Alerta móvil

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ALERTA MÓVIL

De buscar desesperadamente una cabina para pedir auxilio, al 112 inverso. Gritar socorro pasó de moda; mejor tenga su smartphone cerca.
GABRIEL CRUZ

Quizá le haya ocurrido: su móvil emitió un pitido largo y molesto. Miró el teléfono y apareció: «Esto es un mensaje de prueba del nuevo sistema español de avisos de emergencias a través de redes de telefonía móvil…”. Fue su bienvenida al 112 inverso. Esta vez son los servicios de emergencia los que le contactan para avisarle de una catástrofe. En esta ocasión, fue una prueba del sistema ES-Alert que realizó en noviembre el Ministerio del Interior a través de Protección Civil en varias aéreas de España.

Pensará que es una molestia más, pero si le avisa de una erupción como la de la Palma, una nevada como la de Filomena, o de que a su pueblo le alcanza una riada… entonces, cambiará de opinión. Seguramente, con este sistema los vecinos de La Palma hubieran tenido algo más de tiempo para recoger sus enseres. A los que no estuvieron pendientes de las noticias, la Guardia Civil les tuvo que avisar casa por casa para desalojarles. Como nos señala en una entrevista telefónica Miguel Assal, licenciado en actividad física y técnico de protección civil: “Es lo que se llama el preparacionismo -de hecho, hay un movimiento que se denomina prepper-. Se trata de estar listo en caso de grandes emergencias. Que sea el 112 de forma única e indiscriminada, aunque tienes que tener una aplicación específica instalada, el que nos avise, es un grandísimo avance”. ES-Alert es el sistema oficial de alertas de catástrofes del gobierno y que ha desarrollado la compañía española de alta tecnología Indra. Pese a los mitos que circulan en la Red, Protección Civil no sabe los números de teléfonos de las personas que se encuentran en el área donde se lanza el aviso. Es un sistema “ciego” que envía las alertas a las tarjetas SIM directamente cuando se encuentran dentro de la zona afectada. Es decir, las antenas radiarán de forma indiscriminada el aviso a todos los terminales que se encuentren conectados a ellas.

Pese a ser un gran avance, España va a la cola en la incorporación de estos sistemas de emergencia. Hace años que se usan en Francia o Reino Unido, por no hablar de la tradición de este tipo de alertas para terremotos en Japón y Hawái. De hecho, a nosotros nos queda mejorar. Por ejemplo, en la prueba que se hizo en Murcia, el mensaje de alerta no se recibió en un 30% de los teléfonos que estaban en la zona del simulacro de catástrofe.

 


ES-ALERT ES EL SISTEMA OFICIAL DE ALERTAS DE CATÁSTROFES DEL GOBIERNO, QUE HA DESARROLLADO LA COMPAÑÍA ESPAÑOLA DE ALTA TECNOLOGÍA INDRA


 

Emergencias de teléfono

En cualquier caso, nuestro teléfono tiene herramientas de emergencias que seguramente desconocemos y que tienen ya prácticamente todos los móviles. Como nos enseña Assal: “Apretando cinco veces seguidas el botón de desbloqueo se avisa a emergencias. Entonces el operador del 112 ya tiene localizada la llamada y puede hacerse una idea de lo que está ocurriendo por lo que oye. Es decir puedes pedir auxilio sin que nadie te vea porque puedes avisar con el móvil en el bolsillo“.

Así es, si va a ajustes de teléfono en el apartado seguridad y emergencias le aparecerá un servicio de ubicación para emergencias y debajo si lo tiene o no activado. También en ese mismo apartado podrá completar su ficha médica: desde su grupo sanguíneo hasta sus alergias a medicamentos.

Aparte de lo que viene de serie en el teléfono, también están las aplicaciones o apps de emergencias. Alguna de ellas, por ejemplo, la de la Policía AlertCoops, es muy prolija en detalles; tanto que tiene 9 tipos de alertas. Quizá la más intuitiva, como nos confirma Assal, sea My 112. Su gran ventaja es que es simple y directa. Permite la localización de quien llama y funciona en todo el mundo. Ahora bien, al tener cada comunidad autónoma sus competencias en emergencias, depende de éstas adherirse a este programa desarrollado por Telefónica. De momento, son diez. Es decir, usted puede llamar y que le geolocalicen pero, según la autonomía en la que esté, le llegarán o no avisos de emergencias. Por cierto, ninguna de las aplicaciones de emergencia permite captura de pantalla o grabar la conversación.

Apps de auxilio hay miles, también para encontrar desfibriladores, como Ariadna, y es que, por cada minuto que alguien pasa en parada cardiaca, la posibilidad de supervivencia disminuye un 10%. Lo que está claro es que, si no hay cobertura, ninguna de ellas funciona. Si eso ocurre, siempre puede volver a lo que creíamos pasado de moda: el grito de auxilio de toda la vida.

Y EN TWITTER QUÉ OPINAN
Cuentas sobre emergencias en España hay muchas. Abundan las de 112 de cada comunidad, en las que difunden muchas noticias de sus actuaciones. Llama la atención el gran número de tuits sobre los cursos de formación internos que realizan. En cualquier caso, siga a la respectiva cuenta del 112 de su comunidad por si dan avisos de emergencias. Aun así, no se pierda estas: @MiguelAssal Acaba de empezar en Twitter pero en otras redes sociales tiene más de un millón de seguidores. Todo gracias a sus consejos: desde cómo quitarse una garrapata hasta qué hacer en caso de infarto. @vostSPAIN VOSTspain Asociación Nacional de Voluntarios Digitales de Emergencias. Tiene la Medalla al Mérito de Protección Civil. Su origen está en el Virtual Operation Support Team (Equipo de apoyo de operaciones virtuales). Destacamos sus tuits útiles: desde conducción en caso de hielo hasta una lista de chequeo de seguridad infantil para evitar caídas por ventanas. Aunque el mayor éxito de esta cuenta es la propagación de bulos, tan frecuentes en momentos de catástrofes. @FEMAespanol FEMA es la Agencia Federal de Gestión de Emergencias del Gobierno estadounidense. Aunque algunos de sus tuit vienen referidos a emergencias de EE.UU., destacan los abundantes mensajes prácticos para situaciones cotidianas. Un ejemplo: «Si vas a hacer una barbacoa, remángate para evitar que si salta alguna chispa arda tu vestido».

Analfabetismo computacional

LA @

ANALFABETISMO COMPUTACIONAL

Apenas un 0,3% de la población sabe programar. Code.org pretende que alumnos de todo el mundo aprendan a hacerlo.

Imagine que se ponen de acuerdo en un mismo mensaje todos los expresidentes del Gobierno, los empresarios más poderosos, los intelectuales más influyentes. Suponga que se suman a esa petición líderes mundiales como Bill Gates, Barack Obama o Joe Biden… El asunto que lo ha conseguido es de extrema importancia: analfabetismo computacional. ¿Aún no sabe en qué consiste? No se quede atrás y siga leyendo.
GABRIEL CRUZ

No es lo mismo comer que cocinar. De la misma forma, no es igual manejar un móvil que programar. En realidad, ser un “nativo digital” no va mucho más allá de pasar un dedo por una pantalla. El mundo de la computación nos rodea por completo: desde la comunicación hasta lo que comemos (piense en las nuevas semillas, o en la logística de alimentos). Actualmente, es el conocimiento con más valor que existe. Sin embargo, apenas un 0,3% de la población sabe programar.

En cierta forma, un reducidísimo grupo de personas definirán cómo serán los cambios en nuestro modo de vida. Serán tan pocos porque solo ellos entienden el lenguaje con el que funciona la tecnología que nos rodea. 0,3% es la cifra que se repite en multitud de informes que se copian entre sí, pero sin citar su procedencia (algo, desgraciadamente, cada vez más habitual). Nosotros hemos encontrado la fuente del dato: un estudio de Evans Data Corporation o EDC (Global developper population and demographic study 2019), una consultora californiana de investigación de mercado software que señala que en el mundo solo hay 27,7 millones de programadores. Si en el mundo somos siete mil millones, ese resultado representa el 0,39% de programadores, casi el 0,4%. En cualquier caso, una ínfima parte controla lo que nos rodea.


