«Una España que llenar», por Juan José Morodo

EN ESTE PAÍS


JUAN JOSÉ MORODO,

subdirector de Cinco Días

 

Una España que llenar

@JuanjoMorodo

La infraestructura tradicional de acceso al dinero en efectivo en España es «amplia» y tiene una cobertura «generalizada», pero necesita impulsar soluciones alternativas para garantizar ese acceso ante la reducción de oficinas y cajeros automáticos, derivada del «incremento de la digitalización y la búsqueda de una mayor eficiencia por parte de las entidades de crédito» y que va paralela al proceso de fusiones en el sector.

El anterior párrafo es el corto resumen de un reciente informe del Banco de España en el que parece estar pensando en lo que se ha dado en llamar la ‘España vaciada’, un problema que se expresa con la despoblación y se ceba especialmente en los mayores y en zonas rurales. Hoy existen 1,3 millones de ciudadanos en una situación que se puede considerar vulnerable en el campo financiero tras los numerosos cierres de sucursales.

En eso, en la exclusión financiera, ha centrado una de sus batallas Teruel Existe, la agrupación de electores con representación en las Cortes. Porque la sangría de servicios financieros convencionales en la España rural es imparable. Cada vez más alcaldes, instituciones y colectivos ciudadanos muestran su preocupación ante un mapa que deja a amplios sectores de la población con menos servicios y recursos.

El supervisor bancario propone varias alternativas al servicio urbano tradicional. Entre ellas, las sucursales móviles, la movilización de agentes financieros, el uso para servicios bancarios de las múltiples y extendidas oficinas de Correos y la retirada de efectivo en establecimientos comerciales como posibles respuestas al implacable recorte de oficinas de banca.

De que los bancos ya están la búsqueda de soluciones da idea, por ejemplo, que las oficinas móviles de uno de los mayores bancos del país, CaixaBank, recién fusionado con Bankia, prestan servicio a cerca de 270.000 personas en los más de 430 municipios que visitan, la mayoría de ellos con riesgo de exclusión financiera. Estas sucursales móviles, que prestan sus servicios de lunes a viernes en once provincias, permiten a los usuarios, sean o no clientes de la entidad, realizar las operaciones más habituales, como retirar e ingresar efectivo y pagar recibos e impuestos. Son oficinas sobre ruedas que recorren una media de 52.500 kilómetros al mes.

Del mismo modo, a multitud de pueblos y aldeas de España acuden cada semana panaderos, pescaderos, carniceros y suministradores de comestibles y otros productos como una suerte de supermercados móviles que ofrecen su mercancía a los ciudadanos que aún los habitan.

Porque la exclusión financiera es solo una de las partes del problema de la España vaciada. Primero fueron los colegios cerrados por falta de alumnos; después, el fin de la presencia física del médico, la farmacia y los servicios sanitarios en general; anteriormente, el cierre de estaciones y apeaderos ferroviarios y, en fin, la eliminación de esa especie de servicio universal instalado en casi cualquier punto de España.

El servicio universal ha sido una tradicional exigencia a Telefónica, recogida en la Ley General de Telecomunicaciones, para garantizar que todos los ciudadanos tengan acceso a una serie de prestaciones “con independencia de su localización geográfica, con una calidad determinada y a un precio asequible”.


El desmantelamiento del servicio ferroviario es otra de las causas
(y al tiempo consecuencia) de esa España sin habitantes


Ello suponía llevar la red de telecomunicaciones a cualquier punto de la geografía, incluidos los no rentables y se veía gráficamente en los teléfonos públicos instalados en los pequeños bares/tienda de muchas aldeas y pueblos. Pero quién se acuerda hoy de las cabinas telefónicas, punto clave de ese servicio universal. La misma Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) manifiesta la necesidad de suprimirlo como servicio universal “al haberse constatado el progresivo abandono de su uso”. Y es que, ¿quién piensa hoy en una cabina telefónica cuando va a efectuar una llamada?

España está dotada de una de las mejores y más amplias redes de fibra de Europa y cuenta con un parque de terminales de telefonía móvil que supera al de la propia población. Las posibilidades que esto ofrece son formidables, y sería un error no aprovecharlas. Las soluciones que diseñan tanto la banca como las compañías privadas de servicios sanitarios o de telecomunicaciones van en esa línea.

