«Metaverso»: vivir en otro mundo sin salir de este

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'Metaverso'. Vivir en otro mundo sin salir de este

¿Qué tal esquiar en los Alpes, escalar acompañado de Spiderman, jugar al fútbol con su equipo preferido o seducir a la mayor estrella de Hollywood? No le diremos eso de que “deje volar su imaginación”. Hasta eso nos parece cansado. Simplemente, póngase sus dispositivos de realidad virtual y sea lo que quiera en el metaverso: el nuevo mundo digital. También puede ser más prudente respetar las leyes físicas del mundo real y ensayar su último producto. Habrá entrado en el omniverso. Eso sí, ambos se ven, pero no se tocan.

GABRIEL CRUZ

Quizá la introducción le haya parecido exagerada pero casi todo es posible cuando hay dinero de por medio, y aquí lo hay. Las empresas más potentes del planeta como la red social Facebook o el mayor fabricante de procesadores Nvidia aseguran que invertirán cientos de millones de dólares en el mundo virtual paralelo. Facebook tiene su propia división de realidad virtual “Reality Labs” y está dispuesto a contratar a unas diez mil personas en Europa para desarrollar su metaverso. Gigantes de videojuegos como Epic Games gastarán mil millones de dólares en crear su universo virtual. Los gigantes tecnológicos chinos son los últimos que también se unen a la iniciativa.

Un espacio virtual. Básicamente, el metaverso es un espacio virtual donde se puede interaccionar con otras personas que también han creado su personaje, denominados avatares. ¿Que quiere ser alto y guapo? pues con unas plantillas que le proporciona la plataforma ya lo es. ¿Prefiere ser una jirafa con alas? pues lo mismo. Unas gafas de realidad virtual y unos mandos en las manos ayudan a crear la sensación inmersiva. Pero podría ir a más: en el mercado hay trajes como el tesla suit que transmite a través de sus 128 conexiones sensaciones como frío o calor, incluso hace sentir el impacto de un disparo, pero sin ese mismo dolor, claro.

La realidad virtual ha dado un paso más. Pasamos de interaccionar con una máquina a hacerlo con una multitud de personas. Es como si fuera una red social, pero con una sensación mucho más real. Tanto que en algunos metaversos, por ejemplo Roblox, se han creado clubes de striptease. No se asuste, las imágenes son bastante pobres, con un aspecto de jugadores de Lego. Todavía quedan años para que se mejore la tecnología. Aun así, varios metaversos están funcionando: Decentraland, Cryptovoxels, Somnium Space, Axie Infinity, Webaverse o Earth 2.

Además del mundo virtual lúdico, Facebook se ha decantado por una versión más productiva y ha creado Horizon Workrooms para reuniones de trabajo. Cada participante crea su réplica virtual para reuniones. A primera vista, se abren tantas opciones como tenía internet en sus comienzos. De hecho, Mark Zuckerberg, presidente de Facebook, está convencido de que se convertirá en el nuevo internet.

Quizá todo esto les recuerde a esa red social de hace varios años: ‘Second Life’ una especie de videojuego en línea que cayó en desuso… La pregunta es inevitable: ¿Está la industria tecnológica volviendo a vender humo con el metaverso? ¿Se acuerdan de la burbuja de las puntocom? Un dato para recordar: en el año 2000, Telefónica pagó 9.768 millones de euros por el buscador Lycos. Cuatro años después vendió la mayor parte de la empresa por 73 millones. Es decir, el 0,75% del precio por lo que la compró. Para algunos, el problema que tuvo Second Life fue llegar demasiado pronto a un mercado inmaduro. Faltaban avances tecnológicos como los que ahora proporcionan los equipos de realidad virtual.

Cesar Córcoles, profesor de estudios de informática de la Universidad Oberta de Catalunya, cree que se trata de una apuesta arriesgada. “Nada nos asegura que en cinco años esto sea la forma natural de comunicarnos. Es una opción. Pero lo que para nosotros es una inversión enorme, para un gigante como ellos no lo es tanto. Veo complicado que esto sea nuestra forma de interactuar. Triunfará cuando la mayoría de gente decida pasar más tiempo con unas gafas virtuales que fuera de ellas. Pero ahora no creo que la sociedad acepte vivir con un casco delante de los ojos”. Algunas fuentes señalan que actualmente son un millón los participantes activos en los diversos metaversos.

