EN EL ESCAPARATE

Sin niños no hay futuro

El descenso continuado de la natalidad ha dado lugar a una crisis demográfica sin precedentes. El coronavirus ha hecho que esta caída sea más pronunciada, pero estamos ante un problema que el mundo desarrollado y España en particular arrastran desde hace décadas. La tasa de fecundidad española está por debajo del nivel de reemplazo generacional desde 1981. La sociedad española desearía tener más hijos, pero su situación no siempre se lo permite. Es urgente adoptar medidas que reviertan una tendencia que amenaza la supervivencia demográfica de España. 

ELVIRA ARROYO

Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2020 se registraron en España 339.206 nacimientos, un 5,9% menos que en 2019. En particular, se observa una bajada más acusada en los últimos dos meses del año, relacionada con una disminución de los embarazos producidos durante el confinamiento iniciado a mediados de marzo de 2020.

Además de un elevado número de fallecimientos (más de 87.000 muertes en España y casi 5 millones en todo el mundo), la pandemia ha tenido un gran impacto en la natalidad. España, Italia y Portugal se han visto especialmente afectados, pero el descenso de nacimientos ha sido generalizado en casi todos los países desarrollados. En Estados Unidos experimentó la mayor caída de nacimientos en 50 años y se estima que en 2021 tendrá unos 300.000 nacimientos menos.

Nos encontramos ante una inquietante crisis demográfica que no es nueva, aunque ahora se aprecie con más crudeza. España lleva años manifestando una clara tendencia bajista en el número de nacimientos, tan solo interrumpida recientemente en 2014. Desde el año 2010, cuando se registraron 486.575 nacimientos, esta cifra ha descendido un 30,3%.

Esto se debe en parte a la reducción del número de hijos por mujer. España, con una tasa de fecundidad de 1,18 hijos por mujer, está en el valor más bajo desde 2000, frente al 2,4 de media mundial.

Por otro lado, hay menos mujeres en edad de ser madres. Concretamente, la población femenina de 25 a 40 años (que concentra el 83,8% de los nacimientos) se redujo un 1,5%, pasando de 4,77 millones en 2019 a 4,69 millones en 2020. Esta evolución decreciente se inició en 2009 porque ese rango de edades está formado por generaciones menos numerosas nacidas durante la crisis de natalidad de los 80 y la primera mitad de los 90.

Si nos comparamos con nuestro entorno, ninguno de los 28 países de la UE alcanza el nivel de reposición de 2,1 hijos por mujer, pero la fecundidad española es muy inferior a la media de 1,53 hijos por mujer que tiene la Unión Europea. En 2019 la tasa de fecundidad más alta correspondió a Francia, con 1,86 nacidos vivos por mujer, seguida de Rumanía, con 1,77. En el lado opuesto están Malta (1,14), España (1,23 nacidos vivos por mujer en 2019, actualmente 1,18) e Italia (1,27).

Razones. El invierno demográfico no solo es un problema de España, pero nuestro país lo sufre de forma más acusada. La contracción de la natalidad comenzó de forma paulatina a mediados de los años setenta con los avances en la igualdad entre hombres y mujeres, el mayor nivel de instrucción de la sociedad, la utilización generalizada de métodos anticonceptivos y la incorporación de la mujer al mercado laboral, entre otros factores.

Sin embargo, hay que buscar más allá de estas razones para entender la realidad española. El informe La situación demográfica en España. Efectos y consecuencias, publicado por el Defensor del Pueblo en 2019, recuerda que en países como Suecia las mujeres tienen más hijos (1,71 por mujer), a pesar de tener una tasa de actividad femenina y de divorcios notablemente superiores a la media española. Por ello, atribuye la peor situación de España a la precarización de los derechos de los trabajadores, con unos índices de paro y temporalidad laboral mucho más altos que en la mayor parte de los países de la UE. Estas circunstancias afectan directamente a las generaciones más jóvenes y en especial a las mujeres, lo que condiciona su decisión de ser madres.

