El largo camino hacia una política fiscal común

EN PLENO DEBATE

EL LARGO CAMINO HACIA UNA POLÍTICA FISCAL COMÚN

MARTA RUIZ-CASTILLO
La UE lleva años dando pasos hacia la creación de un Mercado Único de Capitales que no acaba de llegar.

El anuncio realizado en febrero por Ferrovial, empresa de infraestructuras y servicios española, de trasladar su sede social a Países Bajos, y acordada por mayoría en la Junta General de accionistas celebrada en abril, ha vuelto a poner de manifiesto la anómala situación que supone para la UE carecer de una política fiscal armonizada en vez de 27 modelos distintos.

Las instituciones europeas llevan años debatiendo cómo acordar una política fiscal de convergencia para que las ventajas impositivas en algunos Estados miembros no sean un reclamo para empresas de otros países socios con mayor presión fiscal. El principal avance, hasta ahora, ha sido la aprobación por el Consejo Europeo de la propuesta realizada por la OCDE en su informe presentado en julio de 2022 de establecer una «reforma histórica» del sistema fiscal internacional, que asegurará que las multinacionales estén sujetas a un tipo impositivo mínimo del 15%. Ferrovial mantiene que su decisión no tiene que ver con pagar menos impuestos, sino con su deseo de salir a Bolsa en el mercado de Wall Street, algo que, asegura, no puede hacer desde España. Las voces más críticas, entre las que se encuentra el Gobierno, acusan al presidente de Ferrovial, Rafael de Pino, de «irse» para no pagar el impuesto a las grandes fortunas anunciado por el Ejecutivo. La decisión, en todo caso, plantea de nuevo la pregunta de si Países Bajos es un «paraíso fiscal» dentro de la UE o no, y la importancia de acabar con 27 políticas fiscales diferentes y las deslocalizaciones.

¿Más cerca de la convergencia fiscal?

En diciembre de 2022, el Consejo Europeo aprobó por unanimidad «la propuesta de Directiva de la Comisión por la que se garantiza un tipo impositivo efectivo mínimo para los grandes grupos multinacionales», recogido en el citado informe de la OCDE, que cuenta con el acuerdo de 137 países. Los 27 tienen hasta el 31 de diciembre de 2023 para transponer la nueva normativa que abarca un conjunto común de normas sobre la forma de calcular el tipo impositivo mínimo efectivo del 15%. Unas normas que afectarán a las multinacionales y a los grupos nacionales de gran tamaño presentes en la UE con unos ingresos financieros superiores a 750 millones de euros al año.

 


LAS INSTITUCIONES EUROPEAS LLEVAN AÑOS DEBATIENDO CÓMO ACORDAR UNA POLÍTICA FISCAL DE CONVERGENCIA


 

Se aplicará, según explica la Comisión Europea, «a cualquier gran grupo, tanto nacional como internacional, que tenga una sociedad matriz o una filial en un Estado miembro de la UE». Además, en el caso de que el tipo efectivo mínimo «no sea aplicado por el país en el que esté establecida una filial, se contempla que el Estado miembro de la sociedad matriz pueda aplicar un impuesto complementario».

Cada Estado miembro de la UE tiene su propio régimen fiscal tanto para los ciudadanos como para las empresas. Acabar con esta situación que, según los dirigentes europeos, «es uno de los retos prioritarios que la UE debe resolver a corto plazo», genera situaciones indeseadas y de desigualdad entre los países miembros, además de fraude fiscal.

Una prioridad para los 27.

La política fiscal se ha vinculado siempre a la soberanía de los Estados miembros, pero la lucha contra el fraude fiscal es compartida por los países europeos y la UE, de ahí que la convergencia de la política fiscal se haya convertido en una «prioridad». Desde 2020, el Parlamento Europeo cuenta con una subcomisión permanente de asuntos fiscales, establecida para «apoyar a la comisión de asuntos económicos y monetarios en fiscalidad y luchar contra el fraude, la elusión y la evasión fiscales». Además, se encarga de la transparencia financiera en la fiscalidad. Ha habido, incluso, una comisión de investigación que identificó «fallos en las disposiciones fiscales». En relación con el impuesto de sociedades y la evasión fiscal existen propuestas parlamentarias como «la base imponible consolidada común del impuesto sobre sociedades (BICCIS)» que, entre sus objetivos, tiene el hacer frente a obstáculos y distorsiones graves del mercado como consecuencia de la existencia de 27 sistemas diferentes del impuesto sobre sociedades para «evitar los riesgos de doble imposición y la planificación fiscal agresiva»; o abordar la situación de las tasas impositivas de las «empresas con presencia digital significativa» para permitir a los Estados miembros que graven las ganancias obtenidas en su territorio, incluso si una empresa no está físicamente presente allí.

Mercado Único de Capitales.

La UE lleva años dando pasos hacia la creación de un Mercado Único de Capitales (UMC) que no acaba de llegar. En noviembre de 2021 la Comisión Europea aprobó un paquete de medidas que cumplía con los compromisos clave de su Plan de Acción para la Unión de Mercados de Capitales de 2020. En él, incluía ayudar a conectar las empresas de la UE con los inversores, mejorar el acceso de las empresas a la financiación, ampliar las oportunidades de inversión para los inversores minoristas, e integrar mejor los mercados de capitales. La Comisión Europea se propuso impulsar durante 2022 la Unión del Mercado de Capitales. «La UMC se propone lograr el flujo del ahorro y la inversión en todos los Estados miembros, beneficiando a los ciudadanos, los inversores y las empresas, independientemente del lugar de la Unión Europea en el que estén establecidos». La Comisión admitía entonces que se trataba de una «tarea compleja» que requería «avanzar en todos los ámbitos en los que todavía existen obstáculos a la libre circulación de capitales».

El 7 de diciembre de 2022 la Comisión presentó nuevas medidas para avanzar hacia la UMC que incluían, entre otras, hacer «aún más fácil la cotización de las empresas en las bolsas de valores y les damos más opciones de financiación», explicó Valdis Dombrovskis, vicepresidente ejecutivo responsable de Una Economía al Servicio de las Personas. «Las nuevas normas garantizarán unas condiciones de competencia equitativas, así como el apoyo a los inversores, la promoción de la libre circulación de capitales y el refuerzo del mercado mediante el establecimiento de salvaguardias y normas comunes adaptadas a la era digital», indicó, por su parte, el Comisario Didier Reynders.

 


EL PRINCIPAL AVANCE HA SIDO LA APROBACIÓN POR EL CONSEJO EUROPEO DE LA PROPUESTA DE LA OCDE DE QUE LAS MULTINACIONALES ESTÉN SUJETAS A UN TIPO IMPOSITIVO MÍNIMO DEL 15%


 

Para Mairead McGuinness, comisaria responsable de Servicios Financieros, Estabilidad Financiera y Unión de los Mercados de Capitales, lo aprobado por la CE supone dar «tres grandes pasos» hacia la UMC. En materia de compensación, «estamos desarrollando la capacidad de las infraestructuras del mercado en la UE, y al mismo tiempo manteniendo abiertos nuestros mercados». La propuesta apoyará los mercados de capitales de la UE, ofrecerá a las empresas más opciones de compensación y mantendrá la estabilidad financiera. En cuanto a la admisión a cotización, «estamos facilitando a las empresas el acceso a más tipos de financiación, reduciendo los costes y la burocracia para las empresas que desean cotizar en los mercados bursátiles de la UE». Y respecto a la insolvencia, las medidas buscan eliminar uno de los mayores obstáculos entre los mercados nacionales «ofreciendo a los inversores más seguridad en cuanto a la duración de los procedimientos de insolvencia y el importe que podrían recuperar, y hará que sea más probable que inviertan en empresas de otro Estado miembro».

Competitividad mundial

El hecho de que la política fiscal europea siga dependiendo de cada Estado miembro, más allá de las propuestas planteadas por la Comisión Europea, supone que la UE «avance de forma desigual». Como recordaba el director general de Comunicación y portavoz del Parlamento Europeo, Jaume Duch, en su intervención en Nueva Economía Forum el 7 de marzo en Madrid, la UE ha conseguido poner en marcha un mercado interior, ha desarrollado al máximo las cuatro libertades -circulación de capitales, mercancías, personas y de prestación de servicios-. «Hemos dado a las empresas un pasaporte que pueden utilizar igual que el pasaporte que todos nosotros utilizamos en su momento; pero, en cambio, no hemos armonizado suficientemente una serie de políticas, incluida la política fiscal». Eso «crea desajustes». Para el portavoz del Parlamento Europeo, «aparte de que hay que avanzar en serio en una armonización de la política fiscal europea, empezando por la política fiscal de las empresas, el reto verdadero es la competitividad», no tanto entendida como «competencia entre países de la UE sino competencia ante el resto del mundo y, fundamentalmente, ante EE.UU». En su opinión, la convergencia de la política fiscal, entre otros retos, es una cuestión de «voluntad política».

El caso Ferrovial

La decisión del Consejo de Administración de Ferrovial, el 28 de febrero, de proponer a la Junta General de Accionistas «la fusión de la matriz del grupo Ferrovial, S.A. con su filial íntegramente participada, Ferrovial International SE, mediante absorción de la primera por la segunda», supondrá trasladar el domicilio social a Países Bajos. La explicación que ha ofrecido la empresa obedece a la «internacionalización creciente de Ferrovial, que tiene el mayor volumen de su actividad en el exterior» y el deseo de cotizar en EEUU. Nada que ver, asegura, con una posible inseguridad jurídica de España, como se dijo en un primer momento, o con pagar menos impuestos.

Al Gobierno, muy crítico con el anuncio, no le queda más remedio que cumplir el mercado único y la libre circulación de capitales, aunque siga estudiando posibles vías para evitar que Ferrovial cambie su domicilio fiscal. En este sentido se enmarca el análisis realizado por la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) y Bolsa y Mercados Españoles (BME) a instancias del Gobierno para valorar la decisión de Ferrovial. La conclusión, de la que se hicieron eco todos los medios el 24 de marzo, es que las empresas españolas pueden pedir su cotización en la bolsa de Estados Unidos sin ningún impedimento y, por lo tanto, no es necesario que trasladen su sede social fuera de España, una opinión que no comparte la empresa. «Esta operación es la mejor contribución que Ferrovial puede hacer a la sociedad», aseguró su presidente, Rafael del Pino, tras aprobarse el 13 de abril por mayoría de la Junta General de accionistas el traslado de su sede social.