Cesar Córcoles apunta a que en el futuro seguramente “serán más millones los que pasen de un videojuego en línea a un metaverso, pero no es nada comparado con los millones de personas que tienen internet, usan móviles o abren cuentas en el propio Facebook”.

El metaverso de las empresas. 6+De todos los universos que existen, uno podría, aparentemente, tener más proyección. Es el que está orientado al mundo empresarial, como omniverse, creado por Nvidia, el fabricante más importante de microprocesadores. Aquí no se puede ser una jirafa que vuela; no queda más remedio que respetar las leyes de la física que rigen el mundo real.

Su objeto es crear un gemelo digital de nuestra fábrica para poder probar todas las modificaciones que queramos implantar (pero sin romper nada, que para eso es virtual).  El secreto está en una buena recogida de datos mediante sensores. Así se recrea una fábrica virtual idéntica a la original. Con las mismas limitaciones.

Según Nvidia, varias empresas se han lanzado a hacer sus ensayos en su metaverso. Por ejemplo, BMW prueba si sus canales de producción pueden ser más eficientes. Pero omniverso va más allá de una fábrica: Ericsson, la multinacional de telecomunicaciones, quiere ensayar sus equipos de telecomunicaciones en ciudades virtuales, y el estudio de arquitectura Foster simula el comportamiento de sus futuras construcciones. A primera vista, las ventajas parecen claras. La contrapartida está en el esfuerzo de trasladar detalladamente el comportamiento del mundo real al virtual para que estos ensayos sean lo más realistas posibles.

Cuidado con el 'metaverso' que visita

En algunos de estos universos paralelos se proponen negocios que a los más escépticos les pueden parecer un absurdo que, incluso, rozan la estafa piramidal. Casos polémicos son los de Earth 2 o Decentreland, donde se ponen a la venta parcelas de terrenos virtuales que se pagan en criptomonedas. Luego puede venderlos a terceros e intentar sacar un margen de beneficio. Parece raro pero así funciona el mercado. Si para alguien algo tiene valor y lo quiere comprar, hay negocio. Un ejemplo: se están creando mundos virtuales en los que el avatar es un jardinero y hay que estar pendiente de regar las plantas.

Y es que lo que para algunos puede ser una pérdida de tiempo, para otros es un gran negocio. De hecho, en el mundo real se puede invertir en los negocios de metaverso a través de un fondo cotizado en la Bolsa de Nueva York, el “Roundhill META ETF”. A finales de octubre, el valor de todas sus acciones era de 121 millones de dólares.

El origen del metaverso

La primera idea de metaverso o universo paralelo digital se lanzó en la novela Snow Crash de Neal Stephenson de 1992, que se convirtió en superventas.  Ambientada en Los Ángeles de principios del siglo XXI, narra la historia de un joven repartidor de pizzas que vive en una realidad paralela a través de su avatar, su otro yo virtual.

Horizon Workrooms

Es un paso más en las videoconferencias para ser más inmersivas. Cada participante crea su réplica virtual o avatar. Es aconsejable contar con un equipo de realidad virtual (gafas y puños). Como no podía ser de otra forma, Facebook fabrica las suyas: oculus quest, con un precio alrededor de los 400 euros. Los que no tengan equipo pueden participar, pero aparecerán en una pantalla plana dentro del universo, como en una videoconferencia tradicional. El sonido de reverberación da la sensación de estar delante de la persona.

Sana, sana. La tecnología que te curará mañana

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Sana, sana...
La tecnología que te curará mañana

Desde la predicción de enfermedades por inteligencia artificial hasta un implante corporal impreso en 3D o una rápida operación con unas gafas de realidad aumentada… La tecnología del futuro será tan común en el quirófano como los guantes y la mascarilla.

GABRIEL CRUZ

Cuando en diciembre de 2018 me invitaron en el Hospital Gregorio Marañón (Madrid) a una demostración de un novedoso sistema quirúrgico, esperaba ver un robot con unos brazos de precisión extraordinaria. Me equivocaba. En su lugar, un cirujano con gafas de diseño futurista hacía extraños gestos con las manos en el aire. Como un director de orquesta, o como el actor Tom Cruise, cuando examinaba la información policial en la futurista “Minority Report”. Se trataba de un sistema de «navegación quirúrgica y realidad aumentada». El médico podía proyectar en sus gafas todas las pruebas radiológicas (TAC, RM, PET) del paciente, haciéndolas coincidir con su cuerpo con un margen de error submilimétrico. Algo así como dotar al cirujano de Rayos X al mismo tiempo que opera, por lo que las cirugías se acortan enormemente.