El desmantelamiento del servicio ferroviario, iniciado a comienzos de los años ochenta, es otra de las causas (y al tiempo consecuencia) de esa España sin habitantes. Una red ferroviaria en forma de estrella con el centro en Madrid, y no de malla en todo el territorio, es la razón principal de esa carencia. Muchísimos de los trayectos regionales que enlazaban los pueblos también han sido cerrados. Desde Felipe González, todos los Gobiernos han apostado por la alta velocidad y abandonado el tráfico de mercancías y trayectos medios. Los políticos lo justifican por racionalidad y ahorro. Pero el cierre de esas líneas no ha hecho más que contribuir a un desaforado aumento del tráfico por carretera, tanto de viajeros como de mercancías, y ha dejado dependientes solo del coche, la furgoneta o el camión a las áreas rurales y pequeñas poblaciones. Un ferrocarril moderno, diseñado en términos territoriales con una idea global de país y no exclusivamente urbana, habría contribuido a frenar el despoblamiento de la España vacía.

Hace pocos meses se presentaron en el Congreso más de un centenar de medidas diseñadas por múltiples colectivos para intentar detener la despoblación. El proyecto reivindica nuevas infraestructuras, servicios sanitarios avanzados, conexiones telemáticas rápidas, beneficios fiscales, descentralización o energías renovables, entre muchas otras propuestas. Hay decenas de plataformas, con Teruel Existe como altavoz y el concepto político de “fijar población” como bandera. Estas denuncian que la escasez de prestaciones, por un volumen de población insuficiente, impide el arraigo y alimenta el éxodo demográfico en un círculo vicioso.

Pero la población no se va a fijar al territorio por decreto. La pandemia del Covid debe servir para repensar la solución. El despegue del comercio electrónico, de las teleconsultas médicas y la prestación de múltiples servicios de manera online, incluido el teletrabajo, anima a reflexionar en términos muy diferentes sobre la sangría de servicios en la España vaciada. Otra cosa son las capacidades de los ciudadanos para aprovechar las enormes posibilidades que ofrece la tecnología frente a una España vaciada. Entre otras cosas, porque cabe preguntarse muy seriamente si alguna vez España ha estado llena.

Volver al campo. Una opción en progreso

EN ESTE PAÍS

VOLVER AL CAMPO

Una opción en progreso

La España rural lleva transfiriendo población, de forma constante y progresiva, del campo a la ciudad desde la década de los 50 del siglo XX, en un proceso atenuado durante los últimos años. Como en casi todas las cosas que hoy estructuran nuestra vida, internet ha tenido algo que ver en contener la sangría poblacional de la que hoy en un término, si no preciso al menos exitoso, se denomina “la España vaciada”. En estos momentos el 84% de la población se concentra en el 16% del territorio.

CARLOS CAPA

Parafraseando la descripción que hace Estrabón de la antigua Hispania y cambiando los árboles por los que las ardillas podrían atravesar, saltando sobre árboles, la península sin tocar el suelo, hoy podríamos cruzar de Aragón a Extremadura en coche sin ver un núcleo de población en centenares de kilómetros, o en el mejor de los casos con pueblos con una población testimonial. 

Las tasas demográficas de algunas zonas de España están a los niveles de regiones mucho más inhóspitas que la Laponia finlandesa. Hablamos de cifras de entre uno y dos habitantes por kilómetro cuadrado. Por representarlo gráficamente: si trasladamos la tasa de población de Soria al Estado más pequeño del mundo, la Ciudad del Vaticano, allí solo viviría el santo padre (ahora, al menos, le acompañan otros 875 censados). 

¿Cambio de paradigma? Aunque quizás, y puede que no sea espejismo sino tendencia, podemos estar asistiendo a un cambio de paradigma. Indudablemente uno de los efectos de la pandemia es habernos hecho más conscientes de las muchas veces insostenible e insalubre vida en las grandes urbes. Descubrimos que las horas empleadas en los desplazamientos laborales podían ser sustituidos por el teletrabajo; que los pájaros no solo trinaban los domingos al amanecer y que la contaminación desaparecía. Y que vivir en un piso de 70 metros cuadrados no era la mejor, o al menos, la única opción. Qué a unas decenas de kilómetros el mismo dinero alcanzaba más lejos.

