EN PLENO DEBATE
JESÚS AGUILAR,
presidente en funciones del Consejo General de Farmacéuticos
Acercando la innovación del laboratorio al paciente
UNA DE LAS CERTEZAS que nos deja la pandemia que estamos comenzando a superar, es que sin investigación no hay futuro. Esta afirmación es importante en todos los ámbitos del conocimiento; y adquiere una mayor relevancia cuando estamos hablando de salud. A partir de ahí podemos añadir la economía, la industria, o las comunicaciones. Pero sin salud es muy difícil progresar. Y es que el mundo que hoy conocemos no sería igual si, fruto de la investigación, no hubiéramos ganado importantes batallas contra la enfermedad.
Es suficiente volver la vista atrás, hasta diciembre de 2019, para convencer de esta realidad hasta al más escéptico. Y es que los hechos vividos durante los últimos 20 meses nos han demostrado que invertir en investigación y salud no es una opción; es una obligación. Los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud, de finales de junio de 2021, sitúan en cerca de 180 millones las personas contagiadas y en 3,8 millones los fallecidos por la Covid-19. Cifras que nos estremecen a todos y que deben impulsar a los responsables políticos de todo el planeta a situar la investigación como un asunto prioritario en sus agendas.
Ha sido la capacidad de innovación del sector farmacéutico la que ha permitido que comencemos a hablar del principio del fin de la pandemia. Transcurrido menos un año desde que se diagnosticaron los primeros casos, ya disponíamos de vacunas con elevados índices de eficacia con los que combatir la pandemia. Cuando se cumplen quince meses del comienzo de la pandemia en nuestro país, cerca del 50% de los españoles ya están inmunizados.
Basta pensar en el número de contagios y muertes que se están evitando cada día gracias a esas vacunas para que tanto nosotros, como las próximas generaciones, tengamos la absoluta seguridad de que sin investigación en salud no podemos hablar de progreso.
La investigación en la lucha contra la enfermedad es un motor de progreso. La realidad es que esa es una asignatura pendiente en nuestro país, con dos efectos directos. Por un lado, perdemos la ocasión de hacer del conocimiento un motor que impulse nuestra economía. Por otro, la falta de oportunidades hace que parte de nuestro talento acabe fuera de nuestras fronteras. Me refiero a esos jóvenes investigadores que se ven obligados a trasladarse a otros países en los que la ciencia sí es una verdadera prioridad, y en los que dedicarse a la investigación es compatible con tener acceso a recursos suficientes tanto para desarrollar proyectos profesionales como vitales.
Porque de lo que no cabe duda es del talento de los investigadores españoles, y muy especialmente de los farmacéuticos. Ahí está Mariano Esteban, liderando el equipo del Centro Superior de Investigaciones Científicas que está desarrollando una vacuna contra la Covid-19. O Juan Andrés, director técnico de Moderna, uno de los primeros laboratorios que descubrió y puso en el mercado una vacuna basada en la innovadora tecnología del ARN mensajero; o Luis Jodar, director mundial de vacunas de Pfizer.
Tres nombres de una larga lista de farmacéuticos españoles volcados en la investigación y que, día a día, hacen posible construir un mundo mejor. En España son más de 1.600 los farmacéuticos colegiados cuya actividad principal es la industria, la investigación o la docencia. Su vocación, esfuerzo y conocimiento se convierte en innovaciones terapéuticas que nos ayudan a tratar enfermedades; a salvar vidas.
A partir de ahí, el reto es que esos medicamentos que desarrollan los laboratorios y fabrica la industria, cumplan su función. Y para ello es imprescindible la participación de otros farmacéuticos.
Es el caso de los 700 farmacéuticos que trabajan en la distribución, haciendo posible, entre otras funciones, su suministro y evitando situaciones de desabastecimiento. También, el de los cerca de 2.100 farmacéuticos que trabajan en los servicios de Farmacia Hospitalaria, garantizando el uso seguro y eficiente de los medicamentos, y trabajando en los equipos multidisciplinares de asistencia especializada.
Y por supuesto, el de los 54.555 farmacéuticos que desarrollan su labor en alguna de las 22.137 farmacias comunitarias repartidas por toda España, que con una ratio de 2.144 personas por farmacia, es la red más numerosa de toda Europa. A través de ella se hace real y efectiva la equidad y la igualdad de todos los ciudadanos a la hora de acceder a un tratamiento, con independencia de su lugar de residencia, ya sea en plena Gran Vía o en un remoto pueblo de los Pirineos.
En resumen, la farmacia es una profesión esencial para avanzar en la investigación; del mismo modo que los farmacéuticos son los profesionales sanitarios imprescindibles para que esas innovaciones lleguen a todos los ciudadanos. Por eso, consideramos que es imprescindible aprovechar el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia España Puede para crear un marco que favorezca que cada vez más farmacéuticos se dediquen a la investigación en España, y para que, a través de la red de farmacias, el resultado de su trabajo se transforme en salud y bienestar para todos.