Cuando salgo de presentaciones sobre «sorprendentes avances» pienso en si no se quedarán solamente en eso: presentaciones. Tres años después de aquello llamé a este y otros hospitales y me confirmaron que este tipo de cirugías con gafas 3D o realidad aumentada ya se hacen regularmente en determinadas intervenciones. En realidad, es solo una parte de todo lo que nos espera. Hay quien dice, incluso, que no enfermaremos…

¿Iremos a los hospitales? Lo asegura la segoviana María González, ingeniera biomédica. Trabajó en una multinacional de dispositivos médicos y, tras completar un master en innovación, se ha lanzado a crear su propia startup (Tucuvi) para el cuidado a distancia de ancianos. “La sanidad del pasado está basada en el diagnóstico y tratamiento en hospitales. Pero la sanidad del futuro se basará en la predicción y los pacientes estarán en su hogar”. Por eso “no enfermaremos”, en realidad, no nos sentiremos enfermos. La tecnología detectará lo que nos pasa antes de que nos sintamos así. González continúa: “Si puedo comprar comida o hacer operaciones bancarias por el móvil: ¿por qué tengo que ir al hospital existiendo sensores que me puedo poner por mi misma? Esa información a través de la inteligencia artificial (IA), que recoge millones de variables y de datos, nos dirá qué nos pasa y cuando no lo sepan nos derivarán a un médico humano para diagnosticarnos. Digamos que los hospitales serán grandes centros tecnológicos y en todo caso se harán algunas operaciones o pruebas”. Es decir, la medicina estará basada en la prevención gracias a la inteligencia artificial. Este será su gran campo de avance. Combinar millones de datos, cuantos más mejor, para sacar patrones de enfermedades y actuar en el enfermo cuando aparezcan los primeros síntomas. Hay un ejemplo indiscutible: los datos de dos millones de termómetros inteligentes adelantaron la llegada de la pandemia covid-19 (véase cuadro) antes que los organismos oficiales.

Otra vez, la inteligencia artificial. La aplicación médica de la IA es la capacidad de dictar un diagnóstico increíblemente fiable y la capacidad para predecir enfermedades. Digamos que en vez de tener enfrente a un doctor que guarda en su memoria patrones de cientos, quizá miles de historiales clínicos, ahora se encuentra con un algoritmo que guarda millones. También es útil para interpretar pruebas de imagen y otras tareas rutinarias que alivian el trabajo de los sanitarios.

Parece el remedio maravilloso… pero tiene un problema: es un glotón de los datos. Sus algoritmos se basan en millones de ellos a partir de los cuales crean los patrones de diagnóstico. Cuantos más mejor. Sin datos la IA no sirve absolutamente para nada, es como un coche fórmula 1 aparcado porque no tiene quien le eche gasolina. Y los datos siempre son información sensible para la administración pública. Como señala Susana Solís, ingeniera industrial y miembro de la comisión sobre inteligencia artificial del Parlamento Europeo: “Durante la pandemia hemos sido incapaces de compartir los datos médicos entre países. Esto nos serviría para luchar contra nuevas infecciones y así tener prioridades en política de salud. Incluso dentro de nuestro país en cada comunidad autónoma hemos visto un mosaico de datos en formatos diferentes, y así no se puede funcionar”. Una de las prioridades de la Unión Europea es crear un sistema común para la salud, sólido para el intercambio de datos. Sin embargo, como señala Solís: “Necesitamos que las historias clínicas electrónicas sean compatibles en sus formatos entre los países europeos. Que sean anónimas asegurando la confidencialidad, porque solo así un paciente cedería sus datos. Para lograrlo se necesita transparencia y explicar bien a los ciudadanos los beneficios de la inteligencia artificial en sanidad; que no la perciban como una caja negra que toma decisiones de forma autónoma”.

Así que, la clave está en la formación digital. Sin embargo, según Solís, incluso un 46% del personal sanitario considera que no ha recibido la suficiente. Allí donde hay una carencia hay una oportunidad, en este caso de empleo. El sector de la tecnología sanitaria factura anualmente en España 8.840 millones de euros y tiene un crecimiento del 11%.