Desde luego no son solo los efectos de la pandemia los que están detrás del resurgir de la vuelta al campo. Obviamente quienes salieron de un pueblo de Andalucía, Galicia o Extremadura buscando una vida mejor en la gran ciudad probablemente hicieron lo correcto en una España donde, no lo olvidemos, la luz eléctrica no llegó hasta el maravilloso pueblo de Sotres (Asturias) hasta 1981 y Polopos (Granada) fue la última localidad que abandonó la centralita de teléfonos en ¡1988!, amén de que el control social era, como poco, mucho más ligero y eludible en una ciudad que en una aldea. 

Hoy las cosas son distintas. Sin revindicar la poesía pastoril -salvo en su interés filológico- del insigne Garcilaso de la Vega, es cierto que casi todo lo que un urbanita puede necesitar lo tiene más cerca y seguramente más barato en un pueblo que en una gran ciudad. Y para el ruralita, salvo ocasionales apetencias probablemente vinculadas al ocio o el esparcimiento, poco le aporta de más la gran urbe.

El tiempo nos dirá si estamos ante la flor de un día o en el nacimiento de una frondosa realidad.

Trabajando por la repoblación. En los últimos años han surgido decenas de iniciativas para ofrecer ayuda, soporte o información a quienes quieren revertir la tendencia de décadas anteriores y volver al campo. 

Entre ellas destaca el ya popular colectivo autodenominado G100, un grupo con componentes de toda España que participa en Terris (Territorios e Innovación Social). Desarrollan lo que denominan un proceso de cocreación de una Nueva Ruralidad, basado en la gestión de la inteligencia colectiva, con el que pretenden alumbrar las líneas estratégicas de cómo ha de evolucionar la relación del ser humano con el medio rural y construir una nueva identidad rural para el siglo XXI.

El G100 lo conforma un grupo de 100 personas de toda España que busca mejorar la vida en el campo en el siglo XXI. Son ingenieros, historiadores, periodistas, farmacéuticos, economistas, profesores y un largo etcétera que no estudian cómo transformar el mundo rural desde sus despachos, sino sobre el terreno.

Están divididos en 12 grupos, enfocados en encontrar soluciones para ámbitos como educación y formación, vivienda, trabajo y emprendimiento o transporte.

A este colectivo se unen otras iniciativas como Yo Transformo, Galicia Country Homes, La Exclusiva, Volver al pueblo, Aldeas abandonadas, Pueblos Madrina, Fundación CEPAIM, Pueblos en Arte o Abraza la Tierra, que también buscan generar oportunidades o visibilizar lo que el mundo rural ofrece. 

A título de ejemplo se puede destacar el Proyecto Arraigo, una iniciativa que nace en Soria y se amplía a Burgos y Madrid. Los trabajadores del proyecto hacen de intermediarios buscando a interesados en vivir en pueblos rurales y los conectan con estos lugares. A través de la ayuda del pueblo también se buscan alojamientos para alquilarlos por un mínimo de un año. De esta forma han conseguido instalar a 52 familias. Por el momento operan en un total de 85 pueblos repartidos por Madrid, Burgos y Soria.

El notario: siempre cerca

Los notarios españoles, cerca de 3.000, están repartidos por todo el país, incluso en pueblos muy pequeños. La llamada demarcación territorial (los lugares donde tiene que haber notarios) la decide el Ministerio de Justicia en coordinación con el Notariado, por criterios tanto sociales como económicos. De esta forma, y desde siempre, los ciudadanos y las empresas saben que disponen de un notario cerca de su domicilio o de su sede. Si no hay uno en su pueblo lo encontrará en el pueblo de al lado. Como funcionarios públicos que son, aunque ejerzan en régimen profesional, todos los notarios tienen que ofrecer los mismos servicios con la misma calidad. Esto también es una gran ventaja para las personas que viven en pequeñas localidades, ya que vayan a la notaría que vayan comprobarán que está dotada de las más avanzadas tecnologías (algo que sufragan los propios notarios) y conectada, mediante una red informática propia y segura, con el resto de las notarías del país, las administraciones públicas y otros muchos organismos públicos y privados.

