CONVENIO EL PRADO-FUNDACIÓN NOTARIADO
Oratorio de san Jerónimo penitente
El Oratorio de San Jerónimo penintente es una obra excepcional realizada por dos artistas fundamentales de la Corona de Aragón: el escultor Damián Forment (hacia 1475-1540) y el pintor Juan de Juanes (hacia 1505-1579). Ambos autores no trabajaron juntos y su trabajo fue realizado en momentos distintos. Forment debió de tallar la pequeña placa hacia 1520, cuando Juanes era un adolescente que estaba formándose en el taller de su padre, Vicente Maçip (hacia 1473/75-1551), el iniciador de una dinastía de pintores que tuvo continuidad hasta principios del siglo XVII.
LETICIA RUIZ GÓMEZ,
jefa de Colección de Pintura Española del Renacimiento
La realización de pequeñas placas de alabastro con escenas religiosas era una práctica frecuente que Forment empleó en otras ocasiones. Refinados coleccionistas apreciaban esas obras que, para asegurar su conservación y presentación como altares de sobremesa, se montaban en estructuras de madera. Este es el caso de este ejemplar en que está representado san Jerónimo en su retiro penitencial, un fondoso paisaje lleno de amenos detalles que originalmente estaban policromados y con resaltes dorados.
El pintor
Cuarenta años después de realizarse la placa, el propietario debió de pedirle a Juan de Juanes que enmarcara la obra. El pintor era por esas fechas el autor más apreciado de la importante escuela valenciana, siempre atenta a la llegada de novedades del arte italiano. Juanes había realizado otros pequeños oratorios devocionales, pero ninguno pensado para embutir un relieve de otro artista, lo que nos hace suponer que quien hizo el encargo era persona notable porque Juanes concibió un marco donde aúna su conocimiento de la arquitectura clásicista, o ´a la romana´, y una delicada intervención pictórica, trabajando en pequeño formato.
El alabastro se cobijó en una suerte de templete con basamento y rematado de frontón, trabajado en madera tallada y policromada y provisto de dos puertas batientes en la que incluyó la representación de cuatro santos. Con las puertas cerradas, se aprecia un paisaje con san José sosteniendo al Niño Jesús junto a San Lucas. En el interior pintó las imágenes de San Vicente Ferrer y San Pedro Mártir, dos figuras situadas en dos arcos exviados, un diseño pensado en la perspectiva de esos arcos con los batientes abiertos. Un alarde más de conocimientos de la arquitectura clásica.
Un nombre inscrito a tinta en la trasera del templete: Adrián López de Discastillo, un miembro de una familia notable de Zaragoza a finales del siglo XVI. Ningún dato más hasta que la obra apareció en una subasta en Madrid en 2019. La Fundación de Amigos del Prado la adquirió para nuestro museo. Eran fechas en que estábamos preparando un espacio de exposición exclusivo para Juan de Juanes. La importancia de la pieza nos obligó a esperar para decidir el modo de exposición al tiempo que fue estudiada y restaurada en el museo; una tarea de algunos meses que nos ayudó a centrar más la importancia de la obra y su complejidad, incluyendo la procedencia aragonesa del alabrasto, tarea en la que contamos con la ayuda de la Universidad de Zaragoza.
La obra llegó además con una curiosa sorpresa que descubrimos mientras se limpiaba el alabastro: detrás de la rama del árbol del primer término, se escondía una pequeña cabeza de mármol. ¿Un descuido del escultor?, ¿una suerte de exvoto? La cabeza volvió al sitio donde se encontró, por si acaso.

