En busca del coche perfecto

CONSUMO

EN BUSCA DEL COCHE PERFECTO

Los coches de combustión comienzan a escasear, lo que se traduce en un aumento de precios hasta en los vehículos de segunda mano.
Comprar un coche es hoy una decisión difícil. Los cambios que afectan al sector de la automoción y su futuro provocan numerosas dudas en los consumidores en el momento de decidirse por una opción u otra. Cuando la compra es obligada, los expertos recomiendan reflexionar sobre el uso que se va a dar al vehículo, las necesidades personales y también el presupuesto disponible.
MARIÁN LEZAÚN

Hasta hace poco cambiar de coche era una cuestión más o menos sencilla: el precio y los gustos personales eran los ejes de esta decisión. El cliente apenas debía elegir el modelo que mejor se ajustaba a sus gustos y necesidades y ver qué tipo de combustible era más rentable, según el estilo de conducción y el uso del vehículo. Sin embargo, comprar un coche hoy es un tema complicado que requiere, además, tiempo, para analizar todas las opciones disponibles, y también una mayor cantidad de dinero. No es que los coches sean hoy más caros que hace unos años, sino que los cambios en la industria han provocado algunas distorsiones en los precios de los automóviles que los consumidores deben asumir. La guerra de Ucrania y el encarecimiento de las materias primas, debido a la coyuntura económica, mantienen al sector en vilo y eso hace que la oferta haya descendido. Además, los grandes fabricantes se encuentran en plena adaptación de sus plantas a los nuevos vehículos y la transición no está resultando fácil. La industria de la automoción depende, en gran parte, de China, donde se encuentran sus proveedores y esta situación está lastrando el desarrollo de los fabricantes en Europa.

Aumento de precios.

Así, los coches de combustión comienzan a escasear (problemas con el abastecimiento de piezas durante su fabricación, materiales más caros, etc.) lo que se traduce en un aumento de precios hasta en los vehículos de segunda mano. Mientras, los nuevos motores (eléctricos, híbridos, híbridos enchufables, con hidrógeno) siguen siendo caros para los consumidores medios como reflejan las ventas. De hecho, aunque los datos del Gobierno y de la patronal del sector, Anfac, vaticinaban unas ventas superiores a los 122.000 coches eléctricos para el cierre de 2022, la realidad ha arrojado ventas por debajo de las 80.000 unidades, la mitad de ellos híbridos enchufables. Lejos quedan así las necesidades del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima que estiman un total de cinco millones de vehículos eléctricos (de todo tipo, no solo turismos) circulando en España para el año 2030.

 


LOS NUEVOS MOTORES (ELÉCTRICOS, HÍBRIDOS, HÍBRIDOS ENCHUFABLES O CON HIDRÓGENO) SIGUEN SIENDO CAROS PARA LOS CONSUMIDORES MEDIOS


 

Entonces, ¿cuál es el origen de esta ralentización? Los consumidores reconocen que, en muchos casos, el principal hándicap es el precio, aunque en el mercado pueden encontrarse modelos desde los 10.000 euros. Sin embargo, esos coches eléctricos más asumibles no cumplen con las prestaciones y las necesidades a las que estaban acostumbrados los conductores españoles y el resto sigue resultando caro para la gran mayoría: los modelos con buenas prestaciones superan los 40.000 euros. Ni siquiera las ayudas oficiales animan a la compra porque, según fuentes del sector, son insuficientes y no se ajustan a la realidad de los clientes. No obstante, fabricantes y vendedores apuestan por este modelo que, poco a poco, gana adeptos, pese a la desventaja que representa su precio. “Una cosa es el precio de adquisición del vehículo y otra el coste del uso por kilómetro. Es cierto que el precio de un coche eléctrico es superior al de uno con motor de combustión, pero recargar un vehículo eléctrico sigue siendo muy competitivo respecto a un modelo de combustión”, aclara Jaime Barea, director corporativo de la Asociación Nacional de Vendedores y Reparadores de Vehículos (Ganvam).

Además, los consumidores se muestran cautelosos debido a los cambios legislativos que afectan al sector y las expectativas futuras sobre la movilidad, especialmente en las grandes ciudades. Puede que, en un corto periodo de tiempo, el acceso en coche al centro de las ciudades esté reservado para unos pocos o que veamos vehículos sin conductor o nuevos modelos de transporte antes de lo que imaginamos. Pero habrá que esperar y ver cómo el sector evoluciona realmente. El momento clave será el año 2035, anunciado por Europa como el fin de la fabricación de los coches con motores de combustión.

 


HASTA HACE POCO CAMBIAR DE COCHE ERA UNA CUESTIÓN MÁS O MENOS SENCILLA: EL PRECIO Y LOS GUSTOS PERSONALES ERAN LOS EJES DE ESTA DECISIÓN


 

Puntos de recarga.

Tampoco ayuda la falta de puntos de recarga. A cierre de 2022, en España había 16.565 puntos de recarga públicos para coches eléctricos, según el barómetro de electromovilidad de Anfac. De estos, el 81,5% son de baja potencia, lo que significa que tienen tiempos de carga de entre tres y 19 horas. Solo había a cierre del año pasado, 412 puntos que permitían recargar el vehículo en menos de media hora. “Es cierto que queda mucho trabajo por hacer en lo que se refiere a la recarga vinculada, pero si contamos con que hay unos 24 millones de turismos en España y de estos, un 30 por ciento sí dispone de parking en propiedad, estamos hablando de que se pueden alcanzar más de 7 millones de puntos de recarga vinculada cuando el objetivo del Gobierno es que para 2030 haya 5 millones de vehículos eléctricos de toda tipología en circulación”, explica Barea.

Desde Gavam apuntan que hay margen suficiente para que se sumen a la movilidad eléctrica aquellos usuarios que dispongan de capacidad de recarga vinculada. “Además, el despliegue de infraestructura de recarga pública debe desarrollarse con mayor velocidad, eliminando todas las barreras aún existentes y la incertidumbre que el cliente pueda tener”, añade Barea.

Por eso, ante las dudas los expertos recomiendan más que nunca pedir asesoramiento. “Con el mercado actual hay que dejarse asesorar por un vendedor profesional. En función del presupuesto, le recomendará la solución de movilidad que mejor se adapte a lo que necesita. Además, si el comprador se decanta finalmente por un vehículo usado, tendrá certeza de que es una operación fiable, con contrato, garantía e historial de mantenimiento certificado”, explica Barea. En internet existen, no obstante, cientos de páginas en las que buscar y comparar las mejores opciones disponibles en cada momento.

Ventajas o desventajas del coche eléctrico

La apuesta oficial por el coche eléctrico mantiene al mercado dividido, especialmente a los conductores que se han visto en la obligación de cambiar de vehículo. La primera ventaja del coche eléctrico es, efectivamente, su reducido impacto medioambiental. A diferencia de los vehículos de combustión interna, el coche eléctrico no emite ningún gas de efecto invernadero mientras circula, aunque tiene otro impacto que hay que considerar. Los nuevos componentes necesarios para el vehículo eléctrico y conectado, como las baterías y los microchips necesitan materias primas minerales no empleadas en automóviles convencionales. Se trata de grandes cantidades de litio, cuya extracción no siempre es muy respetuosa con el medioambiente. Asimismo, el reciclaje de las baterías, cuya vida útil es de unos 10 años, implica también un problema medioambiental de gran envergadura.

Modelos para todos los gustos

En el mercado del automóvil conviven actualmente diferentes modelos de turismos, según la alimentación del motor. En un primer grupo se encuentran los vehículos de combustión térmica (gasolina o diesel) que, según las previsiones, desaparecerán en menos de treinta años. En un segundo grupo se encuentran los motores más avanzados que corresponden a los coches eléctricos y los híbridos (combinan la combustión y la electricidad). Dentro de estos últimos los hay enchufables (requieren carga externa) y otros que se recargan solos. Para hacerse con uno de estos modelos, los compradores cuentan con importantes ventajas ya que, además de la ayuda del Gobierno, recogida en el Plan Moves III, los coches eléctricos ofrecen otras ventajas en función de la Comunidad en la que circulen: exenciones de pago en zonas de aparcamiento reguladas, puntos de recarga gratis, etc. En el mercado existen también los vehículos alimentados por hidrógeno, mucho más sostenibles que los eléctricos, pero cuyo desarrollo es menor. Por último, los compradores pueden optar por el mercado de segunda mano, que se encuentra más activo que nunca y que responde de manera rápida a las necesidades de los clientes.

Por si las dudas

Ministerio de Industria: En su página web se pueden consultar todas las ayudas disponibles para la compra de vehículos eléctricos, así como la normativa sobre el sector de la automoción.

Anfac: La patronal del sector del automóvil publica datos oficiales sobre ventas en España, así como tendencias y cambios en el mercado.

Faconauto: La federación de asociaciones de concesionarios publica estadísticas de ventas, noticias del sector y, también los últimos avances en movilidad sostenible.

Ganvam: La organización de distribución y reparación de vehículos en España recoge en su página toda la información relativa al comercio del sector. Incluye estadísticas, perspectivas y tendencias.