Por tanto: estén donde estén y acudan al notario que acudan, los ciudadanos y los empresarios `pueden estar seguros de que podrán acceder al servicio notarial que necesiten, de la misma calidad, y con las mismas garantías y rapidez que en una gran ciudad.

En los últimos años han surgido decenas de iniciativas para ofrecer ayuda, soporte o información a quienes quieren volver al campo

Para saber más

Elige tu notario: base de datos del Consejo General del Notariado que permite localizar a cualquier notario en España 

Página Web de Proyecto Arraigo: un puente entre el mundo rural y las personas que viven en entornos urbanos y quieren realizar un cambio de vida.

Lo rural ha muerto, viva lo rural: un libro de Víctor Manuel Guiu en el que, a través de imágenes cotidianas, se nos muestran puntos de vista donde la hibridación urbano-rural ha transformado lo que creíamos «rural”.

Las nuevas ‘autopistas’

Uno de los principales obstáculos que en épocas pasadas impidieron una mayor relación entre el campo y la ciudad fueron las comunicaciones. Mal o inexistente transporte público y deficientes, siendo generosos, carreteras, no ayudaban mucho. Hoy, afortunadamente, en gran medida por el impulso de la Unión Europea, las redes de transporte han mejorado enormemente. Pero lo que verdaderamente cambia la realidad son las que hoy son las verdaderas autopistas: las que circulan por la red cibernética.

Ciertamente hay mucho por mejorar: un 13% de las zonas rurales aún no tiene acceso a internet por fibra o ADSL con un mínimo de 25MB. Ello pese a que el Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital aseguró que para enero de 2020 el 90% de los municipios contaría con internet de banda ancha. Aun así, casi dos millones de residencias tienen una conexión de 2MB de velocidad. Para los no muy tecnológicos déjenme que les ponga un símil automovilista: no es coche, como mucho, un patinete.

Aun así, más del 80% de los núcleos de población tienen acceso a internet y un porcentaje aún mayor tienen cobertura telefónica móvil, al menos en 3G o 4G. El programa europeo Wifi4EU, da bonificaciones de 15.000 euros para cubrir los costos de instalación de equipos Wi-Fi de alta velocidad, en las zonas con peor conectividad, lo que impulsa a las áreas despobladas de España a apostar por la repoblación y a la reactivación de los núcleos rurales.

Por su parte, Telefónica ha informado que para 2025 tendrá el 100% del territorio español cubierto con fibra óptica.

«La irresistible llamada del pueblo», por Margarita Sáenz-Díez

EN ESTE PAÍS

EL TELE-TRABAJO ha llegado para quedarse. No tiene marcha atrás. Ha cambiado la dinámica laboral en las zonas urbanas y se perfila como un polo de atracción en el mundo rural. De eso se encargan muchas agrupaciones locales empeñadas en repoblar la España Vaciada, cuando residir próximo al lugar del trabajo ha dejado de ser un requisito imprescindible.

El éxodo rural dejó a la intemperie enormes extensiones y el abandono de los pueblos en busca de nuevas oportunidades fue una constante en la segunda mitad del siglo XX. Ahora es cuando el atractivo de los territorios abandonados llama a la puerta y el regreso al pueblo se convierte en una opción para un cambio de vida. Esa España callada ha levantado la voz para conquistar un protagonismo que nunca tuvo, que rechaza seguir siendo un campo en el que el AVE pasa a toda velocidad sin posibilidad de detenerse, y que reclama el acceso pleno a las nuevas tecnologías que faciliten el trabajo a distancia.

Los tiempos han cambiado tanto que el regreso al pueblo no se considera una excentricidad bucólica sino una oportunidad para cambiar de vida y acometer nuevos sistemas de trabajo. El hecho de que el movimiento Teruel Existe consiguiera en las últimas elecciones tener un diputado en el Congreso y dos representantes en el Senado, animados por el afán de evitar la muerte de las pequeñas localidades, visibilizó la realidad de millares de pequeños núcleos vacíos, diseminados por toda la geografía.

