AL ENCUENTRO

T E N E R I F E 2 0 2 4

TENERIFE

NUEVE ‘MENCEYATOS’

Textos y fotos: JESÚS ORTÍZ

Fotos cedidas por Turismo de Tenerife

Villa de La Orotava.
Desde principios del siglo XIV, los reinos de algunas regiones europeas se fijaron en el conjunto insular canario por su privilegiada posición para proteger las rutas de especias y seda; y en él fueron estableciéndose. En la última década del siglo XV, solo Tenerife mantenía la independencia de su población y organización territorial autóctonas. Las crónicas de entonces hablan de nueve menceyatos guanches en torno a Echeyde: el sagrado territorio de Guayota el Maligno.

En esta ocasión, nuestra propuesta es llamar a las puertas de Icod, Güímar, Taoro, Tegueste, Anaga, Tacoronte, Abona, Daute y Adeje, que así se llamaban cada uno de los menceyatos –reinos, para entendernos–, y ver lo que aún conservan de cultura guanche. Eso sí, conviene empezar por el ‘décimo reino’, el del Teide, que dio nombre a la isla en tiempo de los romanos, Ninguaria, lo que derivó en Nivaria (nivis en latín: de nieve), que nos lleva a pensar en la cumbre del volcán y su habitual capa blanca; pero que también llega hasta nuestros días directo desde la lengua guanche: ti o te, que era un artículo, y el sustantivo ife, que se traduce como “pico”; de ahí Tenerife. Por ser fieles a todas las fuentes, algunos estudiosos creen que los primitivos isleños llamaban a su tierra Achined o Achineche, de donde procedería la palabra “guanche”, pero esta etimología, en fin, no nos sitúa en torno al volcán.

Una primera curiosidad es comprobar que, mientras las nueve demarcaciones eran todas costeras, los ‘dominios’ de Guayota, los más extensos de todos, ocupaban el centro de la isla y la mayor parte de ellos eran pastos comunales de verano. Los terrenos que rodean el Parque Nacional del Teide pueden dar una idea de por qué los distintos menceyes acordaron mantener ese espacio a disposición de todos, lo que además pudo servir de punto de encuentro entre los diferentes grupos étnicos, por más que tenían demarcados qué pastos correspondían a cada reino. Buen momento este para recordar que los testimonios de peninsulares llegados a la isla en torno a 1495, hablan, unos, de pobladores altos, de piel blanca y ojos y cabellos claros, mientras que otros reseñan personas de mediana estatura, fuertes y de piel morena. Exageraciones al margen, es probable que se refirieran, respectivamente, a habitantes del norte y del sur.

 


LOS ‘DOMINIOS’ DE GUAYOTA, LOS MÁS EXTENSOS DE TODOS, OCUPABAN EL CENTRO DE LA ISLA Y LA MAYOR PARTE ERAN PASTOS COMUNALES DE VERANO


 

Podemos decir que las zonas fértiles alrededor del Teide eran lugar imprescindible para intercambios sociales, entre labores de pastoreo y mirada con ojo inquieto al volcán: la imponente mole del Echeyde y sus 3.715 metros de altura. Cuentan de él que, en 1492, justo cuando Colón salía de La Gomera camino de lo que sería su gran hallazgo, el Maligno quiso salir del encierro con el que le había castigado Achamán, el dios supremo, por haber querido secuestrar a Magec, el sol. Obviamente, no lo consiguió. En lenguaje técnico, lo que observaron fueron varias toneladas de lava que fluyeron desde la cumbre hacia el mar: ya saben cómo va esto.

Tegueste era el menceyato más pequeño en extensión, pero rico en recursos gracias a los valles de Tegueste y de Guerra. Ocupaba un territorio que hoy corresponde, en parte, a los municipios de San Cristobal de La Laguna y al que mantiene, después de los siglos, el mismo nombre que le dieron los guanches. Quizás se sitúe mejor el lector si le decimos que la parte de los pastos comunales que tenían más cerca la conocerán, sin saberlo, muchos de los viajeros que hayan ido a Tenerife transitando por el aeropuerto de Tenerife Norte o de Los Rodeos. Peculiar era la posición de Punta del Hidalgo, que algunos historiadores consideran una especie de menceyato de segunda categoría (archimenceyato) dependiente de Anaga. El nombre de Tegueste, por otro lado, corresponde hoy a un municipio y localidad que se encuentra muy cerca de lo que en su momento fue el límite entre este menceyato y el de Tacoronte. Es lugar de gran riqueza arqueológica, destacando en este sentido el barranco de Agua de Dios.

