La moda de la segunda mano

CONSUMO

La moda de la segunda mano

Algunas estadísticas sostienen que suelen ser más mujeres que hombres las que venden y compran productos de segunda mano.

La campaña de esta Navidad ha confirmado que los consumidores apuestan por los artículos de segunda mano también para regalar. Diversos estudios recogen que hasta un 80 % de los compradores se plantearon optar por artículos usados y que muchos de ellos lo hicieron por razones medioambientales.
MARIÁN LEZAÚN

Ropa, accesorios, aparatos electrónicos, teléfonos y material deportivo son los productos más vendidos en el mercado de segunda mano. El comercio online y las plataformas digitales han disparado un negocio que crece de la mano de la sostenibilidad y el respeto al medio ambiente.

De hecho, es ese mayor compromiso el que tira de un comercio que incluye también vehículos de todo tipo, libros, muebles, alimentos y cualquier producto que pueda tener una segunda vida. Más allá de buscar gangas o de ahorrar en la compra de determinados artículos como ocurría en sus inicios, el mercado de segunda mano impulsa ahora el consumo sostenible. Gracias a que se alarga la vida útil de esos productos y se evita la fabricación de otros nuevos, la segunda mano permite un consumo más responsable y en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), impulsados por la Organización de las Naciones Unidas para el año 2030. Por eso, no es de extrañar que las previsiones de comercio contemplen que el comercio de ropa reutilizada se duplicará de aquí a 2027, pasando de los 30.000 millones de euros de facturación anual a los 70.000 millones, según datos de la consultora Global Data.

Miles de productos

Y aunque la moda tira del negocio, las posibilidades afectan a miles de productos. Aprovechando esa tendencia, el pasado mes de noviembre, la plataforma de intercambio Wallapop montaba un escaparate abarrotado de artículos de plástico en la madrileña plaza de Callao, con el objetivo de concienciar a los consumidores del impacto medioambiental de nuestras decisiones comerciales. De esa manera, los responsables de la empresa proponían a los viandantes unas compras navideñas basadas en la sostenibilidad, el reciclaje y la posibilidad de alargar la vida útil de los productos. Porque, según esta plataforma, las motivaciones que nos llevan a comprar productos usados son cada vez más respetuosas con el medio ambiente y debemos aprovechar esta oportunidad. Montañas de ropa que no utilizamos, electrodomésticos que ya no encajan en nuestras casas o miles de complementos que cumplieron su función no pueden desecharse sin más. Por eso, desde la empresa destacan que “entre las motivaciones que han influido en la compra de regalos navideños reutilizados, destaca la posibilidad de encontrar bienes únicos a los que dar una segunda vida (un 38 %), mientras que el ahorro de dinero ha perdido importancia. La sostenibilidad comienza así a perfilarse como una motivación decisiva si tenemos en cuenta que en el último año uno de cada tres españoles ha tenido en cuenta este factor. De entre ellos, las mujeres son las que más sensibilidad presentan hacia esta realidad.

 


ROPA, ACCESORIOS, APARATOS ELECTRÓNICOS,
TELÉFONOS Y MATERIAL DEPORTIVO SON LOS PRODUCTOS MÁS VENDIDOS EN EL MERCADO DE SEGUNDA MANO


 

Los más reticentes a la compra de segunda mano señalan la falta de garantía, pero desde las organizaciones de consumidores reconocen que también en este mercado existen garantías comerciales que incluso se pueden pactar entre las partes. Así, según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), los productos comprados en tiendas de segunda mano tienen un año de garantía, salvo que se pacte un plazo inferior con los responsables. En el comercio online, el vendedor debe proporcionar un documento que la incluya, y en una compraventa entre particulares, se recomienda solicitar la factura de compra para contar con la garantía de origen.

Fiscalidad

Otro de los inconvenientes que apuntan los expertos podría ser la fiscalidad de estas operaciones cuando las ventas se realizan entre particulares. A partir del 1 de enero de 2024 la situación va a cambiar. La Directiva 2021/514, más conocida como la norma DAC7, obligará a las plataformas de compraventa de segunda mano como Wallapop, Vinted o E-bay a recopilar, verificar y comunicar a Hacienda los datos de los vendedores que superen determinados umbrales: más de 2.000 euros o treinta operaciones. Los vendedores tendrán que tributar por las ganancias obtenidas por la venta de esos artículos. Es decir, si la diferencia entre el precio original y el de venta es de 200 euros, será ese monto el que haya que declarar a Hacienda.

El perfil de los compradores de las tiendas de segunda mano no es exacto: el mercado cada vez es más amplio y su compra está casi completamente normalizada en toda la población. Sin embargo, algunas estadísticas sostienen que suelen ser más mujeres que hombres las que venden y compran productos de segunda mano. No obstante, entre la población más joven apenas existen diferencias. Los expertos señalan que, además de la sostenibilidad, la tendencia recoge también en este mercado valores como la nostalgia, la búsqueda de artículos de otra época (ropa, muebles, etc.), así como los principios de la economía colaborativa.

Menos contaminación

Según la Organización Mundial del Comercio, el 8 % de las emisiones de gases de efecto invernadero y casi el 20 % de las aguas residuales del mundo provienen del sector de la moda. Con estos datos, la Comisión Europea ha desarrollado un Plan de Acción para la Economía Circular que afectaría a esta industria, tanto en el detrimento de prácticas como el fast fashion como en el apoyo de la segunda vida de la ropa. “Todas las marcas de moda deberían incorporar la circularidad e invertir más en innovación”, explica Nuria Neira, experta en consultoría de marketing y retail para marcas emergentes de moda y belleza. Esa innovación incluye los canales de venta, así como la recuperación de las prendas. En ese sentido, grandes operadores, como Inditex y H&M y también las plataformas de venta como Zalando, Asos, Amazon, etc., incluyen ya sus propias tiendas de segunda mano. Un negocio aún incipiente, pero que demuestra cuál es la tendencia.

El origen de las tiendas de moda reutilizable

Los negocios de venta de productos de segunda mano tienen su origen en Estados Unidos en la década de los años cincuenta. Según recoge la historiadora americana Jennifer Le Zotte, todo empezó con la famosa serie de televisión Davy Crockett: King of the Wild Frontier y el gorro de castor que llevaba el protagonista. Ese gorro se convirtió en objeto de deseo para miles de niños y la emprendedora Sue Salzman se dedicó a recuperar todas las prendas desechadas de décadas anteriores y que estaban elaboradas con la codiciada piel. Esos abrigos que Salzman compraba en tiendas para personas sin recursos o en el propio ejército se vendían después a los grandes almacenes que les daban una segunda vida, en forma del ansiado gorro. A partir de ahí, las tiendas de segunda mano cobraron un impulso enorme que nos llevan al desarrollo de las plataformas actuales. En el Reino Unido, tiene hasta sus rutas turísticas. Los mercadillos de Candem, Portobello, Whitechapel y otros son el exponente de una tendencia más que arraigada en la sociedad británica. En España, sin embargo, este tipo de comercios es mucho más reciente y hasta los años noventa era prácticamente una anécdota. Aquí, las tiendas de segunda mano empezaron con un trasfondo más social y estaban dirigidas a los compradores más humildes.

Para saber más

Amazon: La plataforma de comercio online ha realizado un estudio sobre la tendencia de los españoles respecto a las compras de segundo mano y qué tipo de productos son los más buscados.

Wallapop: La comunidad de intercambios comerciales ha desarrollado una campaña para concienciar del impacto que tiene consumir productos reutilizados.

Statista: La plataforma global de datos de inteligencia empresarial dispone de informes actualizados sobre cuáles son los artículos de segunda mano más vendidos, cuáles son las tendencias y cómo evolucionan los diferentes mercados en este sector.

«Segunda mano como herramienta de cambio en nuestro modelo de consumo», por Ana Etchenique

PROTECCIÓN AL CONSUMIDOR

ANA ETCHENIQUE CALVO,

Presidenta de la Federación de Consumidores y Usuarios CECU

"Hay que fomentar los mercados de segunda mano y los espacios de trueque, eliminando por ejemplo el IVA en estos productos"

Segunda mano como herramienta de cambio en nuestro modelo de consumo

Hay un consenso generalizado sobre la necesidad de terminar con el actual modelo de economía lineal, basado en la lógica del comprar, usar y tirar. Nuestra sociedad, el medio ambiente y la economía se ven muy afectados por la forma en que diseñamos, fabricamos, consumimos y desechamos los productos. Si nos fijamos en los datos, cada año nuestro modelo de producción y consumo genera toneladas de residuos con fuertes impactos para el medio ambiente: 57,4 millones de toneladas de basura electrónica y 92 millones de toneladas de textiles.