Curiosamente, la pandemia en este año de sufrimiento y muerte ha motivado que muchos hayan decidido regresar a las antiguas casas familiares con la determinación de rehabilitarlas. Algunos pocos, más atrevidos, han apostado por rescatar enclaves en medio de una naturaleza desbordante.

Si la posibilidad del tele-trabajo está siendo decisiva para intentar ese cambio de vida, queda pendiente la reorganización de los servicios básicos como atención primaria, escuelas, seguridad, para que todos tengan acceso a los mismos en no más de media hora de coche, según los expertos.

Resulta muy interesante la experiencia de José María Carrascosa, fundador en 1980 de una iniciativa pionera en Sarnago (Soria), que entonces tenía un futuro desolador. Él y otros ciudadanos montaron una asociación decididos a devolver al pueblo vacío la presencia humana. Al principio, obligados por las circunstancias laborales, eran visitantes intermitentes que acudían cuando podían. Poco a poco y con mucho trabajo, fueron arreglando las viviendas, las calles, el alumbrado, o peleando para que cada hogar tuviera agua y conexión wifi para acceder a internet. Todo con su esfuerzo personal.

Ahora los de Sarnago han conseguido, de momento, alternar el trabajo presencial en la ciudad y la oficina virtual en el pueblo, conciliando así la vida personal y el respeto a la naturaleza. Desde esas experiencias, el futuro de quienes se tracen ese camino podrían conseguir una vida más amable, menos estresante, en la que los adultos aprovechen las virtudes de la tecnología y los niños puedan estudiar en las escuelas de las localidades cercanas y educarse de la mano de la naturaleza

En Castilla-La Mancha se prepara una ley contra la despoblación porque estos pobladores requieren de ayuda oficial para iniciar su nueva etapa. Parece que se les eximirá del abono de impuestos autonómicos, tendrán ayudas fiscales para la rehabilitación o construcción de viviendas rurales, mientras las empresas que allí se instalen dispondrán de apoyos públicos. Iniciativas fundamentales todas ellas para hacer posible o al menos facilitar la tarea. La decisión de Telefónica de llevar internet a cualquier punto del país, es otro avance indispensable.

Y, ¿por qué no admitir un empadronamiento doble o intermitente? Para eso haría falta una revolución también en el sistema de subvenciones a los ayuntamientos en función del número de censados. Clichés que se quedarán antiguos para dar paso a otros sistemas más modernos que permitan una flexibilidad mayor.

En un futuro no lejano en el que podamos estar todos interconectados allí donde nos encontremos, la elección de nuestra forma de vida estará abierta a mundos que nunca imaginamos. Entonces, la llamada del pueblo podría ser irresistible.

La España vaciada, del mito literario a destino apetecible

ESFERA CULTURAL

La España vaciada, de mito literario a destino apetecible

La pandemia ha hecho que muchos urbanitas sueñen con un cambio que la literatura de los últimos años ha revestido de una especial mística.
JULIÁN DÍEZ

[email protected]

La comarca de La Alcarama, en la zona limítrofe de la provincia de Soria con La Rioja, es el lugar más vacío de Europa por debajo del Círculo Polar Ártico. Simplemente, porque no vive nadie. Entre Poyales, pueblo riojano de diez habitantes, y Las Fuentes de San Pedro, localidad soriana con cinco censados, hay una franja de treinta kilómetros por veinte de ancho en la que, oficialmente, no hay ningún residente.

Los pueblos que existían allí (Tañine –hasta hace poco con un habitante– Bumanco, Vea, Valdemoro de San Pedro Manrique…), no recibieron electricidad en los años sesenta para que fueran abandonados y crear un enorme pinar que ha crecido virgen hasta hoy. Esos seiscientos kilómetros cuadrados coinciden con la extensión del término municipal de Madrid, donde viven casi tres millones y medio de personas; son una extensión seis veces mayor que la del término municipal de Barcelona, con 1,6 millones de habitantes.