«Movilidad sostenible y vehículos eléctricos», por Olga Ruiz Legido

CONSUMO

OLGA RUIZ LEGIDO,

presidenta de Facua

"El futuro de la movilidad no puede descansar en la sustitución sin más del vehículo de combustión por el eléctrico"

Movilidad sostenible y vehículos eléctricos

¿Es el vehículo eléctrico la solución para conseguir una movilidad más sostenible?
Para responder esta pregunta desde una óptica consumista y comprometida con los objetivos de desarrollo sostenible, es preciso contextualizar esta opción de movilidad y analizar las implicaciones que tiene, hoy por hoy, el coche eléctrico.

El transporte es responsable de una cuarta parte de las emisiones de CO2 en la Unión Europea (UE) que, mayoritariamente, provienen del transporte por carretera, según un informe de la Agencia Europea del Medio Ambiente (EEA): coches, furgonetas, camiones y autobuses producen más del 70% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero.

Reducir los efectos adversos del transporte es uno de los principales objetivos políticos de la UE. Según determina la EEA, las líneas fundamentales de actuación consisten en desplazar el transporte hacia modalidades menos contaminantes y más eficientes; hacer uso de tecnologías avanzadas de transporte; implementar combustibles e infraestructuras más sostenibles, y garantizar que los precios del transporte reflejen plenamente los efectos adversos en el medio ambiente y en la salud. La descarbonización del transporte centra una de las líneas estratégicas de las políticas europeas.

Entre los objetivos de desarrollo sostenible y de lucha contra el cambio climático de la UE se sitúa el de alcanzar la neutralidad climática. Para ello, el reto fijado es una disminución del 90% de las emisiones de gases invernadero generadas por el transporte para 2050, respecto de los niveles de 1990.

Así lo estableció la Comisión Europea en el Pacto Verde Europeo en diciembre de 2019, donde recogió el compromiso de una Europa climáticamente neutra para 2050, compromiso político que devino en obligación legal tras aprobarse la Ley Europea del Clima en 2021.

Para la consecución de los objetivos de sostenibilidad y neutralidad climática aprobados por la Comisión y el Parlamento Europeo, el desarrollo de modelos de transportes sostenibles es crucial, pero, además, debe ir de la mano de otros atributos que permitan garantizar la movilidad como un derecho de todos y todas. En este sentido, la movilidad debe ser sostenible pero también segura, asequible y accesible para el conjunto de la población.

La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas y sus objetivos de desarrollo sostenible expresamente reconoce el derecho de todas las personas a tener acceso a sistemas de transporte seguros, asequibles, accesibles y sostenibles.

En España, la Ley 7/2021, de 20 de mayo, de cambio climático y transición energética, recoge esos objetivos y la implantación de formas de desplazamientos alternativas y más sostenibles, entre las cuales hace una apuesta por el vehículo eléctrico, pero también prioriza la necesaria reducción del transporte individual en beneficio de los sistemas colectivos y de otros modos no motorizados de transporte (pie y bicicleta), desarrollando aquellos que hagan compatibles crecimiento económico, cohesión social, seguridad vial y defensa del medio ambiente.

En este contexto político y legislativo se está desarrollando una intensa campaña de promoción del coche eléctrico. Se habla de objetivos a medio y largo plazo de sustitución del parque de coches de combustión por coches eléctricos. Sin embargo, debemos preguntarnos si en el vehículo eléctrico está la solución para una movilidad sostenible y si esta estrategia de gobiernos e industria ayuda realmente a un cambio de modelo que atienda las necesidades de todos y también del planeta.

El vehículo eléctrico se presenta como la alternativa más limpia, pero es preciso tener en consideración determinados condicionantes que se dan en la actualidad: no solo deben ser tenidas en cuenta las emisiones de CO2 que produce un coche durante su uso; también las que se causan durante su producción y en la gestión de sus desechos tras su vida útil. La producción y eliminación de un coche eléctrico tiene un impacto medioambiental significativo y mayor que un vehículo de combustión. Las baterías y motores suponen, hoy por hoy, un importante problema medioambiental al necesitar recursos escasos y materiales contaminantes en su fabricación.

El origen de la energía eléctrica necesaria para su utilización también es un factor determinante en la reducción de las emisiones de CO2, debiendo ir vinculado a un crecimiento exponencial de su origen renovable. El coche eléctrico es más limpio a medida que la proporción de electricidad proveniente de fuentes renovables aumente y se avance en baterías más sostenibles.

Las poco desarrolladas infraestructuras de recargas en España y el precio de venta y mantenimiento del vehículo eléctrico también representan claras desventajas que impiden que pueda ser una alternativa accesible y asequible para la mayoría de la población y marca claras diferencias sociales.

De otra parte, debe tenerse en consideración el impacto del vehículo privado en las ciudades (ya sea combustión o eléctrico) y los problemas que genera en cuanto a desplazamientos y ocupación del espacio público y cómo condiciona el propio modelo urbanístico.

El futuro de la movilidad no puede descansar en la sustitución sin más del vehículo de combustión por el eléctrico. Un cambio hacia una movilidad sostenible no representa solo un cambio de tecnología; ha de tener en consideración la necesidad de decrecimiento. Necesitamos también menos coches.

El coche eléctrico es una pieza en la movilidad sostenible pero no debe ser la única, ni ha de ser el objetivo central de la misma. Es preciso revertir el patrón de crecimiento continuo de vehículos privados e impulsar fórmulas colectivas y otras alternativas para los desplazamientos.

¿Necesitamos tanta ropa?

CONSUMO

¿NECESITAMOS TANTA ROPA?

La producción de ropa se ha duplicado en la última década, con una estimación de 100.000 millones de prendas fabricadas al añoLa producción de ropa se ha duplicado en la última década, con una estimación de 100.000 millones de prendas fabricadas al año.
Acumular ropa en nuestros armarios se ha convertido en un grave problema para el medio ambiente. Si, además, esa ropa que infrautilizamos no cumple con los estándares mínimos de calidad, o termina en la basura, el problema se agrava. La moda de usar y tirar (fast fashion) es ya una gran amenaza para el planeta y tanto productores como consumidores debemos empezar a tomar medidas urgentes.
MARIÁN LEZAÚN

Las imágenes de montañas de ropa pudriéndose al sol en el desierto de Atacama (Chile) o en los enormes vertederos de países africanos, como Ghana, son solo la punta visible de un problema mucho más profundo: la sobreproducción de ropa y la calidad de la misma. Organizaciones internacionales, instituciones multilaterales y gobiernos llevan tiempo pidiendo un mayor control sobre ciertas prácticas de la industria textil, pero también sobre el consumo desmesurado de ropa. Y es que, si hace apenas una década el comercio online era el gran desafío para la industria de la moda, la sostenibilidad, el reciclaje y el compromiso con el entorno natural y social son hoy los grandes retos de un negocio que solo en España representa el 2,8% del total del PIB y supone más del 4,3% del empleo, según datos del Centro de información Textil y de la Confección (Cityc).

Responsabilidad social

La moda es un sector que crea riqueza, que genera empleo, que sitúa a España en los puestos de cabeza del mapa del comercio internacional, pero que tiene que mejorar en muchos aspectos porque la sombra del desperdicio, la contaminación y la responsabilidad social ensombrecen el mercado. Por eso, la Unión Europea lanzó el año pasado una nueva estrategia para la industria textil y su distribución, que implica tanto a los productores como a los consumidores, cuyo objetivo principal es sanear un sector estratégico. Dicha estrategia incluye desde un nuevo reglamento sobre el diseño de los productos hasta la necesidad de crear nuevos etiquetados que incluyan información más clara sobre las prendas o la puesta en marcha de controles para evitar el llamado blanqueo ecológico de las marcas. También se necesitan, según expertos europeos, planes más ambiciosos para abordar la exportación de residuos o el impacto de los microplásticos.

 


FABRICAR ROPA EXIGE UN CONSUMO DE GRANDES CANTIDADES DE AGUA, DE PRODUCTOS QUÍMICOS Y DE ENERGÍA


 

Se trata de atajar un problema que nos afecta a todos. La producción de ropa se ha duplicado en la última década, con una estimación de 100.000 millones de prendas fabricadas al año, mientras el tiempo medio de uso de cada prenda se reduce hasta un 40%. En algunos casos, ese uso se limita a una ocasión o incluso a ninguna. La culpa es de la denominada fast fashion que desde hace un tiempo tira del sector. Una moda barata, de consumo rápido y que se adapta a las tendencias del mercado sin reparar en el enorme impacto ambiental que supone. Porque fabricar ropa exige un consumo de grandes cantidades de agua, de productos químicos y de energía. Es por eso que las organizaciones medioambientales reclaman un mayor compromiso de todos los agentes implicados en el sector, formado por grandes conglomerados empresariales y miles de pequeñas firmas, para cumplir con las medidas necesarias. Se trata de adoptar los principios de la economía circular al modelo de producción de textiles. Es decir, utilizar materias primas y recursos más sostenibles, al tiempo que se reduce el consumo de agua, de energía y se crean sistemas de reutilización y reciclaje de esos productos. “También necesitamos que las grandes plataformas de comercio online mejoren la gestión de las devoluciones y colecciones pasadas que pueden acabar en vertederos sin cumplir con los requisitos de la circularidad”, explica Ojeda. Para paliar ese problema, muchas empresas de distribución permiten ya a sus colaboradores recuperar los productos no vendidos y donarlos a plataformas que se encarguen de darles una segunda vida, pero son iniciativas que tienen que ir unidas a una mayor calidad de los productos. “Si esos productos no son duraderos el problema continúa”, advierte.