Otros enfoques

Cinco Días: El análisis de José Luis Escario se centra en el problema de la competencia fiscal europea y cómo se ha dado prioridad a las libertades del mercado único sin prever una mínima convergencia tributaria.


El Economista: Carlos Simón y Víctor Blanco abordan el caso Ferrovial desde la perspectiva de la cotización en la bolsa de EE.UU. y el impacto directo en el volumen de negociación de las compañías.


Infolibre: El artículo responde, a través de opiniones de expertos, a la pregunta: ¿puede España, mediante adaptaciones legislativas, impedir que una empresa como Ferrovial traslade su sede de España a Países Bajos?

«Una fiscalidad europea para un mundo complejo», por Enrique Feás

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ENRIQUE FEÁS,
técnico comercial y economista del Estado e investigador principal del Real Instituto Elcano

"La supervivencia de la UE está condicionada a la posibilidad de obtener recursos fiscales imprescindibles para hacer frente a los desafíos que vienen”

Una fiscalidad europea para un mundo complejo

La historia de la fiscalidad europea está íntimamente ligada a la evolución de la propia complejidad del proyecto europeo, y podríamos decir que ha atravesado cuatro fases.

En una primera fase, en las primeras décadas tras el Tratado de Roma, era un mero instrumento presupuestario para recabar los recursos necesarios para financiar las políticas comunes, primero aranceles (denominados recursos propios tradicionales), y luego otros recursos complementarios basados en el IVA y en la renta nacional bruta (denominados atípicos, pero que terminarían siendo los más típicos).

En los años 80, con el avance del mercado único europeo, se entró en una segunda fase en la que el objetivo pasó a ser minimizar las distorsiones en su funcionamiento, como las divergencias en fiscalidad indirecta, que dificultaban las transacciones y perpetuaban la necesidad de fronteras físicas. Por ello, en los años 90 se optó por la armonización de la estructura de IVA e impuestos especiales, con el establecimiento de reglas uniformes para el cálculo de bases imponibles, el principio general de tributación en destino y un sistema de compensación.

En paralelo, el desarrollo de las tecnologías de la información y de las comunicaciones facilitó la expansión de las cadenas de suministro globales. Poco a poco las multinacionales comenzaron a reubicarse en países de tributación más favorable, protegidas por la resistencia de los Estados miembros a armonizar la imposición directa (más vinculada a la soberanía). Algo que se veía venir: ya el Informe Werner de 1970 advertía que un adecuado funcionamiento del mercado único requeriría armonizar la estructura de los impuestos con una influencia directa en los movimientos de capitales dentro de Europa, como el de sociedades.

Al abrigo de la unanimidad, por tanto, algunos países europeos favorecieron la creación en su territorio de auténticos paraísos fiscales, con tramposas estructuras como el “doble irlandés”, el “sándwich holandés” o el “solo maltés”. Paraísos fiscales que, pese a lo que a menudo se cree, no se sustentan en bajos tipos impositivos, sino más bien en lagunas legales y en definiciones laxas del concepto de hecho imponible o de residencia fiscal, o en el tratamiento de dividendos y royalties. Como se demostró con el IVA, cuando se trata de evitar distorsiones lo importante no es tanto armonizar los tipos como armonizar la estructura del impuesto.

Por otra parte, la tecnología fue añadiendo complejidad a la imposición, en especial con el desarrollo de los servicios digitales, que difuminaron conceptos fiscales antes muy evidentes, como el lugar de realización del hecho imponible o el de establecimiento permanente: ¿cómo gravar a empresas con millones de clientes pero sin establecimiento permanente y con servicios prestados desde ubicaciones imprecisas?

Con el cambio de siglo, en cualquier caso, se inició una tercera fase en Europa, derivada de la creación del euro, que implicaba renunciar a tipo de interés y tipo de cambio y por tanto la necesidad de contar con mecanismos de estabilización conjuntos en caso de crisis. Comenzó entonces un importante debate sobre la posibilidad de la UE de obtener nuevos recursos propios, y el esfuerzo se concentró en dos áreas: gravar capacidades de pago aún no gravadas (como las transacciones financieras, las actividades digitales o parte de una base armonizada del impuesto de sociedades) y aplicar impuestos medioambientales desincentivadores (a emisiones, residuos, o productos importados intensivos en carbono). Pero no es fácil: lo primero se ve dificultado por la alta movilidad del capital, y lo segundo por un contexto de inflación y de cooperación internacional bajo mínimos. ¿Cómo establecer aranceles medioambientales o impuestos a multinacionales extranjeras sin esperar fuertes represalias?

Hay que decir, sin embargo, que la crisis financiera de 2008 y la del euro aumentaron de forma considerable la presión social sobre los paraísos fiscales (europeos y no europeos), generando incentivos para reducir las prácticas de fiscalidad agresiva y avanzar en un acuerdo multilateral en el seno de la OCDE y el G20 para garantizar una mínima tributación de las multinacionales. Si los dos pilares ya acordados de esta iniciativa se culminan con éxito, la UE podría renunciar a aplicar arriesgadas iniciativas unilaterales.

La cuarta fase de la fiscalidad europea se deriva de la crisis del Covid y, sobre todo, de la invasión rusa de Ucrania, eventos que han venido a poner de manifiesto la existencia de bienes públicos europeos, como las vacunas, la independencia energética, la defensa, la tecnología digital y medioambiental (en un contexto de guerra de subsidios de política industrial), el aprovisionamiento de materias primas clave, o la estabilidad financiera. Si admitimos que existen estos bienes públicos europeos, entonces su provisión a nivel nacional resultará insuficiente. ¿Cómo financiar estas necesidades europeas del siglo XXI? ¿Cómo evitar que las empresas europeas emigren a otros países como EE.UU. con mejores condiciones de suministro energético, materias primas y apoyo industrial?

En un mundo cada vez más complejo y menos cooperativo, la supervivencia de la UE está condicionada a la posibilidad de obtener recursos fiscales imprescindibles para hacer frente a los desafíos que vienen. La UE puede seguir engañándose, esperando que las cosas mejoren, o puede armarse de valor y audacia y disponerse a reformar tratados, o al menos a iniciar mecanismos de cooperación reforzada. Lo que en el siglo XXI la UE no puede permitirse es seguir con un mercado interior ineficiente por falta de voluntad armonizadora de unos pocos ni afrontar la financiación de imprescindibles bienes públicos europeos sin mecanismos fiscales comunes.

¿Es sostenible nuestro estado del bienestar?

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¿ES SOSTENIBLE NUESTRO ESTADO DEL BIENESTAR?

Seis de cada diez euros están destinados al gasto social. Por partidas, destaca la dependencia.

La pandemia de 2020, la elevada inflación originada por los altos precios de los productos energéticos y por la falta de suministros tras el confinamiento, la subida de los tipos de interés, la invasión de Ucrania por Rusia en 2021 y la consiguiente guerra han puesto fin a la etapa de prosperidad y bienestar de los últimos años, una vez superada la crisis de 2008. Si entonces gobiernos e instituciones internacionales defendieron las políticas de austeridad, en la actual situación la mayoría, entre ellos el gobierno español, han aplicado medidas sociales para proteger a los ciudadanos a costa de disparar la deuda pública.

MARTA RUIZ-CASTILLO

A 31 de diciembre, los gastos sociales habían elevado la deuda pública hasta el 115,6% del PIB, según datos del Banco de España. Aunque una parte importante de las medidas se financian con fondos europeos, España registró unos valores máximos de deuda (125,7%) en el primer trimestre de 2021 con un incremento de 27,5 puntos respecto a antes de la pandemia. Así lo refleja el Observatorio de Deuda de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) en su página web, donde se añade que en los siguientes meses se encadenaron cinco trimestres consecutivos de reducción «que acumulan un total de 9,6 puntos». Aun así, «en términos nominales, la deuda pública ha continuado creciendo, sumando 64.210 millones en los ocho primeros meses de 2022, hasta un nuevo máximo histórico de 1.491 billones».

Gastos asociados a la pandemia

El mayor incremento se ha producido en la Administración Central y los Fondos de la Seguridad Social, asumiendo el 93,5% del aumento de deuda de los dos últimos años y medio, al financiar la mayor parte de los gastos asociados a la pandemia. En cuanto a las previsiones para 2023, la AIReF estima una reducción de la ratio de deuda de 6,9 puntos del PIB respecto a 2021. «La reducción vendrá sustentada principalmente por el crecimiento del PIB nominal (15,3 puntos), donde el deflactor tendrá una contribución muy notable (8,8). El déficit público seguirá contribuyendo de manera significativa al incremento de la deuda». En este contexto, la AIReF considera factible la proyección de deuda incluida en el plan presupuestario para 2023. A largo plazo, la entidad prevé un escenario en el que «un alto nivel de endeudamiento, junto a unos tipos de financiación más elevados exigirán un ajuste estructural sostenido para mantener la estabilización de la ratio de deuda y la contención de la carga financiera». En este sentido, subraya la necesidad de reducir «el déficit primario de 0,16 puntos del PIB anuales para mantener estabilizada la ratio de deuda más allá del año 2026, lo que equivaldría aproximadamente a 2.500 millones de euros, según la proyección del PIB para 2026».

 


A 31 DE DICIEMBRE, LOS GASTOS SOCIALES HABÍAN ELEVADO LA DEUDA PÚBLICA HASTA EL 115,6% DEL PIB, SEGÚN DATOS DEL BANCO DE ESPAÑA


 

Estas correcciones a la baja están, en parte, directamente relacionadas con los más de 100.000 millones de euros que España ha recibido de la Unión Europea desde 2021 entre préstamos blandos y trasferencias dirigidos a lograr un crecimiento de la economía en el marco del Plan de Recuperación de Transformación y Resiliencia.