LA REGIÓN DEL MUNDO CON MAYOR NÚMERO DE PROGRAMADORES ES LA INDIA, SEGUIDA DE HISPANOAMÉRICA


Un problema crítico

Esa carencia es un problema mundial que adquirió visibilidad en 2013 con la creación en Estados Unidos de Code.org. Se trata de una ONG creada por un par de gemelos autodidactas: Hadi y Ali Partovi. Aprendieron de niños, solos, a programar en su Teherán natal con la ayuda de un Commodore 64. Si usted ronda la cincuentena, recordará ese ordenador que hoy es una pieza de museo. A diferencia de las computadoras actuales, funcionaba dándoles órdenes de programación con el lenguaje Basic, algo que hoy no sucede.

La familia Partovi emigró a Estados Unidos, donde se hicieron ricos. En su país de acogida constataron que, pese a estar a la vanguardia de la tecnología, en el 90% de las escuelas no se aprendía a leer código informático. Por eso, a través de programas gratuitos (especificados en el recuadro) Code.org pretende que alumnos de todo el mundo aprendan a programar, y que este conocimiento tenga la misma importancia que matemáticas, biología o lengua.

Quizá crea que es exagerado que le digamos que esta crisis de conocimiento es un problema mundial… pero si lo dicen los mayores referentes internacionales (Barack Obama, Joe Biden, Bill Clinton, Justin Trudeau, Bill Gates, Jeff Bezos, Richard Branson o Mark Zuckerberg) debemos pararnos a analizar la cuestión.

De hecho, en el informe de EDC llama la atención que la región del mundo con mayor número de programadores es la India, seguida de Hispanoamérica. Recuerde, la red social del momento es la china Tik Tok. Al final, Europa y Estados Unidos se ven obligados a adquirir ese talento porque sus países no generan programadores.

A la cola en programadores

España está a la cola en número de programadores. Tenemos unos 320.000, casi tres veces menos que los que tienen Alemania o Francia. Según Francisco Vico, catedrático de Inteligencia Artificial de la Universidad de Málaga, España necesita “un millón de perfiles en programación. El 50% de nuestras empresas, da igual del tipo que sean, tienen necesidades de programación”.

La enseñanza de la computación está prácticamente en pañales. A esto se añade la eliminación de la informática del currículo de bachillerato como materia específica según el Real Decreto 217/2022, de 29 de marzo, la Ley Orgánica de Modificación de la LOE (Lomloe). Fuentes oficiales señalan que no es así, sino que se pide que la computación sea transversal a todas las asignaturas. La Sociedad Científica Informática de España (que agrupa a varias sociedades tecnológicas) está en desacuerdo y pide que informática “sea una asignatura troncal, no de ningún tratamiento transversal. Ninguna materia importante se trata transversalmente en los currículos, como podría ser el caso de las lenguas o las matemáticas”. Es como si lengua española se hace transversal porque, por ejemplo, en la asignatura de ciencias naturales hablan y escriben. Además, desde esta sociedad nos insisten en la diferencia entre “competencia digital e Informática”. Mientras que la competencia digital habilita a los estudiantes como usuarios, la informática les habilita como creadores y emprendedores. Lo mismo que dijimos al principio del reportaje: no es lo mismo mover una pantalla con un dedo que saber por qué se mueve.

Francisco Vico es uno de los promotores de la enseñanza del lenguaje computacional en España para niños. Creó, al modo de Code.org, su plataforma toolbox.academy/es/ para enseñar de forma gratuita a programar a los menores: “Hoy es casi tan importante como leer y escribir”, señala el catedrático.


ESPAÑA ESTÁ A LA COLA EN NÚMERO DE PROGRAMADORES. TENEMOS UNOS 320.000, CASI TRES VECES MENOS QUE LOS QUE TIENEN ALEMANIA O FRANCIA


Ahora bien, cuando se habla de programar se piensa en líneas con números y órdenes, pero como señala Miguel Zapata-Ros, profesor de la Universidad de Alcalá, “más que de aprender códigos se trata de entender la forma en que trabajan las computadoras”. Es autor de Pensamiento computacional: Una nueva alfabetización digital y nos señala que no tiene sentido aprender un lenguaje o programa que acabará cambiando, sino más bien tener “flexibilidad mental para adaptarse a nuevos entornos, no solo de programación, sino de resolver problemas”.
Zapata–Ros lo ejemplifica con el médico John Snow y cómo frenó un brote de cólera que mató a 616 personas en Londres en 1854, cuando faltaban 50 años para que se inventase la luz eléctrica. El médico hizo un gráfico de columnas con el número de muertos y su ubicación, como un infograma. “Implícitamente estaba aplicando principios que ahora son clásicos de pensamiento computacional: cruzar dos conjuntos de datos para obtener un conocimiento nuevo”. Su diseño para resolver el problema llevó a localizar un pozo negro con fugas que contaminaba el agua que bebían los enfermos.

España dice sí

España es la primera nación europea en la que Code.org ha aterrizado. Aquí se han sumado al llamamiento para aprender programación todos los expresidentes del Gobierno y los jefes de las grandes empresas, desde Telefónica hasta Banco Santander. Como señala Ana Botín, presidenta este último, a los niños saber computación “les va a abrir muchas más posibilidades en el futuro: el poder trabajar en empresas que están cambiando el mundo”. Esto no se queda en simples declaraciones; por ejemplo, la fundación Princesa de Girona y Aulaplaneta (Grupo Planeta) se aliaron con Code.org para formar este año a mil docentes. Y es que según el informe Educación en ciencias de la computación en España, 2015, (el último hasta la fecha de este tipo) un 82% de los padres y un 76% de los alumnos desconocen esta materia.

A QUIÉN SEGUIR

@codeorg. Es la cuenta oficial de http://Code.org, una organización sin fines lucrativos que brinda a todos los estudiantes de todas las escuelas la oportunidad de aprender programación.

@Codecademy. La proporción de mujeres en el mundo de la computación es mínima. Y eso contribuye a que los puestos más cualificados estén en manos de hombres. Esta cuenta busca inspirar a las mujeres para que estudien carreras tecnológicas.

@midudev. Cuenta del Ingeniero de Software & JavaScript Miguel Ángel Durán en la que dan consejos para aprender a programar de forma muy didáctica. Incluso facilita libros gratuitos para intentarlo.

OTROS ENFOQUES, MISMO TEMA

La Exposición Código y algoritmos. Sentido en un mundo calculado, de la Fundación Telefónica Madrid, se puede visitar hasta el 16 de abril.
Una de las mayores dificultades de la divulgación de la computación (que supera esta exposición) es convertir los números en divertimentos que nos ayuden a entender cómo funcionan.

¡Que las matemáticas te acompañen!, libro de Clara Grima.
El lenguaje que entienden las computadoras son las matemáticas. El mundo actual está controlado por las personas que saben trabajar con números. Como decía el matemático Edward Frenkel, «la élite que nos controla, lo hace con matemáticas». La autora se adentra en el mundo de las elecciones, donde nos explica en qué consiste el espejismo de la mayoría de las redes sociales. O cómo funcionan las subastas, vuelan los aviones o cuál es el mejor puesto en la cola de un cine.

«Alfabetización digital no es igual a pensamiento computacional», por Esther Paniagua

LA @

ESTHER PANIAGUA,

periodista y autora especializada en tecnología

 

"El pensamiento computacional debe estudiarse -y la programación, practicarse- en un marco general de competencias informáticas"

Alfabetización digital no es igual a pensamiento computacional

“Si no tenemos cuidado, nuestra fascinación por el ‘pensamiento computacional’ puede llevarnos de vuelta a la trampa de la que estamos tratando de escapar”. Así comenzaba su artículo ‘Más allá del pensamiento computacional’ en la revista Communications of the ACM el catedrático de Informática y escritor Peter J. Denning, pionero en el campo del almacenamiento virtual.