Reducción de la huella ambiental

De momento, son las firmas más pequeñas las que abanderan la reducción de la huella ambiental y las que están liderando los proyectos más comprometidos. Cada vez hay más firmas que acreditan el uso de materias primas de calidad, de origen sostenible o negocios basados en la recuperación, la donación o un uso más amplio de las prendas de vestir. También las grandes marcas están lanzando campañas de impacto en las que prometen tejidos sostenibles, productos fabricados con materiales reutilizados o el reciclado de las prendas. Muchas, incluso se han aliado con otras empresas para dar salida a sus productos caducados. Es el caso de Inditex que apoya la red de tiendas de segunda mano creadas por Cáritas (Moda-re) para la ropa donada o que ha instalado contenedores en sus tiendas para reciclar la ropa usada. También H&M y otras marcas recogen ropa usada en sus establecimientos. “El problema es cuando ese reciclado se premia con bonos para seguir comprando más ropa, el problema sigue ahí”, explica Ojeda. Por eso, esta experta apuesta por cambiar el modelo. “Necesitamos acabar con esa producción excesiva de ropa, con la temporalidad de las colecciones, con la mala calidad de muchas prendas”, reconoce. “Mucha de la ropa que entra en las cadenas de reciclado no se puede recuperar porque sus fibras no tienen la calidad suficiente para volver a fabricar nuevos tejidos con ellas”, lamenta.

 


LA SOSTENIBILIDAD, EL RECICLAJE Y EL COMPROMISO SON LOS GRANDES RETOS DE UN NEGOCIO QUE SOLO EN ESPAÑA REPRESENTA EL 2,8% DEL TOTAL DEL PIB


 

Para los expertos, la innovación y los principios de la economía circular deberían extenderse a todo el sector. “Todas las marcas de moda deberían incorporar la circularidad e invertir más en innovación. Veo un futuro donde la moda será 100% biodegradable, porque ya hay países, como Alemania, Portugal o Dinamarca, que están dando pasos en ese sentido”, explica Nuria Neira, experta en consultoría de marketing y retail para marcas emergentes de moda y belleza. Neira, que acaba de publicar La nueva era de la moda, reconoce que “la sostenibilidad demostrada es aquella que se pueda verificar en las diferentes fases de la cadena de valor de una firma de moda, desde la selección de tejidos hasta la comercialización. En este proceso nos encontramos con aspectos medioambientales, económicos y sociales. No es suficiente que un tejido sea orgánico si los trabajadores que confeccionan esa prenda, los proveedores o incluso los propios fundadores de la marca no tienen un salario digno”, apunta.

Moda que contamina

Según un estudio de la Agencia Europea de Medio Ambiente (EEA), el sector de la moda ocupa el cuarto puesto por consumo de agua y el uso de materias primas en la Unión Europea. El calzado, la ropa y los textiles provocan, después de los alimentos, la segunda mayor presión sobre el uso de la tierra, y también una gran cantidad de contaminación química y del agua. Se estima que la ropa es responsable de la producción de 8 millones de kilos de plásticos y del vertido del 35% de los mismos a los mares y océanos en forma de microfibras. Algunas fibras textiles como la licra pueden tardar hasta 200 años en degradarse, según diversos estudios. El informe de la EAA también muestra que la producción de moda para el mercado europeo causa además enormes cantidades de emisiones contaminantes.

¿Qué puede hacer el consumidor?

Como consumidores responsables hay muchas medidas que podemos tomar para amortiguar el impacto de la fast fashion en nuestro planeta. La primera pasa por no comprar más ropa de la que vayamos a usar: solo hay que pensar en toda aquella que ya tenemos en el armario y hace tiempo que no utilizamos. No se trata de dejar de consumir sino de hacer un uso más consciente de los productos. “Hay que concienciar y divulgar. La moda no solo sirve para vestirnos, es una forma de expresión, es una manera de vivir. La moda es bienestar, no solo hay que preocuparse por alimentarse sano, también por vestir sano. Imparto clases a las nuevas generaciones y afirmo que son los que mejor entienden estos parámetros”, explica Nuria Neira, experta en marcas emergentes de moda y belleza. En la misma línea, Celia Ojeda, de Greenpeace, reconoce que la llamada Generación Z (los nacidos a finales de la década de los noventa) lideran este cambio mediante el consumo de moda sostenible, vegana y creando negocios que permiten un uso más amplio de la ropa y los complementos. Los expertos recomiendan también recurrir a la donación, el reciclaje, el arreglo de prendas y las tiendas de segunda mano. Cualquier cosa es mejor que ver esos montones de ropa en los vertederos de medio mundo, señalan desde Greenpeace. Por eso, los consumidores debemos apostar también por aquella moda de mayor calidad, que no utilice materiales contaminantes y que, a la larga, mejore su uso y su recuperación también.

Por si las dudas

Unión Europea: La UE lanzó hace un año la Estrategia sobre Textiles con la intención de impulsar la sostenibilidad en el sector, implicando a todos los eslabones de la cadena, desde la producción textil al consumidor.

Las marcas más sostenibles: Desde esta web que promueve la sostenibilidad en todos los sectores de la economía española, se pueden consultar más de cincuenta marcas de ropa sostenible y cuál es su estrategia

Moda España: La patronal de empresas de moda recoge en su web todas las novedades que afectan al sector de la moda en España.

«Acabar con la ropa de usar y tirar», por José Ramón Lozano Petit

CONSUMO

JOSÉ RAMÓN LOZANO PETIT,
secretario General de la Federación UNAE

"Se calcula que los consumidores desperdiciamos 460.000 millones de euros anuales en ropa desechada"

Acabar con la ropa de usar y tirar

La industria textil es una de las más contaminantes del mundo ya que siempre se ha basado en un modelo de consumo lineal (extraer, producir y desperdiciar), que a menudo no prioriza la calidad, la durabilidad y la reciclabilidad en el diseño y la fabricación de prendas de vestir. Ello supone gastar enormes cantidades de recursos para fabricar y crear ropa, la mayoría de la cual además es importada, de escasa calidad y que no respeta los derechos laborales, cuyo ciclo de vida es muy corto y se descarta rápidamente, lo que supone un grave problema medioambiental.

Algunos datos nos permiten concretar este impacto ambiental de la industria textil, que la sitúan como una de las más contaminantes: cada año se producen 100.000 millones de prendas, de las cuales el 75% acaban en vertederos, mientras sólo el 25% son reutilizadas. Esto genera el 8% de las emisiones de CO2, es decir, 850 millones de toneladas anuales, y produce el 20% de las aguas residuales, que además son altamente contaminantes por los productos químicos utilizados en la producción; sin olvidar el desprendimiento de micro plásticos de los tejidos sintéticos y el calzado durante todas las fases de su ciclo de vida. Por ejemplo, para fabricar un solo pantalón vaquero se emiten a la atmósfera 13 kilos de dióxido de carbono, y se utilizan 10 litros de productos químicos y tintes.

En cuanto a la cantidad de agua necesaria para producir una prenda, unos vaqueros requieren hasta 10.000 litros entre todos los procesos, incluyendo la fabricación del tejido, producción y lavados; un traje de chaqueta de lana utiliza entre 4.000 y 5.500 litros; unos zapatos de piel 8.000 litros y unas zapatillas de deporte 4.400; una camiseta de algodón 2.700 litros, más que un jersey, que usa 2.200, mientras una camisa sintética “sólo” requiere 1.500 litros.

Otro factor importante es la pérdida económica en recursos, energía y materias primas, ya que se calcula que los consumidores desperdiciamos 460.000 millones de euros anuales en ropa desechada. Además, se está perdiendo la costumbre tradicional de arreglar las prendas en casa.

Sin duda, la mayoría de los consumidores desconocemos estos datos cuando compramos o tiramos una prenda de ropa, pero resultan muy preocupantes y merecen una profunda reflexión tendente a modificar nuestros hábitos, ya que las decisiones de compra que tomamos influyen de forma muy importante en los productores y en el impacto global de esta industria, aunque a veces aún estamos demasiado influenciados por la presión de la moda y de la publicidad.

No obstante, los jóvenes son los más sensibles a este problema, se preocupan mucho porque el origen de la ropa sea sostenible y no tienen tantos prejuicios a la hora de comprar o intercambiar ropa de segunda mano, lo que ha provocado el auge de algunas tiendas y plataformas que apuestan decididamente por un concepto de moda circular y sostenible, que incluso se anuncian en televisión, dando una segunda vida a las prendas que otras personas ya no utilizan.