Las previsiones de otoño de 2022 de la Comisión Europea indican que el saldo público estructural arrojará en 2023 un superávit del 1,4% del PIB. Por consiguiente, la situación prevista para la zona euro parece «razonablemente satisfactoria». En 2023, la deuda pública superaría el 100% del PIB en seis Estados miembros de la eurozona (Grecia, Italia, Portugal, España, Francia y Bélgica); se situaría entre el 60% y el 100% en otros seis Estados miembros y por debajo del 60% en los ocho restantes.

Presupuestos sociales

El Gobierno ha apostado por «blindar» el Estado del bienestar en los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2023. Unas cuentas públicas con «la mayor partida de gastos sociales de la historia», aseguró la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, en octubre cuando se presentó el proyecto. El Congreso de los Diputados aprobó los PGE de 2023 el 24 de noviembre.

«Seis de cada diez euros están destinados al gasto social, con un total de 266.719 millones, 274.445 millones si se incluyen los fondos europeos, también la mayor cifra nunca registrada para estas partidas», explicó Montero. Por partidas, destacan la dependencia, un pilar del Estado del Bienestar, con 3.522 millones, «un 150% más que al inicio de la legislatura». El presupuesto de Sanidad aumenta un 6,7% con 1.258 millones más, mientras que las políticas de vivienda reciben 3.472 millones de euros. La partida para pensiones se incrementa y la revalorización anual se realizará conforme al IPC interanual. Montero destacó que «por primera vez en 13 años se realizará una aportación al fondo de reserva de la Seguridad Social con 2.957 millones de euros procedentes del Mecanismo de Equidad Intergeneracional». Esta aportación se hace «sin incrementar el déficit de este subsector», siendo posible «gracias a la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), a la mejor composición del empleo y su estabilidad, fruto de la reforma laboral, y a la buena gestión de la propia Seguridad Social». En educación, la inversión se incrementa un 62% respecto a las cuentas de 2018, mientras que la partida para becas se eleva un 68%, lo que suponen 900 millones más.

Si se descuentan los fondos europeos, el techo de gasto nacional se sitúa en 173.065 millones, un 1,9% más, «lo que también supone un hito». Ante el encarecimiento de los precios de la energía, los presupuestos de 2023 recogen un incremento del 65% del bono social térmico, que alcanza los 259 millones.

Previsiones de crecimiento

El Gobierno prevé, además, que la economía española crezca más de lo previsto en 2022 y se mantenga en niveles superiores a la media de la zona euro gracias a la modernización del tejido productivo y la creación de empleo de calidad. Esto será posible, en parte, por los 30.000 millones de euros que España recibirá en 2023 del Plan de Recuperación y el programa REACT-EU.

Estos fondos tienen como principal destino (72%) políticas para impulsar el cambio de modelo productivo con inversiones en investigación, industria, energía o infraestructuras.

 


EL GOBIERNO HA APOSTADO POR «BLINDAR» EL ESTADO DEL BIENESTAR EN LOS PRESUPUESTOS GENERALES DEL ESTADO (PGE) PARA 2023


 

El Proyecto de Presupuestos para 2023 prevé un crecimiento del PIB real del 2,1%. Para Funcas se trata de una «previsión optimista si se atiende al rango de estimaciones recientemente ofrecidas por las principales instituciones nacionales e internacionales de referencia: 1,5% de AIReF, 1,4% del Banco de España, 1,2% de FMI, 1% de BBVA-Research o 0,7% de Funcas». El Gobierno estima un incremento de ingresos totales entre 2022 y 2023 que se situará entre 35.000 y 36.000 millones de euros. Por el lado del gasto, el crecimiento oscilará, aproximadamente, entre 23.700 y 24.500 millones de euros, con un crecimiento próximo al 4%. Funcas subraya que «el grueso de las ganancias recaudatorias, resultantes de medidas que entrarán en vigor en 2023 con nuevos gravámenes, será de carácter temporal, en lugar de ser resultado de una reforma fiscal, tal como fue acordado previamente con Bruselas para el primer trimestre de 2023». La conclusión de la entidad es que «en el presupuesto de 2023 se observa una preocupante disfunción entre incrementos de recaudación en el corto plazo, con un elevado componente coyuntural debido a la inflación y a las medidas temporales aprobadas, frente al crecimiento de gastos de naturaleza estructural». Esta situación es, en su opinión, «un foco añadido de presión al deterioro del déficit estructural al que se enfrenta la economía española desde 2018». Para resolver esta disfunción, Funcas plantea «afrontar las políticas de gastos e ingresos públicos con una visión menos cortoplacista, con criterios tanto de equidad como de eficiencia».

¿Políticas sociales o deuda pública?

Esta es una de las preguntas a las que quiere dar respuesta el Informe sobre el futuro de la protección social y el Estado del bienestar de la Unión Europea, elaborado por el Grupo de Alto Nivel y presentado el 7 de febrero en Bruselas. El documento mantiene que «el Estado del bienestar es una inversión a largo plazo, fuerte y rentable» y «su debilitamiento podría provocar conflictos sociales, llevar a la marginación de grupos importantes dentro de nuestras sociedades y afectar a la competitividad y el crecimiento». Para los autores está claro que el crecimiento económico y un Estado del bienestar fuerte «van siempre de la mano» y, por tanto, «no podemos hablar de reforma del Estado del bienestar sin reformar y reforzar nuestras industrias».

«Dejando a un lado los años excepcionales, alrededor del 70% de todos los ingresos públicos de la UE se destinan al gasto del Estado del bienestar, incluso dejando fuera el gasto en educación, que es un elemento importante de la inversión social», subraya el informe.

En cuanto a la deuda pública, los expertos recuerdan que en la UE los límites máximos de deuda pública y déficit anual fijados por el Tratado de Maastricht siguen siendo limitaciones importantes. «Según los Tratados de la UE, los Estados miembros de la zona euro deben reducir sus déficits públicos estructurales al 0,5% del PIB siempre que la deuda pública sea superior al 60% del PIB y al 1% del PIB cuando la deuda sea inferior a este porcentaje».

En el informe, los autores mantienen que «la sostenibilidad financiera del Estado del bienestar depende en gran medida del número de personas empleadas y de su productividad, así como de la obtención de ingresos de todas las fuentes de financiación posibles», pero puntualizan que lo contrario también es cierto: «Las políticas sociales pueden ayudar a maximizar el mercado laboral y la productividad». Respecto a los ingresos necesarios para financiar el Estado del bienestar, «la buena noticia es que, dada la estabilidad observada en el pasado, podemos confiar en que al menos un tercio del PIB futuro seguirá destinándose a ayudas sociales, en gran parte con cargo a los impuestos sobre la renta y las cotizaciones a la seguridad social». En el lado negativo, la estabilidad del gasto social en una época de necesidades crecientes obliga a buscar nuevas fuentes de financiación. «En nuestra opinión, la financiación de las futuras prestaciones sociales debería depender menos de los impuestos sobre las rentas del trabajo y proceder en mayor medida de los impuestos sobre el capital, el patrimonio, las sucesiones, el consumo y las emisiones de carbono, basándose en el principio de que los más desfavorecidos no deberían soportar la carga más pesada». Para ello, concluye el informe, es necesario que los impuestos sean más progresivos y que se amplíen las bases impositivas y contributivas. También debe haber un fuerte impulso político para contener la evasión y la elusión fiscales, eliminar la competencia fiscal perniciosa y el dumping social.

La partida para pensiones se incrementa y la revalorización anual se realizará conforme al IPC interanual.

OTROS ENFOQUES

THE CONVERSATION: ¿Ha llegado el fin de la abundancia y del Estado de bienestar? El artículo se pregunta, ante el debilitamiento de las instituciones en Europa causado por el endeudamiento, hasta qué punto son sostenibles las políticas sociales.

CINCO DÍAS: El artículo recoge las opiniones de varios expertos sobre cómo afrontar las deudas y el déficit público.

BUSINESS INSIDER: En 7 retos para la economía española en 2023, la autora desglosa las «amenazas económicas» que afronta el Gobierno este año para mantener, entre otras, sus políticas sociales y reducir la elevada deuda pública.

«15 años de escalada de la deuda pública», por Ignacio Ezquiaga

EN PLENO DEBATE

IGNACIO EZQUIAGA,
doctor en Ciencias Económicas y Empresariales. Docente y colaborador de Funcas y AFI

 

 

"¿Es sostenible este nivel de deuda pública? No, es necesario que descienda, en España y en la UE.”

15 años de escalada de la deuda pública

En Europa llevamos 15 años de déficits públicos recurrentes, resultado de un periodo de crisis bancarias, saneamiento y desapalancamiento de empresas y familias, deflación, pandemia y, ahora, guerra. Los gobiernos han asumido un papel más significativo que nunca en las economías, no solo regulando el funcionamiento de los mercados sino también en la provisión de servicios, la protección y el desarrollo de nuevas infraestructuras e innovación. Han sido los salvadores en situaciones extremas y han mantenido una actividad que en las sucesivas crisis se desmoronaba. No es extraño que ello haya despertado el debate sobre la sostenibilidad y coste del endeudamiento público.

El caso español no es diferente. La ratio de la deuda pública sobre el PIB era del 35,8% en 2007. Este mínimo histórico se había alcanzado gracias al fuerte crecimiento de los ingresos fiscales de los felices 2000, el periodo en que se gestó la peor burbuja de la deuda privada. Siete años después de explotar esta burbuja, la ratio había subido hasta el 105,1%. Parecía un máximo difícil de superar, pero en 2020 la ratio daba un nuevo salto hasta el 120,4%, a consecuencia de la pandemia. En 2022, gracias al fuerte incremento de ingresos fiscales provocado por la inflación –despertada por la guerra en Ucrania- y a pasar de las medidas para paliar el impacto en hogares y transporte de los precios energéticos, ha vuelto a descender, para situarse en el 116%. Por tanto, del 36% al 116%, 80 puntos de incremento en 15 años.

