EN SOCIEDAD
“En España no solo hay cada vez más gente mayor, también ha crecido el número de personas que viven solas”
Confucio y la piedad filial
Su familia se arruinó. Procedía de una estirpe noble pero las circunstancias le obligaron a ejercer de maestro, funcionario público y hasta de carpintero. Me refiero a uno de los pensadores más influyentes en la historia de la humanidad: hablamos de Confucio. Su pensamiento filosófico ha tenido a lo largo de los siglos un enorme impacto en todo el mundo, pero sobre todo en China, donde nació en el año 551 antes de Cristo. De su forma de entender la existencia del ser humano destaca un concepto que 25 siglos después sigue imperando en Asia Oriental como la base ideológica de la sociedad tradicional. Él lo llamó “la piedad filial”. Este principio considera el respeto a los mayores como la más alta virtud y que los jóvenes de la familia han de cuidar a los de más edad con la deferencia que merecen.
Tal fundamento mantiene su vigencia en un país como Corea del Sur, a pesar de que su progresiva occidentalización va mermando la influencia de estos valores. Los coreanos están socializados no solo para mostrar cortesía a sus mayores sino para darles un alto rango de autoridad. Lo hacen hasta el extremo de celebrar con gran boato los 60 y 70 cumpleaños de sus progenitores entendiendo el tránsito a la vejez como un paso hacia un mayor estatus de experiencia y sabiduría. Esto ocurre hoy en la Corea vanguardista y democrática mientras en China las autoridades del partido comunista encabezadas por el propio presidente Xi Jinping iniciaron una gigantesca campaña mediática para recuperar valores tradicionales como el cuidado y el respeto a los padres y personas de edad avanzada alineados con “la piedad filial” de Confucio.
El retorno a estos valores supone un choque frontal con las tesis maoístas del fundador del partido que denunciaban la filosofía confucionista como parte de un pensamiento feudal que había de ser erradicado. Ni que decir tiene que esta forma de poner en valor a la tercera edad en Extremo Oriente contrasta con las culturas occidentales empeñadas en fetichizar la juventud. Lo hacemos en detrimento de los mayores que, según van cumpliendo años, tienden a ser minusvalorados o relegados en lo laboral y, a veces, confinados después en residencias u hospitales hasta llegar a convertir la vejez en una experiencia vergonzante. Con frecuencia los abuelos son apreciados mientras resultan útiles para atender a los nietos y que los hijos puedan conciliar, pero cuando son ellos los que han de recibir los cuidados las actitudes suelen ser otras.
Cerca de mi casa hay un negocio regentado por una familia china en el que trabajan todos sus miembros. La mayor de las hijas tuvo un bebé y a las pocas semanas ya estaba el abuelo dedicado en cuerpo y alma a su cuidado. He visto crecer a esa criatura y envejecer al abuelo que ahora no tiene labor reconocida, pero al que profesan un afecto y un respeto envidiable. Un día se me ocurrió preguntarle por su relación con la familia y se manifestó convencido de que ese nieto y los que vengan serán quienes más se preocupen de su bienestar cuando las fuerzas le fallen.
No todo lo que viene del Extremo Oriente es encomiable, pero de esta filosofía de la piedad filial creo que deberíamos aprender. Estamos envejeciendo a marchas forzadas y no me refiero individualmente, que todos vamos cumpliendo años, sino como sociedad. La esperanza de vida ha ido aumentando al mismo tiempo que desciende la tasa de natalidad. Hay que estar preparado en todos los sentidos para una inversión de la pirámide demográfica en la que los mayores no sean contemplados como un estorbo a despreciar.
El envejecimiento poblacional es a fin de cuentas uno de los mayores logros de la humanidad, pero plantea desafíos que conviene afrontar con la mayor determinación para no sufrir efectos indeseables. Esa piedad filial de la que hablaba Confucio vendría bien para mirar con otros ojos a los más longevos pero, además, resulta imprescindible que los mayores cuenten con instrumentos legales que garanticen sus derechos en cualquier circunstancia. Son muchas las necesidades de las personas de edad avanzada y la Justicia ha de jugar un papel fundamental para garantizar sus derechos en igualdad de condiciones que los ciudadanos más jóvenes. En España no solo hay cada vez más gente mayor, sino que también ha crecido el número de personas que viven solas, no tienen hijos ni familia cercana o, si la tienen, pasan de ellos. Son individuos de los que nadie se hace cargo cuando enferman o no están en condiciones de cuidarse por sí solos. Mucho me temo que el sistema no está lo bastante preparado para afrontar estas situaciones cada vez más frecuentes, aunque la ley 8/21 por la que se reforma la legislación civil y procesal para el apoyo a las personas con discapacidad en el ejercicio de su capacidad jurídica ha supuesto un importante paso para afrontar esta realidad.
Un instrumento interesante es la llamada autocuratela, una medida de autoprotección que se define como una figura legal que permite que una persona en previsión de la concurrencia de circunstancias que puedan dificultarle el ejercicio de su capacidad, deje por escrito cómo desea que se organicen y administren los asuntos relativos a su persona y bienes, incluida la designación de curador. El curador será preferentemente asistencial, es decir, ayudará en la toma de decisiones y solo en los casos en que haya una imposibilidad de hecho para manifestar y conformar voluntad, será curador representativo. En todo caso, el curador siempre deberá actuar conforme a la historia de vida y preferencias de la persona que lo haya nombrado.