Como marca la ONU a través de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la evolución hacia modelos de producción y consumo circulares que tengan como objetivo el respeto a los límites del planeta y los derechos fundamentales de las personas es una necesidad urgente. No debemos olvidar que en un sistema económico globalizado donde la producción está deslocalizada, la extracción de las materias primas y la manufactura de estos productos se concentran en países del llamado Sur Global. Estos proyectos implican la vulneración de los derechos humanos, laborales y ambientales de personas y comunidades. El modelo de sobreproducción y sobreconsumo implica unos ritmos de producción muy acelerados y un derrumbe de precios a lo largo de la cadena de valor, condiciones que los productores en estos países trasladan a los trabajadores, las comunidades y el medio ambiente.

En respuesta a esos retos, la Unión Europea y los Estados miembros han incorporado en sus planes la transición hacía una economía circular en la que reorientar el diseño, la producción y el consumo de los productos hacia enfoques más sostenibles. Mejorando la circularidad de los productos desde su diseño hasta el fin de su vida útil, garantizando que puedan reusarse y no sean desechados, podremos contribuir a reforzar la sostenibilidad en su sentido más amplio.

Pero es además una demanda clara por parte de las personas consumidoras. Según una encuesta de 2021 (Global Sustainability Study), el 85 % de los consumidores a nivel global afirman haber cambiado su comportamiento de compra para ser más sostenible, siendo España el tercer país más concienciado. Resulta razonable que, cuando la crisis social y ambiental se muestra cada vez de manera más evidente, las personas consumidoras se planteen hacer cambios en sus modos de vida y hábitos de consumo para acompañar la transición ecológica.

¿Pero cómo reinventamos nuestra manera de producir y consumir? La clave sería apostar por empezar utilizando mejor los recursos y previniendo el desperdicio desde la fase de diseño y producción. Las personas consumidoras estamos dispuestas a tener un consumo más sostenible, pero desde la industria y la Administración tienen que trabajar para hacerlo lo más fácil posible. Necesitamos especialmente que los productos ecológicos estén al alcance de las más vulnerables y no se conviertan en un bien solo apto para las rentas más altas.

Tenemos que cerrar también los ciclos de flujos de recursos recuperando y reparando tanto como sea posible. Creando nuevos modelos de propiedad que prioricen los bienes comunales. Potenciando la economía social y solidaria para construir sistemas de reutilización y reparación de productos. Garantizando las condiciones dignas y el cumplimiento de los derechos humanos para todas las personas.

Y aquí entra en juego la compra de productos de segunda mano, como una oportunidad para reducir la demanda de recursos naturales, reducir la generación de residuos, apoyar la economía local y solidaria y, en la mayoría de las ocasiones, ahorrar dinero.

En nuestro país hay cada vez más interés por los productos de segunda mano. En una encuesta realizada por CECU y la Universidad de Salamanca en 2022 sobre sus actitudes ante la reparación y reutilización de productos, un 34,5 % de los encuestados afirmaban comprar objetos de segunda mano. A la vez, en una encuesta que hemos realizado en 2023 junto con Simple Lógica, cuatro de cada diez ciudadanos/as han comprado alguna vez ropa de segunda mano (41,1 %) y el 22,2 % no pero sí lo harían, porcentajes que agregados representan al 63,3 % de la población. Quienes realizan este tipo de compra lo hacen principalmente en tiendas de segunda mano (50,7 %), mercadillos (37,7 %) y aplicaciones, redes sociales o internet (25,4 %).

Sin embargo, en nuestro país no contamos con una tradición desde las instituciones de reforzar los circuitos de segunda mano. Por ello es necesario impulsar un cambio cultural en este sentido, a través de campañas de sensibilización y regulando la publicidad que incita al sobreconsumo incurriendo en afirmaciones dudosas sobre sus impactos ambientales y sociales, como es el caso del lavado verde. Garantizar el acceso a la información real y limitar la publicidad que genera necesidades ficticias, son pasos complementarios para que las personas consumidoras puedan poner en valor las auténticas necesidades y encuentren en la segunda mano la opción preferente para resolverlas.

Necesitamos apoyar el sector de recuperadores de la economía social y eliminar algunas de las barreras que las personas consumidoras tienen cuando se plantean dirigir su consumo hacia el mercado de segunda mano. La recuperación y reparación para el mercado de segunda mano podría beneficiarse de incentivos fiscales, de ayudas para la gestión administrativa de aquellas cooperativas que comienzan, del acceso a espacios públicos donde exponer sus prendas o realizar las labores de recuperación y reparación.

Desde CECU creemos que, si queremos cumplir el objetivo 12 de los ODS y promover un modelo de producción y consumo sostenible, hay que fomentar los mercados de segunda mano y los espacios de trueque, eliminando por ejemplo el IVA en estos productos, apoyando iniciativas sociales y cooperativas a través de incentivos fiscales, y poniendo a disposición espacios públicos para generar mercadillos y encuentros de trueque de forma gratuita.

Las propinas se reinventan

CONSUMO

LAS PROPINAS SE REINVENTAN

Ante el descenso de propinas, en algunos establecimientos se ha comenzado a reconocer lo que denominan la propina obligatoria.
Hace apenas unos días, en un bar de comidas de Pamplona, una camarera tocaba una campana para celebrar que un cliente había dejado ‘bote’ (propina) después de terminar su menú del día. Me llamó la atención porque hacía mucho tiempo que no escuchaba ese gesto y también porque coincidía con la redacción de este reportaje en el que analizamos por qué dejar propina en bares y restaurantes ha dejado de ser algo habitual y se ha convertido en excepcional.
MARIÁN LEZAÚN

Lo que hasta hace bien poco era un gesto cotidiano parece haber entrado en desuso. El dinero digital, el uso de dispositivos móviles o las aplicaciones de pago han provocado que el sector de la hostelería pierda una parte importante de sus ingresos, la parte informal y voluntaria que suponían las propinas de los clientes. Por eso, los hosteleros han empezado a buscar alternativas para no perder ese dinero extra que servía para motivar a los empleados del sector. Así, estos meses hemos visto desde una campaña impulsada por la Comunidad de Madrid para animar a los clientes a seguir dejando propinas, a las iniciativas particulares de bares y restaurantes que piden directamente ese dinero extra a través de mensajes en la factura. El objetivo es tocar un poco el ánimo de los consumidores y perpetuar ese gesto que forma parte de nuestra cultura y que nos impulsa a reconocer cuándo hemos recibido un buen servicio o, incluso, mantener una relación más cercana con el establecimiento.

Culpables

Un estudio elaborado por el Grupo Mahou-San Miguel, Los hábitos de los españoles en la hostelería, revelaba que poco más del 20% de los consumidores tiene hoy la costumbre de dejar propina, mientras el 17,8% de los mismos aseguraba que nunca la aporta. El resto lo hace en forma ocasional y siempre y cuando reciban un buen servicio. Algo más optimista se mostraba un estudio de la compañía financiera Mastercard que recogía que siete de cada diez encuestados dejaba propina al recibir un buen servicio. Lo que está claro es que la desaparición del pago en metálico ha impactado de lleno en esta costumbre que se extendía a otros sectores como los taxis o incluso peluquerías, tiendas y otros servicios.

 


EL DINERO DIGITAL Y EL USO DE DISPOSITIVOS MÓVILES ESTÁN PROVOCADO QUE EL SECTOR DE LA HOSTELERÍA PIERDA UNA PARTE IMPORTANTE DE SUS INGRESOS: LAS PROPINAS


 

Los expertos consultados consideran que abandonar este gesto puede tener grandes consecuencias, especialmente en la hostelería donde los salarios son más ajustados. Y es que las propinas tienen un impacto considerable en los ingresos de estos profesionales, especialmente en aquellos que trabajan en países donde las mismas constituyen una parte significativa de su remuneración total. “En algunos casos, las propinas pueden complementar el salario base hasta en un 50% o más, dependiendo de la ubicación y el establecimiento. Por eso, la fluctuación en la recepción de propinas también puede provocar una falta de previsibilidad en los ingresos, lo que afecta a la estabilidad económica de los trabajadores”, explica Diego Coquillart, consultor experto en innovación, marketing y tecnología para el sector de la hostelería y creador del diario digital que lleva su nombre (https://www.diegocoquillat.com).

En España este no es el caso y, aunque los trabajadores del sector no tienen salarios demasiado altos, la propina no se cuenta en el monto total por lo que se trata de un gesto totalmente voluntario, explican las asociaciones de consumidores. En nuestro país, desde un punto de vista jurídico, ni el establecimiento ni el empleado puede exigir ningún tipo de gratificación porque no hay ninguna normativa legal que ampare esta práctica. Según los hosteleros consultados por Mastercard, en España la mayor cuantía la dejan los extranjeros, acostumbrados a pagarla en sus países de origen: entre un 10% y un 15% del total, que puede suponer en muchos casos un dinero extra al mes de entre 250 y 480 euros.

