ÁMBITO EUROPEO
“Rusia y China han sido el mejor pegamento transatlántico en los últimos años"
Colocar bien las fichas
Celebrando su reelección como un gol: con ese gesto de victoria y los puños en alto recibió la alemana Ursula von den Leyen la noticia de su reelección como presidenta de la Comisión Europea, el pasado julio en Estrasburgo. 401 de 720 eurodiputados votaron a favor de su plan de prosperidad para Europa, una apuesta por la continuidad en momentos de incertidumbre global… pero esta vez con un acento muy diferente en los ritmos y prioridades para los próximos cinco años.
Si la pasada fue la legislatura del Pacto Verde, esta será la legislatura del Pacto Industrial.
Los grandes objetivos de fondo son continuistas: Europa necesita terminar de costear la transición verde y digital de su tejido empresarial, hacerlo más competitivo, avanzar en su autonomía estratégica de terceros -lo que significa mucho más que lograr una verdadera política de defensa, que va desde lograr la independencia energética hasta acortar las cadenas de valor, la producción local de microchips y paracetamol o la protección de infraestructuras críticas de posibles ciberataques-. Debe la UE también en esta legislatura honrar los compromisos de ampliación al este, no sin antes completar las reformas institucionales necesarias que permitan que la futura UE ampliada se maneje en aguas navegables.
La clave, sin embargo, estará como siempre en los matices. En este caso, en el cambio de acento que los grupos políticos mayoritarios y proeuropeos han incluido en sus primeras intervenciones, y que la presidenta de la CE hizo suyos durante el discurso de candidatura a la investidura.
En su reelección al frente del ejecutivo comunitario, además del necesario apoyo de la mayoría de delegaciones conservadoras, socialistas y liberales, el voto del grupo de los Verdes fue clave para revalidar a Ursula von der Leyen. Ella se comprometió con los ecologistas a no dar marcha atrás en la agenda verde, aunque la abordará de manera más “pragmática”: presentará durante los primeros cien días un nuevo plan de “industria limpia” para impulsar empresas europeas y, a la vez, luchará para comprometer una reducción del 90% de las emisiones para el año 2040. La apuesta está en demostrar que la dicotomía entre industria o clima es un falso debate.
Espoleados por los efectos de la pandemia y de la inflación, los ciudadanos buscan soluciones urgentes a sus problemas sociales o económicos y en las últimas elecciones europeas muchos se han dejado seducir por partidos soberanistas de extrema derecha: Francia, Alemania, Italia, Austria, Hungría… España es, de hecho, el único país de los 5 grandes de la UE donde la ultraderecha antisistema o euroescéptica no ha quedado ni en primera ni en segunda posición en las urnas.
Sin negar esa realidad, es importante también destacar que los grupos políticos del centro constructivo en el Parlamento Europeo -conservadores, socialistas, liberales y verdes- siguen componiendo una mayoría amplia y han reeditado su intención de seguir avanzando juntos, pero son muy conscientes de que necesitarán dar mejores respuestas a un sector de la ciudadanía que se siente perdedora de la globalización desenfrenada. Agricultores, empresarios abrumados por una normativa verde y unos precios energéticos que no les permiten recuperar su ventaja competitiva, jóvenes que no pueden emanciparse y sienten que, a pesar de ser la generación mejor formada, vivirá peor que sus padres.
El principal cambio de paradigma en el pleno de julio fue el sentido de urgencia que se imprimió en cada discurso al objetivo de lograr una mayor competitividad con respecto a otros grandes gigantes comerciales como EE.UU. o China. Y en blindar una Europa más segura contra los ataques rusos o la inmigración ilegal, pero también más social (el “plan europeo de vivienda”, una nueva política que contará con fondos de cohesión y permitirá más ayudas de Estado, fue una clara demanda del grupo socialista a cambio de su apoyo a la candidata alemana).
¿Cómo afectará este nuevo ciclo a las relaciones comerciales con EE.UU.? En 2022 la administración de Joe Biden promulgó la Ley de la Reducción de la Inflación (IRA) para apoyar con subsidios a los fabricantes norteamericanos que reúnan estándares medioambientales de producción. La IRA excluyó de su plan de estímulos a los países que carecen de un acuerdo de libre comercio con EE.UU., como Europa. La UE reaccionó preocupada por el impacto de la ley en sectores económicos clave como el del vehículo eléctrico, y para evitar que las nuevas exenciones fiscales atrajeran a empresas e inversiones europeas en EE.UU. en plena crisis inflacionaria por la guerra en Ucrania. En marzo de 2023, la CE anunció su propio “plan industrial del pacto verde”. Otras disputas recientes han sido la negociación entre ambos lados del Atlántico para establecer un acuerdo sobre minerales críticos, todavía sin resolver, o los aranceles sobre varios productos verdes con los que EE.UU. quiere protegerse de la producción china y que la UE sufre como nueva guerra comercial.
¿Lograrán en esta nueva legislatura EE.UU. y la UE alinear sus enfoques discordantes hacia la descarbonización? La UE además ha adoptado importantes regulaciones en el sector de las nuevas tecnologías -ley de servicios y mercados digitales, ley de protección de datos, ley de inteligencia artificial- que afectan especialmente a las Big Tech estadounidenses. Teniendo en cuenta la próxima cita electoral en EE.UU. y la posible victoria de Donald Trump, la posibilidad de sufrir los efectos de nuevas políticas aislacionistas desde allí será un factor clave para la industria europea.
También hay que tener en cuenta, en momentos de grandes crisis geopolíticas, que nada une más que un enemigo común. Salvo, quizás, compartir un enemigo común (Rusia) y además un “rival sistémico” (China). Ambos países, Rusia y China, han sido el mejor pegamento transatlántico en los últimos años. “Las elecciones son las bisagras del destino”, vaticinó Von der Leyen en su discurso de candidatura. Vivimos momentos de cambios profundos en el proceso de globalización y en lo que llevamos de siglo varias crisis han sacudido el tablero de juego en las relaciones comerciales y diplomáticas de la UE. En este año macroelectoral, seguimos intentando anticipar de qué lado va cayendo cada ficha.