Por tanto, hay un cierto auge de la moda sostenible debido a una mayor demanda de consumidores más concienciados, que prefieren ropa de cultivo orgánico y sostenible y más respetuosa con el medio ambiente y, consciente de esta preocupación creciente en la sociedad, la industria ha propuesto algunas soluciones que publicitan como un valor añadido.

Así, algunas grandes cadenas de distribución textil se han apuntado al reciclado de fibras o a la reutilización de materiales y tejidos aprovechables por la industria, ofertando desde colecciones con ropa reciclada hasta campañas y promociones que incentivan o remuneran la entrega de ropa usada a cambio de descuentos o ventajas adicionales en la propia tienda, o incluso incluyen etiquetas con un código QR que va apareciendo a medida que la prenda llega al final de su vida útil.

Incluso existen marcas específicas cuyo catálogo de ropa y complementos está completamente elaborado con materiales reciclables y reciclados, y que hasta facilitan la información sobre la huella ecológica de sus productos o, por ejemplo, cuántas botellas de PET han sido empleadas en la fabricación de una prenda, lo que ofrece mayor información al consumidor y permite cerrar el círculo de la sostenibilidad.

Sin embargo, estas iniciativas aún son claramente insuficientes cuando no, a veces, un mero reclamo publicitario, sobre todo si consideramos que la producción mundial de ropa y calzado casi se duplicó entre los años 2000 y 2015, y se espera que aumente un 63% hasta 2030, lo que incrementa aún más el impacto medioambiental de este sector económico. Por estos motivos la Unión Europea ha tomado cartas en el asunto y ha presentado una nueva estrategia para el sector textil, que apuesta decididamente porque los consumidores dispongan de ropa sostenible, que además sea fácil de reparar y de reutilizar, evitando el actual e insostenible modelo lineal de producción y consumo.

El boom de los paneles solares

CONSUMO

EL ‘BOOM’ DE LOS PANELES SOLARES

La demanda de instalación de paneles solares para uso doméstico y empresarial se ha disparado este año hasta un 30% respecto a 2021, que ya fue un año histórico para el sector. Las placas solares se utilizan para usos agrícolas, industriales y domésticos y se han convertido en la gran baza de las energías limpias.
MARIÁN LEZAÚN

El precio de la luz, una creciente conciencia medioambiental y la posibilidad de contar con el sol como recurso explican el boom de este negocio. Por eso, cada vez son más las personas que optan por invertir en sus propias instalaciones y aprovechar las ventajas y ayudas que se ofrecen en el sector fotovoltaico. No obstante, los expertos recomiendan informarse bien, comparar precios y ver qué posibilidades existen en el mercado para elegir la mejor opción.

Instalaciones de autoconsumo

Desde hace meses, el sector de la energía copa titulares, conversaciones y proyectos de inversión de familias y empresas. Reducir la factura de la luz y del gas, hacer frente a las consecuencias de la inestabilidad de los precios y aprovechar las posibilidades de autoconsumo se han convertido en una prioridad para muchas personas en nuestro país. Así, contar con un tejado, grande o pequeño, o una superficie disponible para instalar paneles fotovoltaicos es hoy una gran baza para superar la actual crisis energética. Además, los que no tienen esa suerte, también cuentan con opciones disponibles. Se trata de las llamadas instalaciones de autoconsumo remoto que permiten participar de las ventajas de la energía solar contratando el servicio a un tercero y gestionando el suministro de manera digital.

 


EL PRECIO PROMEDIO DE UNA INSTALACIÓN DE PLACAS SOLARES SE SITÚA EN LOS 5.000 EUROS


 

Los expertos en consultoría energética, consultados por Escritura Pública, señalan que la previsión oficial de alcanzar los 14 GW de autoconsumo en 2030, dentro de los planes de la Comisión Europea para España, está más que superada y que el mercado vive su mejor momento. Según datos de la Unión Española Fotovoltaica (UNEF), existen en la actualidad 150.000 instalaciones fotovoltaicas, pero en un periodo no muy largo podría alcanzarse el millón. El Instituto de Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) sitúa el reto en los 30 GW en menos de diez años. De hecho, en España existe un recorrido enorme si tenemos en cuenta que países con menos horas de luz solar, como el caso de Alemania, cuenta con dos millones de instalaciones.

Lo importante, según los expertos, es que esas instalaciones respondan a nuestras necesidades reales y que se rentabilicen de la mejor manera. En este sentido, Jorge Morales, experto y divulgador del sector eléctrico, recuerda la existencia de las llamadas baterías virtuales. Se trata de la posibilidad que ofrecen las comercializadoras de comprar los excedentes energéticos de los hogares. Esas baterías lo que hacen es calcular el consumo de la vivienda, la producción de los paneles y ver si la energía que sobra se puede utilizar en una segunda vivienda, por ejemplo, guardar para meses de menor radiación solar o vender a la red. Por eso, no está de más hacer un estudio previo y valorar las diferentes opciones contando con la experiencia de los profesionales.

Antes de empezar, los consumidores deben ver qué posibilidades ofrece la vivienda (orientación, superficies disponibles, metros, etcétera) y el consumo energético de la misma. En internet existen numerosas calculadoras que te permiten hacer un cálculo aproximado de las necesidades y el consumo de cada hogar. También se recomienda adaptar de manera previa todos los cerramientos y estancias para conseguir el máximo aprovechamiento de los recursos. Después, hay que pedir presupuesto a un instalador (actualmente existe una oferta muy amplia en todas las comunidades autónomas) y decidir qué es lo que nos conviene. De cualquier forma, para un hogar medio la inversión no es elevada y se puede conseguir un ahorro de hasta el 50% en la factura eléctrica, dependiendo de la clase de paneles que se instalen. Hay que tener en cuenta que esa factura no solo recoge el consumo de electricidad, sino que incluye otra serie de impuestos, gastos de distribución y tasas que debemos pagar de igual manera a la comercializadora.

¿Cuánto cuesta una instalación?

Es complicado dar un precio exacto, aunque sí se puede dar una aproximación teniendo en cuenta el gasto medio de los españoles en este producto, según la Unión Española Fotovoltaica (UEF). Así, el precio promedio de una instalación de placas solares se sitúa en los 5.000 euros, incluyendo equipos y mano de obra. Hay que tener en cuenta que el coste por vatio no es el mismo para todos los casos ya que depende del tamaño de la instalación, de la ubicación y de los materiales utilizados que no son todos iguales. Se calcula una potencia media para los hogares de 3.000 vatios y diez paneles solares para cubrir esas necesidades. Sin embargo, las instalaciones dependen mucho de las condiciones del tejado, las horas de luz, el consumo diario y de muchos otros hábitos de consumo. Durante este año, los inversores pueden beneficiarse, además, de las ayudas oficiales disponibles.

¿En cuánto tiempo recuperaré la inversión?

Todo depende del tipo de paneles, de las características de la instalación y del consumo de la vivienda. Lo que está claro es que, a mayor número de horas de luz y mejor orientación de los paneles, más rentable será la instalación. “Una instalación en Andalucía se amortizará antes que una en Asturias. Además, cuanto más electrificada esté la vivienda y menos consumo de combustibles fósiles (gas para la calefacción, gasolina para el coche), más rentable”, explican en UEF. Y es, cuanto más coincida nuestro consumo eléctrico con la generación de las placas fotovoltaicas (horas de sol) más rentable será la instalación. Según datos del sector, una instalación de autoconsumo fotovoltaico se amortiza en unos ocho o nueve años, que se reducen si vamos añadiendo cada uno de los supuestos anteriores que nos permiten aprovechar más la instalación. Puede llegar incluso a 4 años si en el ayuntamiento existe alguna deducción fiscal al IBI e ICIO o el propietario se acoge a alguna subvención.

 


SE CALCULA UNA POTENCIA MEDIA PARA LOS HOGARES DE 3.000 VATIOS Y DIEZ PANELES SOLARES PARA CUBRIR ESAS NECESIDADES


 

¿Existen ayudas oficiales?

Hasta finales de 2023 existe una línea oficial de incentivos de 660 millones de euros, con cargo a los Fondos Next Generation, que gestionan las comunidades autónomas. Las subvenciones permiten realizar instalaciones hasta un 50% más baratas. Existen dos grandes líneas de ayudas: las subvenciones sobre el precio de la instalación y las subvenciones sobre impuestos. En el primer caso, estas ayudas son regionales y cada comunidad establece las condiciones necesarias. En el caso de los impuestos, afectan a descuentos en el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) y el Impuesto sobre construcciones, instalaciones y obras (ICIO) y pueden alcanzar los 1.500 euros.

Además, desde 2018, la principal ayuda ha sido la eliminación de distintas trabas burocráticas y la derogación del llamado ‘impuesto del sol’. Esta tasa obligaba a las personas que poseían una instalación solar a pagar un impuesto por la cantidad de luz generada y consumida en su propia instalación, lo que hacía poco atractivo invertir en el negocio. Ahora se permite también el autoconsumo compartido, lo que facilita la instalación en bloques de viviendas y comunidades, que están viviendo su propio auge.

¿Qué requisitos hay que cumplir?