¿Propina obligatoria?

Pero, ¿por qué nos preocupa tanto este tema? Ante el descenso de propinas, en algunos establecimientos se ha comenzado a reconocer lo que denominan la propina obligatoria, “a la americana”, que lo que hace es establecer un porcentaje que puede oscilar entre el cinco y el diez por ciento del total de la cuenta. La práctica ha encendido las alarmas entre los consumidores. El secretario general de FACUA, Rubén Sánchez, reconocía en una entrevista en La Sexta “que podría tratarse de una técnica cuyo fin es que el cliente tenga cierto sentimiento de culpa si decide no dejar nada”. Esta propina consiste en añadir un porcentaje adicional en la cuenta (del cinco al 10 por ciento) con el que se invita al cliente a colaborar con el servicio, según han mostrado varios consumidores en redes sociales. “En los ‘tickets‘ de estos restaurantes se refleja el total sin propina, el importe con el porcentaje adicional sugerido e incluso la opción de una cantidad voluntaria”, señalan en FACUA. Algunos establecimientos van más allá e incluso incluyen emoticonos para agradecer la propina que se deja o lamentar que no se deje nada. Se trata, simplemente, de una estrategia que podemos considerar de más o menos gusto.

 


ABANDONAR ESTE GESTO PUEDE TENER GRANDES CONSECUENCIAS, ESPECIALMENTE EN LA HOSTELERÍA DONDE LOS SALARIOS SON MÁS AJUSTADOS


 

Porque como dice Coquillart, «hacer de estas propinas una obligación desvirtuaría su propósito original, que es recompensar un servicio excepcional”. Además, “podría llevar a una complacencia en el servicio al cliente si los trabajadores reciben una cantidad fija independientemente de la calidad de su trabajo”, apunta este experto. Sin embargo, argumentos a favor de las propinas obligatorias incluyen una mayor seguridad financiera para los trabajadores y la posibilidad de una distribución más equitativa de las mismas entre el personal.

Respecto a los establecimientos que sugieren o incluso indican la cantidad de propina a dejar, hay opiniones encontradas. “Algunos lo consideran útil, especialmente en culturas donde no están seguros de cuánto es apropiado dejar. Otros pueden verlo como una intrusión o una demanda poco sutil. La transparencia es clave en este aspecto; las sugerencias deben ser eso, sugerencias, y no percibirse como una factura adicional”, dice Coquillart.

Dejar propina por cortesía

Aunque existe la idea generalizada de que en Estados Unidos las propinas son obligatorias, no existe una norma legal que lo indique. No obstante, es el único país donde dejar una propina de entre el 15% y 20% de la cuenta es lo mínimo que marca el estándar. Si no se hace, se considera una falta grave de etiqueta. En muchos establecimientos de Francia, Austria, Portugal e Italia, esas propinas pueden encontrarse en forma de cargo por servicio, aunque el porcentaje varía de un lugar a otro. Lo normal es dejar un 10%. En los países asiáticos, sin embargo, es una práctica muy mal vista. Los japoneses tienen una palabra, omotenashi, que significa dar la mejor atención a cambio de nada y que evidencia que la propina no tiene sentido allí.

¿Qué dice la ley española?

En España no hay una ley que regule las propinas, pero sí que existe legislación que regula el pago por servicios o productos que no se han solicitado. Recientemente la organización de consumidores FACUA denunciaba ante el Ministerio de Consumo al operador turístico MSC Cruises por incluir en las facturas de los clientes conceptos “relacionados con la prestación del servicio del personal que alojaba a los huéspedes”. Para ello, se apoyaba en el artículo 89 del Real Decreto Ley 1/2007, de 16 de noviembre, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios y otras leyes complementarias. Según la normativa «tienen la consideración de cláusulas abusivas la imposición al consumidor y usuario de bienes y servicios complementarios o accesorios no solicitados», y añade como abusivos: «Los incrementos de precio por servicios accesorios, financiación, aplazamientos, recargos, indemnización o penalizaciones que no correspondan a prestaciones adicionales susceptibles de ser aceptados o rechazados en cada caso, expresados con la debida claridad o separación».

Para saber más

El banco online N26 ha publicado una guía sobre el funcionamiento de las propinas en España. En ella explica cómo funciona, cuándo es preciso tenerla en cuenta, la cantidad apropiada, etc.

La publicación especializada en tecnologías Xataka recogía hace unos meses un informe internacional sobre las costumbres de pago de propinas en más de 162 destinos.

Un tema que preocupa a muchos viajeros es cuánta propina debemos dejar en los países que visitamos. Aunque no existe una norma general, la revista de viajes Traveler recopila las costumbres en los destinos más populares.

«La propina como reconocimiento extra», por Gustavo Samayoa

CONSUMO

GUSTAVO SAMAYOA,

presidente de Federación de Usuarios Consumidores Independientes (FUCI)

"Tiene que quedar claro que al ser libre el pago de ese añadido, el empleador no puede interferir cuando un consumidor voluntariamente le da una propina al trabajador"

La propina como reconocimiento extra

La propina, es decir el dinero que se añade a la cuenta presentada a las personas consumidoras, o como dice la RAE, que la define como una pequeña gratificación para premiar un buen servicio, cabe decir que, a diferencia de otros países, es voluntaria en España, por lo que en ningún caso puede ser exigido su pago.

Últimamente se ha detectado una práctica que, si bien no obliga al consumidor, sí le induce de alguna manera a pagar un suplemento a la factura por servicios, tales como propina al camarero, propina al establecimiento, propina al cocinero y demás. Entendemos que, si bien esta práctica no obliga, puede generar al efecto contrario, es decir: no dejar propina. No olvidemos que, en nuestro país, según los estudios, un 11% de los encuestados dice dejar un añadido económico a la cuenta final, mientras que un 17% declara no dejar nunca propina y el resto no se pronuncia.

El consumidor español normalmente reconoce la atención recibida, pero la cuantía añadida a la factura suele ser muy variada. En muchos casos es la vuelta recibida del pago efectuado, sobre todo en consumiciones pequeñas como un café o un aperitivo.

Es probable que en un establecimiento de hostelería o restauración ese añadido por el servicio prestado sea un poco mayor debido a que la factura es superior, pero siempre con la costumbre de dejar lo que considere el consumidor en cada momento, dada su voluntariedad, y por el servicio satisfactorio excepcional prestado (el buen servicio se da por hecho). Nunca es para completar el salario del trabajador, ya que es el empleador el que se ocupa de ello, pagando el sueldo fijo establecido por ley, independiente de los servicios que se presten; no como en otros países en donde sí es un complemento salarial.

Las propinas o pago añadido voluntariamente a las facturas también son comunes en otras profesiones, como repartidores, personal de hoteles, guías turísticos, transportistas, por ese añadido al buen servicio que prestan los trabajadores al consumidor, pero siempre de forma discrecional por parte de este último. Tiene que quedar claro que al ser libre el pago de ese añadido, el empleador no puede interferir cuando un consumidor voluntariamente le da una propina al trabajador, situación que se produce algunas veces.

Una de las obligaciones de los empleadores es asegurarse de que una vez dada propina voluntaria por los consumidores, esta sea distribuida entre los trabajadores y estos declararlas fiscalmente. La legislación española no establece de forma clara cómo deben tratarse las propinas en el ámbito laboral, por lo que entendemos que queda a discreción del empleador, consensuado con los empleados. Lo común es considerar las propinas como un ingreso extra colectivo para los trabajadores de hostelería y turismo y por lo tanto serán distribuidas equitativamente, si bien en ningún caso se deben considerar estos extras como parte de los salarios base.

La cultura de las propinas en nuestro país no está muy arraigada, a pesar que muchos consumidores encuestados dicen que los trabajadores merecen un extra por los servicios especiales que prestan. España está lejos de la cultura americana o francesa en donde está tasado el tanto por ciento de la factura que ha de incrementarse en el momento del pago de la misma, o de países como Japón, donde este gesto se ve como una ofensa al trabajador, incluso como una falta de educación, pues entienden que es su obligación atender a los usuarios de la mejor manera posible, y que es el empleador el que debe pagar salarios justos a sus empleados. Así pues, en nuestro país se toma como una obligación moral voluntaria.