Otro elemento determinante es que en España las mujeres, aunque trabajen fuera de casa, asumen la mayor parte de las labores del hogar y el cuidado de los hijos. Son ellas las que más se acogen a la reducción de jornada o hacen más renuncias relacionadas con su actividad profesional. No obstante, cada vez se avanza más hacia un equilibrio en el reparto de responsabilidades, gracias a una mayor concienciación social y a la incorporación de medidas que favorecen la conciliación de la vida laboral y familiar. La equiparación de los permisos de maternidad y paternidad a 16 semanas ha sido un gran paso en este sentido.

La última Encuesta de Fecundidad del INE confirma que las medidas de conciliación familiar y el horario son los aspectos más valorados en el trabajo por las mujeres con hijos, después de las buenas condiciones económicas, que son lo más importante para todas, tengan hijos o no.

Maternidad tardía. El descenso de la fecundidad va acompañado de un progresivo retraso en la edad de maternidad. La edad media para tener el primer hijo en España se situó en 32,3 años en 2020, una décima más que el año anterior y tres años por encima de la media de la UE (29,4). Al mismo tiempo, los nacimientos de madres de 40 o más años han crecido más del 41% en una década.

El 75% de las mujeres de 30 a 39 años con hijos reconocen haber retrasado el nacimiento de su primer hijo entre dos y cinco años respecto de lo que consideraban ideal. Los principales motivos fueron la falta de pareja estable, razones laborales y económicas, y problemas de conciliación de la vida familiar y laboral. Igualmente, la inestabilidad económica y las dificultades para conciliar son los principales argumentos para no tener más hijos.

Con la pandemia la incertidumbre económica ha aumentado y muchas personas han aplazado su decisión de tener hijos. El estudio El impacto de COVID-19 en los planes de fertilidad en Italia, Alemania, Francia, España y el Reino Unido (Francesca Luppi, Bruno Arpino y Alessandro Rosina. 2020. Revista “Demographic Research” 43) revela que los planes de fertilidad se han revisado negativamente en todos los países, pero no de la misma manera. En Alemania, Francia y el Reino Unido, han abandonado sus planes de tener hijos el 14%, el 17% y el 19% de la población adulta, respectivamente, lo que se considera un impacto moderado. Sin embargo, en Italia este porcentaje supera el 36% y en España el 29%.

Esfuerzo. Sin duda, el factor económico y las facilidades para conciliar tienen mucho peso en la decisión de tener hijos, al menos en España, porque las encuestas del INE reflejan que la mayoría de la población española desearía tener más hijos, concretamente dos, pero no lo hace porque no puede. 

El estudio ¿Cómo mejorar la natalidad en España? (Teresa Castro-Martín, Teresa Martín-García, Julia Cordero y Marta Seiz, publicado por Fedea) sostiene que los bajos niveles de fecundidad registrados en España no se derivan de un rechazo creciente de la maternidad o la paternidad, ni reflejan una preferencia mayoritaria por el hijo único. “Por el contrario, la distancia que se observa entre la fecundidad deseada y la fecundidad alcanzada evidencia un déficit de bienestar individual y colectivo, y sugiere la existencia de una serie de obstáculos que dificultan a muchas personas y parejas hacer realidad su proyecto familiar.”

No parecen necesarias campañas de sensibilización para concienciar a la población de la importancia de tener hijos. El problema reside en gran medida en que tener hijos no es barato. Un estudio de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) publicado en septiembre de 2020, destaca que la llegada de un hijo supone un gasto mensual medio de 642 euros, lo que implica un gasto anual de 7.706 euros durante el primer año de vida. 

Los gastos anuales más importantes son los dedicados a muebles y enseres (cunas, carritos, sillita de casa y coche, armarios…) que suman 911 euros. Pero el gasto más elevado es el de la guardería, que de media asciende a 312 euros mensuales. Le sigue el gasto de cuidadores profesionales en el hogar (127 euros), los gastos en alimentación (101 euros mensuales), los productos de higiene (81 euros al mes) y ropa y calzado (82 euros al mes). 