Como se habrá figurado, uno de los puestos más solicitados es el de experto en big data para inteligencia artificial. Pero hay muchos más, como especialista en nanomedicina, por la continua miniaturización de los aparatos médicos. Incluso se ensaya con minúsculos robots capaces de localizar tumores y acabar con ellos. Otro campo es el de especialista en impresión 3D. De hecho, el Hospital Gregorio Marañón, donde comenzamos este reportaje, es pionero en este campo. Han conseguido, incluso, implantar los huesos de la cuenca de un ojo realizados con una malla de titanio sobre un modelo impreso en 3D. Todavía hay un paso más: conseguir hacerlo con material biológico. Se cree que en 10 o 20 años se podrían crear órganos para ser trasplantados a un humano. En teoría ya es posible hacerlo, aunque aún no se han podido probar en personas. Aún.

Este termómetro acertó con la pandemia del covid 19

Al comienzo de la pandemia algunos médicos comprobaron que se enfrentaban a un virus desconocido, pero no podían hacerse a la idea de lo extendido que estaba. Sin embargo, la predicción más exacta llegó a través de los dos millones de termómetros conectados de la empresa estadounidense Kinsa Health. Avisaron de que había una epidemia 18 días antes de que lo hiciesen los sistemas de salud. Son termómetros que se conectan por cable al teléfono móvil y donde se visualiza la temperatura. El móvil reporta a una central de datos que le advierte si hay brotes cerca. Como señaló el director de Kinsa, Indar Singh: “Vimos que los datos que se registraban estaban por encima de lo que estaba previsto por esas fechas. Había brotes inusuales por todo Estados Unidos”.

Cirugías con gafas 3D o realidad aumentada ya se hacen regularmente en determinadas intervenciones

Y en Twitter ¿qué opinan?

@Berci. Twitter del divulgador búlgaro Dr Meskó, director de “The Medical Futurist Institute” (https://tmfinstitute.org/). Encabeza un equipo de 4 personas que hace previsiones sobre por dónde evolucionarán las tecnologías sanitarias. Está convencido de que la telemedicina será la futura normalidad, gracias a dispositivos que llevaremos en las muñecas y que controlarán nuestros niveles de salud.

En España se pueden seguir:

@fenin_es. Federación Española de Empresas de Tecnología Sanitaria. Suya es la campaña #TecnologíaparaVivir, que pretende difundir la tecnología sanitaria entre la población. Una de sus series informativas es Espías de laboratorio, en la que explican cómo funcionan las más de 700 millones de pruebas diagnósticas que se realizaron en España en 2020, poniendo en valor su importancia. De hecho el 70% de las decisiones médicas proceden de los resultados de las pruebas de laboratorio.

@SEEIC_Spain. Sociedad Española de Electromedicina e Ingeniería Clínica. Engloba a organismos públicos y empresas que trabajan en el Desarrollo, Fabricación y mantenimiento de los equipos Electromédicos.

«Médicos ingenieros e ingenieros médicos», por Esther Esteban

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ESTHER ESTEBAN, periodista
 


Médicos ingenieros e ingenieros médicos

Mi sobrina Eva Esteban Velasco, ingeniera de telecomunicaciones, -que estudió su Carrera primero en el Reino Unido en la Universidad de Surrey y luego en Nueva York en la Universidad de Cornell- tuvo muy claro desde el principio que su especialidad sería la aplicación de su carrera a la medicina y la salud. Hizo sus prácticas en General Electric, donde trabajó en varios software para aparatos de electromedicina, y en concreto diseñaba programas de ordenador para detectar automáticamente diagnósticos a partir de radiografías del cerebro.

Ella se especializó en las personas con Alzheimer, porque su abuela Carmen padece esa enfermedad y quería averiguar el desarrollo que pueda tener la maldita dolencia a través de algoritmos. También en la misma empresa utilizó realidad virtual para hacer una aplicación de cara a enseñar a estudiantes de medicina, cosa que ahora ya hacen muchas compañías.

Como trabajo fin de máster, hace apenas dos años, Eva nos sorprendió a todos diseñando una especie de casco con sensores que captaban las señales cerebrales y, con ellas conectadas a un programa de un ordenador, solo con el pensamiento podía hacer pequeñas acciones. Su idea final era conseguir, por ejemplo, que los parapléjicos pudieran manejar una silla de ruedas solo con pensar en hacerlo, dando órdenes a la silla a través del casco y las señales cerebrales. Como es lógico ella lo hizo de manera rudimentaria: compró unas piezas de un juguete que se vendían para la realidad virtual y cuando consiguió mover pequeñas cosas solo pensando en hacerlo, a mí me pareció algo increíble, mágico. Me dejó impresionada porque nos hizo visualizar, de repente, una realidad que ya intuíamos, que nos situaba en un futuro esperanzador y sobre lo que muchos investigadores de todas las especialidades llevan avanzando hace años.

