Dímelo a la cara

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Dímelo a la cara

Las videoconferencias fueron la gran solución para superar el distanciamiento provocado por las restricciones de la pandemia. Tras el entusiasmo de su llegada llegó el cansancio de su uso continuo. Después de más de un año como herramienta diaria de trabajo, ¿frenaremos un poco? Videoconferencias sí, pero para algunos asuntos “mejor quedamos y me lo cuentas”.

GABRIEL CRUZ

@Gabrielcruztv

Era una reunión de “lluvia de ideas» en la que participaba para la elaboración de un documental. Tras media hora de videoconferencia el productor sugirió: “esto no funciona. ¿Os parece bien si nos vemos físicamente y lo zanjamos? Creo que va a ser más productivo”. Finalmente, no nos citamos porque había algún participante con síntomas de covid. El caso es que, como asegura el estudio Cybersecurity in the Age of Coronavirus realizado por la empresa informática Twingate en junio de 2020, parece que se nos ha ido la mano con lo de las videollamadas. Su encuesta, entre más de mil empleados, señala que el 45% de ellos asistió a más reuniones durante la pandemia que cuando trabajaba en la oficina. Otro de estos estudios es Collaborating During Coronavirus: The Impact Of Covid-19 on the Nature of Work (“Colaboración durante el coronavirus: el impacto de COVID-19 en la naturaleza del trabajo”) de Harvard Business School. Lo que nos dicen estudios como este, es que, pese a que aumentan las reuniones, éstas son más cortas. Es decir, que en muchos casos se podrían haber resuelto simplemente con un correo electrónico o una llamada. Contrastando en más publicaciones científicas todas inciden en que han aumentado las reuniones al ser por videoconferencia. Hasta ahí nada nuevo. ¿Qué esperaban con una pandemia a la salida de casa? Ahora bien, el que sean tan habituales ha tenido un efecto curioso: una gran mayoría de los trabajadores se sienten fatigados y agotados tras sus reuniones virtuales. En este sentido, el Laboratorio Virtual de Interacción Humana de la Universidad de Stanford (¿Qué pasará en esta universidad, que aparece en tantos estudios?) señala que la fatiga de las videollamadas se produce porque al estar mirándonos cara a cara, a pocos centímetros, y durante mucho tiempo, el cerebro lo percibe de forma agresiva. Aunque suceda a través de una pantalla. Es decir, a nadie le gusta tener a su jefe mirándole permanentemente. Es estresante. Además, hay que tener los ojos puestos en la pantalla ya que de no hacerlo parece que no se está prestando atención. Por tanto, la sensación que percibe el cerebro es que todo el mundo nos está mirando, incluso en los momentos en los que no se habla. Por el contrario, en una reunión presencial el no hablar es un momento de relajación. Por eso, uno de los consejos para evitar esta fatiga es hacer nuestra pantalla más pequeña o alejar lo más posible la cámara de nosotros. ¿Llegan los locos 20?
De momento, ha pasado un año y medio, y no sé usted, pero por mi parte no he visto ese desenfreno de esa histórica década un siglo atrás. Pero como señala Nicholas Christakis, catedrático de Sociología y de Medicina en Yale, “llegan los locos años 20. La gente empezará a gastar dinero y vendrá el desenfreno. Aumentará la intensidad de las relaciones sociales”. En esto, las videollamadas tienen poco que hacer. Este es un formato rígido, se pierde espontaneidad ya que la interrupción, aun siendo respetuosa, provoca que ninguno de los dos se oiga. Son muy útiles para una reunión programada, pero si es necesaria pasión y energía, esta no fluye por mucha fibra óptica que tengamos. De la misma forma que no es lo mismo escuchar en casa un disco que ir a un concierto o ver un partido de fútbol que ir al estadio. Por mucho que en su equipo de música o en la pantalla de alta definición de su televisión pueda apreciar muy bien los detalles. Las ventajas de las videollamadas son indiscutibles, ahorran los desplazamientos y suponen un balón de oxígeno para el medioambiente. Telefónica calculó que sólo durante los tres meses de confinamiento en 2020 se evitó en España la emisión de más de 2,2 millones de toneladas de dióxido de carbono, el equivalente a plantar un bosque de 36 millones de árboles. Pero ojo, que también las videollamadas tienen su huella ecológica; aquí nadie se libra. Es infinitamente menor que el desplazamiento, pero se produce por su consumo eléctrico tal y como señala el estudio The overlooked environmental footprint of increasing Internet use, de la universidad de Yale. Para evitar tanto gasto, si no es imprescindible, apague la cámara: el consumo bajará. Ya tiene la excusa perfecta por si no se quiere estresar con su interlocutor mirándole a la cara. Y si no, siempre podrá decir: “mejor en persona”.

Las ventajas de las videollamadas son indiscutibles. Ahorran desplazamientos y suponen un balón de oxígeno para el medioambiente

Plataforma para videollamadas

Todas estas son gratuitas en sus funciones básicas y son suficientes para mantener una reunión con un grupo numeroso de personas. Las ampliaciones de pago varían en función de los participantes, duración de las llamadas y grabación.

ZOOM. Quizá es la plataforma de referencia. Tiene un límite de 40 minutos para reuniones de tres hasta las 100 personas. La versión de pago llega a las mil.

SKYPE. Aunque fue de las primeras que comenzó, su mayor problema era que había que crearse una cuenta para poder hablar. Finalmente, esta opción fue eliminada por el Skype Meet Now.

GOOGLE HANGOUTS. Al pertenecer a Google está sincronizado con el correo de gmail.

MICROSOFT TEAMS.  La más popular de todas. La versión de pago permite reuniones de hasta 24 horas, pero teniendo la gratuita de una hora. ¿Necesita más?