MIKEL Y LUIS CHILLIDA,
“Para Chillida el arte tenía que sorprender al propio artista”


La presentación de Eduardo Chillida. El elogio del infinito, proyecto que engloba una exposición virtual y un libro sobre el escultor guipuzcoano, nos ha permitido entrevistar a Luis y Mikel Chillida, hijo y nieto del artista, respectivamente. El proyecto se presentó en el Palacio Miramar de San Sebastián, en el marco de los Cursos de Verano de la Universidad del País Vasco, y está promovido por el Colegio Notarial del País Vasco, la Fundación Notariado y la Fundación Eduardo Chillida-Pilar Belzunce.
Es primera hora de la mañana. Una leve cortina de agua empapa el Museo Chillida Leku. Se respira tranquilidad, incluso aunque los visitantes hayan comenzado a deambular entre las esculturas de hierro y granito diseminadas por el jardín, en armonía con hayas, robles o magnolios, que convierten el museo en un espacio único. Fotos, selfis, rostros de asombro ante la magnitud de las obras. Y de repente, un rayo de sol se cuela entre la niebla. Como si nos brindara la oportunidad de conocer el museo de dos formas distintas en apenas unos minutos. Y visitarlo, además, de la mano de Luis Chillida, presidente de la Fundación Eduardo Chillida-Pilar Belzunce, y Mikel Chillida, director de Desarrollo de Chillida Leku.
LUIS CHILLIDA: “HABLABA DE SU OBRA COMO UNA ESPIRAL POR LA QUE PASABA MILES DE VECES, PERO SIEMPRE DESDE UNA ALTURA DIFERENTE”
¿Qué ha aportado Chillida al arte?
Luis Chillida: Creo que su aportación ha sido desarrollar un pequeño universo. Le encantaba trabajar escuchando el presente, el momento; huir de la facilidad o de esa idea de “como esto lo he hecho muchas veces lo voy a hacer mejor”. Se enfrentaba a lo desconocido. Hablaba de su obra como una espiral por la que pasaba miles de veces, pero siempre desde una altura diferente.
Mikel Chillida: Nos falta muchísimo por aprender del aitona (abuelo), porque en su obra hay un punto filosófico. De hecho, podría catalogarse casi como un filósofo presocrático de los que se hacen esas grandes preguntas sobre la naturaleza. Por eso su obra no pasa de moda. Me parece muy bonita esa frase que decía de que cuanto más sabía más le faltaba por saber. Una visión fundamental para el desarrollo personal de cualquier persona. Porque si eres curioso vas a seguir indagando. El aitona lo hizo a través de una especie de rotundidad tremenda, con honestidad hacia lo desconocido.
Cómo es posible jugar con un elemento tan extraño como el espacio.
Luis Chillida: Para mi padre, el espacio lo era todo. Un espacio lleno, otro vacío, conocido, desconocido. Al trabajar cualquier material estás trabajando sobre el espacio, macizo, pero espacio al fin y al cabo. Y creía en algo más, que era la propia velocidad de la materia. Decía, por ejemplo, que un espacio denso era un espacio lento; y, sin embargo, lo que consideramos el vacío es un espacio tan rápido que no lo vemos. Espacio era todo. Mi padre era un hombre muy calmado, meditativo, reflexivo, que decía que el artista debía escuchar a la materia para poder trabajar con ella. Una filosofía de vida.
Mikel Chillida: Es curioso que los principios de la física cuántica estén condensados en la manera que tenía de entender el espacio y los materiales. Hace unos años estuvo con nosotros Barry Barish, premio Nobel de Física, que escribió un texto relacionando esa definición del espacio del aitona como ese espacio lento el que vemos como una materia ocupada y ese espacio rápido por donde nos movemos. Y decía que esa era la definición del espacio respecto a la física cuántica actual. Y el aitona no era científico…
MIKEL CHILLIDA: “NOS FALTA MUCHÍSIMO POR
APRENDER DEL ‘AITONA’ (ABUELO), PORQUE EN SU OBRA HAY UN PUNTO FILOSÓFICO”
¿Qué me dicen de la luz?
