ALDEA GLOBAL

CASIMIRO GARCÍA ABADILLO,

director de «El Independiente»

"La realidad es que hoy el mercado laboral es más dual que nunca. No sólo hay diferencias abismales en los salarios, sino en las condiciones de trabajo"

Talento en fuga

Atraer o retener el talento es hoy uno de los principales desafíos de toda empresa que pretenda ser competitiva. Entender cómo se consigue fichar y conservar a los mejores es la clave principal del éxito empresarial.

Hace décadas, la respuesta a esa incógnita era simple. Todo dependía de la cantidad de dinero que una compañía estuviera dispuesta a pagar por contratar o por evitar la marcha de un empleado brillante. Ahora eso ya no es así. O ya no es del todo así. Por supuesto que el dinero influye, pero ya no es el único factor o el principal para determinar que una empresa sea deseada.

El paradigma ha cambiado totalmente. En España, un joven bien formado en los setenta o en los ochenta soñaba con incorporarse a una gran empresa, con un buen salario y, a partir de ahí, ascender hasta llegar a un puesto de alta dirección. No le importaba el esfuerzo, ni las horas de trabajo; su familia siempre estaba en un segundo plano.

Pero las cosas han cambiado mucho. El joven bien formado de hoy sabe que tiene un puesto de trabajo asegurado y tiene otras aspiraciones que, probablemente, a su padre ni se le pasaban por la cabeza. Cambiar frecuentemente de empresa no es visto como una prueba de inadaptación o fracaso, la demostración de que un empleado es un culo de mal asiento, sino la vía para conseguir mejores condiciones y nuevas experiencias. El trabajo ya no es percibido como un fin en sí mismo, sino un medio para vivir, y, en última instancia, para ser feliz. En muchas ocasiones, la prioridad no es tanto el salario o la posición que se va a ocupar en el organigrama de la compañía, sino la flexibilidad en el horario o la posibilidad de teletrabajar.

También entran en juego otros factores más filosóficos o ideológicos. Por ejemplo, que la empresa en cuestión respete la igualdad de género o mantenga estrategias que respeten el medio ambiente.

Las barreras fronterizas ya no son un obstáculo. El joven bien formado de hoy está acostumbrado a viajar, domina el inglés y a veces otro idioma a la perfección y sabe que su futuro puede estar a miles de kilómetros de la ciudad donde nació o se crio.

El matrimonio o la vida en pareja, algo que era una meta habitual en la vida hace cuarenta años, ahora es una opción. Y, de ser así, tampoco tiene lugar a una temprana edad, sino más bien a partir de los 30 o incluso cerca de los 40 años. Ese alargamiento del llamémosle periodo de juventud hace que la movilidad, la capacidad para decidir cambios sin ataduras, se prolongue en el tiempo.

Alfonso Escámez (histórico presidente del Banco Central, fallecido en 2010) llamaba a los trabajadores de su banco “funcionarios”. Y no lo hacía como un insulto o una crítica, sino con el orgullo de que el banco que él presidía era una institución tan sólida como el propio Estado. Él comenzó de botones y acabó siendo presidente. Su carrera era el arquetipo del triunfo para una clase que no pertenecía ni a la nobleza ni a la alta burguesía. Ahora eso sería imposible. Para empezar ya no hay botones en los bancos y seguro que mucha gente no sabe ni siquiera qué son y para qué sirven, aparte de para abrochar camisas y chaquetas.

El modelo ahora es radicalmente distinto. El cambio es en sí mismo un valor, así como el sector en el que se trabaja, que tiene que estar ligado de una u otra forma a la tecnología. Los referentes están claros y tienen nombres y apellidos: Javier Oliván (Meta); Pilar Manchón (Google IA); David Carmona (Microsoft IA); Alex Acero (Apple), y tantos otros. Españoles que triunfan en las empresas punteras de alta tecnología. Ya no existe el complejo de inferioridad que durante tanto tiempo lastró a los profesionales españoles. El talento no tiene barreras y ese hecho dificulta la retención de los mejores.

La movilidad, la apertura al cambio, asumir dificultades sin miedo, son valores muy positivos. Pero esa capacidad, por desgracia, sólo la tienen una parte de los jóvenes; la que ha tenido acceso a una buena educación.

La realidad es que hoy el mercado laboral es más dual que nunca. No sólo hay diferencias abismales en los salarios, sino en las condiciones de trabajo. Los peor formados tienen que conformarse con los trabajos más precarios. Son esos jóvenes, por desgracia la mayoría, los que se conforman con un empleo fijo y temen la movilidad porque, por lo general, esta no viene condicionada por una mejora, sino por un despido o un ajuste.

En fin, el factor humano, la calidad de los trabajadores que componen una empresa, es el elemento esencial para determinar si una compañía tiene futuro. La inversión, el capital, los recursos propios, son ya una herramienta, algo que se puede conseguir en el mercado sin grandes dificultades si detrás de una empresa hay una idea clara y un equipo con iniciativa y capacidad para ilusionar a sus empleados.

Es algo tan fácil de entender como difícil de alcanzar. Que el empleado considere que su empresa le da oportunidades para crecer, que fomenta la iniciativa y la creatividad, que hace algo no sólo para satisfacer a sus accionistas, sino para mejorar la sociedad. Y aceptar que, aun así, la fidelidad absoluta no existe.