El artículo, publicado en 2009, era una reacción al boom de la noción determinista del pensamiento computacional, popularizada por la también catedrática de Informática Jeannette Wing. La ingeniera retomó la idea sesentera de la centralidad del llamado “pensamiento algorítmico” como núcleo de las ciencias computacionales. Lo hizo en el momento oportuno, en plena eclosión de la digitalización y la germinación de iniciativas en torno a la educación CTIM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) o STEM (por sus siglas en inglés).

Emergió entonces un nutrido movimiento para impulsar la inclusión del pensamiento computacional en la enseñanza obligatoria, que llega hasta nuestros días. ¿Y qué es el pensamiento computacional? Según el Centro para el Pensamiento Computacional de Carnegie Melon (la universidad a la que Wing estaba adscrita) es “una forma de resolver problemas, diseñar sistemas y comprender el comportamiento humano, basada en conceptos fundamentales de la informática.”

Más específicamente, se traduce en aplicar conceptos matemáticos -como la inducción- a la resolución de problemas en informática, empleando diferentes niveles de abstracción. Son, dicho de manera más llana, una serie de hábitos mentales desarrollados a partir del diseño de programas, paquetes de software y cálculos realizados por máquinas. Esto incluye -aunque no se limita a- la programación.

Sus defensores sostienen que esta aproximación permite comprender y resolver problemas de forma más eficiente. Dicha eficiencia, y no el problema en contexto, se convierte en el objetivo per se. Al hacerlo, reduce la ciencia informática a algoritmos, excluyendo todo lo que respecta a los sistemas, las arquitecturas, el diseño y lo experimental. Y no solo eso, sino que se posiciona como un método superior para pensar y resolver problemas (la trampa reduccionista a la que se refiere Denning), dejando de lado muchas otras prácticas imprescindibles para el avance de la ciencia y la tecnología: el pensamiento de ingeniería, el pensamiento científico, el pensamiento sistémico, el pensamiento lógico, el pensamiento racional, el pensamiento en red, el pensamiento de diseño, el pensamiento ético y, planeando sobre todos ellos, el pensamiento crítico.

¿Por qué limitarnos, entonces, a un solo tipo de pensamiento? ¿Por qué argüir su superioridad sobre otras formas de pensar y practicar, y tratar de transferirlo a otros dominios? Denning lo calificaba -ya en 2009- como un intento por elevar la informática, hacer las ciencias de la computación un campo más atractivo para los estudiantes, resucitar la investigación en el campo y posicionar la computación como algo fundamental, y a menudo inevitable, en la mayoría de los esfuerzos: “Un deseo de proselitismo”.

A tenor de cómo estamos 13 años después, ha funcionado. Buena cuenta de ello da, por una parte, el imperio de las grandes empresas de software (no en vano, Microsoft patrocina el grupo de Pensamiento Computacional de Carnegie Melon, donde se impulsó el renacer del concepto).

Por otra parte, asistimos a una dictadura de lo que el catedrático de Derecho Alain Supiot denomina el “gobierno de los números”: se prioriza la computación como una forma superior y racional de toma de decisiones sobre la base de que los números no mienten. Está justificada por una visión limitada de la inteligencia humana, que es reemplazada por una acumulación de métricas sobre métricas.

Yuval Noah Harari lo llama ‘dataísmo’: una religión que “sostiene que el universo consiste en flujos de datos, y que el valor de cualquier fenómeno o entidad está determinado por su contribución al procesamiento de datos”. Un pensamiento ampliamente extendido por el que todo en el universo se explica por leyes matemáticas y se reduce a algoritmos.

Este reduccionismo también permea a la tan necesaria alfabetización digital de la ciudadanía. Sin embargo, pensamiento computacional no es igual a capacitación digital. La computación y los algoritmos impregnan la vida cotidiana, y es por ello por lo que estamos obligados a entender cómo funcionan. Pero, como dice Denning, “los ordenadores son la herramienta, no el objeto de estudio”. “Somos valorados en la mesa cuando ayudamos a los demás a resolver los problemas que les preocupan. Somos más valorados no por nuestro pensamiento computacional, sino por nuestro hacer computacional”, afirma.

Por tanto, el pensamiento computacional debe estudiarse -y la programación, practicarse- en un marco general de competencias informáticas, sin olvidar los otros principios del campo. Incluir el hardware, las redes, cómo funciona internet y de dónde viene, cómo protegernos online (ciberseguridad y privacidad) y, sobrevolando a todo ello, una mirada crítica que ayude a entender la digitalización: en qué consiste, sus oportunidades, sus límites, sus riesgos, y cómo usar las herramientas que ofrece.

Por otra parte, hay una brecha de talento en disciplinas tecnológicas como la ciencia de datos o la ciberseguridad. Son necesarios más perfiles CTIM, y en especial informáticas que equilibren la balanza de género. Introducir desde la escuela materias como el pensamiento computacional o la programación puede favorecer estas vocaciones. Para evitar el determinismo, ha de hacerse con una perspectiva 360 grados, humanista y no excluyente: sin dejar de lado otras habilidades y materias esenciales. El pensamiento computacional es muy útil, pero como medio para un fin, no como fin en sí mismo. No se trata de reducir, sino de ampliar nuestra visión del mundo.

El cibercrimen no descansa

LA @

El cibercrimen no descansa

Ni son jóvenes románticos que luchan contra el sistema establecido ni se ponen la capucha como sale en el cine. Son los delincuentes más profesionales que existen. La especialización de algunos grupos de piratas informáticos es tal, que hasta tienen su propio departamento de recursos humanos para captar nuevos talentos. Solo quieren una cosa: robar su dinero. Es cuestión de tiempo que lo intenten. ¿Está preparado?
GABRIEL CRUZ

Hay dos grupos: los que han sido ciberatacados y los que lo serán. Por tanto, cuando vayan a por usted, que le pille protegido. Ya sabe: antivirus actualizados, copias de seguridad, etc. porque el cibercrimen registra un crecimiento exponencial.

Las estadísticas no paran de confirmarlo. Según la consultora española IDC, el 57% de las organizaciones europeas sufrió un ataque de ransomware (bloquear equipos para desbloquearlos a cambio de un rescate) en 2021. Otro informe, el de Digital Trust Survey 2022, de la consultora PwC y basado en una encuesta a 3.602 responsables de ciberseguridad de 66 países, confirmaba el ascenso de ciberataques. Así, con tantos otros estudios. La razón es sencilla: ¿para qué va a arriesgarse un delincuente a robar un banco si puede vaciar las cuentas de sus clientes a miles de kilómetros con total impunidad? Primero, porque es extremadamente difícil que puedan rastrear dónde está ubicado físicamente y en el raro caso de que lo localicen: ¿Cree que prosperará una orden de detención contra un cracker en Rusia, Corea del Norte o China? En esto coinciden varios expertos en ciberseguridad como Víctor Villagrá. Una duda: ¿cracker o hacker? Hacker es el que entra en un sistema informático para descubrir sus debilidades por diversión o para mejorarlo, mientras que un cracker lo hace con fines ilícitos para robar información o destruirlo.

 


¿PARA QUÉ VA A ARRIESGARSE UN DELINCUENTE A ROBAR UN BANCO SI PUEDE VACIAR LAS CUENTAS DE SUS CLIENTES A MILES DE KILÓMETROS CON TOTAL IMPUNIDAD?


 

Sindicato del crimen

Víctor Villagrá es jefe de estudios de telecomunicación en la Universidad Politécnica de Madrid: “Ya quisieran algunas empresas estar tan bien organizadas como estos grupos. Tienen su propia sección de recursos humanos. Por ejemplo, reclutan a los cracker que venden información en la internet oscura”. Se llama así porque para acceder a ella no sirven los buscadores tradicionales como Google, Bing, etc. sino que tiene que ser a través de navegadores como Tor que garantizan el anonimato. Un ejemplo que pone Villagrá: “Un cracker ha robado números de tarjeta y los pone a la venta. Algunos los pueden comprar o no, pero le pueden fichar para que trabaje para ellos y robar otros datos de otros organismos que más les interese. Aparte de esta captación de talento tienen departamentos para borrar cualquier rastro que les pueda trazar en la Red y localizarles”.