En caso de que algún establecimiento quiera obligar al consumidor a pagar propina o directamente se incluya esta en la cuenta sin su consentimiento, recordemos que existen varias vías de reclamación al servicio del consumidor. En primer lugar, se ha de intentar disuadir al establecimiento, solicitar las llamadas hojas de reclamaciones para denunciar un posible ilícito administrativo que podría generar una multa al establecimiento. Por otro lado, es posible presentar una reclamación ante una organización de consumidores, que a su vez la gestionará ante el organismo de consumo pertinente para que le sea resarcido ese extra no consentido y cobrado.

Por lo tanto, la propina en España sigue siendo un acto de conformidad del usuario frente a quien le presta un servicio; un acto voluntario. En ningún caso, se debe demonizar a quien libremente decide que con el pago de la factura ya está pagando el servicio o los servicios recibidos.

El peligroso mercado de las imitaciones

CONSUMO

El peligroso mercado de las imitaciones

Cuando consumimos imitaciones estamos contribuyendo a destruir la economía real y colaborando con organizaciones criminales.
El consumo de productos falsificados tiene efectos negativos sobre la economía, pero también puede tenerlos sobre la salud, la seguridad y el medio ambiente ya que muchos de los productos que circulan en ese mercado alternativo no cumplen las normas de calidad ni los controles exigidos al resto de fabricantes.
MARIÁN LEZAÚN

Cuando compramos una copia ilegal estamos, además, contribuyendo a la comisión de un delito contra la propiedad intelectual, lo que atenta contra la innovación y el desarrollo y, en consecuencia, contra la industria. Sin embargo, el fenómeno sigue creciendo y ha llevado a España al tercer puesto en el ranking europeo de consumo de productos falsificados.

Un problema global. El mercado de las imitaciones, réplicas y copias falsas de productos originales es un problema global de difícil solución. Actualmente, el país más afectado por la falsificación es Estados Unidos, puesto que un 24% del valor total de los productos incautados en las aduanas de todo el mundo corresponden a derechos de propiedad intelectual registrados en país, según explican Eduardo Valpuesta, catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Navarra y Patrick O’Malley, profesor de Derecho Mercantil de la misma universidad. Le siguen Francia, con un 16,6%, e Italia con un 15,1%. Según explican estos expertos, “diversos estudios afirman que la tasa de mercado de las falsificaciones alcanza ya 6% del total (aunque la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea la sitúa en un 2,5%), lo que supondría 700.000 millones de euros de ventas frustradas para los titulares legítimos; una pérdida de 2,5 millones de puestos de trabajo, y 125 millones de ingresos fiscales anuales menos. En el caso de España, las pérdidas provocadas por las ventas ilegales alcanzan los 6.700 millones de euros y suponen la destrucción de 54.000 puestos de trabajo. Una lacra que se extiende a todos nuestros socios comunitarios. “Solo la falsificación de prendas y artículos de moda han provocado en Italia la destrucción de 88.000 puestos de trabajo en los últimos años, lamenta O’Malley.

 


EL PAÍS MÁS AFECTADO POR LA FALSIFICACIÓN ES ESTADOS UNIDOS Y LE SIGUEN FRANCIA E ITALIA


 

Estos datos demuestran la gravedad de un problema que, sobre todo, es muy complicado de controlar. “Es necesaria una acción coordinada entre gobiernos, fuerzas de seguridad, marcas y consumidores, lo que complica sobremanera poder impactar en las sofisticadas organizaciones de redes de piratería y falsificación”, explica Paco Lorente, profesor en ESIC Business School y cofundador de la consultora Wannathink.

Concienciación. Acabar con el negocio de las falsificaciones no es fácil, pero sí se puede sensibilizar a la ciudadanía de que cuando consume imitaciones está contribuyendo a destruir la economía real; está colaborando con organizaciones criminales, y está poniendo en riesgo su salud. De hecho, el Ministerio de Industria lanza cada año una campaña para concienciar a los consumidores sobre este asunto. Según la Oficina Española de Patentes y Marcas, “el 45% de los jóvenes de entre 15 y 24 años adquirió el año pasado un producto falsificado online a propósito y el 25% de los mismos accedió conscientemente a contenido pirateado”. La misma entidad estima que cada español destina 133 euros anuales a la compra de productos falsos. Por eso, Eduardo Valpuesta insiste en que “al comprar falsificaciones se potencia una industria que además de infringir derechos, explota laboralmente a los trabajadores (con una inmensa localización en China). “El antisistema que al comprar estos productos cree que está protestando ante la industria es también la persona que ayuda a perpetuar esta economía sumergida y la explotación laboral”, explica Valpuesta, quien considera que la lucha contra este mercado no es fácil. “En el comercio mundial es muy difícil actuar contra los infractores de derechos de todo tipo. Supongamos que vemos una página web que vende falsificaciones: ¿cómo reclamamos?”, se pregunta. “Lo primero sería investigar quién es el titular de la página, lo que no siempre es fácil, ni veraz. Una vez que sabemos quién es el titular podemos reclamarle, pero, a menudo, son empresas radicadas en países con sistemas judiciales laxos o poco eficientes y una reclamación es complicadísima y de éxito difícil”, explica Valpuesta. Y, en el caso de que se lograra una condena judicial, ¿cómo se ejecuta contra la empresa y contra sus bienes? “Suelen ser empresas temporales, que cierran y se reconstituyen con otra denominación y forma, sin bienes conocidos, etc.”, añade Valpuesta.

 


EN ESPAÑA, LAS PÉRDIDAS PROVOCADAS POR LAS VENTAS ILEGALES ALCANZAN LOS 6.700 MILLONES DE EUROS Y SUPONEN LA DESTRUCCIÓN DE 54.000 PUESTOS DE TRABAJO


 

En la misma línea, Alejandro Ruelas, experto en estrategia, innovación empresarial y profesor de la Universidad de Navarra, advierte que cuando compramos algo barato debemos pararnos a pensar en las consecuencias. “Para poder vender barato tienes que producir barato y eso solo puede hacerse sin innovar, copiando y pagando poco a los trabajadores”, insiste. Por eso, para este experto no solo las falsificaciones lastran la economía sino también los productos low cost y las marcas blancas. “Estamos en un sistema muy laxo legalmente que termina con las empresas que generan valor y, a la larga, eso es muy peligroso”, explica Ruelas. Las pérdidas para las marcas originales son enormes y eso acaba lastrando el crecimiento: “Lo peor que le puede pasar a una economía desarrollada es que se reduzcan las marcas”.

Los productos más copiados. Pero, ¿qué clase de productos son los que se prestan más a las imitaciones. No hay estadísticas, pero lo más falsificado es la propiedad intelectual (música, películas y juegos electrónicos). Le siguen el calzado deportivo, la ropa, los artículos de cuero, informática, cosmética y productos de cuidado personal. Se estima que sólo en el negocio de la cosmética un 16% de las ventas son productos falsificados. También se copian medicamentos e incluso productos de alimentación, a pesar del esfuerzo que se hace para concienciar a la población y evitar, en la medida de lo posible, este tipo de prácticas. “El 80% de los productos falsificados se venden online”, explican Valpuesta y O’Malley. En cuanto a los países de procedencia se afirma que de Turquía vienen muchas prendas de vestir, de Hong Kong, la telefonía y la informática, y de Malasia, los productos cosméticos. “No obstante, alrededor del 75% de los productos falsos proviene de China”, reconocen los expertos.

Detectar un producto falso

Saber si estamos comprando un producto original no siempre es fácil, especialmente cuando acudimos a una plataforma online. Lo mejor es fiarse sólo de portales reputados y comprobar la titularidad de las páginas. Muchas webs de apariencia normal son empresas temporales que venden productos falsos. En la venta física, normalmente el lugar o forma de venta indica la procedencia de los productos y suele ser más sencillo identificar las imitaciones. “Cada vez son copias mejores elaboradas. Han evolucionado mucho en el cuidado de los detalles como logotipos, etiquetas o método de elaboración que antes revelaban su condición a primera vista”, explica Paco Lorente, profesor en ESIC Business School y cofundador de la consultora Wannathink. “Si la falsificación es buena cuesta más descubrirla. Hay que fijarse en el tipo de envase y packaging, en la etiqueta del fabricante, en los datos, etc. También, el precio es un indicador clave, los chollos y las gangas son difíciles de encontrar, por lo tanto, hay que desconfiar si proviene de una tienda informal, y en el caso de internet, debemos revisar siempre las páginas oficiales”, advierte.

