ESFERA CULTURAL

Juan Bordes,

escultor

Hijo predilecto de Las Palmas, donde nació, el multifacético Juan Bordes ha transitado todos los vericuetos del arte, teniendo como faro la escultura, resumen de todas sus vocaciones infantiles. En ella se adentró con ocho años como aprendiz de brujo en la escuela de Abraham Cárdenes. Hoy, su obra se contempla en museos y espacios públicos dentro y fuera de nuestro país. Amante de Brahms y de Poulenc, Académico de la Real de San Fernando desde 2006, en la actualidad dirige la Calcografía Nacional y ha sido miembro del jurado del concurso de escultura Grandes Valores, convocado por la Fundación Notariado.

JUAN ANTONIO LLORENTE,

Dónde encontrarle

Si al creador se le encuentra en su obra, para descubrir a Juan Bordes habría que hacer un largo recorrido. Desde Arucas a Chicago, dedicando un especial énfasis a sus numerosas colaboraciones con Óscar Tusquets. La mejor guía, su página personal.

“Soy escultor las 24 horas del día”

-Escultor, arquitecto, investigador y docente. Parece el currúculo de un artista del Renacimiento. ¿Más cerca de Rafael, Leonardo, Miguel Ángel…?

Con Rafael, curiosamente, no tengo una gran “amistad”. Su perfección me entusiasma muy contadas veces. Leonardo me resulta mucho más atractivo.

-Al buscar en Internet Miguel Ángel pone en primer lugar Arquitecto. ¿Qué dice su tarjeta de visita?

No tengo tarjeta, pero siempre pongo Soy escultor. Lo soy, por encima de todo. Cuando alguien me pregunta si soy arquitecto, contesto: No. Soy Doctor Arquitecto. Porque el doctorado me costó exactamente igual que la carrera. Cuando la terminé, ejercí como tal unos años muy intensos, desesperado por que llegara el fin de semana. Lo tuve que dejar para dedicarme plenamente a la escultura, En mi tesis doctoral La escultura como elemento de composición del edificio, reuní las dos vocaciones. Si tengo que presentarme diría que soy escultor las 24 horas del día. Digo 24 horas, porque con mucha frecuencia tengo sueños profundísimos con la escultura. Pesadillas, incluso. Veo esculturas clarísimas que querría hacer y no tienen nada que ver con lo que hago. Por otra parte, considero fundamental el alimento que me dan la docencia y la investigación como forma de creatividad, que se acompaña con la de coleccionista: me apasiono buscando lo que enriquece la investigación en la que esté inmerso. En todas esas circunstancias soy escultor también. Lo he sido desde muy pequeño, y sigo siéndolo. Recordando mis aficiones infantiles tengo claro de que en el fondo todas ellas me interesaban en tanto que alimento para mi vocación de escultor.

-Los bailarines se quejan de que su disciplina sea la hermana pobre de las artes escénicas. ¿Diría lo mismo de la escultura en las artes plásticas?

En cuanto a consideración, puede ser. Ahí está la célebre frase de Barnett Newmann La escultura es aquello con lo que tropiezas cuando retrocedes para mirar un cuadro. Para mí es otra cosa. Hace unos días, dando una clase en Pamplona, hablaba del Paragone, esa encuesta de Varchi a distintos creadores del Renacimiento, preguntando cuál de las artes es la superior. Benvenuto Cellini, que era muy fantasma, contesta que, por supuesto, la escultura, al reunir ocho dibujos -las ocho vistas del paralelepípedo: las perpendiculares de sus caras y sus diagonales-, para acabar diciendo que es la piedra más económica para configurar un espacio. La cantidad de energía que sale de una buena pieza escultórica es incomparable al esfuerzo que tiene que hacer, por ejemplo, la arquitectura, para dominar el mismo espacio, física y conceptualmente. Algunas ciudades las resume mejor una escultura que un edificio. Es el caso del Manneken pis en Bruselas o la Cibeles respecto a Madrid. Seguiría con el David de Miguel Ángel en Florencia, la sirenita en Copenhague… La potencia que puede a veces tener una escultura es capaz, efectivamente, de convertirla en superior a las demás artes.


Considero fundamental el alimento que me dan la docencia y la investigación como formas de creatividad


-¿En cuanto a reconocimiento?