Luis Chillida: Generadora de espacios. Al ver el caserío en ruinas de Chillida Leku, sin tejado, con la luz entrando por todos los rincones, el aita comenzó a plantearse su restauración de tal modo que se mantuviera esa luz que había visto. Hay tantas implicaciones dentro de ese concepto que tampoco se puede simplificar. Es como el tiempo, que no es el del reloj, algo que hemos inventado los hombres, sino el límite entre el pasado y futuro que, como todo límite, no tiene dimensión. Pero, sin embargo, todo sucede en el presente.
En el caserío de Chillida Leku se pueden ver algunas de sus primeras obras, que se escapan de la grandiosidad de proyectos como el de Tindaya, por ejemplo.
Luis Chillida: Son el principio de un autor que se estaba reconociendo. Una vez dejó el fútbol y comenzó sus estudios de arquitectura como un camino para desarrollarse, se dio cuenta de que no era lo que buscaba. Estaba demasiado condicionado, no podía expresarse como quería. Fue cuando abandonó la carrera y se fue al Círculo de Bellas Artes a dibujar por libre. Tenía muy buena mano. Allí entendió que el arte debía ser más meditado, que debía luchar contra su facilidad para dibujar. Empezó a hacerlo con la mano izquierda, con la que era muy torpe. Una torpeza y una lentitud de trazo que le permitían pensar. Volvemos aquí a la idea del tiempo. Consiguió una beca para ir a París, visitó museos, conoció el arte griego, construyó sus obras a partir de lo que veía: el torso, las formas, el cuerpo…, todo ello en yeso. Y leyó mucho sobre poesía, música, filosofía. Era como una esponja, todo le servía para aprender. En 1950 se casó con mi madre. Al año entró en una especie de crisis artística. “Pili, estoy acabado, no encuentro una salida. Empiezo a repetirme”, le dijo. Y mi madre le respondió: “¿Cómo vas a estar acabado si aún no has empezado?” Regresaron a Guipúzcoa y se planteó aislarse para buscar su camino. Una tía les dejó su casa en Hernani, situada frente a una herrería. Y allí descubrió el hierro, material arraigado a su tierra, que requiere de una lentitud para trabajarlo, y que le llevó a la obra que hoy conocemos.
LUIS CHILLIDA: “EN GUIPÚZCOA DESCUBRIÓ
EL HIERRO, MATERIAL ARRAIGADO A SU TIERRA Y QUE LE LLEVÓ A LA OBRA QUE HOY CONOCEMOS”
Pilar Belzunce fue fundamental en el trabajo de Chillida.
Mikel Chillida: En el trabajo y en la vida. Una pareja absolutamente comprometida. Con un camino y un proyecto comunes. La amatxi (abuela) conoció al aitona con poco más de trece años. Al atleta, al portero de la Real, al arquitecto y luego al escultor. Siempre decía que había visto en Eduardo a un caballito ganador. Y que supo que su vida con él iba a ser buena o muy mala, pero nunca estándar. Se daban la confianza y el espacio. De manera natural, sin una verbalización concreta. Ella le animaba en todo momento. “Eduardo, creo que tú puedes y lo vamos a hacer posible”, le decía. Era su apoyo emocional, porque los artistas están a veces muy arriba y otras muy abajo. En cambio, Pili era resolutiva, dinámica… Siempre me la imagino agarrándole el tobillo, pero no para bajarle al suelo, porque sería un error, sino manteniéndole a flote para que siguiera trabajando en su obra.
¿Qué representa Chillida Leku?