LOS ESPAÑOLES GASTAMOS DE MEDIA 133 EUROS ANUALES EN PRODUCTOS FALSIFICADOS DE MANERA CONSCIENTE

El perfil del consumidor de imitaciones

El consumo de productos falsificados es un acto, en gran medida, consciente, aunque bien es cierto que muchas veces es difícil saber si estamos ante una réplica perfecta. La Euipo (Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea) los clasifica en tres comportamientos. En primer lugar, está el llamado antimarca que es aquel que compra falsificaciones como forma de protesta o crítica al capitalismo y a los altos precios de las marcas. En un segundo grupo está el narcisista, el que quiere ropa de marca o cuyo ámbito social le exige ropa de marca, pero no puede pagarla. Y, en tercer lugar, se encuentra el engañado, que es aquel que no sabe que compra falso. Paco Lorente, profesor en ESIC Business School y cofundador de la consultora Wannathink, añade que “el consumidor más joven de falsificaciones (16 y 24 años) ha crecido en los últimos tiempos. Según Lorente “la proliferación de webs donde poder adquirir productos falsificados ha crecido y es una manera fácil, cómoda y anónima de hacerte con ellos; de hecho, ya son casi la mitad de las compras en este tipo de productos. Algo mucho más silencioso que los manteros que vemos en calles o playas, pero que tiene un mayor impacto”. Alejandro Ruelas, profesor de estrategia e innovación empresarial en la Universidad de Navarra, define a este tipo de consumidores como una persona a la que le gusta aparentar, que recurre a las falsificaciones de manera aspiracional y que no respeta las reglas del mercado.

Para saber más

La Oficina Española de Patentes y Marcas ha lanzado una campaña institucional contras las falsificaciones y para concienciar a los consumidores del problema que representan.

La Oficina de la Propiedad Intelectual en Europea ha publicado un informe en el que analiza el impacto de la propiedad intelectual en la economía europea y la conducta de los consumidores ante las falsificaciones.

El Instituto vasco de consumo dispone en su web de una guía para detectar productos falsos y evitar su consumo.

«Lo barato sale caro», por José Ramón Lozano Petit

CONSUMO

JOSÉ RAMÓN LOZANO PETIT,
Presidente de la Federación UNAE

"Adquiriendo estos productos se contribuye a la destrucción de empresas legales y a la consiguiente pérdida de puestos de trabajo"

Lo barato sale caro

Artículos de moda, ropa o bolsos de marca, prendas deportivas, productos informáticos o electrónicos, instrumentos musicales, relojes, joyas, gafas, etc. Internet se ha convertido, desgraciadamente, en el paraíso de las falsificaciones.

En la red es posible encontrar todo tipo de productos falsos a través de sitios web fraudulentos, aplicaciones para móviles, redes sociales e incluso infiltrados en tiendas online legales que atraen a los consumidores con productos más baratos y de menor calidad que los originales; todo un mercado fraudulento que mueve miles de millones de euros al año gracias al anonimato y la accesibilidad casi universal de la red.

En general aún existe cierto desconocimiento entre los consumidores, ya que términos como “imitación” o “réplica” inducen a confusión a muchos compradores. Un producto falsificado implica el uso no autorizado de la propiedad intelectual del propietario de una marca para engañar a los consumidores, que creen que compran el producto auténtico, mientras que las imitaciones se parecen a los productos de marca verdaderos, pero no suelen ser idénticos.

El término réplica, adoptado del inglés, se empezó a utilizar en el coleccionismo de armas de época, para referirse a reproducciones fieles de ejemplares antiguos con un aspecto y características similares, pero que advertían expresamente que no eran originales. Sin embargo, en la actualidad se utiliza esta expresión para intentar convencer a los usuarios de que no se trata de productos falsos.

Así, en muchas ocasiones, los compradores confían en lo que ven en internet o en el prestigio de la empresa vendedora y adquieren productos sin darse cuenta de que no son auténticos. Para evitarlo es necesario comprobar la identidad del vendedor; buscar las opiniones de otros usuarios, desconfiando si son demasiado positivas; comparar el precio y las características en otras páginas, incluida la del fabricante; comprobar los derechos que reconoce el vendedor a los consumidores y la política de devoluciones; y que la página web sea segura y disponga de un sello de confianza para resolver las posibles incidencias o reclamaciones.

Pero algunos consumidores adquieren conscientemente productos que utilizan las marcas o logotipos de empresas legales por su bajo coste, situación que se agrava en épocas de crisis económica, sin ser conscientes de los problemas económicos y sociales que éstos producen, ni de los riesgos que suponen, ya que los productos falsificados presentan numerosos problemas.

En primer lugar, hay que mencionar los relacionados con la seguridad, ya que los medicamentos falsificados y otros productos relacionados con la salud carecen de control y de garantías sanitarias, y otros como material eléctrico, juguetes o pequeños electrodomésticos suelen ser de baja calidad e incumplen la normativa europea sobre seguridad. Incluso se falsifica habitualmente el marcado CE.

Por otra parte, comprar productos falsos implica renunciar a nuestros derechos como consumidores, como los de información, de garantía o de devolución del importe en caso de falta de conformidad del producto, es decir, que no se ajuste a las características esperadas; o de desistimiento en las compras fuera de establecimiento en el plazo de 14 días naturales desde la entrega sin necesidad de alegar causa.

Además, desde el punto de vista económico y social, adquiriendo estos productos se contribuye a la destrucción de empresas legales y a la consiguiente pérdida de puestos de trabajo e incluso de la creatividad, la innovación tecnológica y la cultura, ya que afectan a los derechos de propiedad industrial, intelectual y artística. También se fomentan actividades delictivas, pues estos negocios suelen estar controlados por redes ilícitas internacionales, y la explotación ilegal de trabajadores en países del tercer mundo, incluso de niños, ya que carecen de los mínimos derechos laborales, y trabajan muchas horas diarias por salarios ínfimos. Finalmente, en muchas ocasiones, la fabricación de productos falsos también supone el deterioro del medio ambiente.

Sin embargo, una controvertida sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea de 2022 exime de responsabilidad a Amazon sobre las falsificaciones de terceros vendidas en su tienda online, argumentando que es un mero intermediario y que no puede considerarse directamente responsable de las infracciones cometidas en su plataforma mediante ofertas de terceros, salvo que tuviera conocimiento de la ilicitud de los productos que aloje y no actúe con prontitud para retirarlos, por lo que le atribuye una importante y activa obligación de control.

Por eso es necesario que empresas, administraciones y asociaciones de consumidores sigan incidiendo en la formación e información de los ciudadanos para evitar el consumo de productos falsos, tanto de forma consciente como inconsciente. Por ejemplo, el pasado 8 de junio, con motivo del Día Mundial contra la Falsificación y la Piratería, la Oficina Española de Patentes y Marcas publicó un folleto para concienciar a la sociedad sobre los riesgos y perjuicios que conllevan las falsificaciones, que incluye un decálogo antipiratería con consejos prácticos para identificarlos.

En definitiva, como suele decirse, lo barato sale caro y, además, los productos falsificados pueden ser muy peligrosos.

El auge de los trasteros

CONSUMO

EL AUGE DE LOS TRASTEROS

Con un estilo de vida que nos obliga a guardar montones de cosas, disponer de un trastero es la mejor solución.
La falta de espacio en muchos hogares ha impulsado un negocio que, en otros países como Estados Unidos y Reino Unido, funciona desde hace tiempo. Se trata del alquiler y compra de trasteros. Según datos del sector, apenas un 33% de las viviendas nuevas que se construyen en España cuentan con un espacio de almacenaje y en el mercado de segunda mano, encontrar viviendas con trastero es aún más complicado.
MARIÁN LEZAÚN

Que a muchos de nosotros nos gusta guardar trastos es un hecho. Entre esos trastos se incluyen montones de libros que nunca volveremos a leer, ropa que nunca más usaremos, muebles que quitamos porque ya no nos gustan, pero a los que tenemos cariño, juguetes, recuerdos de viajes y cientos de cosas más. Prueba de esa costumbre tan humana son las numerosas soluciones de almacenaje y los cientos de páginas con consejos para ordenar nuestras casas que inundan las redes sociales. Si a eso unimos que en España predominan las viviendas pequeñas, con una media de espacio por persona de 42,75 metros cuadrados, según recoge Brainsre News (publicación especializada en el sector inmobiliario), la necesidad de alquilar un trastero sigue en aumento. “De hecho, se prevé que las necesidades de almacenamiento se dupliquen en los dos próximos años”, añaden en la Asociación Española de Self Storage (AESS). Según la firma de investigación ReportLinker, el mercado crecerá un 4% en los próximos años hasta alcanzar los 3.800 millones de euros en 2026. Por eso, hoy ya encontramos en España trasteros para todos los gustos: grandes, pequeños, con más o menos servicios y en diferentes ubicaciones. Lo importante es elegir bien y disponer de la información necesaria para hacerlo porque no es lo mismo guardar muebles que ropa, material deportivo o documentación empresarial.

Ojo con la normativa.