Conti group es un ejemplo de este tipo de organizaciones como si fuera un “sindicato del crimen”. Vinculado con Rusia, sus ataques pueden ser incluso contra países, como lo haría un ejército de mercenarios. En su caso, lo hizo contra Costa Rica en abril de 2022. De hecho, Estados Unidos ofreció en mayo hasta 10 millones de dólares por información sobre este grupo.

Otro ejemplo de compra de información, señala Villagrá, es el caso Pegasus, el famoso sistema de espionaje gubernamental a través del teléfono móvil. “NSO, su empresa israelita propietaria, compra vulnerabilidades detectadas por esos crackers y así consiguen un sistema de espionaje infalible”. El Pegasus sólo se vende a gobiernos, pero si es un sistema sacado en parte por ciberdelincuentes, quién no dice que acabe en malas manos.

Así pues, ya que no podemos cazarlos, lo único que podemos hacer es mitigar sus ataques. Por ejemplo, con copias actualizadas de nuestros archivos. Como señala Villagrá: “Si nos atacan, que el daño sea el mínimo posible”. Sin embargo, no parece que esto lo tengamos claro. De hecho, según la aseguradora Hixcox, en 2021 se duplicó el coste medio de los ataques contra las empresas españolas. Si en 2020 perdieron 54.388 euros de media por cada ataque, en 2021 fueron 105.655 euros. Según este informe, más de la mitad de las empresas españolas ha sido víctima de un ciberataque.

Al final, el más preparado es el que se salva. Siempre buscan al eslabón más débil. Por ejemplo, como nos cuenta Antonio Martínez, vicepresidente de Kroll ciberseguridad en España: “Los despachos de abogados son un objetivo muy importante para los cibercriminales, ya que manejan mucha información confidencial y muchos no están lo suficientemente protegidos. Esto puede ser peligroso, porque el robo de información puede ser usado para cometer chantajes”. Por eso, también insiste en la importancia de la proactividad en ciberseguridad.

Es decir, en ciberdelincuencia la realidad no es como las películas de policías y ladrones en la que los buenos detienen a los malos. Por eso, protéjase y que no le toque ser la víctima protagonista.

Y EN TWITTER QUÉ OPINAN
@is4k La traducción del lenguaje “moderno” de esas siglas son: «Internet Segura Foro Kids». Es una cuenta perteneciente a @INCIBE que es el Instituto Nacional de Ciberseguridad que ofrece recursos a particulares y empresas para protegerse de los peligros de la Red. En el caso de @is4k está orientado para menores. De hecho, si quiere implicarlos de forma divertida han desarrollado un juego de cartas que se puede imprimir a través de este enlace.

@osiseguridad

La OSI oficina de seguridad del internauta también dependiente de INCIBE conciencia sobre buenos hábitos en ciberseguridad. Por ejemplo, este: “¿Notas que tu #ordenador va mal? Descubre cómo comprobar paso a paso si ha sido infectado por algún tipo de #malware” .

Este anuncio me persigue

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ESTE ANUNCIO ME PERSIGUE

Como un paciente animal de presa que nunca se da por vencido, la publicidad de ese producto se lanza a nuestra caza a la vuelta de cualquier web que consultemos. No cejará en su empeño hasta que caigamos en sus garras y hagamos clic en él.
GABRIEL CRUZ

No sabe cómo ha ocurrido pero esa camiseta que en su día buscó en internet se ha enamorado de usted y no para de perseguirle. Mira su correo y ahí está en un anuncio a la derecha de la bandeja de entrada, chequea el periódico online y está en medio. Es como un gato mimoso que no para de seguirle. Pero el cascabel no lo tiene él, se lo han puesto a usted y se llama cookies.

Su traducción del inglés es galleta, pero esta no es de desayuno sino la denominación de pequeño programa que se asocia de forma temporal a nuestra IP (el identificador de nuestro ordenador o móvil) y que recuerda la información sobre lo que hemos consultado en internet. Es decir, si volvemos a visitar la misma web hace que se cargue más rápidamente, porque conoce cuál es nuestro idioma preferido, la sección que más visitamos de ella, etc. pero también, y aquí está la clave, nos etiqueta por lo que hemos consultado. Si nos aparecen también en otros terminales en los que previamente no hicimos esa búsqueda es porque la hemos hecho con nuestro mismo usuario de Google.

Desde esta sección no paramos de decir que si en internet algo es gratis es que la mercancía es usted, como potencial cliente. Alex Romero, ingeniero de telecomunicaciones y experto en marketing digital, lo resume así: “Google vende la información que dejamos en las cookies a los compradores de anuncios. Así que, si fabrico, por ejemplo, colchones, le pido a Google que me coloque a la vista de los usuarios que tienen intención de compra. Como empresa te das de alta en Google Ads, que es la plataforma para anunciantes de Google, y dices qué público es el que te interesa; en nuestro caso personas interesadas en colchones”. Pero no solo el algoritmo de Google localiza a los que buscan colchones; también pueden estar interesados en ellos personas que hayan buscado: insomnio, dormir bien, descanso, etc. En eso trabaja el algoritmo: en decidir de todos los que buscan o intercambian esta información quién es el cliente.

Un anuncio a medida

Aparte de por palabras clave puedo priorizar mi anuncio por ubicación. Es decir, que aparezca mi anuncio en los que buscan colchones cerca de donde está mi tienda; también por hora y así hacer coincidir la publicidad en mi horario de apertura, etc. Otras redes sociales como Facebook, Twitter, Linkedin, etc. tienen sus propias empresas de publicidad. Aquí es importante, como señala Alex Romero “las preferencias que rellenamos al registrarnos en ellas y que dibujan nuestra huella digital”. Pero también, como apunta Maximiliano Fernández, profesor de la escuela de tecnología y arte digital (U-TAD), “nuestras interacciones: el ‘like’ o ‘me gusta’ o ‘no me gusta’ son datos valiosísimos porque el usuario gastó tiempo en que quedase patente su gusto”. El profesor recuerda al filósofo Ludwig Wittgenstein cuando decía que el mundo es la suma de hechos, no de cosas. “La huella digital y los anuncios que nos persiguen tocan ese tema. El que, por ejemplo, yo sea gordo, la cosa, a nadie le sirve, pero sí el que esté interesado en productos dietéticos para adelgazar, el hecho”. Lo que hacen las empresas de publicidad de redes sociales o de Google es que dicen al productor: “te voy a poner en contacto con una persona a la que le gusta y ha buscado tu producto”.

Insistir, insistir hasta clicar

Google tiene una cuota de mercado entre los buscadores de internet del 90 al 98%. Es tal su poder que hasta se puede permitir cambiar de nombre los procesos de venta. Así, si esa persecución del anuncio siempre se ha denominado en el mundo de la mercadotecnia como retargeting, Google lo denomina remarqueting. Es posible que se lo encuentre escrito de esas dos formas, pero significan lo mismo. Youtube es el segundo motor de búsqueda más importante después de Google (más que Bing, Yahoo, Ask y AOL juntos) y ¿a quién pertenece? A Google. Es decir, aunque siempre se ha dicho que internet es la libertad, lo cierto es que cada vez es más un monopolio.

A Google se le paga por clic que nos hacen en el anuncio. Se denomina CPC (coste por clic) pero no son tarifas fijas: “El anunciante que más puja es el que mejor posición obtiene en el buscador”, señala Romero. Es decir, cuantas más empresas hay en el mismo sector, más caro se paga el clic por anuncio. Así, por ejemplo, será más caro un anuncio de coches que otro de sacapuntas (casi nadie busca información sobre este tema). El CPC en España puede variar desde los 0,10 euros hasta los 3.

Puesto que las cookies almacenan nuestro historial de búsqueda y por tanto nuestros intereses, perderemos privacidad, pero también los anuncios que recibimos están de acuerdo a nuestros intereses. Como señala Maximiliano Fernández: “La privacidad absoluta es una utopía”. Añade Romero que eso es lo que valemos: “la privacidad a la que hemos renunciado. Así verás algunas webs que si no aceptas las cookies no te dejan navegar por ellas. Es decir, si te dan las noticias gratis dime qué es lo que interesa que ya buscaré a alguien que quiera venderte algo. Esa es la gran ventaja del marketing digital, que va muy dirigida a un cliente muy específico y no de forma tan indiscriminada como el de medios de comunicación convencionales (prensa, radio y televisión)”.