Esta es la realidad más extrema de la España Vaciada, del territorio con menor densidad de población conjunta de Europa. La Alcarama y los Montes Universales, entre Cuenca y Teruel, son los lugares más despoblados de un gran espacio despoblado, puesto que en España el 90% de la población (42 millones de personas) viven en el 30% del territorio (las costas y la ciudad de Madrid). El resto, cuatro millones de habitantes, se reparten en 350.000 kilómetros cuadrados que vienen a equivaler a la extensión de Japón o Alemania, y superan de largo la de Italia o Gran Bretaña.

Este territorio enorme, increíblemente desconocido por buena parte de la propia población de las capitales, ve ahora con sorpresa cómo el mayor desastre social del último medio siglo abre la puerta a su recuperación. Pueblos de Ávila, la serranía de Málaga o el interior de Galicia, que año tras año veían caer su número de habitantes, se han encontrado con incrementos de empadronados de un 7% a un 10% en apenas un par de meses. Numéricamente son pocos (diez, quince, cincuenta personas), pero el impacto en comunidades de menos de 300 habitantes (y bajando hasta ahora) es fácil de imaginar. Por el momento, en casi todos los casos, se trata de propietarios de segundas residencias que han cambiado su domicilio fijo para poder pasar nuevas cuarentenas en una casa muchas veces más amplia que su residencia urbana, con acceso a naturaleza por la que pasear y servicios públicos más básicos, pero también menos masificados.

Experiencias “neorrurales”. Al fenómeno ha contribuido posiblemente un creciente imaginario positivo de la vida rural, opuesto al tremendismo de Gutiérrez Solana en la pintura, algunas obras de Camilo José Cela en la literatura o El crimen de Cuenca y Los santos inocentes en el cine. Un fenómeno ya latente en el noventayochismo, con los libros de viajes de Miguel de Unamuno o los paisajismos preciosistas de Azorín, y que tuvo su continuidad en Miguel Delibes. Sin embargo, cuando la literatura se acercó de manera resonante al tema de la desertificación fue con La lluvia amarilla, una novela breve de Julio Llamazares publicada originalmente en 1988.

La lluvia amarilla ha alcanzado el doble estatus de clásico (existe una edición académica en Cátedra) y obra de culto. Se trata de un monólogo de un pastor, último habitante de la localidad pirenaica de Ainielle, que asiste al progresivo derrumbamiento de su entorno y el apagar de su propia vida con resignada nobleza. Es un libro oscuro y muy emotivo, que pese a merecer algunas críticas (por ejemplo, el narrador se expresa en un castellano extraordinario, improbable en un pastor sin formación), lanzó definitivamente la carrera de Llamazares y ha convertido Ainielle en un lugar de peregrinaje cada verano para caminantes de distintos lugares de España.

Coincidiendo con el impacto de esta novela, las experiencias que se dieron en llamar “neorrurales” comenzaron a proliferar por distintos lugares de la España vaciada a lo largo de los años noventa. En épocas previas, esos asentamientos eran sobre todo comunas inspiradas en los movimientos de los años setenta, de las cuales las más longevas y pobladas hasta hoy son Beneficio, en Las Alpujarras granadinas, y Matavenero, en las montañas de León.

La España vacía

La idea de la Laponia española
consiguió popularizarse a raíz
del libro ‘La España vacía’

En los noventa arrancan proyectos más ligados a la sociedad convencional: es el caso por ejemplo de Urueña, un pueblo vallisoletano situado sobre una colina amurallada, en el que con el impulso del folklorista castellano Joaquín Díaz, comenzaron a instalarse librerías y algunos restaurantes para incentivar las visitas.

En buena parte de los casos, las experiencias neorrurales se saldaron con decepción. La mayor parte de los pueblos realmente abandonados, más allá de su aura romántica, carecen de comodidades tan básicas como los saneamientos y el agua corriente, sin mencionar los problemas para acceder a cualquier producto de consumo.

