“El patriotismo es un parentesco que debe basarse en un pasado común”
Si en los reconocimientos a su actividad pesaba la sombra del catedrático de Deusto, el historiador o el novelista, Fernando García de Cortázar empezaba este año recibiendo el Premio Bravo, destinado a profesionales de la comunicación, con que le había distinguido en diciembre de 2020 la Conferencia Episcopal Española. En estos momentos ultima un nuevo trabajo, que vendrá a sumarse a las más de setenta publicaciones que acumula.
Se le otorga el Premio Bravo por su servicio a la dignidad del hombre, los derechos humanos y los valores evangélicos. A estas alturas, ¿qué le ocupa -o preocupa- más de todo ello? Cuando, al pasar de los años, en distintas ocasiones se me ha pedido que ofrezca una radiografía de mi vida, siempre ha quedado reflejado mi pensamiento de la Providencia de Dios, herencia inequívoca de una familia de doce hermanos y mi sentido de gratitud a las personas e instituciones que han sido generosas conmigo. Hoy mi inventario de agradecimientos incorpora a la Conferencia Episcopal Española por concederme el Premio Bravo de Comunicación, razonado con los argumentos que usted recoge. Desde hace ya muchos años me esfuerzo en que el humanismo de tradición cristiana vuelva a ser la referencia que nos defina, de tal forma que nuestros valores, los propios de la civilización occidental, recuperen su hegemonía. Bajo esa perspectiva debo afirmar que la dignidad del hombre y los derechos humanos son inseparables del mensaje de Jesús y que creyentes y no creyentes deben ver en el Evangelio el hecho civilizatorio más importante en la historia de la Humanidad.
Al Viaje al corazón de España, sobre el que conversamos en estas páginas, le ha seguido Y cuando digo España. Cuando dice España: ¿pesa más el paisaje, en tanto que viajero, o el paisanaje, como hombre de reflexión? Sin duda es mi libro más patriótico, en el que como Antonio Machado sólo quiero recoger todo aquello que me emociona, los sueños de una nación profundamente viva, que con Jorge Guillén “quiero, quiero. Viva después de mí”. En esta obra pesa más el paisanaje -las grandes realizaciones materiales de los españoles, los iconos de España, sus apasionantes creaciones del alma, la deuda del mundo con nuestra patria-, pero también hay un hueco para el atlas de la belleza paisajística de nuestro país.
Apuesta por reactivar el patriotismo cultural, que nos une, y del que podemos sentirnos orgullosos. ¿Al español le falta orgullo de pertenencia? ¿Somos demasiado críticos con lo nuestro? Hoy, con la continuidad misma de España cuestionada y nuestra convivencia resentida, queda bien claro el alto precio a pagar cuando se depone la fuerza de nuestra cultura, el vigor de nuestro significado histórico. El patriotismo es un parentesco que debe basarse en un pasado común, y lo saben todos los planes de estudio que han construido naciones con su aprendizaje de la Historia. En España necesitamos urgentemente reforzar nuestra endeble conciencia nacional, que debe ser cultivada como lo es la piedad en la infancia, en las familias de militancia religiosa. Nadie durante estos últimos cuarenta años ha cantado las baladas de la nación como hicieron los intelectuales de comienzos del siglo XX cuando se preguntaban por España. Muchos de estos hicieron ver que no bastaba con las reformas sociales y la afirmación de la democracia: había que creer en algo más. Y esto era el patriotismo cultural que cohesiona a los ciudadanos al fundamentarse en la emoción, en la grandeza de un patrimonio del que pudieran sentirse orgullosos. A través de la recuperación del tesoro de las manifestaciones literarias, filosóficas, artísticas, culturales en general, los españoles confirmarían la existencia de una personalidad nacional, más allá de cualquier esfuerzo político por impugnarla, más allá de toda indolencia cívica para preservarla.
“No creo que exista un historiador cabal que desprecie la aportación que a la Historia puede hacer la buena literatura”
¿Estamos viviendo un momento crucial del que quiere dejar testimonio?