En la Eurozona la ratio de la deuda se elevaba en 2022 al 94,2%. En Alemania era del 67% ese mismo año, en contraste con el 113% de Francia o el 150% de Italia. la ratio de la deuda está en máximos históricos en toda la UE, aunque el coste medio de la deuda viva está en mínimos, gracias a los bajos o negativos niveles de tipos de interés de la política monetaria. Además, las compras masivas de deuda de los bancos centrales han mantenido bajos también los tipos de interés a largo plazo. En la zona euro, el coste medio del saldo de deuda es del 1,3% en los últimos años, con una vida media de ocho años. En el caso de España el coste medio es algo mayor, debido a las primas de riesgo, del 2,1%, con una vida media similar.

¿Es sostenible este nivel de deuda pública? No, es necesario que descienda, en España y en la UE. El concepto de sostenibilidad financiera tiene que ver con la capacidad de los gobiernos de conseguir financiación en los mercados a un coste razonable. Estos consideran la deuda pública sostenible cuando la ratio de la deuda sobre PIB es capaz de ajustarse discrecionalmente, al alza o a la baja, según el momento del ciclo macro. No existe un nivel estático de ratio ideal. Son dos los factores de cuya evolución combinada se derivan los ascensos o descensos de la ratio de la deuda: si el saldo primario –es decir, el saldo no financiero ex intereses de la deuda- es negativo (déficit primario), la ratio sube; y si el interés real de la deuda es inferior al crecimiento real del PIB, la ratio baja.

La escalada de la ratio de la deuda en los últimos 14 años se ha debido a un saldo primario negativo recurrente y muy pronunciado. Y seguimos con un saldo negativo también en 2023. Para estabilizar y reducir la ratio de la deuda es imprescindible la generación de superávits primarios suficientes y prolongados, actuando sobre los ingresos o haciéndolo sobre los gastos. Otros países, como Alemania o Francia, han girado hacia saldos positivos pasado lo peor de la pandemia. Los tipos de interés reales negativos de la deuda han tenido un temporal y limitado efecto balsámico. Y recordemos que en España sufrimos la desventaja de la prima de riesgo, que supone 0,8 puntos porcentuales más de coste medio en la deuda viva. Es pues necesaria la generación de superávits primarios que reconduzcan la ratio de la deuda, pero ello choca con resistencias estructurales y políticas. Por eso precisa de un entorno a escala europea que lo favorezca.

El escrutinio de los mercados es un elemento clave en una unión monetaria sin unión fiscal, en la que las finanzas públicas no tienen, por definición, consecuencias cambiarias, y el peligro de moral hazard (irresponsabilidad) es alto. No obstante, episodios como el sufrido por la Eurozona en 2011-2012 –la crisis soberana y del euro del whatever it takes de Draghi- demuestran que ese escrutinio también puede generar ruido y volatilidad. La aplicación entonces de las rígidas reglas fiscales de la UE –límites estáticos a la ratio sobre PIB del déficit y la deuda— se considera ahora que fue contraproducente. Las reglas fiscales se suspendieron con la pandemia y ahora van a ser revisadas para introducir un esquema alternativo individualizado, con un plan país por país de retorno a la sostenibilidad en plazos realistas y fáciles de comunicar a los mercados. Además, aunque una unión fiscal está lejos del horizonte europeo, los programas de gasto “federal”, fuera de los presupuestos nacionales y financiados con deuda pública de la UE -como Next Generation EU-, serán un instrumento cada vez más utilizado, lo que reducirá la presión sobre la deuda de cada país.

Nuevo paradigma de la economía mundial

EN PLENO DEBATE

NUEVO PARADIGMA DE LA ECONOMÍA MUNDIAL

La subida de los tipos de interés y, en consecuencia, el encarecimiento del precio del dinero, ha marcado 2022,

El año 2022 ha sido el de las grandes incertidumbres económicas; el fin de un ciclo de bonanza y de los indicadores positivos previos a la pandemia. La inflación causada por la pandemia con la consiguiente falta de suministros, y la guerra en Ucrania, han disparado los precios de la energía, con el gas y electricidad a la cabeza, y del petróleo y sus derivados. También la cesta de la compra se ha encarecido de forma alarmante mientras los salarios, o no han subido o lo han hecho muy por debajo del IPC. Los expertos hablan ya de una recesión en 2023 o, en el mejor de los casos, de una desaceleración de la economía global.  
MARTA RUIZ-CASTILLO

«La desaceleración mundial será de base amplia, y la proyección para 2023 es inferior a la mitad de la expansión del 6% registrada el año pasado. Se estima que los países que representan aproximadamente un tercio de la economía mundial registrarán durante dos trimestres consecutivos una contracción del Producto Interior Bruto (PIB) real este año o el próximo», advierte el Fondo Monetario Internacional (FMI) en su informe Perspectivas de la Economía Mundial, publicado a finales de octubre. La conclusión a la que llega el FMI en su análisis de previsiones para 2023 no es muy alentadora. «Las perspectivas están plagadas de incertidumbre. Según nuestros cálculos, existe un 25% de probabilidad de que el crecimiento mundial se sitúe por debajo del 2% el año que viene, y una probabilidad de entre el 10% y el 15% de que quede por debajo de 1%».

Subir los tipos

La subida de los tipos de interés y, en consecuencia, el encarecimiento del precio del dinero, ha marcado 2022. Como explicó Christopher J. Waller, gobernador de la Reserva Federal de Estados Unidos (FED, por sus siglas en inglés), ante el resto de los miembros de la entidad el 16 de noviembre, «la Reserva Federal endurece la política monetaria para reducir la inflación, principalmente elevando los tipos de interés a corto plazo, lo que tiene el efecto de impulsar los tipos en toda la economía. Los mayores costes de endeudamiento reducen el gasto y la inversión de los hogares y las empresas».

 


LA INVASIÓN RUSA HA PROVOCADO UN AUMENTO DE LOS PRECIOS DE LA ENERGÍA QUE NO SE PRODUCÍA DESDE LOS AÑOS 70


 

En marzo de 2022, la autoridad monetaria de EE.UU. subió los tipos de interés en 25 puntos básicos, hasta el 0,25%-0,50%; fue la primera subida desde 2018. El objetivo principal era bajar la inflación del 7,9% en febrero hasta el 2%. Ya entonces la FED anunció más subidas continuadas y así lo hizo a finales de julio con una subida de 75 puntos básicos, y en septiembre volvió a subir otros 0,75 puntos. En diciembre, nueva subida de 0,5 puntos hasta el rango del 4,25%-4,5%. La previsión del Banco Central de EE.UU. es seguir aumentando las tasas en 2023 aunque a un ritmo menor que en 2022, informó el presidente, Jerome Powell, el 14 de diciembre.

También el Banco Central Europeo (BCE) subió en julio los tipos de interés medio punto porcentual en la zona euro por primera vez en 11 años. «La inflación sigue siendo indeseablemente alta y se espera que se mantenga por encima de nuestro objetivo durante algún tiempo. Los últimos datos señalan una ralentización del crecimiento para el segundo semestre del 22 y más allá. Al mismo tiempo, esta desaceleración está siendo amortiguada por una serie de factores de apoyo. El Consejo de Gobierno ha decidido hoy subir los tipos de interés oficiales del BCE y ha aprobado el Instrumento de Protección de la Transmisión», anunció entonces la presidenta, Christine Lagarde. El BCE subió de nuevo los tipos en septiembre hasta un 1,25 y por tercera vez en octubre 75 puntos básicos, situándolos en el 2%, máximos desde 2009 y el 15 de diciembre medio punto hasta el 2,5.

Reformas estructurales

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en su informe Perspectivas económicas de la OCDE publicado en noviembre sobre cómo afrontar la crisis, admite que «la economía mundial se enfrenta a importantes desafíos» entre los que destaca la elevada inflación, que se ha extendido por todos los países y «todos los productos», y la guerra en Ucrania, que «incrementa los riesgos de endeudamiento en los países de bajos ingresos y la inseguridad alimentaria». La invasión rusa ha provocado un aumento de los precios de la energía que no se producía desde los años 70 y ese aumento «lastra con fuerza la economía mundial».

Factores como la subida de los tipos de interés, el menor crecimiento de los ingresos de los hogares y el descenso de la confianza, además del citado aumento de los precios de la energía, tienen como consecuencia, según la OCDE, un debilitamiento del crecimiento económico mundial. «Estados Unidos y Europa están experimentando una brusca desaceleración y se prevé que, en 2023, las principales economías de mercado emergentes de Asia representen cerca de tres cuartas partes del crecimiento del PIB mundial». El organismo prevé que la inflación siga siendo elevada en 2023, aunque cree que «debería moderarse».

En este contexto, la OCDE propone varias medidas que deberían adoptar los gobiernos. Por un lado, reformas estructurales para reducir los precios e impulsar los ingresos que tengan un efecto amplio y directo en los hogares y que reduzcan la presión de los precios. Así, plantea que se adopten políticas «como el aumento de las ayudas para guarderías y la inversión en competencias, que podrían ayudar a las mujeres y a los jóvenes a reincorporarse al trabajo, impulsar los ingresos de los hogares, el crecimiento económico y la inclusión». También defiende mantener las fronteras internacionales abiertas al comercio para mejorar el acceso a los alimentos y otros bienes a precios más bajos «impulsando el motor comercial del crecimiento».

La OCDE propone, además, invertir en seguridad energética. «Para evitar la escasez de energía y un mayor encarecimiento de la misma, es necesario reducir su uso y diversificar el suministro de forma inmediata, al tiempo que se aceleran las inversiones en tecnologías limpias y en eficiencia energética. Esta combinación de políticas mejoraría tanto la seguridad energética como las posibilidades de cumplir los objetivos climáticos».

 


LA OCDE PROPONE EL AUMENTO DE LAS AYUDAS PARA GUARDERÍAS Y LA INVERSIÓN EN COMPETENCIAS


 

Políticas fiscales

Para la OCDE es fundamental un «mayor apoyo a la política fiscal». En este sentido subraya que las medidas que se adopten para reducir el precio de la energía deben «tener un carácter temporal y estar enfocadas en preservar los incentivos para reducir el consumo de energía». Estas medidas de apoyo, añade, deberían evitar los «persistentes estímulos a la demanda», teniendo en cuenta el contexto de una inflación elevada.

