Invertir en investigación

EN PLENO DEBATE

Invertir en investigación

La llegada de Joe Biden aue Trump inició con China y continuó con la UE mediante la imposición de aranceles a productos europeos.

MARTA RUIZ-CASTILLO

@MartaRuizCas

Investigar en España sigue siendo un complicado reto para una comunidad científica que, en momentos de crisis, es la primera en quedar relegada a un segundo plano. La pandemia ha reabierto el debate sobre la urgente necesidad de invertir en investigación. La Unión Europea pide a los socios comunitarios que aumenten el gasto del Producto Interior Bruto en I+D+i hasta alcanzar el 3%, de forma que la investigación sea sostenible y asegure el porvenir de los 27.

España está lejos de alcanzar esa cifra, aunque parece haber un cambio de los legisladores respecto a la necesidad de dedicar más dinero del presupuesto general a investigación. “Existe un acuerdo entre todas las fuerzas políticas de la Unión Europea sobre el valor de la ciencia como fuente de bienestar para el porvenir, también en tiempos de crisis», admitió el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación, Pedro Duque, durante la presentación del Pacto por la Ciencia y la Innovación en el Parlamento a primeros de marzo. Un documento suscrito por 72 organizaciones representativas de la ciencia, la universidad, la empresa y los trabajadores que incluye compromisos concretos respecto a los recursos materiales y humanos necesarios para impulsar de forma continuada y sostenible la inversión pública en I+D+i.

Los objetivos del pacto contemplan mejorar la financiación de la investigación de calidad; reforzar la inversión de las políticas públicas de transferencia de conocimiento e innovación empresarial; y mejorar la regulación en I+D y los incentivos para los investigadores que participen en actividades de emprendimiento.

En el ámbito de los recursos humanos, apuesta por consolidar la carrera científica en el sector público mediante la Ley de Ciencia, cuyo borrador ha sido criticado por la Confederación Española de Sociedades Científicas por considerar que «va en contra de la excelencia científica». En respuesta al ministro Duque, quien aseguró que la ley va a «luchar contra la precariedad en la ciencia», la confederación lamenta en un informe hecho público a mediados de abril que la propuesta «no sólo no mitigará la precariedad, sino que será imposible atraer y retener talento» y «dificultará aún más la estabilidad de los investigadores».

Más financiación. La comunidad científica hace años que pide a los legisladores más dinero para investigación, y la actual coyuntura sanitaria parece el momento adecuado para introducir reformas en el modelo productivo, dando prioridad al sector. Una amplia mayoría de ciudadanos cree también que se debería invertir más en ciencia y tecnología en todos los niveles de la administración pública y las empresas privadas, según los resultados de la 10ª Encuesta de Percepción Social de la Ciencia realizada en 2020 por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, publicados el 2 de junio. El 85% de la los encuestados cree que el Gobierno central debe liderar la inversión con planes concretos. El 80% cree que los gobiernos autonómicos tienen que dedicar más dinero al campo de la investigación, y el 71% cree que deberían hacerlo las administraciones locales y las empresas privadas.

El Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de la UE, aprobado por los 27 para superar la crisis económica derivada de la crisis sanitaria causada por la pandemia, va a permitir a España contar con un «presupuesto récord» para ciencia, tecnología e innovación en 2021 que supone un 60% más que en 2020. En él se establece la necesidad de reformar el Sistema Español de Ciencia, Tecnología e Innovación para mejorar la eficacia, coordinación y gobernanza del mismo; potenciar la carrera científica; favorecer la transferencia de conocimiento al mercado y a la sociedad; reforzar la colaboración y la coordinación entre el ámbito público y privado; y aumentar la inversión en I+D+i en sectores estratégicos.

Para ello, se parte de una situación en la que el gasto en investigación y desarrollo en España fue de 15.572 millones de euros en 2019, un aumento del 4,2% respecto al año anterior. Dicho gasto representó el 1,25% del PIB, frente al 1,24% de 2018, según los últimos datos del INE. Pese a ese incremento, España es uno de los países de la UE que menos invierte en investigación y para que se sitúe a la altura de los que más gastan, el Gobierno propone un incremento continuado de la financiación pública hasta alcanzar el 3% en 2030.

Horizonte Europa. La UE ha aprobado un nuevo programa marco para el período 2021-2027, un «instrumento fundamental para llevar a cabo las políticas de I+D+i» de los 27 y alcanzar un impacto científico, tecnológico, económico y social de las inversiones de la UE en I+I. Con un presupuesto de 95.517 millones de euros, «contará con el mayor presupuesto hasta la fecha y generará importantes beneficios económicos, sociales y científicos». Se estima que creará hasta 320.000 nuevos puestos de trabajo altamente cualificados para el año 2040 y consolidará el liderazgo de Europa en I+I. «El programa está diseñado con una mentalidad de inversión y contará con una planificación que ayudará a la UE a realizar la transición hacia un futuro próspero y sostenible», aseguran las autoridades europeas.