Fernández nos recuerda la anécdota de un padre de Minneapolis en Estados Unidos. “Fue a quejarse a unos grandes almacenes Walmart por enviar a su hija menor de edad folletos con descuentos en pañales y cunas. ¿Qué quieren? Que se quede embarazada. Y efectivamente, en la tienda se enteró de que su hija estaba embarazada. El algoritmo de compras y búsquedas de Walmart lo había averiguado”. Seguramente haya algo que usted quiera tener y ni siquiera lo sepa. No se inquiete: le estará esperando, cual un animal de presa, en la siguiente web que visite esperando su clic.

ESTRATEGIA DE GUERRA
La batalla en el marketing digital por conseguir clientes tiene unos mecanismos propios de una investigación criminal. Son los keywords: las palabras clave. El doctorado de Maximiliano Fernández, profesor de la escuela de tecnología y arte digital (U-TAD) fue sobre redes complejas. Es decir, las conexiones de un individuo con los demás. “Los servicios de inteligencia buscaban terroristas rastreando palabras clave en email, mensajes, etc.” Así cuando alguien escribía en un email “bomba” los algoritmos se determinaban con la suma de datos y detectaban si podría ser o no un potencial terrorista. “Vamos a llevar estos algoritmos a nuestro campo de marketing digital –señala Fernández-. A mí me gustan las guitarras. Informáticamente hablando no hay ninguna diferencia entre buscar bomba o guitarra, si en el primero eres un potencial terrorista en el segundo eres un potencial cliente que comprará guitarras”.
Y EN TWITTER QUÉ OPINAN

@alexromero_es
Si al buscar en Google sobre el tema de este reportaje es uno de los que salen primero deber ser porque hace bien su trabajo. Sus tuits enlazan a sus trabajos publicados en linkedin, la que considera la red social mejor para la búsqueda de negocio. “No vendas productos, vende soluciones”.

 


@TimHarford
Es el conocido autor del best seller El economista camuflado. La mayoría de sus tuits nos llevan a sus columnas de opinión. Por ejemplo, una del 14 de julio The high price we pay for social media, en la que habla del alto precio que pagamos por la atención que nos absorben los medios. Son columnas documentadas en las que cita bibliografía y en la que nos podemos encontrar perlas de otros autores como esta de Ernest Hemingway “moral es lo que te hace sentir bien después e inmoral lo que te hace sentir mal después”.

“Así es el lucrativo negocio de nuestros datos privados”, por Esther Esteban

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ESTHER ESTEBAN,
Periodista.

"En la Unión Europea el uso y compraventa de datos personales está algo regulado, pero fuera no"

ASÍ ES EL LUCRATIVO NEGOCIO DE NUESTROS DATOS PRIVADOS

Hace unos meses me planteé la posibilidad de cambiar de coche y, como es lógico, hice una búsqueda inicial por internet para hacerme una idea de qué modelo se adaptaba mejor a mis necesidades. Fue una consulta rápida, primero en mi ordenador y luego a través del móvil porque, al final, tras hablar con un par de concesionarios me confirmaron mis sospechas: la guerra de Ucrania y las sanciones económicas a Rusia han provocado un auténtico caos en el sector y las fechas de entrega de los vehículos nuevos son prácticamente imposibles de calcular. Por eso descarté mi idea y, de momento, no tendré coche nuevo.

Poco intuía cuando hice mi búsqueda que, a partir de entonces los anuncios que consulté me iban a bombardear de todas las maneras posibles cada vez que estoy conectada a internet.

Al comentárselo a una amiga informática me comentó sin más que a ella, o a todos, mejor dicho, también le persiguen los anuncios y que cada vez son más milimétricamente personalizados. “Todo se debe a un complejo sistema de rastreo que trata nuestros datos para ofrecernos los anuncios que nos puedan interesar” señaló.

Me interesé por el asunto y sólo hay que investiga un poco para averiguar –aunque algunos como yo seamos casi analfabetos digitales– que todo tiene que ver con el DMP, las siglas en inglés de Data Management Platform, una herramienta que en el mundo del Big Data analiza datos, hace una criba y luego lanza el anuncio cuando estamos navegando.

En resumen, DMP es un nombre genérico de unos productos para manejar grandes cantidades de información, normalmente del uso que hacemos de internet (Facebook, por ejemplo, es famosa por recopilar ingentes cantidades de información sobre nosotros cuando navegamos, publicamos, etc.). De hecho, hay todo un mercado mundial de compraventa de información del “perfil” de uso de internet, orientado a que las empresas que los compran sepan, por ejemplo, nuestro perfil de compradores, o de usuarios de cualquier tipo de producto, bien sea lo relacionado con la medicina, los seguros, los de bancos o cualquier otra cosa que consumimos por peculiar que sea.

El negocio de la recolección de información personal mueve billones de euros/dólares en todo el mundo. Y claro, ¡como todo en la vida! hay empresas que actúan dentro de la legalidad y otras que captan sin nuestro permiso la información pública que compartimos, para luego negociar con ella de forma ilegal. El quid de la cuestión es que en la Unión Europea el uso y compraventa de datos personales está algo regulado, pero fuera no, y, al final, en un mundo tan globalizado es difícil un control eficaz.

Si buscamos una definición de DMP es fácil concluir que se trata, sin más, de reunir y hacer que converjan los datos para luego deducir de ellos una segmentación de usuarios en función de su comportamiento. En resumen, la Data Management Platform es una plataforma que permite recuperar, centralizar, gestionar y utilizar datos relativos a clientes o potenciales clientes, o, dicho de otro modo, es un arma potentísima en términos de marketing. No hace mucho leí un artículo donde se afirmaba que, en internet, cuando no sabes cuál es el producto… entonces es que el producto eres tú. ¡Qué gran verdad! porque para Google, Facebook o el resto de los gigantes, no somos usuarios sino productos: los destinatarios de sus campañas de publicidad.

El modelo de negocio al final resulta que es un intercambio en el que nos ofrecen un correo electrónico, una plataforma para hablar con amigos o encontrar antiguos compañeros de clase, un navegador GPS para que no nos perdamos o una carpeta en la nube para almacenar nuestros ficheros. Todo ello a cambio de recopilar una cantidad de datos impresionantes que hace que Google nos conozca mejor que nosotros mismos: que sepa qué coche te quieres comprar, dónde vas a ir de vacaciones, cuántos hijos tienes, qué camino es el más rápido para ir a trabajar, a quién vas a votar, o a qué hora te acuestas cada día. ¿Y eso en qué se traduce? pues en una información tan valiosa que mueve un mercado impresionante, tanto que asusta.

Por otra parte, no sólo nos persiguen los anuncios, la usurpación de datos se ha vuelto en una práctica fraudulenta y peligrosa. Si de muestra vale un botón el banco de Santander ha avisado recientemente de las campañas de robo de datos con SMS.

Y no sólo las empresas privadas, también el Ministerio del Interior especialmente la Policía Nacional, a través de Twitter y otras redes sociales, advierte de vez en cuando a los usuarios de las distintas técnicas que los delincuentes utilizan para robarnos Información. Sus equipos, altamente cualificados, tienen una justa fama de ser muy profesionales y eficaces.

Sea como fuere, de una forma o de otra, persiguiéndonos y machacándonos con anuncios o engañándonos haciéndose pasar por nuestra entidad bancaria estamos absolutamente desprotegidos y somos vulnerables a prácticas fraudulentas que en definitiva negocian y trafican con nuestros datos privados para obtener beneficios ingentes. El hecho de que no exista una normativa internacional que persiga estos anuncios es terreno abonado para este tipo de delincuencia.