“Lo que hace que la situación que enfrentamos hoy sea especialmente desafiante es que no solo enfrentamos una secuencia de eventos nefastos: la pandemia, la crisis energética, la injustificable invasión de Ucrania por parte de Rusia y la alta inflación, sino que, como resultado, el entorno alrededor de nosotros también está cambiando». Estas palabras de la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, realizadas en una intervención pública realizada en noviembre, resumen perfectamente el contexto actual de un nuevo paradigma de la economía global.

Efectos de la inflación

España lideraba cierta moderación de la inflación con bajadas desde agosto, momento en el que comenzaron a adoptarse medidas para bajar o limitar los precios energéticos, siendo entonces la alimentación la principal fuente inflacionaria.

España fue el país de la eurozona con menor inflación en noviembre, con un incremento de los precios del 6,6%, seguido de Francia, con una inflación en el mismo mes del 7,1%, según datos facilitados por Eurostat. Por el contrario, los países con una inflación más alta fueron Países Bajos (11,2%), Alemania (11,3%), Italia (12,5%) y Eslovaquia (15,1%). Además de los precios de la energía, destacaron las alzas de los precios de los alimentos procesados, el alcohol y el tabaco, con un incremento del 13,6% en noviembre, mientras que el encarecimiento de los alimentos no elaborados pasó del 15,5% en octubre al 13,8% en noviembre.

El caso de España se explica por las diferentes medidas adoptadas por el Gobierno para limitar los precios de la energía. En noviembre también adoptó acciones para hacer frente al aumento de la subida del Euribor y «facilitar el pago de la hipoteca ante el aumento de los tipos de interés».

El 27 de diciembre, el Consejo de Ministros dio luz verde a un nuevo paquete de medidas «para paliar la inflación y proteger a los colectivos más vulnerables» que incluía la rebaja del IVA del 4 al 0% en los alimentos de primera necesidad, una ayuda de 200 euros para las familias con rentas de hasta 27.000 euros y prolongar la rebaja de los impuestos de electricidad y gas.

Semestre Europeo de 2023
Los 27 acordaron el 22 de noviembre la puesta en marcha del ciclo de coordinación de políticas económicas del Semestre Europeo de 2023 para reducir la inflación y garantizar el suministro de energía, además de actuar contra el alza de la deuda y el incremento de los costes de endeudamiento y la escasez de suministros. La UE «ayudará a los Estados miembros a alcanzar estos objetivos mediante la fijación de prioridades y la aportación de orientaciones políticas claras y bien coordinadas para el año que viene», informó la Comisión Europea. Promover la sostenibilidad medioambiental, la productividad, la equidad y la estabilidad macroeconómica con vistas a fomentar la sostenibilidad competitiva, son las cuatro prioridades del Semestre Europeo a través de diferentes acciones. Entre estas destaca el Mecanismo de Recuperación y Resiliencia, con un presupuesto de 723.800 millones de euros en subvenciones y préstamos, «que sigue facilitando un flujo constante de inversiones en las empresas, las infraestructuras y las competencias europeas, además de sostener un ambicioso programa de reformas hasta 2026». Otro de los pilares del Semestre Europeo es REPowerEU, el plan de la UE para «ir suprimiendo con rapidez la dependencia de la UE de los combustibles fósiles rusos», que movilizará recursos adicionales para aumentar la resiliencia de los sistemas energéticos de la UE y ayudará a prevenir la pobreza energética mediante inversiones y reformas específicas. Desde su inicio en 2011, el Semestre Europeo se ha convertido en un foro consolidado para debatir los retos presupuestarios, económicos y de empleo de los países de la UE con un calendario anual común, y «sigue desempeñando este papel en la fase de recuperación y en el progreso de la transición ecológica y digital».

OTROS ENFOQUES

ETHIC: Entrevista de Pablo Blázquez a Carlos Torres Vila, preside del BBVA desde el año 2019 y uno de los habituales del Foro de Davos, que analiza algunos de los retos económicos más urgentes del presente y defiende que la guerra de Ucrania acelera la hoja de ruta de la descarbonización.

REAL INSTITUTO ELCANO: Federico Steinberg analiza la situación económica global en un profundo artículo titulado Nubarrones en el horizonte para la economía mundial en 2023.

WORLD ECONOMIC FORUM: Stefan Ellerbeck analiza la situación económica global a través de un grupo de expertos que consideran que «el mundo se encuentra en un punto de gran peligro económico».

«Causas de la inflación», por David Cano

EN PLENO DEBATE

DAVID CANO MARTÍNEZ,
socio de Analistas Financieros Internacionales

Twitter: @david_cano_m

"La moderación de la inflación se va a producir a un ritmo lento y serán necesarios entre 18 y 24 meses para regresar a la cota del 2,0%”

Causas de la inflación

Tras dos décadas relegada del centro de atención, la inflación ha recuperado el foco. El fuerte aumento de la tasa de crecimiento de los precios de los bienes y servicios que consumimos está siendo lo que más condiciona la actividad económica. Y también lo que más debate suscita respecto a sus causas, a las medidas para atajarla y a las perspectivas para su evolución. Vamos a tratar de dar respuesta a estos aspectos, que están interrelacionados. Porque para poder realizar una previsión sobre la tasa de inflación en 2023 y 2024 (lo que, a su vez, condicionará los tipos de interés), es imprescindible atender a las razones de su último repunte. Cabía esperar un aumento de los precios como consecuencia de la recuperación económica posterior a la COVID (desde la segunda mitad de 2020 hasta finales de 2021), pero no tan intenso. Porque tampoco se anticipaba una recuperación tan fuerte de la actividad económica, que fue rápida por el temprano descubrimiento de una vacuna eficaz y la consecución de la inmunidad de rebaño.

He aquí uno de los tres principales motores de la inflación de los últimos meses: la presión desde el lado de la demanda. Los otros dos son los factores de oferta y la elevada liquidez de los bancos centrales. Existe un intenso debate entre los economistas sobre la capacidad explicativa de la enorme base monetaria creada por los bancos centrales entre marzo de 2020 y junio de 2022 (del orden del 20% del PIB; 4 billones de EUR en el Área euro) que no hizo más que incrementar el importe creado desde la crisis financiera de 2008. En total, un 50% del PIB. Aunque existe una relación entre la cantidad de dinero y el crecimiento de los precios, el vínculo causal no tiene una importancia cuantitativa destacada. Eso es algo que está más que demostrado ya desde la década de los noventa del siglo pasado, cuando el monetarismo fue relegado de la primera línea de análisis de los bancos centrales.

Analicemos los factores de oferta que son, en mi opinión, los más relevantes para explicar el repunte de la inflación del último año. Y dentro de estos, nos referimos a dos: por un lado, el encarecimiento de las materias primas y, por el otro, a los “cuellos de botella”. En lo que respecta al alza del precio de las materias primas, ha sido generalizado e intenso entre los mínimos de primavera de 2020 (en plena pandemia el barril de petróleo llegó a tener un precio negativo) y los máximos de principios del pasado junio. Las cotizaciones (que aumentaron del orden del 300%) experimentaron un empuje adicional con el inicio de la guerra en Ucrania. Pero hoy, cuando la corrección desde los máximos es del orden del 15%, podemos considerar que este factor no solo ya no es inflacionista, sino que va a ser el principal director de la moderación de la tasa de inflación en los próximos 12 meses.

Y similar conclusión podemos extraer del otro gran “causante”: los cuellos de botella, esto es, las distorsiones en las cadenas de producción y transporte globales. Tras los máximos de finales de 2021 , la moderación está siendo muy importante, gracias en gran medida a la normalización de la disponibilidad de barcos y a la recomposición de inventarios.

En conclusión, un análisis de las razones de la inflación de los últimos 18 meses permite afirmar que los máximos han podido quedar ya atrás gracias al cambio de signo de los factores vinculados a la oferta, pero también a la menor presión desde el lado de la demanda (menor crecimiento del PIB mundial) y al reducido impacto de la abundante liquidez inyectada por los bancos centrales.

Ahora bien, la moderación de la inflación se va a producir a un ritmo lento y serán necesarios entre 18 y 24 meses para regresar a la cota del 2,0% objetivo de los bancos centrales. Pero mucho antes, tan pronto como en el próximo trimestre, éstos podrían haber dejado ya de subir los tipos de interés, ante la consecución del punto de inflexión en la inflación y haber situado los tipos en una cota en línea con la media histórica.

Es obvio que este escenario tiene uno alternativo de riesgo, que es una mayor persistencia de la inflación en altas tasas debido a potenciales efectos de segunda ronda, así como los pasos atrás que se están produciendo en la globalización. La constatación de algunos de los efectos negativos de la misma (como los cuellos de botella) está favoreciendo una relocalización de los factores productivos en las economías desarrolladas, lo que sin duda puede generar ciertas presiones al alza en los costes de producción y, con ello, en los precios de venta finales de los productos y servicios que consumimos. Si en las dos últimas décadas hemos vivido con una tasa de inflación baja gracias a los efectos de la globalización, la desglobalización de los próximos años provocará una inflación más alta. Pero será en línea con el objetivo de los bancos centrales (2,0%) gracias a la capacidad de estos, vía política monetaria, para mantenerla bajo control.

El frío invierno europeo

EN PLENO DEBATE

EL FRIO INVIERNO EUROPEO

La llegada del invierno este año viene acompañada por una grave crisis energética a la que la Unión Europea busca dar salida con medidas urgentes y excepcionales. Acabar con la dependencia energética rusa se ha convertido en uno de los caballos de batalla de los 27, sobre todo desde que Vladimir Putin invadió Ucrania en febrero de 2022. Adoptar medidas para frenar el incremento del precio del gas y la electricidad es el otro gran reto al que se enfrenta Europa en estos momentos. 