Lo primero que hay que el consumidor debe cumplir es no contar con ningún otro tipo de ayuda y presentar un presupuesto de instalación destinado al autoconsumo. También se establecen unos requisitos mínimos de consumo y potencia instalada. No obstante, cualquiera de las empresas instaladoras le ayudará en la tramitación de las mismas.

El sector en datos

El año pasado fue un ejercicio histórico para el sector fotovoltaico en España. En plantas en suelo, la capacidad instalada alcanzó los 3,5 GWp (gigavatios pico), un crecimiento del 21% frente a los 2,9 GWp incorporados el año 2020. Sin embargo, ha sido el autoconsumo el que ha registrado una gran revolución. En apenas doce meses se han instalado 1.203 MWn (megavatios nominales, los que marcan el límite de producción) de autoconsumo, que duplican los datos de 2020, cuando fueron registrados 596 MWn de nuevos autoconsumos. Estas cifras, según una de las grandes asociaciones del sector, UNEF, establecen las bases para el cumplimiento de los objetivos del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima para 2030, que es la primera parada de los planes europeos para impulsar la energía solar y las renovables. La contribución del sector al PIB nacional se incrementó hasta los 10.072 millones de euros, un 37% respecto al año pasado. La industria fotovoltaica Actualmente el sector da empleo a 61.075 trabajadores directos e indirectos.

Tipos de paneles

Existen tres grandes grupos de paneles. Todos ellos utilizan los rayos del sol para generar energía, pero funcionan de diferente manera. Son las placas solares térmicas, que generan calor; las fotovoltaicas, que generan electricidad; y las híbridas, que combinan las dos anteriores. También existen pequeños paneles que no requieren instalación y que se pueden conectar a la corriente, sin necesidad de grandes inversiones, aunque el ahorro también será menor.

Por si las dudas

La Unión Española Fotovoltaica (UEF) agrupa a más de 750 empresas del sector, recoge la información más actualizada y elabora el informe anual más completo del sector disponible para consulta

El Instituto para la Diversificación y el Ahorro Energético (IDAE) recoge en su web las ayudas disponibles para instalaciones de autoconsumo, así como información sobre el sector.

La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) promueve desde su web la instalación de paneles solares, ayudando a resolver dudas y aclarar algunos conceptos antes de optar por esta solución.

«No es una cuestión de ideología», por Xiomara Cantera

CONSUMO

XIOMARA CANTERA,

periodista ambiental

"El ser humano nunca se ha tenido que enfrentar a un cambio ambiental como el que está generando nuestra actividad"

No es una cuestión de ideología

Hace tiempo tuve la suerte de asistir a una charla que dio el astronauta de la Agencia Espacial Europea (ESA), Paolo Nespoli. Reflexionando sobre sus viajes al espacio, contaba emocionado lo hermosa que era La Tierra y también como “cuando uno la ve desde fuera se da cuenta de que todos vamos en el mismo barco, un barco que es como un pequeño cascarón de nuez en medio del océano”.

A lo largo de su historia de 4.000 millones de años, La Tierra ha sufrido cambios climáticos que se han prolongado durante millones de años y que han provocado fluctuaciones de temperatura de mucho más de 2ºC. Además, hasta la fecha, se han documentado cinco extinciones masivas de especies. La más devastadora y rápida se produjo hace 250 millones de años. Provocada por el impacto de un meteorito de una intensa actividad volcánica, en solo un millón de años se extinguieron el 90% de los seres vivos. Más adelante, hace unos 65 millones de años, otro meteorito hizo desaparecer al 75% de los seres vivos, entre ellos los dinosaurios. Una extinción que favoreció el desarrollo de los mamíferos. Ahora bien, es importante poner estos datos en contexto y recordar que los primeros homínidos que caminaron erguidos lo hicieron hace alrededor de 3,5 millones de años, 61,5 millones de años después de la última gran extinción documentada. Los restos más antiguos atribuidos a Homo sapiens están datados hace unos 200.000 años y la revolución industrial comenzó hace 250, es decir, el ser humano nunca se ha tenido que enfrentar a un cambio ambiental como el que está generando nuestra actividad.

Cuando hablamos de crisis global estamos hablando, entre otros factores, de cambio climático y extinción de especies. El cambio climático viene provocado por la acumulación de gases como el CO2 o el metano. El CO2 es un gas necesario para la vida, de hecho, la mayor parte del que se emite a la atmósfera (unas 800 gigatoneladas) proviene de la respiración de los seres vivos más los incendios, volcanes y otras fuentes naturales de CO2. Esa parte es fijada en los ecosistemas por los organismos que lo transforman en materia orgánica a través de la fotosíntesis. Sin embargo, la quema de combustibles fósiles produce unas 40 gigatoneladas extra de emisiones que quedan almacenadas en la atmósfera desajustando, entre otros, el sistema climático. La velocidad a la que este cambio se está produciendo no deja margen para la adaptación de las especies que, en lugar de evolucionar a nuevas formas de vida, se extinguen a un ritmo pavoroso y está provocando cambios ambientales cuyo efecto más visible son los eventos extremos: sequías, inundaciones, huracanes, descenso en la producción agrícola, picos de temperatura que ponen al límite la supervivencia…

Hay quienes asumen que desde la ciencia y la tecnología encontrarán soluciones; la misma ciencia a la que se niegan a escuchar los gobiernos y las grandes corporaciones.

Ojalá sea así, pero me temo que, aunque contáramos con una tecnología que nos permitiera reducir a niveles preindustriales las concentraciones de CO2, seguiríamos necesitando una naturaleza que funcione, que continúe proveyéndonos de servicios tan vitales como aire, agua o alimentos… La relación extractiva que tenemos con la naturaleza dificulta cada día más que los ecosistemas sigan funcionando y pone en peligro la forma de vida que nos ha permitido desarrollar las sociedades extremadamente complejas en las que vivimos.

El sentido común debería llevarnos a trabajar conjuntamente para buscar la manera de salir de este embrollo, pero en su lugar llevamos décadas en una constante huida hacia delante generando sociedades cada vez más consumistas y polarizadas en las que, además de casi despreciar el conocimiento, se simplifican los discursos hasta el absurdo y se apela continuamente a la emoción en la toma de decisiones en las que lo visceral es contraproducente. En ese proceso la preocupación por el medioambiente se ha enmarcado como una ideología de izquierdas y se tilda a quien avisa de la situación de ser alarmista, pasando por alto que la crisis ambiental está ocurriendo ahora y sus efectos no dependen de nuestro estatus social o cultural, sino que son globales.

Cuando se exponen las consecuencias catastróficas de la crisis ambiental, la gente se imagina un desastre tipo asteroide que impacta contra la tierra y después hay un fundido al negro, como si de una película se tratara. No nos damos cuenta de que las consecuencias están ocurriendo ya. Que se llegue a 49ºC en Canadá; que se calcinen miles de hectáreas en España, la Amazonía o Australia; que la temperatura en la India llegue a parámetros que provocan que las águilas se desplomen en pleno vuelo o que el número de muertes por golpes de calor se multiplique en Europa, son algunos de los efectos que tiene la explotación ilimitada de los recursos de un planeta con unos límites físicos de sobra conocidos.

Por eso, cuando nos resulte pesado escuchar a quien nos recuerda la necesidad de cambiar un modelo productivo basado en el consumo ilimitado, acordémonos de Paolo Nespoli, cuando, subido en su nave espacial, vio La Tierra en la inmensidad del universo y tuvo claro que todos, los que piensan como nosotros y los que no, vamos en el mismo barco, el único en el que sabemos que podemos vivir, el mismo que navegará por el universo muchos millones de años más. La cuestión en saber si nuestra especie seguirá a bordo.

En busca de la alimentación perfecta

CONSUMO

En busca de la alimentación perfecta

Una buena alimentación es, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la mejor baza para prevenir numerosas enfermedades. Basándose en evidencias científicas, los expertos de este organismo nos recuerdan que “una dieta saludable ayuda a protegernos de la malnutrición, en todas sus variables, y de dolencias como la diabetes, las cardiopatías, los accidentes cerebrovasculares y el cáncer”.
MARIÁN LEZAÚN

Alimentarse de forma adecuada requiere conocer cuáles son los alimentos que se adaptan mejor al ritmo metabólico de cada persona. Pero los nutricionistas no se ponen de acuerdo: están los que defienden las cinco ingestas diarias, los que avalan dietas restrictivas, los que proponen la alimentación intuitiva o los que promueven el ayuno intermitente. En lo que sí coinciden estos expertos es en reconocer que la mejor alimentación es aquella que nos hace sentir bien.

La alimentación humana está llena de mitos, creencias, costumbres, tradiciones, desigualdades y dudas. Por eso, comer cinco veces al día, ponerse a dieta, practicar el veganismo, el vegetarianismo, la alimentación cetogénica, eliminar productos determinados o hacer ayuno intermitente depende de las necesidades de cada persona y también del entorno en el que se encuentre. En cualquier caso, son los nutricionistas los que pueden darnos las pautas para alimentarnos de la mejor manera posible, teniendo en cuenta factores como nuestro estado de salud, nuestra edad, sexo, profesión y hábitos de vida. Sin embargo, hacerlo bien solo depende de nosotros mismos.