“Gran Hermano”, por Pilar Cernuda

LA @

PILAR CERNUDA,

Periodista

 

"Con nuestros datos nos inducen a hacer lo que conviene a los que nos vigilan"

GRAN HERMANO

Big Brother, Orwell, Gran Hermano, el ojo en vigilia permanente que todo lo ve. Leímos 1984 como ciencia ficción, la devoramos con una mezcla de fascinación e inquietud, no porque pensáramos que podía ser posible, sino porque nos poníamos en el papel de aquellos hombres y mujeres de la novela absolutamente fiscalizados, controlados. Nunca imaginamos que en un futuro no muy lejano, el actual presente, tendríamos nuestro propio Gran Hermano, viviríamos rodeados de multitud de Grandes Hermanos que no nos quitarían ojo de encima ni un segundo.

Hemos aceptado con naturalidad las cámaras, visibles, en lugares públicos y privados, en las calles, en oficinas, pasillos y ascensores. Incluso en nuestros propios domicilios; las empresas de seguridad a las que acudimos para librarnos de robos y okupas lo primero que ofrecen, y aceptamos, es colocar cámaras que recogen los movimientos de cualquier intruso, pero que pueden servirnos también para conectarnos en cualquier momento y saber, ver, qué hacen hijos, padres o cuidadores. En las películas, el primer paso de la policía cuando se producía un crimen era buscar las imágenes de portales, calles y comercios cercanos, para analizar si se había producido algún movimiento sospechoso que sirviera de pista. Eso ya no ocurre solo en las películas, es habitual el gesto de mirar alrededor cuando se percibe algo que inquietante, esperando que una cámara salvadora bien visible haga pensar al que nos inquiera que más le vale no cometer una fechoría porque sería rápidamente localizado.

No tenemos vida propia, o no del todo propia, compartimos parte de ella con infinidad de entes que no tenemos identificados pero que sabemos que están ahí. Hace unas semanas compré una camisa blanca. La pagué con dinero contente y sonante, cosa rara en estos tiempos en los que pagas con tarjeta de crédito hasta la bolsa del supermercado que coges en el último momento cuando la compra ya pagada ocupa o pesa más de lo previsto. Pues bien, al llega a casa y abrir el ordenador para revisar el correo, me encuentro con el recuadro de una de las múltiples tiendas on line que invaden internet en las que me ofrecían media docena de camisas blancas de distintos modelos. Cómo accedieron a mis datos sin la tarjeta de crédito pertenece al género del misterio.

Siempre nos ha molestado que Hacienda sepa más de nosotros que nosotros mismos, que tengan en sus ordenadores una factura que habíamos olvidado declarar o un billete de avión que habíamos vinculado a un viaje profesional y el Hermano, o más bien el Grandísimo Hermano, dice que ese viaje se había realizado un día después del asunto profesional. Además, la mayoría de los inspectores, por no decir la totalidad -la excepción confirma la regla- no se atiene a razones. Ocurre a veces con las multas. Esta periodista llevó billetes de avión, pasaporte sellado -eran otros tiempos- que demostraban que no estaba en Madrid el día del exceso de velocidad, con el coche guardado en un garaje cercano, con papel firmado por el encargado. No sirvió de nada. Ahí si habría estado bien que el garaje tuviera una cámara, pero fue hace años. Ahora sí la tienen. Lo que hace pensar que el Big Brother, el Gran Hermano, para algunas cosas, muy pocas, si es útil.

Si Hacienda, Interior, Justicia, tiene todos los datos sobre cada uno de nosotros ¿Por qué nos atosigan entonces con la obligación de presentar tantos documentos en cualquier ventanilla oficial, con lo que eso supone de pérdida de tiempo buscando papeles en varias sedes distintas? Sobre todo ahora, con una burocracia imposible, en la que es imposible -al menos en Madrid- conseguir una cita on line, el teléfono para pedirla no lo cogen jamás, y el segurata que está en la puerta a la que acudimos ya con desesperación porque necesitamos algún tipo de certificado, nos impide entrar si no llevamos el papel con la cita.

Gobiernos, empresas, comercios, policías, supermercados y el tendero de la esquina, saben todo de nosotros, pero el gobierno no para de pedir documentos, aunque son departamentos del gobierno los que nos lo debe facilitar. El mundo al revés. El mundo incómoda e irritantemente al revés.

No hace falta tener activada la cámara del ordenador para comprobar que somos muy visibles. En cuanto abrimos internet salen ventanitas que nos ofrecen libros que coinciden con el perfil que han creado en función de las compras que hemos hecho a lo largo y ancho del mundo; cuando entramos en una plataforma de televisión lo primero que vemos es que nos tientan con películas o series “para ti”, según el criterio de los expertos de esas plataformas en diseñar un perfil según los algoritmos que manejan. Otro concepto, el del logaritmo, que se ha hecho ya tan cotidiano como el café, y que mueve el mundo. El particular y el general. Un algoritmo decide a quién seleccionar para un trabajo entre los muchos solicitantes, a quién presentar candidato en unas elecciones, a quien elegir directivo de una empresa, o cual es la carrera que a determinado joven conviene estudiar. Hasta en eso hemos perdido espontaneidad-
Hasta en eso nos vigilan, controlan, nos conducen por un carrilito. Porque no solo saben todo de nosotros, sino que, con nuestros datos nos inducen a qué hacer lo que conviene a los que nos vigilan.

El primero de Google

LA @

EL PRIMERO DE GOOGLE

Ha montado su empresa con toda la ilusión. Para llenarla de clientes ha creado una web, así es visible en el centro de negocios más importante del mundo: Google. Este buscador soporta unos seis mil millones de búsquedas diarias. Dos billones al año. Pero usted no aparece. ¿Se volvió invisible? No desespere, le contamos el secreto para que le vean.
GABRIEL CRUZ,

“En España la mejor manera de guardar un secreto es escribir un libro” es la cita atribuida a Manuel Azaña, presidente de la II República. Si la dijese ahora cambiaría el libro por aparecer en la segunda página en una búsqueda de Google. La primera contiene 10 resultados que aproximadamente se lleva el 92% de los clics y, de estos, el 60% son para el que aparece en primera posición. Así que, si figura en la segunda página mal, y si es en la tercera…hum, ¿cómo me dijo que se llamaba?

¿Cómo conseguir visibilidad en el buscador de contenidos de internet que usa el 96% de los usuarios? Trabajando bastante. “No se trata de hacer una web como si fuera una tarjeta de visita, estática. Hay que darle contenido de interés y actualizarla al menos cada semana. Esto es lo que premia Google”, señala Chema Lamirán, director del master de marketing digital de la Universidad Europea de Valencia.

¿Cómo optimizar la web?

En Google aparecen dos tipos de resultados: los de pago por clic o los de posicionamiento natural. Los primeros son los que aparecen con un antetítulo de “Anuncio”. Es decir, pagan a Google sólo por cada clic que hagan en su página y por eso la multinacional estadounidense las pone las primeras. Pero si no quiere pagar, ¿qué hacer para salir en cabeza del posicionamiento natural?

Nadie tiene el secreto perfecto. “Esto es como la fórmula de la Coca Cola; el algoritmo que decide el resultado de la búsqueda es secreto y va cambiando. En cualquier caso, las empresas de posicionamiento web, además de seguir las recomendaciones de Google ensayan cómo escalar posiciones. Es una estrategia a varios meses y que tiene que ser constante”, señala Lamirán.

En una búsqueda primero aparecen los resultados geolocalizados; es decir, si se encuentra en Zamora y busca notarías, las primeras que aparecerán será las de allí. Pero aparte, Google premia dos factores principales: la optimización de la propia página (seo on page) y factores externos a la web (seo off page).

Respecto a la optimización interna, lo importante es saber qué palabras se usan más en una búsqueda. Por ejemplo, como señala Lamirán : “¿Qué se busca más en Google: “academias de inglés” o “cursos de inglés”. Puede aparecer el primero en cursos, pero si la gente busca academias no le sirve. Aún así, puede usar varias palabras clave de la web. Por ejemplo: “abogado civil y abogado penal”. Repítalas pero sin pasarse. Hace años una de las técnicas para escalar posiciones en Google era repetir sin sentido las palabras clave en los textos de la web, se denominaba keyword stuffing. Pero el algoritmo todopoderoso aprendió y en 2011 empezó a penalizar la repetición absurda de palabras. “Asi que ahora, mejor no sacarla más de un 12 o 14%. Se llama densidad de página la web. Para calcularla someramente seleccione un texto de cien vocablos de su web y calcule que no se repita más de 12 veces la palabra clave”, explica Lamirán.