En ese aspecto, efectivamente es otra cosa. Ni siquiera la han apreciado en su medida grandes críticos. Se van más hacia la pintura. Por eso hay mejores interpretaciones respecto a la pintura que a la escultura, tan difícil de entender por las dificultades que presenta. Demanda cierta dramaturgia. Necesita un “teatro” de exhibición, que a veces no tiene ni en los museos. Ver una escultura es muy difícil. Hay muchísimos textos sobre cómo ver la pintura, o cómo aprender a leerla. Sobre cómo leer la escultura conozco uno o dos.

-¿Es más fácil dar gato por liebre en pintura o en escultura?

Si hablamos en niveles de excelencia, porque a mí ya no me interesan las tintas medias, lo bueno es bueno en todos los casos. Quizá es más fácil dar gato por liebre en la abstracción que en la figuración, donde se detecta mucho más la ineficacia, la pobreza, la falta de energía. De ahí que veamos una abstracción a veces débil. Pero insisto: la excelencia, lo que conmueve, es siempre equiparable a lo largo de la Historia, sólo en los artistas que son buenos. Lo demás es puro “paisaje” para amenizar el rato: puede estar muy bien para el día a día, pero no para la posteridad.


La fascinación me parece la única meta para justificar tu trabajo. Si no, sólo hacemos, cachivaches, trastos


-Entre el colectivo de escultores actuales en España: desde el desaparecido Juan Muñoz a Cristina iglesias, Antonio López, Jaume Plensa… ¿Se puede hablar de generación?

A todos ellos los he conocido desde sus principios. Con Juan y Cristina coincidíamos en la fundición cuando estaban empezando, y yo absolutamente embarcado en mi obra. Con Jaume tuve amistad desde el principio. Pero cada uno es un universo.

-¿Sin unidad estilística ni ideológica?

Creo que no, aunque tenemos muchos puntos en común. Con Cristina hablo bastante, ahora que estoy centrado en un libro sobre la imagen vegetal en el arte, aspecto en el que trabajé en los años 80, antes de conocerla y de que ella centrase su actividad en la escultura. Y coincidimos en muchas cosas. Con Jaume, al estar trabajando sobre el cuerpo, volvemos a coincidir en algo. En otros momentos, los encuentros no han sido tan evidentes… Vamos y venimos, porque en la actualidad sientes más las influencias del ambiente que las de tus compañeros de profesión. Mis amigos los encuentro muchas veces en la Historia. Y las admiraciones las recojo más en la Historia que en la actualidad.

-¿En su trayecto: ha hecho parada en la pintura?

Durante una época, sí. Cuando me centré en el tema vegetal, obsesionado por los bodegones que estaban en los depósitos del Prado, porque no se exponían. Escarbando, fotografiando, la obra de Meléndez, entre otros, pinté una serie de bodegones muy extensa. Después hice otra también amplia con el tema de la naturaleza, cuando me invitaron a una Bienal de Venecia mediada la década de los 80. Entonces trabajé pintura y escultura a la vez. Recientemente hice una recolección de aquella obra tan antigua, y quisiera exponerla. Ahora toco el dibujo, pero no como reflexión para la escultura sino como actividad aparte. En cuadernos. Pero hace mucho tiempo que no pinto.

-Dice Rubén Darío Cuando una musa te de un hijo, queden las otras ocho encinta.¿Alguna se le resiste?

La música (risa). Es mi envidia perpetua, porque mi desconocimiento es total. Pero es la que de verdad me hubiera gustado, porque podría darme la tranquilidad que no tengo con las otras. Me dicen ¡qué bien lo debes de pasar! Y yo lo paso fatal. Hay días en los que salgo del taller totalmente derrotado, defraudado. Quizás lo único positivo que saco de todo esto es aprender a vivir con la frustración, que es el único motor del artista. Mañana será otro día…. ¡Y a otra cosa!


Hoy en día las obras de arte son fuegos artificiales que se consumen y desaparecen en poquísimo tiempo, y me parece un error


-¿Dónde encuentra la armonía en una escultura?

Es una de las ideas que me guían en este momento: encontrar la fascinación, que puede estar en la fealdad, la belleza, lo terrible…. La fascinación me parece la única meta para justificar tu trabajo. Si no, sólo hacemos cachivaches, trastos. Yo cada vez quiero realizar uno de esos trastos trascendentes que llegue a fascinar. Que aguante la mirada durante mucho tiempo. Hoy en día, las obras de arte son fuegos artificiales que se consumen y desaparecen en poquísimo tiempo, y me parece un error. Entiendo que hay obras de arte hechas para ser consumidas y artistas que no pretenden la trascendencia, pero a mí me obsesiona el término fascinar.