Luis Chillida: La idea de lugar. Porque el término “lugar” era muy importante para él. Un cuadro sólo necesita una pared para colgarlo, pero una escultura requiere de un espacio y mi padre consideraba que sus esculturas estaban relacionadas con su entorno. Una escultura no es igual en un sitio que en otro. De ahí su obsesión por la obra pública. Cuando trabajaba en París tuvo la suerte de contar con el señor Maeght como galerista y organizar su primera exposición en 1956. Este le propuso hacer como otros artistas: crear reproducciones en bronce de cada obra. En aquellos años se entendían las esculturas seriadas como esculturas únicas. De cada obra se hacían diez reproducciones. “Va a ser difícil que la gente te conozca si tienes tan poca obra”, le decía. A mi padre no le gustaba la idea, pero mi madre le convenció para hacer una prueba: seis esculturas con cuatro copias en bronce. Sin embargo, al verlas en el atelier mi padre dijo: “Pili, esto parece una zapatería”. Sintió que se estaba copiando a sí mismo. Y pensó que en vez de multiplicar sus obras lo que debía de hacer era multiplicar a los propietarios de sus obras. Apostar por el espacio público. ¿De quién es El peine del viento? De quien vaya a verlo. ¿De qué conoce la gente a mi padre?: de las obras en lugares públicos. Eligió ese camino. Hizo alrededor de cincuenta proyectos para el espacio público: El peine del viento, El elogio del horizonte de Gijón, el Monumento a la tolerancia de Sevilla, la escultura Berlín. Y Chillida Leku. Cuando ves un número romano tras una de sus obras no significa que se haya hecho ese número de copias sino el proceso que le ha llevado hasta la obra final. El peine del viento es en realidad la decimoquinta versión de una obra pensada para ser instalada en ese espacio.
¿Un homenaje a su ciudad?
Luis Chillida: La idea de la obra es de 1964. Le propusieron una exposición para que se conociera su trayectoria en San Sebastián, ya que era conocido internacionalmente pero aún no en España. Mi padre no creía que una exposición fuese a significar mucho para la ciudad, pero llevaba pensando en un proyecto para la punta del tenis, lo que es hoy el Paseo Eduardo Chillida, una zona rota siempre por el mar, medio inundada, un lugar al que solía ir a pensar. En El peine del viento, la roca pegada a tierra está algo hundida y solíamos ir con nuestro padre a sentarnos en ella. Nos decía que estaba así por las veces que habían ido Pili y él. Pero tardó trece años en llevar a cabo el proyecto. La escultura es un homenaje al entorno, a una ciudad volcada al mar.
¿Cómo plantearon los cien años del nacimiento de Chillida?
Mikel Chillida: Lo primero que nos vino a la cabeza fue tratar de recordar por qué ha sido y es una figura tan relevante. Cómo representar esa impronta, sus inquietudes: la poesía, la música, la literatura, la filosofía, la arquitectura… Nació así la voluntad de realizar proyectos que abarcaran esa amplitud de intereses. De ahí que hayamos trabajado en un programa variado. Y ha sido muy estimulante ver el cariño que hemos recibido de tantas instituciones y personas. Fuimos la herramienta para quien quisiera indagar en su figura. Desde homenajes como la camiseta de la Real Sociedad a la muestra del Museo de Arte de San Diego, en Estados Unidos.
MIKEL CHILLIDA: “CHILLIDA LEKU ES UN LUGAR DE ENCUENTRO PARA LAS DIFERENTES DISCIPLINAS DEL ARTE O TIPOS DE PERSONA”
Y es aquí donde entra Eduardo Chillida. El elogio del infinito, proyecto organizado por la Fundación Notariado y el Colegio Notarial del País Vasco.
Mikel Chillida: Surgido gracias a esa voluntad particular, en este caso del Notariado y de Enrique Andreo, comisario de la exposición multimedia. Me telefoneó un día el decano del Colegio Notarial del País Vasco, Diego Granados, con el que ya habíamos organizado alguna visita a Chillida Leku, para proponernos este proyecto de exposición y libro. La respuesta fue inmediata: qué maravilla poder trabajar con el Notariado.
Luis Chillida: Nos dimos cuenta de que existía una relación entre lo notarial y mi padre, aspectos que los interconectaban. No solo en la parte moral de hacer las cosas, en ese rigor del trabajo notarial, en el compromiso con lo que se hace.
Mikel Chillida: El notario defiende de alguna manera a la sociedad, la aplicación de la ley, es decir, la dota de herramientas para disponer de una libertad y una vida plenas. Hay palabras que cuando tú las sacas del universo del Notariado y las introduces en el de Chillida ves que ya estaban ahí, solamente había que mirarlas con detenimiento: compromiso social, lugar de encuentro, respeto, diálogo, tolerancia…