrollo.
Y si preguntamos por el Compromiso de Sevilla (así se llama el documento final de la cumbre multilateral) en la calle muy pocos sabrían decir de qué se trata. Hagan si no la prueba.
No es para celebrarlo. Pero sí para hacernos reflexionar sobre la utilidad de estos foros internacionales. Sobre todo, los que se concluyen sin compromisos firmes que impliquen poner más dinero, más medios, acuerdos con entidades financieras y empresas para que los países más pobres puedan dejar de serlo algún día. Todo eso nada tiene que ver con la propaganda, con la imagen, con el postureo. De eso, sí que hubo bastante en Sevilla.