La asociación acoge en la actualidad a sesenta operadores y a otros 318 centros de almacenaje que cumplen con la normativa vigente. Sin embargo, en el sector operan otras firmas, particulares y empresas que no siempre cumplen con los requisitos necesarios, por lo que, si está pensando en alquilar un espacio, lo primero que debe hacer es comprobar que cumple con toda la normativa. “Tenemos conocimiento de que existen más del doble de centros de los que pertenecen a la asociación operando en España. Algunos de ellos no cuentan con las licencias que les permiten ser socios de AESS”, advierte Sole Martínez, la gerente de esta asociación. “De hecho, el sector en España está muy atomizado, encontrándonos con operadores que cuentan con más de 100 centros operando, con garantía de calidad AESS, y otros pequeños operadores que cuentan con tan sólo un centro, incluso con un tamaño inferior a los 300 m² alquilables frente a otros que tienen más de 5.000 m²”, señala.

 


LOS PRECIOS MEDIOS VARÍAN MUCHO EN RELACIÓN CON LA UBICACIÓN ESPECÍFICA DE CADA CENTRO Y LA DISPONIBILIDAD QUE HAY EN EL MERCADO


 

Bluespace es la empresa líder del sector en España. Su estrategia consiste en adquirir edificios céntricos ocupados antiguamente por fábricas y convertirlos en espacios para alquilar y en los que los clientes pueden entrar a cualquier hora, los 365 días del año, mediante un código de acceso. Pero no es la única; existen otras grandes firmas como Cabe o Homebox y muchos desarrollos particulares que están aprovechando los locales céntricos disponibles que hasta ahora se han utilizado para negocios como la restauración, el comercio o la banca.

Consumidores y precios.

Entre los clientes encontramos dos tipos fundamentalmente, ya que un 80% de los alquileres los realizan particulares y apenas un 20% está destinado a empresas. “Entre el público final podemos encontrar clientes que necesiten un armario extra para cambio de temporada o bien para guardar las herramientas necesarias para desarrollar sus aficiones”, explica Martínez. También existe el caso de las personas que están haciendo una obra puntual o incluso mudándose y necesitan un espacio extra durante un corto periodo de tiempo, extranjeros que pasan temporadas en España para lo que alquilan una casa y al volver a sus países durante el verano deben desalojar el apartamento, estudiantes que vuelven a casa en vacaciones y deben dejar libres sus cuartos, viajeros frecuentes que prefieren dejar sus pertenencias más seguras durante el tiempo que están fuera o coleccionistas que valoran la seguridad que les ofrece un centro vigilado las veinticuatro horas, siete días a la semana. “Por otro lado, en el caso de las empresas, puede haber también muchos usos en los que el self storage puede darnos un servicio que antes hubiera sido un gasto fijo y convertirlo en variable sólo cuando lo necesitemos. Podemos hablar de almacenamiento seguro de inventario, archivo y documentación, pequeños centros logísticos con recepción de mercancía veinticuatro horas al día, almacenamiento de equipos y herramientas, almacenamiento de archivos digitales e informáticos, o incluso zona de espacio de trabajo adicional para momentos puntuales”, subraya Martínez.

 


SI ESTÁ PENSANDO EN ALQUILAR UN ESPACIO, LO PRIMERO QUE DEBE HACER ES COMPROBAR QUE CUMPLE CON TODA LA NORMATIVA


 

Respecto al precio existen grandes diferencias regionales. “Los precios medios varían mucho en relación con la ubicación específica de cada centro y la disponibilidad que hay en el mercado, en el área alrededor de cada centro”, advierten en la asociación. Sin embargo, reconocen que en Madrid podemos encontrar espacios de 2m² entre 40 y 100 euros al mes y del doble por 70 o 100 euros. En el caso de Barcelona, el precio podría bajar hasta 10 euros para almacenes similares.

¿Una inversión interesante?

Invertir en trasteros es hoy una opción al alza. Al igual que ocurre con las plazas de garaje, los trasteros suponen una oportunidad de inversión accesible y, al mismo tiempo, una garantía de rentabilidad. Para el pequeño ahorrador, los trasteros son una vía de acceso a la inversión inmobiliaria, dado que requiere un capital inicial mucho menor que alternativas como la vivienda. Sin embargo, “a diferencia de las noticias sensacionalistas que aparecen en la prensa local o nacional, la Asociación Española de Self Storage es muy cautelosa con la definición de buen negocio, explica su gerente Sole Martínez. “El espacio de almacenaje es una necesidad creciente que requiere una fuerte inversión inicial por lo que el retorno es a medio y largo plazo”, añade. No obstante, según datos del sector, la rentabilidad media anual no baja del 5%, un dato a tener en cuenta por aquellos inversores más cautelosos y que apuestan por valores estables. Además, en algunas ciudades la demanda es tan importante que hasta existen listas de espera.

Consultar con el notario

Tomada la decisión por un propietario de destinar un inmueble o parte del mismo a espacios para almacenamiento, trasteros o bodegas, la fórmula jurídica a utilizar para reflejar el nuevo uso dependerá, en buena medida, de que su voluntad sea desprenderse del espacio transmitiéndolo a quien le interese adquirirlo o prefiera destinarlo a arrendamiento.

En cualquier caso, es importante un análisis pormenorizado de las circunstancias concurrentes a fin de encontrar la solución más idónea: es necesario combinar el análisis de disposiciones urbanísticas, de propiedad horizontal y tributarias.

El notario, en su función de asesoramiento y control de la legalidad, ponderará tales extremos: informará sobre la posibilidad y requisitos, en su caso, para que pueda tener lugar el cambio de uso; analizará los estatutos de la propiedad horizontal, para determinar la posibilidad de tomar la decisión sin necesidad de autorización de la comunidad o, por el contrario, qué consentimientos y mayorías son necesarias para la adopción del correspondiente acuerdo; y teniendo en cuenta la solución adoptada, informará de los gastos y el coste fiscal que puede implicar la operación.

Para saber más

AESS: En la web de la patronal española de empresas de almacenaje podemos encontrar información sobre el sector y sobre los principales operadores del negocio

Cabe: Este operador dispone de información práctica en su web para elegir el espacio que más nos conviene en función de cada necesidad

Ejeprime: La publicación sobre el sector inmobiliario realizó el año pasado un informe sobre el sector del almacenaje y sus desafíos

«¿Va a alquilar un trastero? Conozca sus derechos», por Miguel Crespo

CONSUMO

MIGUEL CRESPO,

Abogado, miembro del área jurídica de CECU (Confederación de Consumidores y Usuarios)

"Siempre hay que pedir información previa y lo más completa posible, así como copia del contrato para estudiarlo detenidamente"

¿Va a alquilar un trastero? Conozca sus derechos

El alto precio de la vivienda, tanto en régimen de compra como de alquiler, está motivando que muchas personas no tengan otra opción que compartir piso arrendando habitaciones. Asimismo, es habitual desde hace años que algunos propietarios de pisos en grandes ciudades los dividan en varios, sacando así más viviendas al mercado, pero con menores dimensiones. Consecuencia de todo ello: cada vez vivimos en espacios más pequeños.

Por otro lado, el actual modelo de consumo, y el auge de la compra online, sobre todo a raíz de la pandemia del COVID 19 y el confinamiento, ha hecho que acaparemos muchos productos que en ocasiones apenas utilizamos.

Así, tenemos cada vez más objetos y apenas disponemos de espacio en la vivienda donde colocarlos, lo que ha conllevado al auge del mercado del alquiler de trasteros. En este sentido, desde el año 2022 se han creado 450 empresas dedicadas a esta labor¹ y los particulares, llamados por altas rentabilidades por el alquiler de estos locales², también han visto una oportunidad de negocio.

¿Cuáles son los derechos que asisten a aquellas personas que estén interesadas en alquilar un trastero?

En primer lugar, debemos diferenciar dos tipos de alquiler de trasteros, puesto que como veremos el régimen legal aplicable a unos y otros es totalmente diferente: el alquiler a un particular de un trastero ubicado en un edificio de viviendas y el alquiler a una empresa de un trastero generalmente en una nave dedicada a este negocio.

Comenzaremos por analizar el caso en el que decidamos alquilar el trastero situado en un edificio de viviendas a uno de sus vecinos, ya sea porque este no lo usa, porque cuando se construyeron se adjudicó más de uno, o por cualquier otro motivo.

En este supuesto, lo más importante es verificar en el registro de la propiedad, mediante la petición de una nota simple, que quien alquila el trastero es su verdadero titular y que este local se encuentra segregado de la vivienda. Estas precauciones evitarán problemas que podrían surgir si quien alquila no es el legítimo propietario o si el trastero no está segregado y se vende la casa a la que está unido, puesto que esto derivaría en un litigio o en una pérdida económica para el arrendatario.