Financiará proyectos de investigación en la frontera del conocimiento diseñados y dirigidos por investigadores; apoyará el desarrollo profesional y la formación del personal investigador con actividades de movilidad internacionales; invertirá en mejorar y optimizar el acceso transnacional a las infraestructuras de investigación de nivel mundial. Financiará la investigación, reforzará las capacidades tecnológicas industriales y establecerá misiones con objetivos ambiciosos orientados hacia los grandes desafíos globales: salud, cambio climático, energías renovables, movilidad, seguridad, digital, materiales, etc. Apoyará la creación de asociaciones europeas entre los 27 y la industria para trabajar conjuntamente en I+I, y el Centro Común de Investigación asistirá a la UE y a los gobiernos nacionales en su toma de decisiones, aportándoles evidencias científicas y soporte técnico.

El programa busca hacer de Europa «una potencia pionera en la innovación de creación de mercado y en el crecimiento de pymes innovadoras», fomentando la integración de la investigación, la educación superior y el emprendimiento mediante las comunidades de conocimiento e innovación. «Se trata de ayudar a los países miembros en sus esfuerzos por desarrollar su potencial nacional de investigación e innovación», y especialmente, a aquellos Estados que, como España, tienen un menor rendimiento en I+I.

Todos a una contra la
Covid-19
La pandemia ha demostrado lo necesaria que es la investigación para hacer frente a una crisis sanitaria mundial como la actual y obtener una respuesta rápida y eficaz, como ha ocurrido con la elaboración de vacunas contra el coronavirus en un tiempo récord. Los acuerdos entre compañías desarrolladoras de vacunas contra el coronavirus y las que tienen capacidad de participar en la producción y una mejor distribución de las dosis disponibles entre los países con menos recursos, están siendo claves para que la vacunación logre en el menor tiempo posible la inmunidad de grupo en todo el mundo, según datos que manejan organizaciones internacionales que están trabajando sobre el terreno. “Este tipo de colaboración ha sido fundamental para ampliar la fabricación de vacunas. En tiempos anteriores a la Covid-19, la capacidad total para producir todo tipo de vacunas era de 5.000 millones de dosis para todas las vacunas. Ahora, sólo para las vacunas contra el coronavirus, los fabricantes han aumentado la nueva capacidad de cero a 10.000 millones de dosis. En cuestión de meses, no de años, buscamos multiplicar la capacidad mundial de vacunas”, explicaba recientemente Thomas Cueni, director general de la Federación Internacional de la Industria Farmacéutica. Las vacunas contra el coronavirus, además de su complejidad, en algunos casos son vacunas con tecnologías completamente nuevas y condiciones de producción y conservación muy especiales, no experimentadas antes a nivel industrial. «Es, por tanto, un desafío poder producir a gran escala estas vacunas», apunta el director general de Farmaindustria, Humberto Arnés, en la página web de la entidad. «Este modelo ha permitido el hito de que en menos de diez meses hayamos dispuesto de vacunas contra la Covid-19, un coronavirus que sólo hace un año no se conocía. Todo el trabajo investigador de décadas auspiciado por este modelo y la experiencia y liderazgo de la industria farmacéutica, junto a la colaboración en ámbito global, han facilitado este logro sin precedentes. La propiedad industrial es la gran impulsora del progreso terapéutico», añade.

España es uno de los países de la UE que menos invierte en investigación

OTROS ENFOQUES

El País/Le Figaro: El reportaje de Horia Mustafa Douuine pone de manifiesto cómo la inversión de los países de la UE en investigación sigue siendo una cuestión pendiente. Solo 14 miembros de la UE invierten más del 2% en I+D.

Elconfidencial.com: Pedro Luis Sánchez, director de estudios de Farmaindustria, escribe sobre la importancia que tienen las patentes en la investigación, en el marco de la polémica suscitada en torno a las mismas con la llegada de las vacunas contra la Covid-19.

El Correo: el reportaje aborda la situación precaria de los investigadores en España y su reconocimiento en otros países.

Bloglenovo de Innovación y Ciencia: Marcos Martínez presenta Así es el Ranking mundial de los países según el PIB que dedican a ciencia, con los países más avanzados y los que se están quedando atrás en función de lo que invierte en investigación, desarrollo e innovación.

Lo que leerá aquí no saldrá en televisión (se lo dice un conspiranoico)

LA @

Lo que leerá aquí no saldrá en televisión (se lo dice un conspiranoico)

SI YA HA EMPEZADO a leer es que ha caído en la trampa. En este caso, es la del “principio de escasez”. Una de tantas que lanzan los conspiranoicos a través de las redes sociales para captar su atención y tratar de influirle. Hay muchas más. Se las contaremos para que no le pille desprevenido. Sobre todo ahora en tiempos de pandemia, el terreno más fértil para manipular a las personas.

GABRIEL CRUZ

@Gabrielcruztv
[email protected]

Charlar con el psicólogo Ramón Nogueras es lo menos parecido a hacerlo con un sesudo investigador que se pierde en discursos enrevesados. Habla directo y con él no hay confusión en el mensaje. Si no me creen, aquí tienen el título de su último libro: Por qué creemos en mierdas. (Cómo nos engañamos a nosotros mismos) (Ed. Kailas). Viene desde Barcelona a Madrid para dar una charla divulgativa. Momento en el que nos atiende en una cafetería de la capital para explicarnos cómo es posible que creamos en… eso mismo.