MARTA RUIZ-CASTILLO,

A esto se suman sucesos como los ocurridos a finales de septiembre en los gasoductos rusos 1 y 2 del Nord Stream, que han provocado fugas en las aguas internacionales del mar Báltico y que, según la UE, han sido «ataques deliberados». Estos gasoductos conectan directamente Rusia con Alemania. «Son tiempos difíciles, y no acabarán pronto», ha admitido la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Layen. «Pero estoy profundamente convencida de que, con nuestra unidad, nuestra determinación y nuestra solidaridad, prevaleceremos».

Medidas excepcionales

Ante esta situación, los ministros de Energía de la UE, reunidos con carácter extraordinario el 30 de septiembre, llegaron a un acuerdo político sobre la propuesta de Reglamento presentada días antes por la Comisión para hacer frente a los altos precios de la energía. Los ministros acordaron una reducción global voluntaria del 10% del consumo bruto de electricidad y una reducción obligatoria del 5% del consumo de electricidad en las horas punta. También acordaron limitar los ingresos del mercado a 180 euros/MWh para los generadores de electricidad, incluidos los intermediarios, que utilizan las llamadas «tecnologías inframarginales» para producir electricidad, como las renovables, la nuclear y el lignito. Estos operadores, indicaron los ministros, «han logrado ganancias financieras inesperadamente grandes en los últimos meses, sin que aumenten sus costos operativos. Esto se debe al papel del carbón y el gas como fuentes marginales de fijación de precios que actualmente inflan el precio final de la electricidad». La idea de poner un tope al precio del gas del mercado mayorista está pensada para preservar la rentabilidad de los operadores y evitar entorpecer las inversiones en energías renovables, algo que ya se aplica en España y Portugal desde junio en el marco de la llamada «exención ibérica».

Respecto a la propuesta de la Comisión de «recaudar los ingresos obtenidos de excedentes de la producción de electricidad y una contribución solidaria de los beneficios excedentes del sector de los combustibles fósiles, que se utilizará para aliviar el impacto de los altos precios en los clientes finales y aumentar la protección a los clientes minoristas de electricidad», los ministros acordaron utilizar las medidas necesarias, en función de las circunstancias nacionales, «para recaudar y redirigir los ingresos excedentes hacia el apoyo y la protección de los consumidores, clientes finales de electricidad».


ANTES DE QUE PUTIN INVADIERA UCRANIA, LA CRISIS ENERGÉTICA YA HABÍA DADO SUS PRIMERAS SEÑALES


Contribución solidaria

También acordaron establecer una tasa de solidaridad para el sector de los combustibles fósiles. Se trataría de una contribución solidaria con carácter temporal y obligatorio a aplicar sobre las ganancias de las empresas en los sectores del petróleo crudo, el gas natural, el carbón y las refinerías a aquellas que se sitúen por encima del 20% del incremento de la media anual, teniendo en cuenta como referencia el año fiscal de 2018. Los Estados miembros también podrán establecer temporalmente un precio para el suministro de electricidad para las pequeñas y medianas empresas y ayudarlas así a contrarrestar los altos precios de la energía, y de forma excepcional y temporalmente, podrán fijar un precio por el suministro de electricidad que esté por debajo del costo. «El acuerdo alcanzado hoy supondrá un alivio para los ciudadanos y para las empresas europeas. Los Estados miembros allanarán la curva de demanda de electricidad durante las horas pico, lo que tendrá un efecto positivo directo en los precios y redistribuirán los beneficios excedentes del sector energético entre aquellos que tienen dificultades para pagar sus facturas», dijo Jozef Síkela, ministro checo de Industria y Comercio tras la reunión.

Las medidas aprobadas tienen carácter temporal y extraordinario. Los objetivos de reducción del consumo de energía se aplicarán hasta el 31 de marzo de 2023. El límite máximo obligatorio de los ingresos del mercado se aplicará hasta el 30 de junio de 2023.


LOS MINISTROS DE ENERGÍA DE LA UE HAN ACORDADO UNA REDUCCIÓN DEL CONSUMO DE GAS Y LIMITAR LOS INGRESOS DE LOS GENERADORES DE ELECTRICIDAD


La crisis, paso a paso.

Antes de que Putin invadiera Ucrania, la crisis energética ya había dado sus primeras señales con un aumento paulatino de los precios de los productos energéticos, destacando los de la electricidad y el gas. Desde septiembre de 2021 el precio de la energía es un tema recurrente en las reuniones de los jefes de estado y de gobierno de la UE y del Consejo Europeo. Así se refleja, por ejemplo, en la reunión informal del Consejo de Energía y Transporte del 22 de septiembre, cuando algunos Estados miembros expresaron su preocupación por el aumento de los precios de la energía y pidieron a la Comisión que investigara las causas de la importante subida de precios del gas y la electricidad. La comisaria de Energía, Kadri Simson, se comprometió a ofrecer una «caja de herramientas» energética con posibles medidas para la UE. Un par de semanas después, en el Consejo de Medio Ambiente celebrado el 6 de octubre, los ministros subrayaron la necesidad de emprender una acción urgente para proteger a los hogares vulnerables, y pidieron un enfoque coordinado de la UE.

El 24 de febrero de 2022 Rusia invade Ucrania. El Consejo Europeo celebró una reunión extraordinaria para abordar la situación y cuatro días después, los ministros de Energía de la UE presentaron sus puntos de vista sobre la situación y el estado de los suministros, existencias y flujos de energía en sus respectivos países. Pese a que, según dijeron, la UE no corría un riesgo inmediato de desabastecimiento de gas, incluso en el caso de una interrupción del suministro por parte de Rusia, sí plantearon la necesidad de adoptar medidas de contingencia, incluida la seguridad del suministro, la gestión optimizada de existencias y una mejor coordinación entre los socios para limitar el impacto de los precios de la energía en los hogares y las industrias.

En la reunión informal celebrada los días 11 y 12 de marzo de este año, los líderes europeos acordaron eliminar gradualmente la dependencia de la UE de los combustibles fósiles rusos e instaron a la Comisión a proponer un plan REPowerEU y pidieron otro para garantizar la seguridad del suministro y unos precios de la energía asequibles.

El 2 de mayo, los ministros de Energía abordaron el problema del suministro de gas tras la suspensión por parte de Gazprom, la empresa rusa de gas, a algunos Estados de la UE. En este encuentro analizaron el nivel de preparación de la UE en caso de una crisis de suministro y posibles medidas de emergencia y solidaridad. Ese mes, el 19, el Consejo Europeo y el Parlamento Europeo alcanzaron un acuerdo provisional sobre nuevas normas para el almacenamiento de gas a través de un reglamento cuyo objetivo es garantizar que las capacidades de almacenamiento en la UE se llenen antes de la llegada del invierno y puedan compartirse entre los países miembros «en un espíritu de solidaridad». Los legisladores aprobaron que el almacenamiento subterráneo de gas en el territorio de la UE debe llenarse al menos al 80% de su capacidad antes del invierno de 2022-2023 y al 90% antes de los siguientes períodos invernales.

Los 27 alcanzaron en la reunión del Consejo Europeo celebrado el 20 de octubre en Bruselas un «importantísimo acuerdo» en materia energética para poner en marcha las medidas propuestas por la Comisión, informó el presidente del Consejo, Charles Michel. «Hemos acordado actuar juntos, como europeos, para conseguir tres objetivos: precios más bajos, garantizar la seguridad del suministro y seguir trabajando para reducir la demanda».

A grandes males…

Teniendo en cuenta las diferentes combinaciones energéticas, condiciones y circunstancias de los Estados miembros, los líderes europeos han revisado en los últimos meses el progreso en la eliminación gradual de las importaciones rusas de gas, petróleo y carbón. Además, han pedido al Consejo diversificar más las fuentes y rutas de suministro energético, acelerar el despliegue de las energías renovables, seguir mejorando la eficiencia energética, y la interconexión de las redes europeas de gas y electricidad mediante la inversión en infraestructura. Todo ello encaminado a evitar o reducir al máximo el impacto sobre los ciudadanos.

Postura española

España, si bien parte de una mejor posición que otros países de la UE porque no depende tanto del gas ruso y cuenta con un tercio de la capacidad de regasificación del conjunto de la UE, ha fijado también un objetivo de reducción de consumo de gas del 7%. El 1 de agosto, el Consejo de Ministros aprobó un Real Decreto-ley de medidas de ahorro, eficiencia energética y reducción de la dependencia energética del gas natural. Incluye diversas actuaciones, como fomentar el uso del transporte público reduciendo total o parcialmente el coste de los títulos de trenes, autobuses o metro durante los meses de septiembre a diciembre para «contribuir a disminuir nuestra dependencia energética y nuestra huella de carbono». El decreto-ley establece un «Plan de choque de ahorro y gestión energética en climatización para reducir rápidamente el consumo de energía en edificios administrativos, comerciales y de pública concurrencia, así como facilitar el cumplimiento de los compromisos europeos derivados del conflicto en Ucrania». El documento impulsa también la electrificación de la economía y promueve la sustitución de gas natural por gases renovables. Según el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, entre agosto y septiembre estas medidas habían permitido «reducir el consumo energético en más de un 4,6%». En el Consejo de Ministros del 20 de septiembre, el Gobierno aprobó otro Real Decreto-ley con nuevas medidas de ámbito energético, como «la rebaja del IVA desde el 21% hasta el 5% en los suministros del gas natural, pellets, briquetas y leña, con un ahorro para los consumidores de unos 210 millones de euros».

España, según el Gobierno, está desempeñando un «papel de vanguardia» en la propuesta de la Comisión Europea de desarrollar un banco para el hidrógeno movilizando 3.000 millones de euros y mantiene su compromiso de realizar una «transición energética justa y razonable», ya que es uno de los países más expuestos a las consecuencias de la emergencia climática. El Ejecutivo cuenta también con una ‘Estrategia de Descarbonización a Largo Plazo’ para reducir la dependencia de los combustibles fósiles, con un ahorro potencial superior a los 330.000 millones de euros.

Se establecerá una tasa de solidaridad para el sector de los combustibles fósiles.

OTROS ENFOQUES

EL PAÍS: Informa sobre las medidas adoptadas por los distintos países europeos para combatir la crisis energética.

EXPANSIÓN: En su blog, el director general de Renta 4, Jesús Sánchez-Quiñones, denuncia la falta de previsión de la UE en relación con la crisis energética.

