SARA BLANCH,
“Cada representación es una búsqueda para poder aprender del personaje que interpreto”
Su claridad en los razonamientos desdice la presencia frágil, casi infantil, de la joven soprano Sara Blanch, que divide su domicilio entre Barcelona y Bolonia, solicitada por los grandes coliseos operísticos. Tras el triunfo como Aspasia, protagonista femenina de Mitrídates, en el Teatro Real (papel al que regresa este verano en el Festival de Salzburgo) su nombre ya se inscribe en la selecta panoplia internacional de grandes voces.
JUAN ANTONIO LLORENTE
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Nacer en una familia musical, ¿le facilitó las cosas?
Todo me vino dado como algo natural. Desde muy pequeña empecé a tocar el piano con mi madre y a cantar en coros. Enseguida me apuntaron a la escuela de música, me animaron a estudiar danza rítmica y clásica, considerando toda esa formación muy importante para mí. La preparación física y conocer un instrumento eran dos grandes ventajas, que había sumado sin necesidad de decidirlo. Desde ese punto de vista, lo considero una gran suerte. De todas formas, mis padres, que conocían este mundo de primera mano, me advirtieron de que esta vida no es fácil y me preguntaron si estaba segura de que quería ir por ahí.
Ni por esas se desanimó.
Dedicarme al canto fue una necesidad. Lo hice casi sin pensarlo, porque me gustaba el arte. Podría haberme decantado por la danza, pero, al saber que poseía una voz que me permitía hacer esto, fue como un instinto, una llamada, un “tengo que hacerlo”.
De los premios que ha recibido en los distintos concursos, ¿cuál refleja mejor su actitud frente a la música?
El del público, que al final es quien viene al teatro. Buscar esa conexión a través de la música y poder conectar con mi trabajo para mí es lo más importante.
ME MANTENGO EN MI REPERTORIO, PERO PUEDE QUE EN EL FUTURO VAYA A UN REGISTRO MÁS LÍRICO
Lo supo pronto. Con 16 años aparece en el Teatre Nacional de Catalunya en una ópera infantil. Volvió al contemporáneo en el Liceu con L´enigma di Lea. ¿Le interesa la música que se hace hoy?
Sí me interesa, pero por ahora no tengo ninguna propuesta.
¿La aceptaría?
Al tratarse de una obra nueva, sin referencias, antes tendría que mirar y estudiarla bien para ver si se adecúa a lo que puedo hacer. Si veo posibilidades, me apetece la trama y encaja con lo que considero bueno para mi voz, entonces claro que sí.
¿Cantaría una ópera de su padre, que también compone?
Por supuesto. En algunos conciertos he incluido cosas suyas, como unos divertimentos a partir de canciones populares. Nos gustaría grabarlos, esa opción la tenemos pendiente.
ME PROPUSIERON ‘LA TRAVIATA’ Y, SIENDO UNA ÓPERA QUE QUIERO CANTAR, NO ACEPTÉ AL CONSIDERAR QUE AÚN NO ERA EL MOMENTO
¿Cuántas óperas acumula ya?
La última vez que las conté eran 27, así que estarán por encima de las 30.
Con la balanza inclinada hacia Rossini.
Hasta el momento, sí. La mayoría de las óperas que he cantado son suyas. Pero al final Mozart y Rossini se van a igualar.
Sus colegas destacan la labor terapéutica de Mozart para la voz. ¿Cuál sería el efecto Rossini?
No sabría decirlo. A mí me enganchó por tener tanta coloratura, una de las cosas que al principio más me fascinaba. Siempre he tenido mucha curiosidad por indagar cómo la produzco y cómo hacerlo mejor. En eso Rossini es un maestro. A medida que iba conociendo su lenguaje y su mecanismo, porque al final hay también un componente técnico, me sentí muy cómoda. Además, cantar Rossini (por ahora no he hecho ninguna de sus obras serias) te pone siempre de buen humor. Se nota en las producciones. Cuando interpretamos una ópera suya, en el equipo siempre hay buen ambiente, una energía fresca.
En una carrera como la suya, ¿lo más importante es mimar el instrumento?