Todo empieza porque los humanos tenemos una gran capacidad para ver patrones. Es lo que nos ha hecho evolucionar. Por ejemplo, nuestros antepasados descubrieron que tirar una semilla al suelo iba unido a que después creciese una planta que comería, y así nació la agricultura. Pero, como señala Nogueras, “esa gran capacidad para relacionar a veces no la frenamos y unimos cosas que no lo están. Por ejemplo, una vez que había sequía sacaron un santo en procesión y llovió. Con lo que entendieron que sacar a un santo traería lluvia”. El problema es que una vez convencidos de que la relación existe tenemos una tendencia muy fuerte a proteger esa creencia. “Reconocer que esa regla es falsa es muy aversivo para nosotros, nos hace sentir que podemos haber estado equivocados en muchos temas”. A nadie le gusta sentirse así. La mayoría lo asume, pero una pequeña parte no y ahí se convierte en un conspiranoico.

Es el caso del movimiento antivacunas, que surgió en 1998 cuando el científico Andrew Wakefield sugirió en la revista científica The Lancet que podría haber una relación entre vacunación y autismo. Estudios posteriores lo descartaron; incluso dos coautores del artículo se retractaron. Daba igual; la gente que lo creyó ya no dejó de hacerlo. Como ven, los conspiranoicos son inflexibles mientras la ciencia es flexible. Va cambiando conforme se saben más cosas. De hecho, cuanto más tiempo creen en una teoría sin respaldo científico, más inflexibles son porque más daño les hace reconocer su equivocación pues todo ese tiempo que han invertido no ha servido para nada. A esto le suman otros mecanismos de refuerzo, por ejemplo, el sesgo de confirmación. “Es la tendencia que tenemos de prestar una atención exagerada a cualquier información que confirme nuestra creencia y desechar la que la contradice. Incluso ésta se verá como refuerzo. Por ejemplo, en los antivacunas, acusar a los que difieren de ellos de que están a sueldo de las farmacéuticas”, apunta Nogueras.

Pero hay más mecanismos para fortalecer nuestra falsa creencia. Por ejemplo, “el principio de escasez” con el que intenté atraparle en esta lectura (“Lo que leerá aquí no saldrá en televisión”). “Si es una información que no sabe mucha gente, seguramente es muy valiosa y por tanto tiene que ser cierta”, señala Nogueras. Traducido al movimiento antivacunas sería algo así como “este estudio demuestra que tenemos razón y no lo verás en la tele, porque lo quieren silenciar”. Otro puntal es el “principio de autoridad”. Como señala el psicólogo: “tengo más posibilidades de acertar con la verdad si hago caso a esta persona. Lo que sucede es que algunos eligen como autoridad en el coronavirus a cantantes como Miguel Bosé”. El caso es que la creencia en bulos afecta a personas con gran nivel intelectual. De hecho, algún premio Nobel ha caído en ellos. Kary Mullis, lo ganó en 1993 por su trabajo sobre la reacción en cadena de la polimerasa (la PCR). La misma que permite descubrir si en su cuerpo tiene el SARS-CoV-2. Pues bien, el bioquímico, fallecido en 2019, discutía el cambio climático, defendía la astrología y el consumo de LSD.

El acelerador de las redes sociales. Las teorías conspiranoicas han existido toda la vida. El problema, ahora, es su rápida propagación, mayor que la de una noticia verdadera. Así lo contrastó una investigación en Twitter del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) de 2018. Concretamente, las noticias falsas llegan un 70% más lejos y más rápido que las ciertas porque las falsas parecen más novedosas y la gente es más propensa a compartir información nueva. Además, triunfan porque apelan a sentimientos primarios como el temor, la indignación y la sorpresa.

 

El problema ahora es grave. Si alguien antes creía en los ovnis no perjudicaba a nadie, pero si no cree que la pandemia existe u opina que es malo vacunarse, nos afecta a todos porque propaga la enfermedad. Como nos señala el neurovirólogo Juan Antonio López: “la Organización Mundial de la Salud declaró a los antivacunas como uno de los 10 factores más peligrosos para la salud. Su efecto es tal que resulta inconcebible que por ellos en California haya menos vacunados de sarampión que en Sudán del Sur”.

Y en Twitter, ¿qué opinan?

Las redes sociales son el mejor medio para extender bulos que afectan a nuestra salud. Sin embargo, en ese territorio existen algunas referencias para frenarlas como @lagamez (Luis Alfonso Gámez periodista y creador de la web magonia) @cescept (Promoción del pensamiento racional y crítico) @apetp (Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas). @escepticos (Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico). @maldita_ciencia (divulgación científica).

Cuanto más tiempo creen en una teoría sin respaldo científico, más inflexibles son porque más daño les hace reconocer su equivocación