ESFERA CULTURAL

Lola Herrera,

actriz

“Yo le he encontrado el alma a Carmen, una víctima de su tiempo”

El 26 de noviembre de 1979, en el Teatro Marquina de Madrid, Lola Herrera deslumbraba por primera vez al público como Carmen Sotillo, protagonista de la novela de Miguel Delibes Cinco horas con Mario, convertida en el monólogo más importante del teatro español. Cuando cuatro generaciones de espectadores la han aclamado transmutada en Carmen, la gran dama de la escena, que acaba de concluir su última gran temporada madrileña, se dispone a despedir a su querido personaje, al que en febrero dará el adiós definitivo.

JUAN ANTONIO LLORENTE

-Llegó a Carmen Sotillo con 44 años, cuando muchas colegas suyas dicen ser invisibles. ¿A qué le suena a usted lo de la crisis de los 40?

A que existe, y de qué manera. Ahora más aun que cuando estrené el papel, que me tocó porque antes cinco actrices dijeron que no. Entonces, si una actriz había hecho buena carrera, se suponía que a los cuarenta estaba en la cresta de la ola, y eso se respetaba. Hoy todo el mundo tiene que ser muy joven. A todos los niveles. Como si no existiéramos los demás. Todas las mujeres del mundo lo dicen. No sólo en mi profesión, sino en todas. Pero en esta es muy evidente.

-¿Trabajando en solitario disfruta? ¿Compromete más que compartiendo escenario?

Siempre es mejor compartir, pero hay que buscar el disfrute en la soledad, porque también tiene sus ventajas. La soledad me importa muchísimo en mi vida privada, y también en el trabajo, porque nadie te puede estropear lo que haces, ni tú se lo puedes estropear a nadie. A veces con algunos compañeros puede haber comunicación y con otros no. El teatro es más complicado de lo que la gente se puede imaginar, porque es día con día y, aunque la función siempre sale, muchas veces no te sientes a gusto del resultado. Sin ocurrir nada tremendo, esa vez no lo has pasado tan bien como otras. ¿Si disfruto en solitario? Por supuesto, pero tienes una responsabilidad adicional, alerta con los cinco sentidos que siempre requiere esta labor, consciente además de que nadie puede echar un capote para ayudarte. La responsabilidad es tuya frente a un texto muy complicado. Aunque parezca muy sencillo y coloquial, después de tanto tiempo sigue teniendo sus dificultades. Por más que lo hagas, tienes que tirarte de cabeza ahí todos los días. Y para ello, necesitas encontrarte en un estado para el que has de prepararte antes de empezar la función y, luego, intentar por todos los medios dar todo lo mejor al personaje. Y pasarlo bien. Porque de lo que se trata es de que yo quiero disfrutar haciéndolo. Y normalmente lo consigo.

-¿Tiene alguna anécdota de un posible bloqueo?

Si, claro. No bloqueos. Simplemente lapsus. Pero no tienes más que esperar. Cuando sabes una cosa, la sabes. Lo más que ha podido pasar es una distracción por algo, y eso, dentro de la complicación de este texto, es muy fácil de retomar sin que el incidente sea perceptible por el público. Lo que hace falta es mantener la calma.  

-¿Lleva contabilizado el total de representaciones?

No tengo ni idea ni siento ninguna curiosidad. Son números, y nada más. Lo que sé cada vez que retomo la función es el poso que me va dejando a lo largo de los tiempos, y el placer de hacer un texto que te permite siempre descubrir cosas. Que cada vez que lo haces te invita a desarrollarlo, para abrir nuevas puertas y descubrir otras formas de emitir las mismas palabras. Y ese lujo es indudablemente mérito del autor.

-Como resultado de la ósmosis que se produce entre personaje y actor, después de este tiempo, ¿Lola Herrera es más Carmen Sotillo o viceversa? ¿Hasta qué punto le ha abducido?

Yo soy una intérprete de Carmen Sotillo y, como en otros personajes, he tenido que meterme a fondo en él para darle la mayor verdad posible. Lola, como actriz, está interpretando a Carmen y toda la información que ha podido recabar del personaje, lo va poniendo sobre el tapete. En cuanto a si ella es más Lola o yo más Carmen, ¿tengo acaso una vara de medir para comprobarlo? El intérprete intenta controlar al personaje, pero el personaje tiene que andar por sí solo. Como actriz, te debes poner a su disposición, para luego vigilarlo y que no se desmande. Yo le he encontrado el alma a Carmen, una víctima de su tiempo y de la sociedad en que se desarrolló. En casa le enseñaron muy mal a lo que tenía derecho en la vida, y cuando encontró un marido, tampoco se molestó mucho en convencerla de que había otros caminos y otros mundos. Se le puede juzgar como se quiera, pero lo cierto es que siento una gran compasión por ella, como una de tantas víctimas en la senda que le tocó recorrer.