Ojo con las modas

Así, partiendo de esa premisa, también es cierto que en los últimos años vemos cómo numerosos actores, deportistas, personajes famosos y hasta empresarios como Elon Musk, el fundador de Tesla, publicitan las ventajas del ayuno intermitente como uno de los grandes remedios para perder peso y recuperar la salud. Sus defensores argumentan que cualquier persona sana puede practicar esta forma de alimentarse porque se trata solamente de un cambio de hábitos y no de una dieta exigente o restrictiva como pudiera parecer. Quizá esta es una de las razones que le han llevado a ganar adeptos y que hace que los llamados comedores intuitivos, es decir, los que se guían por la sensación de hambre, sean cada vez más numerosos. Pero, como dice Néstor Sánchez, experto en psiconeuroinmunología de la Clínica Regenera, su práctica requiere un plan y unas pautas para hacerlo de manera correcta. “El ayuno necesita supervisión, entrenamiento y buenos hábitos nutricionales para ser realmente efectivo. No se trata solo de dejar de comer durante la noche, sino que se trata de comer bien y saber qué es lo que nuestro cuerpo necesita en cada momento”.

 


ALIMENTARSE DE FORMA ADECUADA REQUIERE CONOCER CUÁLES SON LOS ALIMENTOS QUE SE ADAPTAN MEJOR AL RITMO METABÓLICO DE CADA PERSONA


 

Para Sánchez, que también es autor, junto a Carlos Pérez, del libro Ayuno Intermitente, uno de los grandes retos en el tema de la alimentación es acabar con la costumbre de comer sin hambre. “Esto provoca que, por lo general, nuestro cuerpo se inflame, que se confunda, que comamos nutrientes de escasa calidad y que perdamos salud”, apunta. Para él, el ayuno es un tema tan fisiológico que lo único que requiere es atención y saber qué es lo que nuestro cuerpo espera en cada momento: movimiento, descanso y una alimentación saludable. De la misma opinión es Karen de Isidro, nutricionista y miembro de Doctoralia: “si no te apetece desayunar, porque tu organismo necesita un descanso, no hay que hacerlo porque nos han enseñado desde pequeños que la primera comida del día es la más importante. Debemos personalizar la alimentación a las demandas de nuestro metabolismo particular”.

¿Comer cinco veces?

De hecho, Aitor Sánchez, nutricionista y responsable del blog midietacojea.com, reconocía en una entrevista en el diario La Vanguardia, que “nunca ha habido justificación científica para decir que hay que hacer cinco comidas al día. Es una recomendación que se popularizó (en los años setenta) para evitar que hubiera muchos picos de azúcar durante el día y que no tuviéramos tanta hambre (al llegar a las comidas principales). Pero la aplicación práctica es que la gente se ha puesto a comer entre horas cosas superfluas”. Y así es imposible que la dieta sea sana. Para este experto, no pasa nada por llegar con hambre a la cena si lo que se cena son nutrientes de calidad. Como recuerda Rubén Bravo, portavoz del Instituto Médico Europeo de la Obesidad, “en general, comemos tres veces más de lo que necesitamos, según datos de la OMS y ya hay un 64% de españoles que considera importante rebajar la cantidad de alimentos que suele comer cada día”. “Es cierto que, para muchas personas, no es necesario hacer cinco ingestas y menos si no se eligen los alimentos adecuados”, aclara Bravo. Además, hay que tener en cuenta que no todas las personas hacen dieta con el mismo objetivo: unos buscan perder peso, otros ganar masa muscular y otros, simplemente, sentirse mejor y tener más energía. De todos modos, Bravo, recomienda huir de las modas y seguir las recomendaciones. “Hay dietas, como la cetogénica, en la que las personas entran en cetosis (producir la energía a partir de la grasa cuando no hay glucosa disponible) y esto debe estar vigilado por un especialista”, apunta Bravo. También dejar de comer durante muchas horas puede provocar este efecto.

 


UNA DIETA QUE NO ESTÁ SUPERVISADA POR UN PROFESIONAL PUEDE LLEVAR A MÁS TRASTORNOS ALIMENTICIOS Y PROBLEMAS METABÓLICOS


 

Por eso, el ayuno, tan viral en estos momentos, “ni es bueno para todo el mundo, ni ha demostrado beneficios a largo plazo, ni existen resultados sobre mortalidad o situaciones de salud importantes como las que se le atribuyen (enfermedades cardiovasculares, diabetes, enfermedades neurodegenerativas, etc.)”, apunta Francisco Botella, coordinador del área de nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición. No obstante, los informes que existen en la actualidad son todavía insuficientes. “A pesar de que el ayuno se practica desde los orígenes de la civilización, no fue hasta el siglo XX cuando empezaron a realizarse investigaciones más profundas”, señala De Isidro. Una recopilación de análisis sobre este método, publicado en la revista Annual Review of Nutrition en 2017, encontró que once de los ensayos clínicos que pusieron a prueba el método reportaron cierta pérdida de peso, pero también apuntaron algunas pegas como hambre intenso o malas prácticas. “Además, en la práctica clínica se observa que no todas las personas tienen un buen resultado”, explica Laura Isabel Arranz, nutricionista y promotora de la llamada dieta lógica. “Existen estudios como el de New England Journal of Medicine, que indican que no se debe practicar como una estrategia para pérdida de peso ya que no aporta tantos beneficios en este caso”, advierte De Isidro. Para esta nutricionista una dieta que no está supervisada puede llevar a más trastornos alimenticios y problemas metabólicos. Además, si se ayuna, pero después se ingieren alimentos altos en grasas y calorías vacías al final el resultado es igual de perjudicial.

Y es que hay que tener en cuenta que comer sin saber realmente qué necesitamos también tiene sus riesgos. En opinión de los expertos, el mayor riesgo es comenzar una dieta sin el control de un dietista-nutricionista y sin seguir una pauta saludable.

Elegir la dieta adecuada

Un estudio de la Universidad de Harvard sobre las dietas más eficaces concluía que cualquier dieta puede funcionar en unas personas y en otras no, debido, fundamentalmente, a las diferencias genéticas y al estilo de vida de cada una. Según la institución parece que no existen las recetas milagrosas sino la buena costumbre de comprar alimentos de calidad y comer de manera sencilla. De la misma opinión son todos los expertos consultados por Escritura Pública y que aseguran que la alimentación depende de muchos factores y que si lo que se quiere es perder peso y mejorar la salud el primer paso es contar con el asesoramiento adecuado. La recomendación actual pasa porque el plan alimentario se adapte a nuestros horarios, nuestros gustos, nuestro apetito y los alimentos naturales y propios del entorno en el que vivimos.
En general, comemos tres veces más de lo que necesitamos, según datos de la OMS.

Cuidado con el ayuno

“El ayuno intermitente no soluciona los problemas de una mala alimentación si no cambiamos de hábitos”, advierte la nutricionista Laura Isabel Arranz. Incluso puede provocar algunos efectos secundarios un tanto desagradables, pero que desaparecen con el tiempo. Además de hambre, los expertos señalan cansancio, insomnio, náuseas y dolores de cabeza. De esta manera, existen casos en los que se desaconseja el ayuno por diversos motivos. Según Arranz, no deberían practicarlo las mujeres embarazadas ni lactantes, los menores de doce años, los trabajadores a turnos, las personas con un historial de trastornos alimenticios o las personas que tengan un índice de grasa corporal muy bajo. Tampoco aquellas personas que deben combinar medicación con alimentos en las horas dedicadas al ayuno. Néstor Sánchez, experto en psiconeuroinmunología de la Clínica Regenera, añade a “aquellas personas que tienen alguna enfermedad crónica o que padecen hipotiroidismo”.

Francisco Botella, coordinador del área de nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición, considera que “estar muchas horas sin tomar alimentos puede ocasionar nerviosismo, cefalea, dificultades para dormir o de concentración que pueden ser relevantes en determinadas situaciones. Asimismo, puede dificultar bastante las relaciones sociales o la dinámica de la vida familiar; según los casos”.

Para saber más

OMS: En la página de la Organización Mundial de la Salud (OMS) nos dan las pautas para seguir una alimentación saludable en las diferentes etapas de la vida. También se incluye información sobre cómo promover esa alimentación en la sociedad.

SEEN: La Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición dispone en su página web de numerosos estudios sobre nutrición y de artículos y publicaciones de actualidad.

“El desperdicio alimentario y la responsabilidad”, por Olga Ruiz Legido

CONSUMO

OLGA RUIZ LEGIDO,
presidenta Facua

"Deben preverse soluciones normativas que combatan el desecho de alimentos por la propia estética de los productos en toda la cadena de alimentación"

El desperdicio alimentario y la responsabilidad

Los modelos de producción y consumo lineales, sobre los que pivotan la mayor parte de las economías y sustentados en patrones basados en la extracción creciente de recursos naturales para su transformación en alimentos, su consumo y posterior desecho, son modelos saqueadores de recursos y generadores de cada vez mayores impactos medioambientales y sociales.