La historia, nos recuerda Walter Benjamin, no es el puro recuento de lo que suponemos sucedió en el pasado, sino lo que brilla en un instante de peligro. Durante las últimas décadas hemos rodado por una pendiente de desidia intelectual; de complaciente ignorancia; de feroz relativismo; de altanera deslealtad a nuestros principios. Se ha preferido el entretenimiento a la cultura; el placer al esfuerzo; la intensidad de los momentos fugaces a la tenacidad de una obra duradera, y hemos acabado borrando el perfil rotundo de nuestra nación. La tormenta en la que vive España desde hace unos cuantos años ha producido un desarme ideológico de tal magnitud que la sociedad se ha visto desprotegida ante todo lo hermoso que nuestra civilización había levantado, convertido en tierra donde habita el olvido.
Quien ha defendido el concepto Patria en tantas acepciones, ¿cómo reacciona cuando alguien sugiere cambiarlo por el de Matria?
Podría interpretarlo como una gracieta y provocarme una sonrisa si no obedeciera a una perversa manipulación del lenguaje. Tenía razón el evangelista Juan cuando decía que todo comienza en el verbo, todo arranca de la palabra. También el desbarajuste doctrinal; la arrogancia impostada; el populismo desmelenado; el feminismo desorejado; la excitación iletrada de quienes creen que nos pueden mandar.
Su primer trabajo novelístico, Tu rostro con la marea, recibió el Premio Novela Histórica Alfonso X el Sabio. Al escribir, ¿siempre aflora el historiador?
Siempre aflora el amante de la historia y la literatura. Porque si la historia es la ciencia del cambio, que lo es, ella misma tiene que cambiar en sus métodos y dar ejemplo de adaptación a sus destinatarios. En mis más de setenta libros he tocado todos los palos en la Historia y como dijo un prestigioso crítico literario, estaba cantado que acabaría escribiendo una novela. Que mi preocupación por la belleza de la narración y mi voluntad de estilo me llevarían a abordar en serio la ficción y la literatura con el objeto de experimentar las posibilidades que ofrecían estas para la reconstrucción viva del pasado. No creo que exista un historiador cabal que desprecie la aportación que a la Historia puede hacer la buena literatura. Para escribir Tu rostro con la marea pude disponer de viejas lecturas almacenadas desde mis años de formación humanística en la Compañía de Jesús. A ellas debo la familiaridad con Günter Grass, Robert Musil, Thomas Mann, Kipling, Joseph Roth o Cesare Pavese, de lectura obligada para moverme en el período de entreguerras y dibujar el panorama de aquellos años de llamas, la era de los huracanes de acero.
Tras la segunda, Alguien heló tus labios, nos dejó con ganas de más. Si cada nuevo título le absorbe algo más de dos años… nos debe dos.
Mis lectores, si es así, tendrán que esperar o perder toda esperanza de que vuelva a la novela porque ésta es mucho más exigente en tiempo que el ensayo, y a mí me reclama una atención que en esta hora grave de España prefiero dedicar a los contratiempos de mi patria. Ahora mismo estoy trabajando en los últimos capítulos de un nuevo ensayo que mezcla paisaje e historia a través de un emocionante y comprometido relato, que se lee desde las inquietudes del presente.¿Trabaja sin presiones de agentes?
No tengo agente, aunque en distintas ocasiones varias personas me han ofrecido representarme. A mí las presiones me vienen de los editores que, con su amistad, me chantajean para que salte de una editorial a otra o para que cada año publique un libro.
¿Concurre a premios literarios? ¿Le interesan?
¡Oh, no! Soy muy mayor para ejercer de meritorio y creo que los premios literarios deben empujar la creatividad de los más jóvenes y la acogida por las editoriales mientras que los viejos debemos defendernos con nuestra trayectoria y el conocimiento que el público tiene de nuestra obra.