 


¿CÓMO CONSEGUIR VISIBILIDAD EN EL BUSCADOR DE CONTENIDOS DE INTERNET QUE USA EL 96% DE LOS USUARIOS? TRABAJANDO BASTANTE


 

Hay muchos más factores para escalar posiciones. Uno de los más importantes es la metadescripción. Es el resumen de un par de frases que incluye en su web y que aparece justo debajo de cada resultado de búsqueda. “No es igual “Pepe Pérez y asociados” (así no busca la gente) que hacerlo con “abogado experto en derecho penal”, por ejemplo.”, apunta Lamirán. La claridad es fundamental. En Google hay que ser el vendedor más rápido del mundo porque el 50% de los usuarios pincha un resultado 9 segundos después de realizar la búsqueda.

También escala posiciones si su web no tarda en cargar o si su dominio es antiguo, y así, un largo etcétera.

Por otro lado están los factores externos. Es decir, que haya muchas otras webs que hablen su página y que enlacen con ella. Cuanto más prestigiosos sean quiénes nos enlazan, mejor. Por ejemplo, que una revista como esta le mencione le suma puntos en el escalafón de Google, pero ya saben “la fama cuesta” y hay que ganársela clic a clic. 

Y EN TWITTER, ¿QUÉ OPINAN?
Multitud de cuentas de empresas de posicionamiento web se patrocinan en esta red social. Algunas tan curiosas como @1eraPosicion (Posicionamiento Web) que no tuitea desde 2019. La propietaria de la cuenta tiene el sugerente nombre de posicionamientowebarato. Al pinchar ahí nos deriva a un web china de lo más extraña. Es decir, la empresa que vendía posicionamiento acabó mal posicionada y cerró. Otra web cadáver en el espectro de internet. Como ésta, muchas más en Twitter. Así que antes de apostar en la incorrecta, puede echar un vistazo a los libros más vendidos en social media que retuitean varias cuentas.

Desconexión, dulce desconexión

LA @

DESCONEXIÓN, DULCE DESCONEXIÓN

Vivimos en una sociedad muy individual, basada en el consumo, que la aleja del compromiso.

Mírese al espejo. Tiene algo especial. Quizá sea ese brillo en la mirada. ¿Tal vez una piel más tersa? O esa sonrisa de oreja a oreja… Se siente más feliz en medio de una amenazante hiperconectividad que genera una “sociedad ligera”, como señalan los expertos. Se ha puesto el producto que no es tendencia: ha dado al OFF. 

GABRIEL CRUZ,

No hemos querido hacer un anuncio de un producto cosmético pero viendo los beneficios que se le dan a la desconexión digital parece como si lo vendieran en farmacias. Un estudio de mayo de este año de la universidad de Bath (ver recuadro) asegura que una semana sin utilizar redes sociales como Facebook, Twitter, Instagram y TikTok, mejora el bienestar de las personas y reduce trastornos de la salud mental como la depresión y la ansiedad. Es decir, los mismos efectos que una desintoxicación. Las redes sociales nos hacen creer que tenemos un mundo ante nosotros y que al desconectarnos nos perdemos muchas cosas y esto genera ansiedad.

En España, al modo del experimento de Bath se hizo otro, aunque de forma mucho más modesta. Diecinueve alumnos de cuarto de la ESO del instituto de secundaria Usandizaga de San Sebastián entregaron voluntariamente sus teléfonos en dirección. Para evitar que hicieran trampas contaron con la complicidad de los padres para que no usasen el ordenador para conectarse en redes sociales. El resultado según el profesor que lo realizó, Telmo Lazcano, es que los tres primeros días los alumnos sufrieron pequeños ataques de ansiedad, nerviosismo, insomnio, comieron más de lo normal… Sin embargo, el cuarto día comenzaron a mejorar notablemente.

En España casi 41 millones de personas usan redes sociales, con Whatsapp y Facebook a la cabeza, según un estudio de Hootsuite y la agencia We Are Social. La cifra ha aumentado en 3,3 millones frente a las de 2021. De media, los usuarios españoles dedican 1 hora y 53 minutos al día a estas plataformas.

Como una droga

Muchos autores han descrito que el abuso de las redes sociales tiene algunos efectos iguales a las adicciones de sustancias tóxicas.

Un buen ejemplo son la tolerancia (cada vez pasan mayor tiempo conectados) o el síndrome de abstinencia (malestar cuando no lo están). Quizá piense que se exagera al compararlo con un cocainómano, pero si lo visualiza como un fumador empedernido, seguro que le encaja mejor. Los mecanismos mentales son, en ambos casos, los mismos.

 


EN ESPAÑA CASI 41 MILLONES DE PERSONAS USAN REDES SOCIALES, CON WHATSAPP Y FACEBOOK A LA CABEZA


 

El problema es incluso mayor, como señala Rebeca Cordero, profesora titular de sociología aplicada de la Universidad Europea: “Sin ninguna duda esta forma de comunicación genera mucha adicción. Ahora bien, a un adicto al hachís se le retira por completo la sustancia y puede tener una vida normal sin problemas. Pero con un individuo adicto a las redes no puedes hacer un desconexión completa porque la vida actual está toda conectada… ¿Qué haces? ¿Le quitas el teletrabajo? No puedes. La única forma es la reeducación, que las use sin quedar absorbido por ellas”.

De hecho, esta profesora realiza una investigación denominada A.I. Driana en la que analiza el uso de las redes sociales que hacen 10 jóvenes entre 14 y 16 años junto a sus padres. Algunas de sus conclusiones son la falta de pensamiento crítico que hace que se propague la desinformación porque no hay madurez para ponerla en duda y también “nos hemos encontrado que los chavales jóvenes no salen tanto como antes , prefieren conocerse en línea para estar con sus amigos”.

El uso de las tecnologías genera altos niveles de frustración y estados muy ansiosos que tienen ver con la educación: lanzo un mensaje y quiero la respuesta. Ahora. Si usted no es nativo digital, ¿se acuerda eso de escribir cartas en la adolescencia y esperar pacientemente la respuesta al cabo de una semana, como mínimo? Inconcebible hoy en día. Como señala Rebeca: “Cuánto más jóvenes, más pegados al móvil porque es una herramienta para estar con amigos. De hecho, uno de los ciberbulling más duros es que el administrador de un grupo les expulse y se queden desconectados. Es decir, el acoso no se acaba al salir de clase: te persigue a tu casa porque “tus compañeros están en tu teléfono”.

Aparte de estos nativos digitales, también se han encontrado “con gente mayor que nunca han estado conectados pero lo hacen para seguir unidos a sus nietos.”
Por otro lado, se ha visto que los jóvenes que se mantienen al margen de las redes lo consiguen porque tienen comportamientos muy maduros con gran diversidad de aficiones, desde el deporte hasta la lectura.

Afecta a todos

El problema individual termina por afectar a toda la sociedad. La profesora Cordero nos recuerda al filósofo francés Gilles Lipovetsky que defiende que la hiperconectividad está enfocada al consumo y, de ahí, se pasa al hiperhedonismo. Cuando se piensa en poseer la última tendencia para mostrárselo a los demás o se busca que los mensajes tengan el mayor número de “me gusta” . El caso es que al fijarnos sólo en nosotros falta la empatía con el otro, es lo que este filósofo denomina “sociedad ligera”. Se ve claramente cuando en una red social se tienen miles de “amigos” con los que en realidad no hay ningún vínculo. En una línea parecida está el profesor de sociología Zygmunt Bauman cuando bautiza nuestra sociedad como “modernidad líquida”. Se trata de una sociedad muy individual basada en el consumo que la aleja del compromiso y que se asienta en ideas superficiales. No se profundiza, de ahí el mensaje corto de las redes sociales.