Por otro lado, debemos destacar que en estos supuestos se alquila únicamente un espacio físico, no se contrata ningún servicio adicional, como sucede en el caso que expondremos más adelante. Por ello, no podremos responsabilizar al propietario del robo de objetos, siendo conveniente por tanto informarnos previamente de las medidas de seguridad existentes en el edificio o si el contenido del trastero está cubierto por algún seguro.

Tal y como hemos referido, este contrato se realiza entre particulares y la ley les deja libertad para fijar las condiciones que consideren oportunas. Suele darse la negociación de las cláusulas en lo que son sus elementos principales, como la duración del contrato y la renta a satisfacer. En este sentido, conviene que la persona interesada en alquilar tenga clara la necesidad de espacio que precisa; el precio que está dispuesto a abonar; así como el tiempo durante el que le interesa obligarse y las consecuencias en caso de incumplimiento. Si en la negociación con el propietario no se satisfacen sus necesidades, deberá seguir buscando.

Finalmente hay que indicar que existen unas cuestiones fijadas legalmente y que no cabe que pacten las partes. Así, en ningún caso podrán realizarse actividades insalubres, no se podrán almacenar sustancias peligrosas, y no se podrá usar el local como vivienda.

En el caso del alquiler a una empresa de un trastero generalmente en una nave dedicada a este negocio, lo común es hacer una contratación mixta. Por un lado, se alquila un espacio físico para guardar nuestras cosas y por el otro se contrata un servicio de vigilancia sobre las mismas. Debemos leer con detenimiento la letra pequeña puesto que la responsabilidad de la empresa siempre es limitada. Hay que conocer la cobertura en caso de robo para no guardar objetos por un valor superior a aquella, puesto que, si se produce la sustracción, no podremos reclamar que se nos reintegre la totalidad del valor.

En estos contratos, a diferencia del primer supuesto, no se negocian las cláusulas del contrato que van a unir a las partes, sino que la empresa impone al consumidor un contrato tipo. Para evitar el abuso de poder de la empresa como parte teóricamente más fuerte, la legislación de protección a la persona consumidora ha establecido ciertos derechos a favor de esta:

  • Derecho a recibir una información clara y comprensible de las características del contrato por parte del empresario antes de la contratación, de modo que permitan entender lo que se firma.
  • Derecho al acceso y lectura del contrato antes de su firma.
  • En caso de duda sobre el sentido de alguna cláusula, siempre se interpretará de la manera más favorable al consumidor.

Aunque la operación de alquilar un trastero no es económicamente tan relevante como la de alquilar una vivienda, si no actuamos con una mínima precaución podemos llevarnos sorpresas desagradables. Para evitarlo, siempre hay que pedir información previa y lo más completa posible, así como copia del contrato para estudiarlo detenidamente. Nunca, por mucho que pueda presionarse, se debe firmar un contrato sin conocer al detalle las obligaciones que asume cada parte.

En busca del coche perfecto

CONSUMO

EN BUSCA DEL COCHE PERFECTO

Los coches de combustión comienzan a escasear, lo que se traduce en un aumento de precios hasta en los vehículos de segunda mano.
Comprar un coche es hoy una decisión difícil. Los cambios que afectan al sector de la automoción y su futuro provocan numerosas dudas en los consumidores en el momento de decidirse por una opción u otra. Cuando la compra es obligada, los expertos recomiendan reflexionar sobre el uso que se va a dar al vehículo, las necesidades personales y también el presupuesto disponible.
MARIÁN LEZAÚN

Hasta hace poco cambiar de coche era una cuestión más o menos sencilla: el precio y los gustos personales eran los ejes de esta decisión. El cliente apenas debía elegir el modelo que mejor se ajustaba a sus gustos y necesidades y ver qué tipo de combustible era más rentable, según el estilo de conducción y el uso del vehículo. Sin embargo, comprar un coche hoy es un tema complicado que requiere, además, tiempo, para analizar todas las opciones disponibles, y también una mayor cantidad de dinero. No es que los coches sean hoy más caros que hace unos años, sino que los cambios en la industria han provocado algunas distorsiones en los precios de los automóviles que los consumidores deben asumir. La guerra de Ucrania y el encarecimiento de las materias primas, debido a la coyuntura económica, mantienen al sector en vilo y eso hace que la oferta haya descendido. Además, los grandes fabricantes se encuentran en plena adaptación de sus plantas a los nuevos vehículos y la transición no está resultando fácil. La industria de la automoción depende, en gran parte, de China, donde se encuentran sus proveedores y esta situación está lastrando el desarrollo de los fabricantes en Europa.

Aumento de precios.

Así, los coches de combustión comienzan a escasear (problemas con el abastecimiento de piezas durante su fabricación, materiales más caros, etc.) lo que se traduce en un aumento de precios hasta en los vehículos de segunda mano. Mientras, los nuevos motores (eléctricos, híbridos, híbridos enchufables, con hidrógeno) siguen siendo caros para los consumidores medios como reflejan las ventas. De hecho, aunque los datos del Gobierno y de la patronal del sector, Anfac, vaticinaban unas ventas superiores a los 122.000 coches eléctricos para el cierre de 2022, la realidad ha arrojado ventas por debajo de las 80.000 unidades, la mitad de ellos híbridos enchufables. Lejos quedan así las necesidades del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima que estiman un total de cinco millones de vehículos eléctricos (de todo tipo, no solo turismos) circulando en España para el año 2030.

 


LOS NUEVOS MOTORES (ELÉCTRICOS, HÍBRIDOS, HÍBRIDOS ENCHUFABLES O CON HIDRÓGENO) SIGUEN SIENDO CAROS PARA LOS CONSUMIDORES MEDIOS


 

Entonces, ¿cuál es el origen de esta ralentización? Los consumidores reconocen que, en muchos casos, el principal hándicap es el precio, aunque en el mercado pueden encontrarse modelos desde los 10.000 euros. Sin embargo, esos coches eléctricos más asumibles no cumplen con las prestaciones y las necesidades a las que estaban acostumbrados los conductores españoles y el resto sigue resultando caro para la gran mayoría: los modelos con buenas prestaciones superan los 40.000 euros. Ni siquiera las ayudas oficiales animan a la compra porque, según fuentes del sector, son insuficientes y no se ajustan a la realidad de los clientes. No obstante, fabricantes y vendedores apuestan por este modelo que, poco a poco, gana adeptos, pese a la desventaja que representa su precio. “Una cosa es el precio de adquisición del vehículo y otra el coste del uso por kilómetro. Es cierto que el precio de un coche eléctrico es superior al de uno con motor de combustión, pero recargar un vehículo eléctrico sigue siendo muy competitivo respecto a un modelo de combustión”, aclara Jaime Barea, director corporativo de la Asociación Nacional de Vendedores y Reparadores de Vehículos (Ganvam).

Además, los consumidores se muestran cautelosos debido a los cambios legislativos que afectan al sector y las expectativas futuras sobre la movilidad, especialmente en las grandes ciudades. Puede que, en un corto periodo de tiempo, el acceso en coche al centro de las ciudades esté reservado para unos pocos o que veamos vehículos sin conductor o nuevos modelos de transporte antes de lo que imaginamos. Pero habrá que esperar y ver cómo el sector evoluciona realmente. El momento clave será el año 2035, anunciado por Europa como el fin de la fabricación de los coches con motores de combustión.

 


HASTA HACE POCO CAMBIAR DE COCHE ERA UNA CUESTIÓN MÁS O MENOS SENCILLA: EL PRECIO Y LOS GUSTOS PERSONALES ERAN LOS EJES DE ESTA DECISIÓN


 

Puntos de recarga.

Tampoco ayuda la falta de puntos de recarga. A cierre de 2022, en España había 16.565 puntos de recarga públicos para coches eléctricos, según el barómetro de electromovilidad de Anfac. De estos, el 81,5% son de baja potencia, lo que significa que tienen tiempos de carga de entre tres y 19 horas. Solo había a cierre del año pasado, 412 puntos que permitían recargar el vehículo en menos de media hora. “Es cierto que queda mucho trabajo por hacer en lo que se refiere a la recarga vinculada, pero si contamos con que hay unos 24 millones de turismos en España y de estos, un 30 por ciento sí dispone de parking en propiedad, estamos hablando de que se pueden alcanzar más de 7 millones de puntos de recarga vinculada cuando el objetivo del Gobierno es que para 2030 haya 5 millones de vehículos eléctricos de toda tipología en circulación”, explica Barea.

Desde Gavam apuntan que hay margen suficiente para que se sumen a la movilidad eléctrica aquellos usuarios que dispongan de capacidad de recarga vinculada. “Además, el despliegue de infraestructura de recarga pública debe desarrollarse con mayor velocidad, eliminando todas las barreras aún existentes y la incertidumbre que el cliente pueda tener”, añade Barea.