Cuando escribe, ¿piensa en “su” lector? ¿Qué le pide? ¿Qué se exige a cambio? ¡Claro que pienso! Siempre he pensado en los lectores y más en concreto en los que me vienen siguiendo desde hace más de cuarenta años. Busco apasionadamente la claridad, la seducción del lenguaje, el instruir deleitando, como decían los clásicos, y evito con idéntica pasión el aburrir a quienes leen mis libros, procurando no mortificarles con un léxico profesoral de casta universitaria, de petete sabelotodo. Les exijo a cambio que no equiparen la fácil comprensión y la lectura amena con la falta de profundidad, que además no sé exactamente lo que es.
Dice Saint-Exupéry en El Principito: “Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que juzgar a los demás”. ¿Es indulgente consigo mismo?
Veo que conoce mis gustos literarios. Cuando el gobierno francés me condecoró con las Palmas Académicas agradecí la distinción con un discurso en el que afirmaba mi querencia por Francia, al estar entre mis escritores favoritos Saint-Exupéry, Montaigne y Camus. La máxima de “El Principito” precipita ahora mi examen de conciencia para concluir que a lo largo de mi larga carrera universitaria jamás he participado en peleas entre historiadores ni en juicios públicos por la labor de mis colegas. ¡Ah!, por supuesto, no me flagelo, ni llevo ceniza en la cabeza para acordarme de que mis libros tendrán una vida finita.
«Busco apasionadamente la claridad, la seducción del lenguaje, el instruir deleitando, como decían los clásicos»
Al contrario que buena parte de las industrias culturales, el sector editorial emerge de la pandemia sin graves daños y con perspectivas de que el hábito de la lectura se haya reforzado.
Los teatros a medio aforo y abiertos solo en contadas ocasiones, los museos potenciando sus escaparates virtuales, los conciertos suspendidos, sólo un 30% de los cines de toda España abiertos… Y, en una más de las sorpresas sociológicas que nos ha deparado la pandemia, el sector editorial, uno de los habituales enfermos de la cultura en los últimos años, no se ha visto seriamente afectado en sus balances del pasado año. Las caídas en determinadas fechas se compensaron ampliamente en otras; es más, según algunas fuentes del sector, las ventas subieron moderadamente.
“Aparte de las circunstancias generales, el comportamiento de cada libro es diferente, unos se venden más y otros menos, debido a su propia naturaleza y conexión con el lector. Es un tópico, pero cierto. La editorial Atalanta ha tenido una subida moderada”, explica su editor, Jacobo Siruela.
Quizá muchos lectores no sepan que entre dos de las grandes compañías se reparten una cifra variable de ventas, que se encuentran en torno al 80% del mercado español.
Tras muchos nombres conocidos, se esconden dos gigantes: Penguin Random House, que cuenta con Plaza & Janés, Alfaguara, Salamandra, Debate o Ediciones B, entre otras muchas, y Planeta, a la que corresponden también Tusquets, Seix Barral, Espasa, Destino o Grijalbo, entre otras.
Si vemos los diez libros más vendidos del pasado año, en los distintos listados que han publicado diferentes fuentes, el denominador común es la pertenencia a alguno de los sellos mencionados. No ha habido grandes sorpresas, más allá de la prolongación del éxito de El infinito en un junco, de Irene Vallejo. Valores seguros más que consolidados en ejercicios precedentes, desde Arturo Pérez-Reverte, hasta Juan Gómez Jurado, pasando por Elisabet Benavent, Ken Follet, Joël Dickert o Almudena Grandes.
Prima la calidad
Según Enrique Redel, editor de la editorial independiente Impedimenta: “Tras un segundo trimestre complicado, en el que las ventas bajaron al no estar las librerías abiertas, la vuelta fue muy fuerte y además hubo campaña de verano. El otoño fue potente y aunque la campaña de Navidad no fue buena, al final la subida fue notable. Eso pasó en las editoriales más prescriptivas y selectivas, en las editoriales dedicadas a la literatura de calidad, de fondo, cuyo punto fuerte son las librerías literarias”.