 


MUCHOS AUTORES HAN DESCRITO QUE EL ABUSO DE LAS REDES SOCIALES TIENE ALGUNOS EFECTOS IGUALES A LAS ADICCIONES DE SUSTANCIAS TÓXICAS


 

Consumo y compromiso pueden ir muy unidos. Como señala la profesora Cordero: “Si le coges cariño al abrigo de tu abuela es más difícil que te compres otro y que por tanto consumas más”. O , por ejemplo: ¿renunciaría al coche (comodidad individual) para luchar contra el cambio climático (bien colectivo)? Como concluye Cordero, la hiperconectividad es un problema porque nos aleja del colectivo cuando realmente somos seres sociales por naturaleza. Un ejemplo son los actos violentos en plena calle que se graban sin que nadie actúe. Seguro que recordarán el caso del prestigioso fotógrafo René Robert de 84 años que murió congelado en la acera su barrio de París tras sufrir un mareo en una noche de enero. Permaneció nueve horas en la acera sin que nadie le prestara ayuda. Solo lo hizo un “sin techo” que llamó a emergencias. El resto iban a “lo suyo”. Asi que ya sabe: tómese una dosis de desconexión. Es buena para usted… y para la sociedad.

Los jóvenes que se mantienen al margen de las redes lo consiguen porque tiene comportamientos muy maduros.
ESTUDIO DE LA UNIVERSIDAD DE BATH

La investigación de la universidad de Bath sobre los beneficios de dejar las redes sociales se publicó en la revista ‘Cyberpsychology, Behavior and Social Networking’. Puede descargársela con este código QR. Antes que ésta hubo otra investigación parecida pero no incluía a tantas redes sociales. En el estudio tampoco incorporó a Whatsapp que puede entenderse como un servicio de mensajería, aunque cuando en ella se crean grupos funciona como una red social. La investigación se desarrolló sobre 154 personas de entre 18 a 72 años.

PANTALLAS AMIGAS
Es una organización que elabora campañas de sensibilización para el uso responsable de las tecnologías de la información. Funciona desde 2004 y la dirige el licenciado en informática Jorge Flores. En esta web vienen videos y otros recursos didácticos para los niños y adolescentes. Por ejemplo, una de ellas es “practicaelmodoavion.com” una serie de dibujos de 10 episodios. También permite bajarse posters divulgativos para colgar en clase.

“El ‘detox’ digital no es una terapia, es un síntoma”, por Esther Paniagua

LA @

ESTHER PANIAGUA,

Periodista y autora especializada en tecnología

 

"El antídoto es aprender a usar la tecnología de forma que podamos aprovechar sus ventajas sin ser sus víctimas"

El ‘detox’ digital no es una terapia, es un síntoma

DESCONECTAR PARA volver a conectar. Es el nuevo mantra, también entre los popes tecnológicos de Silicon Valley. Son el máximo exponente de una necesidad latente: la de alejarse de la tecnología que se asocia al trabajo, al estrés, al ruido. Una reacción a la saturación y el colapso que puede llegar a provocar la hiperconectividad incluso para aquellos que la alientan y que viven de ella.

Volvemos, una vez más, a caer en la piedra de la dualidad autoimpuesta del blanco o el negro, del bien o el mal, del todo o nada. O estamos conectados, o estamos desconectados. ¿No hay escapatoria? Si hablamos de la necesidad de «desintoxicación digital», ¿es que lo digital es tóxico?

No, la tecnología no es tóxica per se. Pero sí, puede ser tóxica. Puede serlo si el uso que hacemos de ella es indebido y llegamos al punto de tener que apartarla de nuestro camino. Al menos, hacerlo temporalmente. La adicción a internet se describió en los años noventa, y el móvil no ha hecho sino empeorarla. Este condensa todo lo que nos hace ser adictos a internet en un dispositivo que, frente a las limitaciones de un portátil o de un ordenador de sobremesa, es posible llevar siempre consigo. Se convierte en una extensión de nosotros mismos.

Entre las actividades más adictivas que ofrece, además de la conectividad 24×7, están la posibilidad de acceder a información en tiempo real, las redes sociales, los videojuegos y cualquier tipo de aplicaciones y plataformas; todas ellas accesibles a través del dispositivo y con algo en común: están diseñadas para captar y mantener nuestra atención. Esta es la esencia del problema. Hay toda una ciencia detrás de ello, la «captología»: el estudio de los ordenadores como máquinas de manipulación. O, lo que es lo mismo, de cómo automatizar la persuasión.

La «captología» es más conocida hoy como «diseño del comportamiento», heredera de la psicología conductual y de las ciencias del comportamiento. Usa el conocimiento de cómo tomamos decisiones las personas, y de cómo funcionamos como seres sociales que necesitan interactuar con los otros y su aprobación, para manipular y enganchar. Saben cómo actuar sobre la conducta humana y aplican dicho conocimiento al diseño tecnológico.

El ejemplo típico es el de las redes sociales: proporcionan contenido personalizado, refuerzos positivos y recompensas por su mero uso. Los botones «Me gusta», las notificaciones, la posibilidad de etiquetar a amigos, las recomendaciones de nuevas amistades, los recordatorios de cumpleaños, la creación de grupos privados segmentados por interés, el chat instantáneo, las noticias recomendadas, las listas de tendencias o los puntos suspensivos mientras alguien escribe para que sepas que está al otro lado y no desconectes… Todo está diseñado con el objetivo de mantenernos ahí la mayor cantidad de tiempo posible.

Como constatan los científicos, la adicción que generan es muy similar a la del juego. Como las tragaperras, buscan encerrar a los usuarios en un ciclo de adicción, ya que sus ingresos publicitarios dependen de la atención continua de dichas personas a lo que se les muestra en la pantalla. Te sumergen en círculos viciosos que incluyen incertidumbre, anticipación, impredecibilidad, retroalimentación rápida y recompensas aleatorias que animen a seguir enganchado. Y, si te desconectas, te perseguirán con mensajes o notificaciones para llamar tu atención y para que vuelvas a entrar. Son bucles lúdicos ante los que el cerebro reacciona liberando dopamina: una sustancia recompensa comportamientos placenteros y nos motiva a repetirlos.

Son las consecuencias de la conocida como «economía de la atención». A esta se suma la dificultad de establecer límites laborales en un entorno de conectividad permanente en el que el smartphone es también una herramienta de trabajo. Francia fue pionera, en 2017, en reconocer el derecho a desconectar como parte de su código laboral. En España es también un derecho reconocido, a través de la ley de Protección de Datos y Garantías de los Derechos Digitales y de la Ley de Trabajo a Distancia.

El problema aquí es doble. Por una parte, de las organizaciones por no establecer límites claros sobre las obligaciones de conectividad y disponibilidad online de los trabajadores. Por otra, de los trabajadores que, bien por responsabilidad, por presión o por autoexigencia, son incapaces de desconectar. Algo que, además, afecta al resto de sus compañeros y a la cultura corporativa, rompiendo la unidad y forzando al resto a estar conectados para no quedarse atrás o parecer menos implicados.

Desconectar sí, ¿pero desconectar totalmente? ¿Es una solución tan radical la mejor manera de recuperar el balance en nuestra relación con la tecnología? ¿Por qué renunciar a lo bueno que nos traen las herramientas conectadas? En realidad, lo que necesitamos es cambiar las tornas para poder disfrutar de ellas sin generar problemas de estrés y adicción: exigir y forzar el desarrollo de espacios online saludables y penalizar el diseño adictivo de las plataformas digitales. Necesitamos un entorno digital que nos pueda hacer más felices, crear conexiones significativas y promover hábitos sanos, no solo consumir más o ser más productivos.

También, como se ha repetido hasta la saciedad, es fundamental hacer un uso sensato de las herramientas y los dispositivos conectados. Cosas como marcarse unos tiempos de uso y espacios en blanco, eliminar o limitar las notificaciones, y dejar el móvil fuera de la habitación antes de dormir, o si es posible apagarlo antes, tras la cena. También sustituir actividades online con aquellas que se pueden hacer offline, como leer el periódico o una revista.

El mundo online es infinito y no invita a parar sino todo lo contrario: la actualización constante. El antídoto no es necesariamente pasar menos tiempo delante de las pantallas, sino aprender a usar la tecnología de forma que podamos aprovechar sus ventajas sin ser sus víctimas. Ser conscientes y recuperar el control.