Por eso, ante las dudas los expertos recomiendan más que nunca pedir asesoramiento. “Con el mercado actual hay que dejarse asesorar por un vendedor profesional. En función del presupuesto, le recomendará la solución de movilidad que mejor se adapte a lo que necesita. Además, si el comprador se decanta finalmente por un vehículo usado, tendrá certeza de que es una operación fiable, con contrato, garantía e historial de mantenimiento certificado”, explica Barea. En internet existen, no obstante, cientos de páginas en las que buscar y comparar las mejores opciones disponibles en cada momento.

Ventajas o desventajas del coche eléctrico

La apuesta oficial por el coche eléctrico mantiene al mercado dividido, especialmente a los conductores que se han visto en la obligación de cambiar de vehículo. La primera ventaja del coche eléctrico es, efectivamente, su reducido impacto medioambiental. A diferencia de los vehículos de combustión interna, el coche eléctrico no emite ningún gas de efecto invernadero mientras circula, aunque tiene otro impacto que hay que considerar. Los nuevos componentes necesarios para el vehículo eléctrico y conectado, como las baterías y los microchips necesitan materias primas minerales no empleadas en automóviles convencionales. Se trata de grandes cantidades de litio, cuya extracción no siempre es muy respetuosa con el medioambiente. Asimismo, el reciclaje de las baterías, cuya vida útil es de unos 10 años, implica también un problema medioambiental de gran envergadura.

Modelos para todos los gustos

En el mercado del automóvil conviven actualmente diferentes modelos de turismos, según la alimentación del motor. En un primer grupo se encuentran los vehículos de combustión térmica (gasolina o diesel) que, según las previsiones, desaparecerán en menos de treinta años. En un segundo grupo se encuentran los motores más avanzados que corresponden a los coches eléctricos y los híbridos (combinan la combustión y la electricidad). Dentro de estos últimos los hay enchufables (requieren carga externa) y otros que se recargan solos. Para hacerse con uno de estos modelos, los compradores cuentan con importantes ventajas ya que, además de la ayuda del Gobierno, recogida en el Plan Moves III, los coches eléctricos ofrecen otras ventajas en función de la Comunidad en la que circulen: exenciones de pago en zonas de aparcamiento reguladas, puntos de recarga gratis, etc. En el mercado existen también los vehículos alimentados por hidrógeno, mucho más sostenibles que los eléctricos, pero cuyo desarrollo es menor. Por último, los compradores pueden optar por el mercado de segunda mano, que se encuentra más activo que nunca y que responde de manera rápida a las necesidades de los clientes.

Por si las dudas

Ministerio de Industria: En su página web se pueden consultar todas las ayudas disponibles para la compra de vehículos eléctricos, así como la normativa sobre el sector de la automoción.

Anfac: La patronal del sector del automóvil publica datos oficiales sobre ventas en España, así como tendencias y cambios en el mercado.

Faconauto: La federación de asociaciones de concesionarios publica estadísticas de ventas, noticias del sector y, también los últimos avances en movilidad sostenible.

Ganvam: La organización de distribución y reparación de vehículos en España recoge en su página toda la información relativa al comercio del sector. Incluye estadísticas, perspectivas y tendencias.

«Movilidad sostenible y vehículos eléctricos», por Olga Ruiz Legido

CONSUMO

OLGA RUIZ LEGIDO,

presidenta de Facua

"El futuro de la movilidad no puede descansar en la sustitución sin más del vehículo de combustión por el eléctrico"

Movilidad sostenible y vehículos eléctricos

¿Es el vehículo eléctrico la solución para conseguir una movilidad más sostenible?
Para responder esta pregunta desde una óptica consumista y comprometida con los objetivos de desarrollo sostenible, es preciso contextualizar esta opción de movilidad y analizar las implicaciones que tiene, hoy por hoy, el coche eléctrico.

El transporte es responsable de una cuarta parte de las emisiones de CO2 en la Unión Europea (UE) que, mayoritariamente, provienen del transporte por carretera, según un informe de la Agencia Europea del Medio Ambiente (EEA): coches, furgonetas, camiones y autobuses producen más del 70% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero.

Reducir los efectos adversos del transporte es uno de los principales objetivos políticos de la UE. Según determina la EEA, las líneas fundamentales de actuación consisten en desplazar el transporte hacia modalidades menos contaminantes y más eficientes; hacer uso de tecnologías avanzadas de transporte; implementar combustibles e infraestructuras más sostenibles, y garantizar que los precios del transporte reflejen plenamente los efectos adversos en el medio ambiente y en la salud. La descarbonización del transporte centra una de las líneas estratégicas de las políticas europeas.

Entre los objetivos de desarrollo sostenible y de lucha contra el cambio climático de la UE se sitúa el de alcanzar la neutralidad climática. Para ello, el reto fijado es una disminución del 90% de las emisiones de gases invernadero generadas por el transporte para 2050, respecto de los niveles de 1990.

Así lo estableció la Comisión Europea en el Pacto Verde Europeo en diciembre de 2019, donde recogió el compromiso de una Europa climáticamente neutra para 2050, compromiso político que devino en obligación legal tras aprobarse la Ley Europea del Clima en 2021.

Para la consecución de los objetivos de sostenibilidad y neutralidad climática aprobados por la Comisión y el Parlamento Europeo, el desarrollo de modelos de transportes sostenibles es crucial, pero, además, debe ir de la mano de otros atributos que permitan garantizar la movilidad como un derecho de todos y todas. En este sentido, la movilidad debe ser sostenible pero también segura, asequible y accesible para el conjunto de la población.

La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas y sus objetivos de desarrollo sostenible expresamente reconoce el derecho de todas las personas a tener acceso a sistemas de transporte seguros, asequibles, accesibles y sostenibles.

En España, la Ley 7/2021, de 20 de mayo, de cambio climático y transición energética, recoge esos objetivos y la implantación de formas de desplazamientos alternativas y más sostenibles, entre las cuales hace una apuesta por el vehículo eléctrico, pero también prioriza la necesaria reducción del transporte individual en beneficio de los sistemas colectivos y de otros modos no motorizados de transporte (pie y bicicleta), desarrollando aquellos que hagan compatibles crecimiento económico, cohesión social, seguridad vial y defensa del medio ambiente.

En este contexto político y legislativo se está desarrollando una intensa campaña de promoción del coche eléctrico. Se habla de objetivos a medio y largo plazo de sustitución del parque de coches de combustión por coches eléctricos. Sin embargo, debemos preguntarnos si en el vehículo eléctrico está la solución para una movilidad sostenible y si esta estrategia de gobiernos e industria ayuda realmente a un cambio de modelo que atienda las necesidades de todos y también del planeta.

El vehículo eléctrico se presenta como la alternativa más limpia, pero es preciso tener en consideración determinados condicionantes que se dan en la actualidad: no solo deben ser tenidas en cuenta las emisiones de CO2 que produce un coche durante su uso; también las que se causan durante su producción y en la gestión de sus desechos tras su vida útil. La producción y eliminación de un coche eléctrico tiene un impacto medioambiental significativo y mayor que un vehículo de combustión. Las baterías y motores suponen, hoy por hoy, un importante problema medioambiental al necesitar recursos escasos y materiales contaminantes en su fabricación.

El origen de la energía eléctrica necesaria para su utilización también es un factor determinante en la reducción de las emisiones de CO2, debiendo ir vinculado a un crecimiento exponencial de su origen renovable. El coche eléctrico es más limpio a medida que la proporción de electricidad proveniente de fuentes renovables aumente y se avance en baterías más sostenibles.

Las poco desarrolladas infraestructuras de recargas en España y el precio de venta y mantenimiento del vehículo eléctrico también representan claras desventajas que impiden que pueda ser una alternativa accesible y asequible para la mayoría de la población y marca claras diferencias sociales.

De otra parte, debe tenerse en consideración el impacto del vehículo privado en las ciudades (ya sea combustión o eléctrico) y los problemas que genera en cuanto a desplazamientos y ocupación del espacio público y cómo condiciona el propio modelo urbanístico.

El futuro de la movilidad no puede descansar en la sustitución sin más del vehículo de combustión por el eléctrico. Un cambio hacia una movilidad sostenible no representa solo un cambio de tecnología; ha de tener en consideración la necesidad de decrecimiento. Necesitamos también menos coches.

El coche eléctrico es una pieza en la movilidad sostenible pero no debe ser la única, ni ha de ser el objetivo central de la misma. Es preciso revertir el patrón de crecimiento continuo de vehículos privados e impulsar fórmulas colectivas y otras alternativas para los desplazamientos.