 


TEGUESTE, NOMBRE GUANCHE QUE PERMANECE, ES LUGAR DE GRAN RIQUEZA ARQUEOLÓGICA, DESTACANDO EN ESTE SENTIDO EL BARRANCO DE AGUA DE DIOS


 

Tacoronte, si seguimos por la costa norte, ocupaba lo que actualmente son los concejos de Tacoronte (se repite aquí la conservación del nombre guanche), El Sauzal y La Matanza de Acentejo. La arqueología da fe de que los acantilados costeros, sus cuevas naturales más bien, eran zona de vivienda preferente para los guanches locales, junto con las de los barrancos de Cabrera y de Guayonje. Fue precisamente en los dominios de este menceyato donde los primitivos habitantes de la zona norte de Tenerife desbarataron el primer intento militar de hacerse con la isla (1494); de ahí lo de «la matanza». Parece que unos no calcularon bien sus posibilidades de victoria, sobrestimando su experiencia militar y sus armas más modernas, y otros se valieron del conocimiento del terreno y las posibilidades que les dio el barranco de Acentejo para emboscar a los recién llegados. Hoy procede visitar la Mesa del Mar, en Tacoronte, y su zona de cuevas guanches declarada Bien de Interés Cultural.

 


EN EL ANTIGUO TACORONTE ESTÁ LA MATANZA DE ACENTEJO, LUGAR QUE RECUERDA DONDE LOS GUANCHES DEL NORTE CONSIGUIERON UNA VICTORIA


 

Taoro ocupaba una franja cuyo territorio forma parte de lo que ogaño son los municipios de La Victoria de Acentejo, Santa Úrsula, La Orotava, Puerto de la Cruz, Los Realejos y San Juan de la Rambla. Tras la «matanza», la «victoria» de Acentejo recuerda el definitivo ocaso de la resistencia guanche. Ambas batallas, la de la Matanza y la de la Victoria, se dieron en escenarios próximos y mientras en la primera el actor clave fue la prepotencia de los que consideraron inferiores a los primitivos habitantes de Tenerife, en la segunda lo fue la experiencia del primer fracaso y, por supuesto, el desgaste de un ejército inferior en efectivos tras varios años de luchas. En Los Realejos, metidos en cosas bélicas, fue donde en 1496 se firmó la paz entre ambos bandos; al menos, así lo reseñó en 1604 el historiador, médico y poeta Antonio de Viana. Pero como lo contó en un poema épico, hay quien pone en duda que hubiera sido un acuerdo de paz con todas las de la ley, con vencedores y vencidos sentados a negociar una convivencia tolerable.

 


LA PAZ DE LOS REALEJOS, LUGAR EN EL ‘MENCEYATO’ DE TAORO, SE FIRMÓ ENTRE GUANCHES Y PENINSULARES EN 1496


 

Icod o Icode, entre otras varias denominaciones, es nombre que también se ha mantenido en el tiempo, dejándonos hoy el topónimo de Icod de los Vinos. Este municipio, junto con los de La Guancha y El Tanque, más una parte de Garachico, conformaban el antiguo menceyato. Contaba en el siglo XVI Fray Alonso de Espinosa, quien fue el primer cronista de Tenerife, que probablemente Icod fuese la más antigua zona de la isla poblada por los primitivos habitantes, según le contaron a él «los naturales guanches viejos». Buena muestra es la Zona Arqueológica de la Cueva de los Guanches, donde se han identificado restos del siglo VI a. de C. Hasta nuestros días ha llegado la leyenda de una chica muy guapa, Amarca, de la que se prendó Gariaiga, quien se tomó tan mal el rechazo de la moza, que acabó lanzándose al vacío desde una considerable altura. Ella, sintiéndose culpable, se sumió en una profunda tristeza y acabó con su vida de la misma manera. Seguro que el famoso drago milenario de Icod de los Vinos fue testigo de esta historia… ¡o de alguna parecida!