La OCU advierte además que las familias con menos recursos tienen más dificultades para hacer frente a estos gastos porque los gastos fijos no varían mucho en función del nivel de renta. En las familias de mayores ingresos (más de 4.000 euros al mes) el gasto medio es de 729 euros. En las de ingresos medios (entre 2.000 y 4.000) es de 676 euros y en las de menores ingresos (menos de 2.000) el gasto es de 616. Esto supone un esfuerzo mucho mayor en términos relativos para los hogares con menor poder adquisitivo, donde casi una de cada diez familias gasta más del 50% de sus ingresos en gastos relacionados con ese bebé. 

En la misma línea, Save the Children subraya que casi 700.000 hogares en España no consiguen cubrir el coste mínimo –entre 480€ y 590€ mensuales- para criar a un hijo o hija en condiciones dignas ni para asegurar su correcto desarrollo y bienestar. Además, 1 de cada 4 hogares con menores de 18 años se encuentran en situación de pobreza.

Qué hacer. Nadie duda que es preciso llevar a cabo acciones que permitan a cada persona tener la descendencia que quiera. Por un lado, son necesarias más ayudas económicas directas y/o incentivos fiscales. Hoy por hoy, España es uno de los países europeos que menos recursos dedica a las políticas familiares.

El informe del Defensor del Pueblo expone que los apoyos a la natalidad son relevantes en Francia, en los países nórdicos e Irlanda. Francia tiene una larga tradición en esta materia, ya que inició medidas de apoyo a las madres y a las familias en función de la natalidad después de la Segunda Guerra Mundial, tras las dificultades sufridas en las dos guerras mundiales ante los alemanes. Igualmente, los países nórdicos son conocidos por sus medidas para fomentar la natalidad a través de apoyos laborales y económicos hacia las mujeres gestantes. Estas ayudas continúan tras el parto en forma de recursos sanitarios, educativos y subvenciones directas. Esas políticas explican en buena parte que la fecundidad en todos estos países se haya mantenido por encima de la media europea.

Sin embargo, en los últimos años (2010-2018) el número de hijos por mujer en los cuatro países nórdicos ha caído un 16%. De 1,92 hijos por mujer a 1,61. Algo similar ha sucedido en Irlanda, hasta hace pocos años el país con mayor fecundidad de Europa, en el que se ha pasado de 2,10 hijos por mujer en 2009 a 1,77 en 2017.

Esta tendencia quizá signifique que las medidas de apoyo a la natalidad han perdido efectividad. “De confirmarse esta hipótesis -recuerda el análisis del Defensor del Pueblo-, habrá de replantearse esas políticas. Y no solo en esos países sino en toda Europa occidental.”

Por otra parte, las autoras de ¿Cómo mejorar la natalidad en España? apuntan que los incentivos económicos que han implantado algunos países no han tenido el efecto esperado. “Numerosos estudios coinciden en que las ayudas económicas directas pueden influir en el calendario de nacimientos, pero no tienen un impacto visible en el número final de hijos. Por ejemplo, la prestación monetaria de 2.500€ por nacimiento, conocida popularmente como “cheque bebé”, que estuvo vigente en España de 2007 a 2010, no tuvo un impacto significativo en la tasa de fecundidad, aunque sí tuvo un efecto positivo en la participación femenina en el mercado de trabajo. En su opinión, la clave estaría en la adopción de unas políticas sociales que faciliten la emancipación residencial y económica de los jóvenes a edades más tempranas, que redistribuyan los costes y responsabilidades de la crianza entre las familias y el Estado, y favorezcan eficazmente la conciliación, garantizando entre otras cosas el acceso universal a escuelas infantiles a un coste asequible, así como en el fomento de la igualdad de género y la corresponsabilidad en los cuidados dentro de la esfera familiar.

La encuesta de OCU ha indagado sobre las ayudas que, a juicio de los padres y madres, facilitarían una mejor crianza de los hijos. Los encuestados coinciden en afirmar que más importantes que las ayudas económicas en sí, son las medidas destinadas a facilitar la conciliación entre familia y trabajo.

La ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra, anunció hace meses su intención de aprobar la Ley de Diversidad Familiar y Apoyo a las Familias que, entre otros objetivos, pretende afrontar los retos derivados del desequilibrio demográfico (baja natalidad y envejecimiento creciente) y definir una política familiar que pueda paliar sus efectos. También expresó su deseo de implantar en España una prestación universal por crianza, como sucede en la mayoría de los países europeos, y de ampliar los permisos de maternidad y paternidad a 6 meses.