Y a ti mismo. Debes mimar también a la persona que hay detrás puesto que, al llevarlo dentro, cualquier dolencia o alteración emocional, puede desestabilizar. El año pasado perdí a dos personas muy queridas y, en este tiempo, lo he notado. En un primer momento sigues por inercia, pero luego hay que pasar el duelo y sale. Es un proceso lento. Estando siempre lejos de casa, al volver eres más consciente. Te das cuenta de que las cosas han cambiado y debes adaptarte a la nueva situación en medio de tantos viajes, cambios, la exigencia de querer hacerlo bien. Ahora empiezo a salir del bache, tras comprobar que circunstancias como estas hacen que te sientas más frágil, pero hay que saber llevar la profesión en esos trances tan difíciles.
¿Sabe renunciar a papeles que no le han funcionado o cree que no le van a funcionar?
Hasta la fecha creo que todos los que he hecho me iban bien. Pero en el pasado me propusieron La Traviata y, siendo una ópera que quiero cantar, no acepté al considerar que aún no era el momento. Todo llegará. Hay que saber decir no cuando es preciso, porque al final la voz es lo más importante.
¿Se ha fijado alguna meta? La soprano Ángeles Blancas decía que el único límite es el que tú te pongas.
Completamente de acuerdo. Yo la verdad es que no tengo como objetivo llegar a cantar esto o aquello. Para mí lo más importante siempre era cantar y hacerlo lo mejor posible. Cada representación es una búsqueda para poder aprender del personaje que estoy haciendo, de la técnica, de lo que me pide la partitura… En ese punto estoy abierta a todo, sin límites para lo que venga.
¿Se mueve por instinto, intuición?
Confío en la necesidad de escucharse a uno mismo. A veces hay que pararse y decir: “Estoy haciendo lo correcto”. Eso me ayuda a tomar la decisión final.
¿Cuándo llegará Gilda, un papel que ha confesado apetecerle?
Uno de ellos. Pero Gilda ya tiene fecha: será en 2027, en Múnich, para mi debut en ese teatro, si no aparece algún imprevisto.
De Puccini ha cantado ya Musetta. ¿Vendrán más heroínas?
Vuelvo a ser Musetta este verano en Torre del Lago, en Italia, pero pienso que sí. Intuyo cosas. Noto que mi voz va a evolucionar. Por ahora me mantengo en mi repertorio, pero puede que en un futuro vaya hacia un registro un poco más lírico.
¿Tiene ya ese instante que considere el más extraordinario de su carrera?
Citaría varios. El más reciente fue en Viena, haciendo Zerbinetta, de Ariadna en Naxos. Recuerdo que con las últimas notas se me empezaron a caer las lágrimas. Cantar el papel en ese lugar, para mí era muy significativo.
¿Cómo se sintió encabezando el cartel de Mitridate?
La verdad es que lo he hecho como me gusta, como mejor me funciona. Aunque haya quien entienda sus carreras empezando de golpe, con primeros títulos y en teatros importantes, a mí me asusta. Me gusta hacer las cosas paso a paso, poco a poco. Conocer en cada lugar cómo funciona el teatro, su engranaje interno. Tengo que aprender todo eso para ganar en seguridad y presentarme de la mejor manera. Me habría retraído ese papel con veintitrés o veinticuatro años.
Este verano se anotará su primer recital de lied en la Schubertíada de Vilabertran.
Su director, Víctor Medem, me convenció diciendo que a mi voz el lied le iba a proporcionar recursos para trasladar a la ópera y cantar de un modo diferente. Porque todo lo que puedas hacer (oratorio, sinfónico, etc.) que no perjudique tu voz, te enriquece como músico.
EN VIENA, HACIENDO ZERBINETTA, DE ‘ARIADNA EN NAXOS’, CON LAS ÚLTIMAS NOTAS SE ME EMPEZARON A CAER LAS LÁGRIMAS
En 2024 sustituyó a Lisette Oropesa en un recital de zarzuela junto al tenor Ismael Jordi. ¿Ha hecho alguna completa?
Sólo el doblete de La viejecita y Château Margaux, en 2017, desde entonces hasta el recital con Ismael Jordi no volví. Tenía previsto Policías y ladrones, pero se suspendió por la pandemia.
¿Le interesa el repertorio?
Mucho. Cantando las romanzas he pensado alguna vez que me gustaría hacer un disco de zarzuela. Porque en el género hay música que fascina a numerosos cantantes de fuera de España, viendo que pueden abordarlo; que para nada les está vetado. Aunque no hablen nuestra lengua. Si empezamos a romper esas barreras, la zarzuela dará el salto definitivo