ETHIC: Raquel C. Pico aborda la importancia de la electrificación como medida de transformación hacia un consumo energético sostenible.

“Prueba de fuego”, por Chema Doménech

EN PLENO DEBATE

CHEMA DOMÉNECH,
Periodista

Twitter: @chemadomenech
Linkedin: Chema
Instagram: chemadomenech

La mayoría de expertos y organismos del sector coinciden en que el futuro energético en Europa y el mundo pasa sí o sí por las renovables”

Prueba de fuego

Un pequeño empresario de la construcción se lamentaba recientemente en un foro de jóvenes ejecutivos del sector de tener instalada en la empresa maquinaria pesada modificada por el fabricante para cumplir con una estricta normativa anticontaminación que, si bien suma en el aspecto medioambiental, también resta en el de productividad. Su queja no era tanto por este motivo como por el hecho de tener la seguridad a través del proveedor de que dicha normativa sólo afecta a las máquinas destinadas al mercado europeo, mientras que las que se comercializan en países como Japón o EE.UU. lo hacen libres de esas modificaciones, es decir, más contaminantes, pero con una mayor capacidad de producción y un menor riesgo de complicaciones y averías. “En Europa pretendemos salvar el mundo mientras los países más contaminantes miran cómo nos hundimos”, vino a decir.

Ampliando el foco al que se reducen las vicisitudes de este pequeño empresario, es cierto que Europa lidera la acción en materia de lucha contra el cambio climático y es la que de forma más enérgica ha defendido en los últimos años la necesidad de una transición ecológica hacia una economía verde y descarbonizada. El Acuerdo de París de 2015, que establece el marco de acciones que deben abordar los Gobiernos para limitar el calentamiento global por debajo de los 2 grados centígrados en comparación con niveles preindustriales, sigue marcando las decisiones que a nivel regulatorio está tomando la Unión Europea en materia de economía y clima y que se materializan en grandes hitos como el Pacto Verde Europeo presentado a finales de 2019 y que constituye una hoja de ruta para alcanzar la neutralidad climática en 2050. Como continuación a ello, en junio de 2021 el Parlamento Europeo dio luz verde a la Ley del Clima de la UE, que transforma en obligación el compromiso político del Pacto Verde. En materia energética, el desarrollo de este marco normativo lleva implícita la superación paulatina de las energías fósiles como el carbón, el petróleo o el gas para dar primacía a energías renovables como la fotovoltaica, la eólica o los biocarburantes, y de esa forma revertir la tendencia de décadas de crecer más a base de contaminar más.

Todo ello con el telón de fondo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030, establecida por Naciones Unidas en septiembre de 2015, con la que los líderes mundiales se comprometieron a alcanzar una serie de metas globales para hacer frente a los grandes desafíos de la humanidad. Pero entonces llegó febrero de 2022, Putin decidió consumar sus planes de invasión de Ucrania y el marco geopolítico y económico varió radicalmente.

Como advierte Forética en su informe ODS y Visión 2050, recientemente publicado, 2022 está siendo una auténtica “prueba de fuego” para los ODS. “El aumento de la inflación, los problemas energéticos, la crisis de recursos y los problemas derivados de la geopolítica están complicando el avance global en la consecución” de la Agenda 2030, asegura el informe de esta organización referente en sostenibilidad. Y uno de los puntos críticos de esta prueba de fuego reside, precisamente, en la energía.

La mayoría de expertos y organismos del sector coinciden en que el futuro energético en Europa y el mundo pasa sí o sí por las renovables y hay incluso quienes sostienen que, por sus condiciones climáticas, países como España o Grecia están llamados a convertirse en los próximos años respecto de la energía solar fotovoltaica o eólica en lo que hoy son los de Oriente Medio respecto del petróleo. Sin embargo, la realidad muestra que los combustibles fósiles aún representan más del 80% del consumo de energía en el mundo, prácticamente el mismo porcentaje que hace tres lustros. Una situación que la guerra no ha hecho más que agravar puesto que, en respuesta a la crisis energética y al encarecimiento del gas por los cortes de suministro de Rusia hacia Europa, hay países que han vuelto a quemar carbón y a poner la mirada en la energía nuclear. Por cierto, que la nuclear y el gas son desde el pasado mes de julio consideradas por Europa energías verdes, al ser incluidas en la taxonomía de inversiones sostenibles, lo que no deja de provocar controversia.

¿Supone la crisis de la energía un frenazo radical para los planes de transición verde? Está claro que la economía no se puede permitir una escasez de energía y que, hoy por hoy, la transición hacia una energía sostenible está sin hacer. Un parque fotovoltaico puede construirse en unos meses, pero su puesta en marcha efectiva hasta que esa energía limpia se vuelque a la red, puede demorarse años por cuestiones administrativas. Es ahí donde, según los expertos, está el mayor obstáculo para lograr esa transición y el mayor reto que enfrentan los Gobiernos. Por ello, la consecuencia de esta crisis no debería ser otra que la aceleración de esa transición. Europa ya tenía una estrategia de descarbonización y crecimiento verde, que muchos países intensificaron tras la pandemia con los fondos de recuperación. Ante una crisis energética de la magnitud de la actual, no quedaría otra solución que seguir pisando el acelerador apostando por las renovables para dar la razón a esas voces que afirman que no hay otro futuro posible. Y con una implicación a nivel mundial, para no tener que dársela a quienes creen que Europa está decidida a salvar el planeta a costa de hundirse ella misma.

Rusia, un mercado sin inversores extranjeros

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RUSIA, UN MERCADO SIN INVERSORES EXTRANJEROS

La prohibición del Tesoro de EE.UU. de vender y comprar activos ha afectado directamente a los inversores estadounidenses.

Estados Unidos dio en junio una nueva vuelta de tuerca a las sanciones acordadas hasta entonces por parte de la comunidad internacional como medida de presión para que el gobierno ruso de Vladimir Putin ponga fin a la guerra en Ucrania. El Departamento del Tesoro de la Administración Biden prohibió a primeros de mes a los inversores estadounidenses comprar bonos rusos en el mercado secundario.

MARTA RUIZ-CASTILLO,

 

Antes de estas sanciones ya se habían adoptado otras que, en el caso de las estrictamente financieras, incluyen la congelación por parte de la Unión Europea de los activos de Putin y otros políticos y oligarcas rusos, o el bloqueo de las reservas internacionales de divisas del Banco Central Ruso, acordado por la UE, EE.UU., Reino Unido, Canadá, Japón, Australia y Suiza.

Un jugador menos

La prohibición del Tesoro de EE.UU. de vender y comprar activos rusos en el mercado secundario, aparte de tratar de aislar cada vez más a Putin, ha afectado directamente a los inversores estadounidenses, que ven la medida como «un mal necesario» ya que ahora tener bonos o activos rusos está muy mal visto. Al mismo tiempo, lo que se ha prohibido es que los inversores extranjeros sean oportunistas. Por tanto, «todo el que tiene intereses en Rusia tiene que estar dispuesto a perder esos activos». Así lo explica Marta Campello, socia y gestora de fondos en Abante, en una entrevista con ESCRITURA PÚBLICA.

Para comprender mejor los efectos de las sanciones del Tesoro de EE.UU. es importante saber que los inversores, en general, suelen tener en cuenta, aparte de la fluctuación de los precios, otros factores adicionales como puede ser la dificultad de vender bonos en un momento determinado y, en el caso de los mercados emergentes, como es el ruso, este es un factor esencial. Por eso, el mercado ruso «nunca ha tenido una liquidez importantísima» para los inversores estadounidenses y antes de la invasión «los bonos rusos ya estaban bastante tocados», señala Campello.

Las sanciones «han tenido, sobre todo, un impacto significativo en la liquidez de los activos rusos, incluso en la deuda del gobierno de Putin que, normalmente es lo más líquido que hay». Para entenderlo bien, Campello los explica con un ejemplo: «Si eres un inversor americano, tú tienes papel pero no puedes comprar, es decir, no puedes hacer nuevas compras pero sí puedes vender parte de lo que tienes. Tú pones ese papel en el mercado. No te lo puede comprar otro americano, aunque le parezca una buena inversión, pero si te lo compra un inversor no americano, lo puedes vender». No cabe hablar, por tanto, de que haya desaparecido la liquidez, sino que el inversor americano con bonos rusos está a expensas de los llamados ‘oportunistas’ no americanos que se lanzan a comprar a un precio muy inferior porque saben que los inversores o entidades de EE.UU. quieren deshacerse de esos activos como sea. En el caso de inversores que tienen paquetes pequeños, no tienen problemas para venderlos. «Parte de los inversores americanos están aprovechando esta situación para deshacerse de sus activos de bonos rusos», asegura Marta Campello. Dicho esto, también es verdad que el inversor americano que tiene muchos fondos de pensiones o muchísimos fondos de inversión, que normalmente sí es comprador de ese mercado, «ese sí que se ha secado, porque con las medidas del Tesoro han quitado un jugador».

 


EL INVERSOR AMERICANO CON BONOS RUSOS ESTÁ A EXPENSAS DE LOS LLAMADOS ‘OPORTUNISTAS’ NO AMERICANOS QUE DECIDAN COMPRAR A UN PRECIO MUY INFERIOR


 

Rusia y la deuda

Según la red de expertos en los mercados emergentes consultados por Abante, las autoridades rusas han castigado a los inversores extranjeros. En los vencimientos anteriores había una especie de fondo de emergencia para pagar los intereses de la deuda para que Rusia no entrara técnicamente en default (suspensión de pagos), como acabó ocurriendo a finales de junio. El martes 24 de mayo, la Oficina de Asuntos Extranjeros de Rusia anunció que no iba a extender las provisiones. «Eso se refería al vencimiento del día 25 de mayo. Como resultado, no se ha producido ningún pago de cupón, es decir, que los inversores ni siquiera pueden cobrar los cupones porque tampoco te dejan cobrar los de los bonos. Esto, básicamente, ha forzado a que el pago de intereses del 24 de mayo y del 25 de junio, al no poderse producir, obligara al Gobierno ruso a caer en default con fecha 26 de junio, después de un periodo de gracia de 30 días», nos cuenta Marta Campello.