Esto pone en evidencia desde hace décadas la necesidad de transitar hacia un modelo de economía circular. Un modelo circular que priorice un uso más eficaz y sostenible de los recursos del planeta; que minore las pérdidas y los desperdicios; que combata el impacto que generan las actuales fórmulas de producción, distribución, consumo y gestión de residuos; y que, por ende, contribuya a la eficiencia de los sistemas alimentarios y la neutralidad climática.

Según el informe El estado mundial de la alimentación y la agricultura de 2019 de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) sobre el desperdicio alimentario, solo entre las fases de la postcosecha y la venta minorista se pierde hasta el 14% de la cantidad de alimentos que se producen en el mundo. Estas pérdidas, y el desperdicio añadido en fases posteriores de la cadena alimentaria, responden a un funcionamiento deficiente de los sistemas alimentarios, que genera un importante impacto en nuestro planeta en un contexto, además, de dificultad de acceso a los alimentos de millones de personas por sus altos precios.

Las enormes cotas de pérdidas y desperdicio alimentario son resultado de un modelo económico y comercial que asienta sus pilares fundamentales en la superproducción, la deslocalización, la globalización y el consumo masivo de recursos, sin tener en consideración la sostenibilidad social, económica y medioambiental de los pueblos. Asimismo, contribuye a la contaminación del medio, al calentamiento global del planeta, a la desertización, a la desigualdad y marginación de grandes grupos de población en el acceso a los alimentos, a la aparición de nuevos problemas de salud y a la explotación laboral.

En España se encuentra en fase de tramitación parlamentaria el anteproyecto de ley para combatir el desperdicio de alimentos. Una norma necesaria que reconoce expresamente en su exposición de motivos que reducir drásticamente el volumen de pérdidas y desperdicio alimentario es un imperativo moral de los poderes públicos y de todos los operadores de la cadena de suministro. El texto también reconoce que las medidas de concienciación no son suficientes para generar el cambio y que es preciso acompañarlas de importantes reformas estructurales en la cadena de elaboración, transformación y suministro de productos alimentarios y de un decidido impulso y compromiso social y político para que pueda acometerse la decisiva transformación que la realidad actual exige.

Los cambios en el modelo actual pasan por desarrollar y fomentar canales cortos de venta en toda la cadena alimentaria, el comercio de proximidad y la adquisición en origen de alimentos. También deben articularse instrumentos y acciones que contribuyan a la sensibilización y formación de las personas consumidoras para la adaptación de sus niveles de consumo a las necesidades reales que presenten.

Deben preverse soluciones normativas que combatan el desecho de alimentos por la propia estética de los productos en toda la cadena de alimentación, poniendo en marcha, adicionalmente, políticas específicamente orientadas a los productores y a sensibilizar a los consumidores sobre las consecuencias que derivan de decisiones de consumo que giran en torno al rechazo de productos «feos» o «poco estéticos», y a informar que, a priori, una estética «imperfecta» no determina la pérdida de propiedades nutricionales de los productos alimentarios.

También acciones formativas y de concienciación social dirigidas a la población en su conjunto que incidan en la necesidad de planificar las compras, promuevan la actitud crítica de la ciudadanía frente al consumismo y sus técnicas (el marketing y la publicidad) y conozcan el significado y alcance de las fechas de caducidad y de consumo preferente de los productos.

La norma también debería priorizar la donación gratuita de excedentes por parte de todos los operadores de la cadena alimentaria, excedentes de alimentos comestibles y aptos para el consumo humano a empresas, entidades de iniciativa social y otras organizaciones sin ánimo de lucro o bancos de alimentos. Debería incorporarse, además, una definición clara y desinteresada de «excedentes de alimentos», de modo que comprenda todos aquellos alimentos que, siendo comestibles y aptos para el consumo humano, su pérdida o desperdicio no hubiera podido prevenirse por los agentes de la cadena alimentaria.

Un aspecto controvertido del actual anteproyecto de ley es la posibilidad de comercializar alimentos con fecha de consumo preferente vencida en puntos de venta finales a precios reducidos. Esta medida, practicada hoy en algunos países europeos, corre el riesgo de consolidar la existencia de mercados de alimentación paralelos en los establecimientos de comercio al por menor: una línea de productos de calidad dentro de fecha de consumo y destinado a consumidores con capacidad económica y otra línea de venta de productos de menor calidad, fuera de fecha de consumo preferente, destinada a consumidores vulnerables y de escasos recursos económicos. Las personas desfavorecidas accederían a productos de peor calidad, de manera que podría resultar comprometida la seguridad alimentaria y se agrandaría la brecha de la desigualdad.

La transparencia y la publicidad en lo relativo al cumplimiento de las obligaciones y los compromisos asumidos por los distintos agentes de la cadena alimentaria para la prevención y reducción de las pérdidas y el desperdicio de alimentos se configuran como elementos que pueden coadyuvar al cumplimiento de objetivos y operar, a la vez, como factores que disuadan de los incumplimientos. De esta forma, las industrias alimentarias, los establecimientos de comercio al por menor (con una superficie de, al menos, 400 metros) y los establecimientos de hostelería y restauración, deberían publicar información concreta sobre el destino de sus excedentes alimentarios y las donaciones llevadas a cabo a empresas, entidades de iniciativa social y otras organizaciones sin ánimo de lucro o bancos de alimentos, con al menos periodicidad anual.

Resulta urgente un impulso en la tramitación del anteproyecto de Ley e implementar medidas que actúen frente al problema y que contribuyan a la transformación eficaz del actual sistema de producción, transformación y distribución de alimentos. También es preciso revisar y cuestionar prácticas de comercialización y consumo y definir la responsabilidad de cada sujeto de la cadena alimentaria y cómo puede contribuir a paliar o minorar la situación y sus efectos.

Precios sin límite

CONSUMO

Precios
sin límite

Los precios de la energía y el de los alimentos básicos se han disparado en los últimos meses.
Durante el verano muchas familias españolas han intentado dejar de lado los presupuestos domésticos más rigurosos y disfrutar de un tiempo con menos restricciones sanitarias y algo más de diversión. Sin embargo, el alza de los precios no ha dado mucha tregua y la vuelta de las vacaciones será complicada para la mayoría de los hogares.

MARIÁN LEZAÚN,

Además del precio de los carburantes, en niveles desconocidos en nuestro país durante este año, hay que tener en cuenta el precio de la energía y el de los alimentos básicos que se han disparado en los últimos meses. Con este escenario, los expertos auguran cambios en los hábitos de consumo y también en el estilo de vida.

Suben los precios sin parar. En todos los productos, en todos los servicios… Algunas organizaciones de consumidores, como la OCU, recogen hasta 500 euros más de gasto en alimentos y productos básicos de limpieza y hogar durante este año. Una escalada que nos ha llevado a niveles de inflación ya olvidados (incluso por encima del 10%) y que recuerdan a los peores años de la economía. Se calcula que la espiral inflacionista podría mermar la renta disponible de los hogares españoles en 16.700 millones de euros y reducir el consumo y crecimiento económico de los próximos meses. Así, mientras los precios suben, consumidores y expertos buscan soluciones para afrontar esta pérdida de poder adquisitivo de la mejor manera posible y sin agotar los ahorros acumulados durante la pandemia. Porque habrá que esperar hasta finales del año que viene para ver cierta contención en la inflación y una vuelta a la normalidad en el consumo doméstico. Los expertos coinciden en sus previsiones, pero los consumidores no lo ven tan claro y se muestran más pesimistas.

“Existe consenso en que, el año que viene, los precios serán sustancialmente menores que los vividos en 2022 y que 2023 lo cerraremos con la inflación ya reconducida, entre otras razones por el anunciado endurecimiento de la política monetaria, la previsible ralentización del alza y el efecto escalón estadístico (se produce este efecto cuando la estadística anterior es muy marcada, lo que hace que la siguiente se vea menor)”, explica Gregorio Izquierdo, director del departamento de Economía de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE). De la misma opinión es María Romero, responsable del área de Economía de la consultora Analistas Financieros Internacionales (AFI). Según Romero, “el año que viene veremos una mayor contención de la inflación, debido al efecto de las políticas implantadas por los bancos centrales europeos y por el impacto de los fondos europeos en nuestra economía (una inyección de hasta 800.000 millones de euros)”. No obstante, Romero añade que, de cara a 2023, “las perspectivas deben de ser sobre todo prudentes porque es cierto que durante el verano los consumidores nos hemos relajado un poco con el gasto y ahora hay que prepararse para un invierno que no será fácil”.