 


PROBABLEMENTE, ICOD FUE ZONA DE LA ISLA INICIALMENTE POBLADA POR LOS PRIMITIVOS HABITANTES, SEGÚN CONTARON “LOS NATURALES GUANCHES VIEJOS”


 

Daute o Dabte ocupaba Buenavista del Norte, Los Silos, la parte de Garachico que no pertenecía a su vecino Icod y el macizo de Teno, nombre este también heredado de los guanches. De Teno, precisamente, dicen algunos autores que pudo ser un menceyato al margen de Daute, aunque otros lo consideran un vicemenceyato. La riqueza de recursos del macizo, incluidos los defensivos, hace pensar que el hoy Espacio Natural Protegido pudo marcar alguna diferencia con sus vecinos. Es, además, tan singular paisajísticamente, que lugares como Punta de Teno, la playa de Las Arenas, Teno Alto o Masca han sido escenario de algunas millonarias producciones cinematográficas. Y para quien quiera comprobar a qué llamaban los guanches «Muralla del Infierno», tan fácil como acercarse a los acantilados de Los Gigantes: moles de lava vertida al mar con alturas de entre los 300 y los 600 metros.

 


PARA SABER A QUÉ LLAMABAN LOS GUANCHES “MURALLA DEL INFIERNO”, EN DAUTE, TAN FÁCIL COMO ACERCARSE A LOS ACANTILADOS DE LOS GIGANTES


 

Adeje, su nombre, se ha quedado igualmente entre nosotros desde tiempos guanches y denomina uno de los actuales municipios que se encuentran en lo que antes fue el menceyato. Los otros son Guía de Isora, Santiago del Teide y parte de Arona y Vilaflor. La mayoría de los historiadores están de acuerdo en que Adeje fue la sede del único mencey que gobernaba toda la isla antes de que, a su muerte, sus nueve hijos dividieran el reino en los menceyatos que hoy nos ocupan. La playa de Los Cristianos, costa de Arona, en el sur del territorio, fue el escenario de la encerrona con la que, un año después de la Paz de Los Realejos de 1496, algún desaprensivo quiso hacerse con un grupo de guanches para venderlos como esclavos. Les prometió que serían bautizados por un obispo, de visita en la isla, los atrajo a la playa y ahí los atrapó y embarcó rumbo a un destino lamentable. Parece que, afortunadamente, los Reyes Católicos fueron informados del dislate y ordenaron su liberación.

 


ADEJE FUE LA SEDE DEL ÚNICO ‘MENCEY’ QUE GOBERNABA TODA LA ISLA ANTES DE QUE, A SU MUERTE, SE DIVIDIESE EL REINO ENTRE SUS NUEVE HIJOS


 

Abona fue el reino probablemente más extenso, ocupando lo que hoy son los municipios de Fasnia, Arico, Granadilla de Abona, San Miguel, parte de Vilaflor y parte de Arona. Este último municipio también es llamado a veces Abona, con lo que sería un caso más de conservación de la denominación original guanche. De su ocupación por los antiguos pobladores nos hablan vestigios arqueológicos como el poblado de Guargacho, y su probable origen ceremonial, o la cueva sepulcral del Barranco del Pilón, donde se encontró la momia de un niño de cuatro años. Característicos de esta zona son los litófonos –piedras que suenan– utilizados probablemente por los guanches como sistema de comunicación y que se encuentran, junto con una buena colección de grabados rupestres, en lugares como Malpaso, Roque de Bento o Aldea Blanca.

 


CARACTERÍSTICOS DE ABONA SON LOS LITÓFONOS –PIEDRAS SONORAS–, UTILIZADOS PROBABLEMENTE POR LOS GUANCHES COMO SISTEMA DE COMUNICACIÓN


 

Güímar se extendía por lo que hoy son los municipios de El Rosario, Candelaria, Arafo y Güímar –otro topónimo que mantiene la denominación guanche–, con alguna parte de Santa Cruz de Tenerife y de San Cristóbal de La Laguna.