Quienes se mantienen en pueblos pequeños fueron viendo con creciente escepticismo el fenómeno neorrural cuando no venía acompañado de la creación de un negocio que sustentara a los recién llegados. Además, su número era muy reducido: de hecho, los pueblos siguieron bajando el número de habitantes en esas décadas, y muchos ayuntamientos buscaron medidas desesperadas. En Teruel surgió el movimiento Teruel Existe, luego convertido en partido político, y que fue imitado sobre todo en Soria y en Zamora.

Tres profesores universitarios de Zaragoza, encabezados por Francisco Burillo‐Mozota, lanzaron en 2013 un concepto geográfico nuevo, el de Serranía Celtibérica o Laponia Española: un territorio de 65.800 kilómetros cuadrados, un 13% de la extensión de España y dos veces la de Bélgica, que comprende partes de las provincias de Teruel, Guadalajara, Cuenca, Soria, Zaragoza, Burgos, La Rioja, Segovia, Castellón y Valencia. El periodista valenciano Paco Cerdá recorrió localidades emblemáticas de cada una de esas provincias que luego reflejó en Los últimos, seguramente el mejor texto publicado sobre el tema.

Un organismo creado por esos mismos académicos, el Instituto de Desarrollo Rural Serranía Celtibérica, señaló este año la existencia de otra área en situación similar: la llamada Franja de Portugal, que comprende territorios fronterizos de Ourense, Zamora, Salamanca y Cáceres.

La Laponia Española. La idea de la Laponia Española consiguió popularizarse a raíz de un libro que colocó en el panorama de las letras españolas al aragonés Sergio del Molino, La España Vacía. En él se centra, sobre todo, en los mitos y mistificaciones ejercidas de forma a veces un tanto hipócrita por parte del mundo cultural sobre este tema, y no tanto en conocer los lugares en sí.

Justo antes del confinamiento, el éxito totalmente inesperado de una divertida novela publicada sin promoción alguna, Los asquerosos, de Santiago Lorenzo, confirmó que el tema seguía importando mucho. A ello contribuyó además la propia figura de Lorenzo, un ex cineasta que se retiró hace años a vivir a un pueblo de Segovia que no ha querido identificar.

Y en esto llegó la pandemia, y buen número de urbanitas añoraron las ventajas de vivir en casas más grandes y entornos en los que el paseo pueda darse en la naturaleza. Todavía no hay cifras oficiales sobre cuál ha sido el impacto salvo en algunos pueblos (100 habitantes más para Sotillo de la Adrada, en Ávila, pueblos sevillanos y malagueños con crecimientos del 10% de empadronados), pero en varios de muy pequeño tamaño se ha conseguido reabrir la escuela. Los alojamientos rurales tuvieron tasas de ocupación récord y los contratistas no dieron abasto para responder a las peticiones de reformas en segundas residencias o viejas casas familiares semiolvidadas pocos meses atrás.

Dos películas fundamentales

Aunque tuvieron una notable acogida crítica en su momento, las dos mejores películas (documentales, en rigor) rodadas en España sobre la despoblación no son hoy tan recordadas como merecería su calidad. El cielo gira (2004) tiene la particularidad además de que su directora, Mercedes Álvarez, es la última persona que nació (en 1966) en el pueblo soriano de Aldealseñor, donde se desarrolla la acción. La cinta obtuvo numerosos premios y tuvo la curiosa consecuencia de haber hecho crecer, siquiera modestamente, la población del lugar, que cuando se rodó era de catorce personas y hoy llega a los treinta. Por su parte, Aguaviva (2005) es uno de los varios documentales (hay otros rodados por cineastas japoneses, argentinos, alemanes y belgas) sobre la iniciativa de ese municipio turolense de atraer emigrantes, aunque el retrato de la iniciativa es más esperanzador de lo que fueron a la postre sus resultados.

Justo antes del confinamiento,
el éxito del libro ‘Los asquerosos’ confirmó que el tema
seguía importando mucho

Otras fuentes

Las ofertas para hacerse cargo de negocios en pueblos con pocos habitantes siguen apareciendo con regularidad, como esta en un pueblo de Salamanca del pasado mes de octubre.

Un estudio del Instituto de Desarrollo Rural Serranía Celtibérica señala que el 50% del territorio español está por debajo del dato que se considera «desierto demográfico».