De momento, los Presupuestos Generales del Estado para 2022 contemplan que las familias que reciban el Ingreso Mínimo Vital y las que tengan bajos ingresos cobren un complemento de hasta 100 euros por hijo/a.

Un continente sin jóvenes

La población infantil y juvenil cada vez está menos presente en la pirámide demográfica de la Unión Europea. El número de niños y adultos jóvenes (0 a 24 años) ha pasado en Europa de 240 millones en 1950 a 197 millones en 2015, y se verá reducido entre 15 y 18 millones más antes de 2050. Si se cumple este pronóstico, su porcentaje con respecto al total de la población disminuiría del 44% en 1950 al 25% un siglo después.

Todos los Estados miembros se están viendo afectados por este panorama, pero hay notables diferencias. Los datos más recientes de Eurostat indican que en 2020 Irlanda era el país con mayor proporción de menores de 14 años, que representan el 20% de su población, seguida de Francia y Suecia (el 18% en ambas). En el lado opuesto, están Italia y Malta, con un 13% de menores de 14 años.

La otra cara de la pandemia: 1,4 millones de embarazos no deseados

La pandemia en los indicadores reproductivos de los países en desarrollo ha sido muy diferente a nuestro entorno. En 2020, unos doce millones de mujeres de 115 países de renta baja y media perdieron el acceso a los servicios de control de la natalidad a causa de la desviación de los recursos y la atención sanitaria a la emergencia del coronavirus, así como a las restricciones de movimiento impuestas para detener los contagios.

Como consecuencia, la pandemia tuvo un saldo de 1,4 millones de embarazos no deseados en 2020, según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).

Para saber más

Mapa de la población mundial. Mapa interactivo con los principales indicadores demográficos de todos los países. Fondo de Población de las Naciones Unidas

Fluctuaciones de la fecundidad durante la pandemia. Base de datos creada por la Human Fertility Database como respuesta a la importancia de la investigación sobre el impacto de la COVID-19 en las tendencias de fertilidad. Incluye datos de varios países, entre ellos España.

¿Cómo mejorar la natalidad en España? Teresa Castro-Martín (CSIC), Teresa Martín-García (CSIC), Julia Cordero (UCM) y Marta Seiz (UNED). FEDEA, Estudios sobre la Economía Española. 2021-04. Madrid. Estudio que repasa la evolución de la natalidad en España y analiza las políticas que podrían ayudar a mitigar el problema que su bajo nivel supone.

 

Consecuencias del declive demográfico en España. Informe publicado por Alejandro Macarrón Larumbe, ingeniero, consultor empresarial y director de la Fundación Renacimiento Demográfico. Papeles Fundación Faes. nº 212. 7 de mayo de 2018.

África, el continente que más rápido crece

Más de la mitad del crecimiento demográfico mundial desde hoy hasta 2050 tendrá lugar en África. Se espera un rápido aumento de la población, incluso si se reducen los niveles de fecundidad en los próximos años. En el África Subsahariana la población se duplicará de aquí a 2050.

Las previsiones de Naciones Unidas se basan en que hay un gran número de jóvenes en este continente, que alcanzarán la edad adulta en pocos años y también tendrán hijos, por lo que esta región desempeñará un papel esencial en cuanto a las dimensiones y la distribución de la población mundial en las décadas venideras.

El giro de la política demográfica en China

Después de muchos años con duras restricciones y sanciones para limitar los nacimientos, China ha dado un giro a su política de natalidad para hacer frente al envejecimiento de su población. En 2016 abolió las sanciones impuestas durante décadas a las parejas que tuvieran más de un hijo, ampliando a dos el número de hijos por pareja. En 2021, ha aprobado que las parejas que lo deseen tengan hasta tres hijos. También ha anunciado un aumento de las coberturas y medidas para ayudar a las parejas que tengan hijos. Por ejemplo, algunos distritos de Pekín han empezado a dar acceso prioritario a la vivienda pública a las familias con más de dos hijos.