 


LOS GUANCHES DE GÜÍMAR ENCONTRARON LA IMAGEN DE LA VIRGEN DE LA CANDELARIA EN LO QUE HOY ES LA PLAYA DE EL SOCORRO


 

Muestra de la actividad humana primitiva es, o fue, el Barranco de Herques, entre los municipios de Fasnia y Güímar; y ojo, que aquí hay misterio. Parece que, en la segunda mitad del siglo XVIII, el sacerdote e historiador José de Viera y Clavijo se topó en el barranco con una necrópolis «tan llena de momias, que no se contaron menos de mil». Y, aunque es cierto que hay repartidas por el mundo una veintena de estas momias, o el ilustrado cura exageró de lo lindo o no dijo nunca a nadie el lugar exacto del enteramiento. O sea: que a lo mejor siguen ahí los cientos de xuxos (las momias)… o no. Otra historia interesante es el hallazgo, por parte de los guanches locales, de la imagen de la Virgen de la Candelaria en lo que hoy es la playa de El Socorro. La talla fue trasladada a la residencia invernal del jefe de este menceyato, la Cueva de Chinguaro, y allí permaneció medio siglo, aunque probablemente los primitivos pobladores creyeron que representaba a la diosa Chaxiraxi, cosa que la paulatina cristianización resolvió a partir del siglo XVI.

Anaga es el último de los menceyatos que encontramos tras haber circundado Tenerife. En esta zona también se mantiene el nombre guanche, utilizado para denominar el macizo (el de Anaga) que tenía casi todo su fértil territorio en el antiguo reino. Los actuales municipios de Santa Cruz de Tenerife, una gran parte, y San Cristóbal de la Laguna, también solo en parte, completaban los dominios del mencey. El Museo de Naturaleza y Arqueología de Santa Cruz de Tenerife expone, entre otros ejemplos de la cultura guanche, la Momia de San Andrés, cuyo estado de conservación es sorprendente, pero ofrece también elementos que permiten conocer mucho más que las costumbres mortuorias de los primitivos pobladores tinerfeños. El área de La Laguna fue zona principalmente de pastoreo y esto hacía suponer que serían escasos los yacimientos arqueológicos guanches. Se han venido localizando, sin embargo, un buen número de cuevas habitación, cuevas sepulcrales, grabados, cazoletas y concheros: un patrimonio bastante expoliado, por desgracia.

 


CASI TODO EL FÉRTIL TERRITORIO DEL MACIZO DE ANAGA ESTÁ EN LO QUE FUE EL MENCEYATO DEL MISMO NOMBRE


 

La herencia guanche en la actual Tenerife no solo está en los muchos topónimos y denominaciones de uso común, también en la gastronomía. Los guisos de carne de cabra, los quesos y, por supuesto, el archipopular gofio, son preparaciones culinarias que nos pueden retrotraer con exactitud a la vida isleña anterior al siglo XVI y de ahí en adelante. Es verdad que en la vieja Nivaria se llamaba ahoren a la harina de cebada tostada y amasada con miel, leche de cabra u oveja y otros líquidos, pero ‘gofio’ es palabra guanche, que los europeos conocieron en Gran Canaria y Lanzarote, y es la que llegó hasta nosotros. Y es verdad también que lo de mezclar cereales molidos y tostados con líquidos se dio en todo el mundo, pero algo tendrá el gofio que lo seguimos llamando así y no lo interpretamos como un tipo de gachas como las que, por poner un ejemplo, las legiones romanas se alimentaban y dieron nombre a las que preparamos en muchos lugares del antiguo Imperium.

Esculturas de los menceyes (1993) en la Plaza de la Patrona de Canarias, Candelaria.
Parque Nacional del Teide.
Casco histórico de La Laguna.
Los Gigantes.
Cascada en el barranco de Agua de Dios, Tegueste.
Macizo de Anaga.
Faro de la Punta del Teno.
Escultura Carla, de Jaume Plensa (2018), Santa Cruz Tenerife.
Pared Musgo en el Pico del Inglés, Parque Rural Anaga.
Iglesia de San Fernando Rey (s. XVII) en Santiago del Teide.

PARA NO PERDERSE

Un ámbito, un panel y nueve menceyatos.
Jesús Duque Arimany.
Museo de Historia y Antropología de Tenerife (2020).

Guanches. Una historia bioantropológica.
Conrado Rodríguez Martín, Mercedes Martín Oval.
Museo Arqueológico de Tenerife (2009).

Los primeros expolios de momias guanches.
Ángel Ingnacio Eff-Darwich Peña.
Canarias Arqueológica (2021).