Porque Redel coincide con Siruela en que la demanda que ha crecido es la de textos exigentes, no masivos, pero que van más allá de la literatura que ocupa casi siempre las listas de bestsellers: “Quizás es porque hemos redescubierto la lectura, la buena lectura, como una opción premium de entretenimiento, frente a otras apuestas más gaseosas y volátiles. Algo que también han notado las librerías, con afluencias récord. En cuanto a géneros, nos ha funcionado sorprendentemente bien el western (A lo lejos, de Hernán Díaz y Basilisco, de Jon Bilbao, están entre nuestros cinco títulos más vendidos del año)”.
Los hechos provocan que las expectativas para este ejercicio mantengan también un discreto tono optimista: “La Covid-19 no perjudica a los lectores, al contrario, tienen más tiempo. Seguiremos en nuestra misma línea de trabajo, navegando contra viento y marea”, señala Jacobo Siruela. Enrique Redel apunta ideas similares: “Las perspectivas son buenas, pero porque hemos redoblado nuestra apuesta por títulos muy pensados, que van más allá del mero entretenimiento, que aportan “algo más.
Estas editoriales no tienen, en su mayoría, catálogo en libro electrónico, con lo que un potencial incremento de las ventas en ese formato durante el periodo en el que no fue posible comprar libros presencialmente no les ha afectado. Lamentablemente, las fuentes al respecto son bastante opacas y no hay todavía un balance sobre ventas del sector en formato ebook.
Las editoriales de menor tamaño dependen significativamente de la evolución de las librerías, donde se recomiendan títulos de manera personalizada, con atención específica al lector y sin tanta relevancia para el marketing. “Las cifras de enero han sido buenas, mejores incluso que las del año pasado, pero para que el año funcione es clave que las librerías estén abiertas. Sin las librerías independientes el negocio no funciona”, explica Enrique Redel. Y curiosamente, pese a los cierres que se acumularon en los años previos y los meses que han debido permanecer cerradas durante este pasado año, también desde la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL) se envía un mensaje de moderado optimismo.
Apoyo social
Según Álvaro Manso, librero portavoz de la asociación y responsable de la librería burgalesa Luz y Vida, “todos los indicios apuntan a que la caída no ha sido tan grave como se preveía en los meses del cierre por el estado de alarma. La lectura ha sido uno de los hábitos culturales que ha experimentado un crecimiento durante estos meses y las librerías hemos recibido un gran apoyo, no solo de nuestros clientes fieles, sino de muchas otras personas que han tomado conciencia de la necesidad de apoyar al comercio de proximidad”.
Además, el movimiento de las librerías para conformar una plataforma web colectiva, todostuslibros.com, ha funcionado también de forma interesante en sus primeros meses de andadura: 167.891 usuarios dados de alta, 365 librerías registradas, y ventas por un importe superior a los 700.000 euros. “Es un ejemplo de colaboración de una rica diversidad de empresas culturales (editoriales, distribuidoras y librerías), que permite una competencia libre, distribuye las ganancias y no fomenta una única empresa ganadora”, señala Manso, en una clara referencia al gigante que les ha comido terreno en los últimos años. No hay datos en España, pero en Estados Unidos Amazon copa el 40% de la venta total de libros. “Los primeros estudios que vamos conociendo siguen señalando que las librerías y las cadenas de librerías somos el primer punto de encuentro de los lectores con los libros. La venta presencial tiene todavía mucha fuerza”, ratifica.
Este pasado año no hubo Feria del Libro de Madrid y Sant Jordi se aplazó al otoño, con lo que dos de los momentos álgidos del sector quedaron seriamente tocados. A cambio, las ventas en verano y en navidades estuvieron a un nivel excelente, por encima de las expectativas.
Todavía no se sabe al detalle lo que ocurrirá con esas grandes citas de primavera, nos explica Álvaro Manso: “Ya hemos conocido que la Feria del Libro de Madrid apuesta por el otoño como fecha de celebración; Sant Jordi no se ha pronunciado y todavía estamos esperando la concreción de qué pasará con este tipo de eventos por todo el territorio. Hay que esperar un poco más para saber si hay posibilidades de plantear propuestas alternativas hasta que las condiciones sanitarias sean más favorables y permitan la concentración de un mayor número de personas”.