Lastre para las familias

Para los consumidores, la principal preocupación es ver que realmente los precios dejan de subir porque una inflación por encima del 10% lastra la mayoría de los planes de las familias y de las empresas. Muy pocas personas están dispuestas a invertir en productos y servicios que pueden posponerse y cuyos precios eran menores hace escasos meses. Y es que la subida continuada de los precios se ha generalizado en todos los ámbitos. Una encuesta realizada en el mes de junio por la OCU, arroja que «cuatro de cada cinco encuestados considera que los precios de la energía y los carburantes seguirán subiendo. De ahí que dos de cada tres, una significativa mayoría, tengan miedo a gastar y prefieran ahorrar para prevenir tiempos más difíciles», señalan. Pero también suben, según el INE, los precios de los hoteles, los restaurantes y el ocio que harán que muchos ciudadanos reduzcan el consumo de estos servicios a lo estrictamente necesario. Para Romero, “el problema es que este tensionamiento de los precios afecta al consumo de todos los productos, no solo los que son menos sensibles a las rentas, y no sabemos cuándo va a parar porque la situación internacional no es buena y sigue existiendo ese componente de incertidumbre, que hace que la economía no avance”. No obstante, según Izquierdo, “ya hemos pasado lo peor en materia de precios, y a partir del otoño empezaremos a ver una senda gradual de corrección de la inflación, pero para ello sería necesario que asistamos a una cierta normalización, o al menos a un no empeoramiento del actual contexto geopolítico”. “El único punto de apoyo viene ahora de los fondos europeos y del compromiso del BCE de mantener la inflación a raya en el entorno del 2%”, explica Romero, así que veremos cómo se traslada esto a los precios y a la actividad económica.

 


LOS CONSUMIDORES BUSCAN SOLUCIONES PARA AFRONTAR ESTA PÉRDIDA DE PODER ADQUISITIVO


 

Con estos datos, los consumidores siguen preparados para lo peor. No es de extrañar, después de meses tirando de ahorros y haciendo malabares con las cuentas. En ningún momento se contempla un escenario como el vivido en la crisis de 2008, aclaran desde AFI, pero la cautela debe mantenerse. “Además, el ahorro financiero en España no despega, ya que los consumidores siguen apostando por el sector inmobiliario”, dice Romero, lo que hace que la liquidez de las familias se reduzca. Por eso, ante la incertidumbre es normal que se mantenga la contención en el gasto, con lo que eso también supone para la reactivación de la economía que pasa por momentos muy complicados.

Medidas oficiales para apoyar a las familias

Hasta finales de año estarán vigentes las medidas urgentes que el Gobierno aprobó en junio para paliar los efectos de la crisis derivada de la guerra de Ucrania y del aumento de la inflación, pero que aún no se han materializado. Entre las medidas más populares están los 200 euros directos para los salarios más bajos y los desempleados, así como la reducción del IVA de la electricidad en un 5% y los descuentos del abono transporte. Todavía es pronto para saber el impacto real que estas medidas podrían tener en el bolsillo de los españoles, que pretenden ayudar a los más desfavorecidos que han visto mermado su poder adquisitivo de manera drástica.

Impacto de la inflación en el empleo

La mayor parte de las empresas están soportando en su cuenta de resultados el aumento de los costes con las consiguientes pérdidas incurridas. “En un contexto de desconfianza, elevada incertidumbre, de mayores costes empresariales y previsible endurecimiento también de costes financieros, la creación de empresas se ve muy perjudicada, lo que a su vez ralentiza el aumento del empleo y la actividad consecuencia del crecimiento empresarial y del flujo de creación de empresas”, explica Gregorio Izquierdo, director del Departamento de Economía de la CEOE. Para este experto, la economía española se ve perjudicada por una doble pinza contractiva, por un lado, por el encarecimiento de los costes financieros y, por el otro, por el aumento de los costes de las materias primas y la energía, que estamos obligados a importar. “Ambos fenómenos son muy negativos y van a condicionar la evolución de nuestro superávit exterior, que a su vez era uno de los soportes de la continuidad de nuestro proceso de recuperación”, añade Izquierdo. En este contexto, resulta obligado que la política económica asuma un mayor protagonismo en la mejora de la competitividad, tanto por la vía de la reducción de los costes, como por el camino de facilitar la adaptación de nuestras empresas al nuevo entorno que se les presenta.

Para saber más

Bankinter: La entidad financiera analiza los cambios que se están produciendo en la cesta de la compra de los españoles debido al incremento continuado de los precios.

OCU: La Organización de Consumidores y Usuarios ha analizado los productos que más han subido en los últimos meses.

Funcas: El centro de análisis de las antiguas cajas de ahorro ha elaborado un informe de las previsiones para el año que viene que auguran un escenario pesimista.

“Una situación insostenible”, por Fernando Móner

CONSUMO

FERNANDO MÓNER,

Presidente de CECU (Confederación de Consumidores y Usuarios)

"Esta situación es insostenible y necesita de acciones y herramientas con carácter urgente que permitan respirar a cientos de miles de familias"

Una situación insostenible

Nadie puede decir que nos ha cogido por sorpresa esta escalada de precios. Nadie puede quejarse de que ha sido provocada por circunstancias desconocidas y extraordinarias. Nadie, sobre todo los políticos (principalmente los que nos gobiernan) pueden escudarse en que es un problema global con soluciones que escapan de sus manos.

Ya el pasado verano avisábamos del tsunami que se avecinaba tras el explosivo incremento de la factura energética, puesto que no hay sectores, productos o servicios que se escapen a tener la energía (principalmente la eléctrica) como elemento muy tangible en su tabla de gasto y, por ello, era razonablemente esperado que más pronto que tarde empezasen a modificar precios finales en productos y servicios. Y posiblemente la falta de iniciativa de nuestros gobernantes (españoles y europeos) ha hecho que esa inflación que está golpeando fuertemente nuestros bolsillos y que está mermando diariamente nuestra capacidad adquisitiva se haya desbocado a niveles de dos dígitos y sin atisbar a corto plazo una solución que ponga freno a esta escalada de preocupante pendiente alcista.

Y, aunque todo incremento de precios es preocupante, hay ejemplos que ilustran mejor esta situación: por un lado, el caso de los combustibles, donde podemos ver cómo, a partir de la fecha en que se puso en marcha esa bonificación generalizada a la hora de repostar combustible, hemos podido observar récords continuos y semanales de precios históricamente altos hasta llegar a superar con creces los 2€ el litro, cuando no hay base real y clara que justifique ese brutal incremento; o el caso de la factura eléctrica, donde somos víctimas de un sistema tarifario que genera beneficios millonarios a unas compañías a costa de pagar el megavatio a un precio muy superior al del coste de generarlo. O también el caso de la cesta de la compra de alimentos y gran consumo, donde estudios e informes de alguna de nuestras organizaciones han constatado que la mayoría de productos alimenticios han tenido desde diciembre de 2021 hasta junio de 2022 incrementos de precios que van desde el 8/9% (pollo, conejo, miel, cerdo…) hasta un 20/30% (leche, aceite, arroz…) e inclusive algún producto estacional desde junio de 2021 a junio de 2022 con incrementos superiores al 40% (sandía) o al 100% (melón). Si analizamos estos precios y los comparamos con los incrementos de renta que tuvimos pensionistas, jubilados, trabajadores, autónomos, etc. y que en el mejor de los casos pudo estar sobre el 5%, todo lo que supere ese 5% significa pérdida de poder adquisitivo. Y a la mayoría de familias les da miedo coger la calculadora y verificar cuantos cientos o miles de euros de más les supone comprar lo mismo que el año pasado.

Esta situación, desde luego, es insostenible y necesita de acciones y herramientas con carácter urgente que permitan respirar a cientos de miles de familias, que eviten cambios en los hábitos alimenticios menos equilibrados nutricionalmente y que continúen beneficiándose unos pocos con el sufrimiento de muchos. Las administraciones públicas tienen medios para investigar, controlar y decir si todo lo que está pasando está justificado (también ética y moralmente hablando) o, por el contrario, hay sectores, empresas, etc. que están haciendo su agosto.

Y, mientras, sería muy bueno mejorar las condiciones de acceso a productos y servicios esenciales de las personas más vulnerables, ampliando el abanico de beneficiarios; estudiar la presión fiscal que hay sobre determinados productos y servicios para actuar de manera temporal o definitiva bajando esa presión fiscal en determinados momentos y situaciones; potenciar cambios en sistemas tarifarios y en ofertas energéticas que nos permitan producir energía más barata y dar herramientas a la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia para que incremente su capacidad investigadora para dar luz a situaciones faltas de transparencia.

Asimismo, es el momento de la ética y la responsabilidad, pidiendo a cada empresa, a cada profesional, a cada administración que aplique las subidas estrictamente necesarias y que asuma cada uno lo que razonablemente pueda de esta situación inflacionista, porque si cargamos todo (y más) al consumidor final, en pocas semanas veremos una preocupante reducción del consumo interno y, con ello, un perjuicio generalizado a todos.

Las asociaciones de consumidores vamos a seguir investigando, auditando y denunciando a todos aquellos sectores y empresas que quieran beneficiarse de la dramática situación que estamos viviendo, porque las familias que han podido estos últimos meses tirar de los ahorros generados durante los primeros doce meses de pandemia están acabando con ellos y los que no han podido generar ese ahorro están tirando de tarjeta o cambiando de hábitos. Y eso, me temo, no traerá nada positivo.

En pocos meses podremos tener más datos cuando la MPAC (https://mesaparticipacion.com/) publique los resultados de la encuesta de hábitos de compra y consumo que está realizando a más de 3.500 familias españolas y comprobaremos si la época estival ha mejorado o empeorado el preocupante otoño que se nos avecina.