-Lola Herrera hoy, ¿defiende y lucha por el feminismo?

Siendo mujer, ¿cómo no voy a luchar por mis derechos? Por supuesto que estoy al lado y en piña, con todas las mujeres que batallan, cada cual desde donde puede, por conseguir más derechos de los que tenemos, porque a mí me tocó vivir -no es que me lo hayan contado- un momento en el que no teníamos ninguno. No comprendo a la gente desmemoriada, porque hablo de un capítulo de nuestra Historia que está a la vuelta de la esquina, y quien quiera informarse, puede hacerlo.

-Decía recientemente Robert Lepage: “Los artistas no debemos convertirnos en políticos”.

Una cosa es convertirte en político y otra tener opinión. Y si te preguntan, expresarla. Yo puedo hacerlo porque, aparte de ser actriz, soy ciudadana. O primero soy ciudadana cuya profesión es ser actriz. Es una cosa natural. Pero se tiende a etiquetar a la gente por la opinión que tenga. Para el público, el artista tiene que estar por encima de lo que piense y le tendrán que valorar por lo que hace en el escenario, la pantalla o donde trabaje, no por sus ideas. Que piense lo que le dé la gana, porque estamos en una democracia, y tiene derecho a hacerlo. 

-En el monólogo, el mejor del teatro español, Carmen reprocha a Mario las posibilidades de vida que le ha robado. A Lola Herrera, ¿el monólogo le ha robado oportunidades en otros medios?

No. Yo he estado siempre muy implicada en el teatro, porque es lo que me apasiona. Desde el principio de la televisión hasta los años 80 actué mucho en la pequeña pantalla, pero a la par que en el teatro, que nunca dejaba, porque eran compatibles. Menos al principio, porque se hacían los Estudio 1 en directo, y había que esperar al hueco entre el contrato en el teatro y la televisión. El cine prácticamente no lo he tocado. Porque no he tenido ofertas muy tentadoras ni he empujado para tenerlas. La pantalla grande no sólo me llama atención: me encanta; me vuelve loca. Pero sólo como espectadora. Al no apasionarme como actriz, no le he dedicado ningún tiempo a lo largo de mi vida, porque el teatro era muy esclavo en aquella época en que hacías dos funciones, y como luego ensayabas la que después tenías comprometida, estaba totalmente copada y sin tiempo más que para el teatro. Pero creo haber seguido el camino que quería, y estoy muy satisfecha. A veces oía decir… “pues me quedé sin hacer tal personaje”, y yo nunca he sentido esa necesidad. Hacía lo que me iba llegando, porque tampoco tenía posibilidades de otra cosa. Me quedé sola con mis hijos cuando eran muy chiquititos, y al tener que sostener mi casa, intenté dignificar hasta el papel más horrible que me dieran. Creerte lo que dices en ese caso cuesta muchísimo más trabajo que encontrar un personaje que te ayude.

-Terminando Madrid, aquí paz y luego gloria para Mario, ¿o volverá a sacar el muerto a paseo?

No voy a seguir paseando el muerto. Inicialmente, deberíamos haber terminado hace un año, pero tenemos que cumplir los compromisos firmados, que el COVID nos arrebató. Por eso se ha alargado tanto esto. En diciembre y en enero nos quedan unas cosas sueltas, para terminar específicamente en Valladolid, donde me concedieron la medalla de la ciudad. Como me la van a entregar allí, nos han pedido que representemos dos días la función, y entonces se termina.

-¿Tiene después proyectos en perspectiva?

Después, aunque tengo muchos años, tengo muchas perspectivas, pero no voy a hablar de ellas. 

-¿Como volver a escribir otro libro siguiendo a Me quedo con lo mejor?

No. No, no, no, no. Cuando me pidieron aquello, no sé por qué pero lo hice, y en su momento me sirvió por muchas razones personales. Pero lo mío no es escribir. Lo único que hago -y creo que me lo puedo permitir- es interpretar; escribir no sé.

Dónde encontrarla

Como antigua comediante de la lengua, tras pespuntear ritualmente el mapa de España entre diciembre y enero –Moguer-Utrera-Vejer de la Frontera-Medina del Campo-Boecillo-Benavente-Bilbao-Mairena del Alcor… el Carro de Tespis con ella al frente, en febrero atracará en Valladolid, su ciudad natal, para despedir allí la obra con que ha compartido la mitad de su vida.