El regreso de Camus
Entre los libros que han vendido más de lo normal en los últimos tiempos, destaca la forma en que el clásico La peste, de Albert Camus, se coló entre los más vendidos en las listas de algunos periódicos durante el pasado mayo. En Francia, llegó incluso al número uno de ventas durante una semana. El tono existencialista de esa obra maestra, en el contexto de una plaga, sin duda encontró eco en los sentimientos de algunos lectores. Curiosamente, en cambio, no han funcionado prácticamente los libros oportunistas surgidos a lo largo de estos meses, en algunos casos con firmas tan notables como la del filósofo esloveno Slavoj Zizek, que reflexionaba sobre este fenómeno en el breve Pandemia, de Anagrama.
Este pasado año no hubo Feria del Libro de Madrid y Sant Jordi se aplazó al otoño, con lo que dos de los momentos álgidos del sector quedaron seriamente tocados
Otras fuentes
Una descripción extensa de Los ojos de la oscuridad de Dean Koontz y los matices sobre su condición profética
Las librerías han lanzado su propia plataforma online y se ha capeado el confinamiento mejor que en otros sectores
Profecías relativas, éxitos de ventas
En Estados Unidos se colocó una semana como tercer libro más vendido en Amazon una novela de terror de 1981, Los ojos de la oscuridad. La novela es bastante mejorable, pero se mantiene en catálogo por la popularidad de su autor, Dean R. Koontz, un secundario de la literatura de terror contemporánea. La repentina fama de este título (que reeditó en España RBA) se basa en que describe una pandemia extendida en 2020 y llamada Wuhan-400. También ha sido reivindicada en los últimos tiempos una novela de terror pospandémica de mayor calidad, Apocalipsis, para muchos la obra magna de Stephen King, que además ahora ha sido llevada a serie de televisión con su título original: The Stand.
Apetecía preguntarse cómo se referiría Federico García Lorca a su tierra, a su Granada natal. Casi seguro que los muy expertos en el poeta y dramaturgo saben dónde buscar; y seguramente algo encuentren. Pero si, simplemente, el lector se deja llevar por las sensaciones que dejan sus textos, la palabra que surge es “terruño”: ese sitio del que uno es, al que pertenece, aunque esté lejos, del que se siente parte inseparable sin grandilocuencias.
JESÚS ORTÍZ
Fotos cedidas por las instituciones promotoras y colaboradoras de Universo Lorca.
Es posible que venga un tiempo de centenarias conmemoraciones: desde ese primer poemario del joven veinteañero publicado, Libro de poemas (1921), hasta una siempre impactante Casa de Bernarda Alba (1936). Al fin y al cabo, Lorca es el poeta español más leído de todos los tiempos, como asegura el Instituto Cervantes, y cualquier excusa sería buena para recordar su obra y su talento, su empeño en ser del pueblo y estar con él, como cuando fundó La Barraca para que muchos españoles supiesen que existía una cosa llamada Teatro del Siglo de Oro. Pero, haya o no públicos reconocimientos una vez más a su obra, cabe la memoria de lo que es su tierra ‑su terruño, déjennos decirlo‑, que sigue ahí alimentando cuerpos y alientos.
Universo Lorca, por aquí empezamos, es una iniciativa de la Diputación de Granada y del Patronato Provincial de Turismo de Granada en la que colaboran también ayuntamientos y otras instituciones. Es una web: sí. Es un viaje, un Al Encuentro, virtual: también. Pero es como una puerta, abierta a la luz, que desde el mundo de los dos dígitos nos invita a explorar, además del itinerario cultural pegados a las pantallas, ese otro idéntico, pero multisensorial, al que podremos acceder en cuanto que la situación socio sanitaria nos conceda la libertad sin condiciones.