Se supone que Rusia está técnicamente en default y si a esto le sumamos las sanciones del departamento del Tesoro de EE.UU. para que los inversores no puedan comprar, lo que ha ocurrido es que se ha «empobrecido muchísimo la liquidez del mercado porque retira un jugador importante que, por un lado, está forzado a vender pero no puede comprar.

Las sanciones financieras del Tesoro de EE.UU. perjudican a los que tenían bonos rusos, pero «es lo que hay», añade Campillo. «¿Qué pueden estar perdiendo los americanos? «Puede ser mucho dinero, pero porcentualmente, respecto al global del resto de las inversiones, esto no es muy significativo. De media tampoco es que la gente estuviera invirtiendo el 100% de sus activos en Rusia», añade la socia de Abante.

 


LA UNIÓN EUROPEA, HASTA AHORA HA SEGUIDO LAS DIRECTRICES DE LAS SANCIONES APROBADAS POR ESTADOS UNIDOS


 

La comunidad internacional, en general, lo que está diciendo es: “Vamos a perjudicar todo lo que podamos a Rusia’. En este sentido se enmarcan las sanciones aplicadas desde el inicio de la guerra por parte de la Unión Europea, EE.UU. y otros países. En todo caso, lo cierto es que la capacidad de maniobra de los inversores americanos con bonos rusos es poca porque están maniatados para poder comprar tras la decisión del departamento del Tesoro.

La posición de la UE

En cuanto a la Unión Europea, hasta ahora ha seguido las directrices de las sanciones aprobadas por Estados Unidos con medidas también muy concretas como la congelación de los activos de Putin y otros políticos y oligarcas rusos en los países miembros, o el bloqueo de las reservas internacionales de divisas del Banco Central Ruso.

«La posición de la Unión Europea y de Estados Unidos en este conflicto, por mucho que seamos socios en la OTAN, no tiene nada que ver», puntualiza Marta Campello. «Estados Unidos no tiene un problema de energía; de hecho, es exportador neto de gas y petróleo. Estamos comprando mucho más gas a EE.UU. que antes de la guerra y el país lo está vendiendo muy bien…y más que nos va a vender el próximo invierno». En opinión de esta asesora financiera, «el hecho de que Estados Unidos no tenga un problema de desabastecimiento le permite actuar de una manera diferente al que sí lo tiene, en este caso la Unión Europea».

Se han congelado los activos de Putin y otros políticos y oligarcas rusos en la UE.
Sin capacidad de maniobra

Las acciones del mercado ruso no valen nada; han caído un 80% o un 90%. Además, el mercado está cerrado para los inversores extranjeros. “Los rusos sí pueden comprar y vender acciones, pero los extranjeros no pueden vender sus posiciones», explica Marta Campello, socia y gestora de fondos en Abante. ¿Qué ha pasado con muchos fondos? Muchos de Europa del Este han cerrado, los han liquidado. «La realidad es que los inversores tienen que asumir que lo han perdido todo. Ya se verá si algún día lo recuperan, pero a día de hoy todo el mundo valora los activos rusos a cero. Alguien que quiere plantear una cartera no tiene a Rusia como un activo invertible. Y lo mismo les ha pasado a los de los bonos», cuenta Campello.

Mercado secundario

Este mercado es el que verdaderamente provee de liquidez. Para que haya mercado secundario tiene que haber mercado primario que es de donde salen las nuevas emisiones.

¿Por qué se necesita un mercado secundario? Porque, de lo contrario, no habría liquidez salvo que cada inversor se dedicara a buscar personalmente compradores. Si el mercado primario es el que posibilita que se creen nuevas emisiones, el secundario es el que permite que esas emisiones puedan cambiar de manos. Está integrado en una plataforma electrónica conectada en todo el mundo a través de la cual los inversores ven en tiempo real el precio de las acciones y bonos de los que cotizan. Con la decisión del Tesoro de EE.UU. los inversores americanos no pueden comprar títulos rusos, pero si los pueden vender, si consiguen que alguien se los compre.

OTROS ENFOQUES

FINANZAS Y DESARROLLO (FMI): Nicholas Mulder explica en su artículo El arma de las sanciones cómo estas «tienen hoy en día efectos económicos mundiales de un tamaño nunca visto».

EL CONFIDENCIAL: Daniel Iriarte se pregunta hasta qué punto las sanciones están afectando a Rusia y da respuesta a esta y otras preguntas relacionadas con las medidas restrictivas adoptadas por la comunidad internacional contra Rusia.

UNIVISIÓN NOTICIAS: El artículo incluye opiniones de expertos que apuntan a la necesidad de que Occidente intensifique las acciones contra Putin para asegurarse que las sanciones económicas surten efecto.

«¡Es la guerra!», Casimiro García- Abadillo

EN PLENO DEBATE

CASIMIRO GARCÍA-ABADILLO,
director de «El Independiente»

"Lo que está claro es que la Europa que nació tras la caída del Muro de Berlín ha dejado de existir””

¡ES LA GUERRA!

La cumbre de la OTAN de Madrid ha sido un éxito… para los intereses de Estados Unidos. Joe Biden ha logrado todos sus objetivos. Ha revitalizado una organización que estaba de capa caída, ha puesto en la diana a la Rusia de Putin y, esto es lo más importante, ha convertido a China en un enemigo potencial para Occidente.
America is back!, rezaban las crónicas de los optimistas vocacionales. Sí, América ha vuelto como líder indiscutible de occidente. Y, además, ha convencido a sus aliados para que, a partir de ahora, pongan más dinero en la cuenta del rearme.

Eso no hubiera sido posible sin la torpeza y brutalidad de Putin al atacar Ucrania sin declaración previa, con engaños, y sin que su país vecino hubiera hecho nada para provocar una invasión que viola los acuerdos a los que la propia Rusia se había comprometido cuando se quedó con el arsenal nuclear ucraniano tras la descomposición de la URSS.

Putin no ha estado bien asesorado y está demostrando ser más bravucón que inteligente. Leyó mal los acontecimientos. Se quedó con la península de Crimea en 2014 y, como no pasó nada, pensó que todo el monte era orégano. La desastrosa retirada de las tropas aliadas de Afganistán el pasado verano fue como una iluminación para el Kremlin. Putin creyó que había llegado la hora de recuperar el imperio perdido, dando por hecho que ni Europa ni Estados Unidos harían nada para impedirlo.

Pero se pasó de la raya. Los países que antes estuvieron tras el Telón de Acero pusieron el grito en el cielo. Advirtieron a gritos de que, si no se hacía nada, la invasión de Ucrania iba a ser sólo el primer paso para que Rusia llegase hasta las mismas fronteras de Alemania.

Angela Merkel, la líder indiscutible de Europa durante dos décadas, había tratado a Putin como a un amigo, a cambio de recibir gas por un tubo. Esa confianza en contar con energía barata y de sobra fue lo que llevó a la canciller a tomar la decisión de prescindir de las centrales nucleares, para alborozo de verdes y socialdemócratas. Un inmenso borrón en la brillante hoja de servicios de Merkel. Ahora, en su país y en Europa se ve como un trágico error estratégico haber dejado en manos de Rusia el suministro de más del 60% de toda la demanda energética alemana.

Las opiniones públicas de los países europeos cambiaron ante la barbaridad de lo que estaba ocurriendo en Ucrania. La fuerza de las imágenes. El descarado abuso de poder de Putin, unido a la heroica resistencia del ejército de Ucrania, han convertido a Zelenski en el jefe que necesitaba su país en el momento más crítico de su historia. La invasión, desde luego, no está siendo el paseo militar que los generales rusos preveían.

Todas las piezas del tablero comenzaron a moverse. China se puso del lado de Rusia, aunque sólo fuera por debilitar a su gran enemigo, Estados Unidos. Era un movimiento lógico. Pero también la prueba que necesitaba la Casa Blanca para apretar el acelerador y convertirse otra vez en el centinela de occidente.

China y Estados Unidos llevan mucho tiempo en guerra. Silenciosa, económica, salpicada de ciberataques,… Xi Jinping ha convertido a su país no sólo en una potencia económica, sino en un gigante tecnológico, igualando por primera vez a EE.UU. en un terreno clave para determinar la supremacía mundial: la inteligencia artificial.

China ha movido sus peones en África y Latino América. Y quiere convertirse en referente mundial para los países que no están o no quieren estar bajo el paraguas de Estados Unidos.

¿Cómo va a terminar esto? En el escenario más benigno, Putin recobraría un cierto equilibrio, la guerra concluiría a finales de este año con un pacto con Ucrania, y los precios de la energía volverían a niveles asumibles. Ese panorama idílico, por desgracia, es el menos posible de todos a día de hoy. El gran miedo lo origina la posibilidad, cada vez más probable, de que Rusia corte el suministro de gas a Alemania a la llegada del invierno. Eso provocaría la recesión en el país más grande y poderoso de Europa que, en su caída, arrastraría a toda la UE.

¡Es la guerra! Y, como ocurre con todas las guerras, se sabe como comienzan, pero nunca se sabe cómo acabarán. Lo que está claro es que la Europa que nació tras la caída del Muro de Berlín ha dejado de existir. La globalización ha durado poco más de 30 años con más cosas buenas que malas en su balance, y ahora volvemos a los bloques, a una nueva Guerra Fría, pero con un invitado estelar: China.

¿Se pudo evitar? ¿Era posible otra solución que no fuera el rearme y enseñarle los dientes a Rusia? Son preguntas que no nos ayudan mucho a comprender lo que está ocurriendo.

Cuando al frente de un país poderoso, y Rusia lo es desde el punto de vista armamentístico, hay un desequilibrado, es difícil prever cuál será su comportamiento. Por desgracia, no es la primera vez que esto sucede a lo largo de la historia. Sólo nos queda confiar en que el miedo también lo atenace a él y a su camarilla. Que el pavor ante una aniquiladora Tercera Guerra Mundial haga que Putin retire sus tropas de Ucrania y volvamos a una situación previa a la invasión.