“Granada es Lorca, y Lorca es Granada ‑dice la presentación de la web‑. La vida hecha tierra; la tierra hecha obra; y la literatura convertida en una suma de sentimientos, biografía y emociones. Aquí está el poeta y sus paisajes: cientos de páginas, un diccionario de personajes, biografías, la música, el cine… Todo lo necesario para emprender un viaje sin fin por Lorca y Granada, por su tierra y sus metáforas”. En sus secciones, tales como Lugares lorquianos o Rutas lorquianas, no falta nada; pero, mucho mejor, tampoco sobra casi nada. Y desde conocer a las personas que compartieron vida y experiencias con el poeta o revisar sus intensos 38 años de existencia, hasta jugar a un “trivial” para medir los conocimientos de cada cual sobre el protagonista de toda esta aventura ‑con certificados de aptitud, no se lo pierdan-, el sitio web da para mucho y para muchas cosas.
“En este pueblo tuve mi primer ensueño de lejanía. En este pueblo yo seré tierra y flores”. Se refería Federico a Fuente Vaqueros, claro; y es la primera pieza de su terruño, donde un 5 de junio de 1898 hizo saber a su familia ‑él fue el primero de cuatro hermanos‑ que se inauguraba un tiempo de risas infantiles en la casa. La localidad fuenterina rinde culto a su más ilustre hijo, como es de imaginar, donde no cabe perderse su Casa Museo Natal o el Centro de Estudios a él dedicado; tampoco un buen paseo por la vereda del Genil, en la que seguro que Federico jugó de niño, o averiguar por qué hasta 1940 ‑¡tela!‑ toda la zona era propiedad de los Duques de Wellington, que se la fueron vendiendo a los colonos.
Fuente Vaqueros compartió la infancia de Lorca con Asquerosa… que es como se llamaba entonces la población conocida hoy como Valderrubio. Y no es que la primera denominación tuviera que ver con ningún desagradable olor o aspecto; es, simplemente, que su toponímico original, Acuerosa (con abundante agua), derivó en el poco afortunado nombre. Pero, en fin, el caso es que el niño de ocho años que ya hacía pinitos con la música y la pintura, seguramente también con la literatura merced a las enseñanzas de su madre, maestra de profesión, tuvo allí parte de su infancia y fue vecino de Francisca Alba Frasquita, cuyo personaje y casa inspirarían La Casa de Bernarda Alba años más tarde. Tres puntos de interés lorquiano en Valderrubio: la recreación de la casa familiar, con el anexo de la casa de los guardeses recreando el ambiente popular, la casa de Frasquita Alba y el Cortijo Daimuz (a 2 Km de la casa), que realmente está en Pinos Puente, pero que fue el motivo del traslado familiar desde Fuente Vaqueros.
Granada fue el siguiente hito familiar (se mudan en 1909), aunque el pequeño Federico se había trasladado a Almería para estudiar bachiller poco antes. Un flemón fue la causa de que volviese a casa y trasladase su matrícula ya a la capital granadina, cosa de la que da constancia un documento fechado el 25 de mayo de ese año. Su primer domicilio estuvo en la Acera del Darro, pero si hay una morada lorquiana de referencia en Granada, esta es la Huerta de San Vicente. Es una casa de campo y era el lugar de veraneo cuando los García Lorca dejaron de volver a pasar el tiempo de estío en Asquerosa, pero nótese, mapa mediante, que está a poco más de quince minutos caminando de la casa familiar. Ahí nacieron Yerma, Bodas de sangre, Romancero gitano…
El Café Alameda, hoy transformado en Restaurante Chikito, está al lado de Acera del Darro, en la Plaza del Campillo. Y allí, en un pequeño hueco debajo de la escalera, se reunía la tertulia El Rinconcillo, en la que participaba el joven Federico. El espacio conserva el espíritu ambiental de la época y una mesa, en la que escribe eternamente el poeta de bronce, mantiene la memoria de un tiempo de inquietudes juveniles. Fueron los rinconcillistas, en alguna de sus charlas de café e ilusiones, los que idearon el Concurso de Cante Jondo, para el que contaron con el impulso de Manuel de Falla, celebrado en 1922 en la Plaza de los Aljibes. El espacio, en el complejo de La Alhambra, fue construido tras la conquista por los Reyes Católicos en 1492 para albergar depósitos de agua. En las noches del 13 y 14 de junio de 1922 dicen que no cabía un alfiler. Hoy es un gustazo asomarse a su mirador. Hay otro lugar lorquiano de tertulia que no cabe dejar en el olvido: la taberna de El Polinario. Estaba construida sobre unos baños árabes y hoy no existe como tal. En su lugar está un museo dedicado a Ángel Barrios, hijo del dueño de la taberna y concertista internacional.
La Alpujarra no puede ‑no debe‑ faltar en un encuentro con Lorca y Granada. Sus biógrafos cuentan que, entre 1924 y 1935, su familia iba a “tomar las aguas” (así se decía entonces) al Balneario de Lanjarón en septiembre; sobre todo, por su madre, a la que se lo recomendaron por algún tipo de afección. No se sabe si Federico los acompañaba todos los años, pero sí que visitó muchas zonas de la montaña granadina, que le impresionaron sus naturales (“Gentes de ojos azules y gentes de ojos… indescriptibles”), sus paisajes (apoyado en un naranjo a dos mil metros de altura: “Oigo el canto de cuatro ríos que bajan dando tumbos a los olivos de la Vega de Órgiva”) y sus leyendas, como esa que escuchó a un guitarrista y cantaor de la Cueva de Sortes en la que hablaba de una muchacha que el narrador se llevó al río “creyendo que era mozuela, pero tenía marido”.
El Balneario, por si las dudas, sigue en activo, lo mismo que el Hotel España de Lanjarón, donde se alojaba la familia. La Cueva de Sortes, en Órgiva, al pie de la carretera, es una breve gruta que mantiene el nombre del poblado que estaba en su entorno. Buen sitio para percibir el encanto de las leyendas locales al anochecer, no obstante. De La Alpujarra y sus encantos, escribió Lorca a su amigo Melchor Fernández Almagro animándole a visitar la zona: “Debes venir a ese paraíso en cuanto puedas. He encontrado curiosísimos cuentos y romances”. E inspiración para escribir y dibujar, podemos añadir, ya que él mismo citó en alguna ocasión dibujos suyos nacidos en la tranquilidad de Lanjarón.
Alfacar y Víznar son lugares que también forman parte de la vida granadina de García Lorca, pero no son sitios de grato recuerdo. Hablan de guerras, envidias, cerrazón, incomprensión, ignorancia, abusos, muerte… Pero están ahí. Algunos dan hoy más sensación de paz que de trifulca, es cierto; permítannos, pues, invitarles simplemente a acercarse a ellos, tanto virtual como presencialmente, cuando sientan que la calma anida en su interior y que sus espíritus no se alterarán demasiado con la injusticia, cuando sepan, a ciencia cierta, que “el toro de la reyerta” ya no sube más por las paredes.
Mas volvamos al principio: Universo Lorca es para disfrutar hoy a ratos perdidos o a minutos ganados. Permite al lector introducirse a fondo en las vivencias del poeta, del dramaturgo, del pintor, del músico, del joven inquieto o del intelectual algo más maduro, siempre a través de su tierra. Y faculta también para preparar el viaje, el que lleva hasta Granada, a su Vega, a su historia, a recorrer las veredas de los ríos que también reverdecieron la vida de Lorca. No sabremos cuándo aún, pero saldrá el sol de la normalidad social y, aunque sea tiempo de blancos cubriendo Sierra Nevada, algo renacerá como en un eterno abril, aunque “¡Ay! No puedo decirte, aunque quisiera, el secreto de la primavera”.
Lorca es el poeta español más leído de todos los tiempos, como asegura el Instituto Cervantes, y cualquier excusa sería buena para recordar su obra y su talento
Para saber más
La Barraca. Teatro y Universidad: ayer y hoy de una utopía. Catálogo coordinado por Alma Guerra. Acción Cultural Española (2011).
“Granada es Lorca, y Lorca es Granada. La vida hecha tierra; la tierra hecha obra; y la literatura convertida en una suma de sentimientos, biografía y emociones”