 

A nadie se le escapa que en el futuro, o mejor dicho casi ya en el presente, el sector sanitario será “inteligente”. El avance digital, ya imparable en todo el mundo, ha obligado a las facultades de Medicina en España a incluir una pincelada de tecnología puntera: desde la robótica hasta la impresión en 3D, pasando por el uso de la realidad virtual y la telemedicina.

 

A partir de ahora el reto es formar a los médicos y sanitarios del futuro para que, con la ayuda de las tecnologías digitales, puedan mejorar nuestra salud y calidad de vida en temas tan variopintos como la diabetes, el Alzheimer, el envejecimiento de la población, los problemas de salud mental y un larguísimo etcétera que incluye prácticamente todo lo referido al cuerpo humano. El campo es amplísimo porque es muy probable que cualquier desarrollo e innovación tecnológica con potencial aplicación en el ámbito clínico pueda ser adaptada.

En los próximos años los estudiantes de medicina y de todo el sector sanitario serán formados en el conocimiento de aparatos conectados a los humanos (internet de las cosas), el uso de análisis de información, tanto para la gestión hospitalaria como para la investigación (big data) y la inteligencia artificial (el uso de algoritmos que ayuden a tomar decisiones sobre algún diagnóstico, por ejemplo). Así lo ha advertido el informe El futuro de los trabajos, publicado por el Foro Económico Mundial, que es una excelente plataforma de divulgación.

 

Otro de los avances significativos de la medicina del futuro será sin duda el desarrollo de implantes biónicos. A través de la nanotecnología y la tecnología microscópica, el cuerpo humano podrá ser monitoreado en todo momento para medir sus funciones con el fin de estar más alerta frente a posibles situaciones de riesgo.

De hecho mi sobrina -que fue contratada por la empresa americana OpenBCI, precisamente por su proyecto fin de máster- trabaja ahora en un sistema muy sofisticado para dar órdenes con el pensamiento. Ellos fabrican un producto de nombre Galea: desarrollan el software , los sensores y todo lo necesario para instalarlo bien en un casco, bien en unas gafas de realidad virtual, y manejarlo como si fueran los controles. Galea es un sistema integrado con realidad virtual o realidad aumentada que incorpora sensores para leer actividad cerebral, ocular, muscular, cardiaca, y de la sudoración de la piel. Esta empresa, de hecho, ofrece gratuitamente el software para que las universidades, los hospitales, o los médicos puedan utilizarlo.

En España ese software se está empleando para desarrollar aplicaciones de ayuda a los parapléjicos, mover un exoesqueleto, una máquina, o por ejemplo, con el movimiento de los ojos apuntar a una pantalla de un ordenador. Estos ingenieros y estas empresas son por decirlo de alguna manera, los facilitadores, es decir, no hacen proyectos de medicina ni de salud directamente, sino que fabrican los instrumentos que permiten manejar distintos aparatos con las ondas cerebrales.

Se ha dicho y es cierto que la medicina y los avances tecnológicos suelen ir de la mano, lo que ha permitido transformar estos sectores a través de la Inteligencia Artificial, Big Data o Internet de las cosas. Cada vez con más frecuencia veremos a ingenieros dando clases en la Universidad de Medicina y, de hecho, este campo abre muchas y muy amplias posibilidades laborales a medio y largo plazo. Sin duda habrá médicos que sean ingenieros e ingenieros que sean médicos, dos disciplinas que antaño hubieran tenido un maridaje imposible.

Otra derivada muy interesante es cómo se utiliza la realidad virtual para ayudar a ver zonas del cuerpo humano que, de otro modo, sería imposible observar si no fuera a través de una disección. Los alumnos de medicina pueden estudiar y practicar con detalles muy minuciosos cualquier zona del cuerpo humano y crear escenarios casi reales en intervenciones quirúrgicas, por ejemplo, lo cual de cara a la formación ya es algo fundamental. Sea como fuere la realidad es que el sector sanitario no solo será en un futuro plenamente digital: es que ya lo es. El futuro ya está aquí.

«Robots para huir de la soledad», por Esther Esteban

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ESTHER ESTEBAN, periodista



Robots para huir de la soledad

Hace 20 años Steven Spielberg adaptó al cine uno de los grandes proyectos en los que Stanley Kubrick y el escritor de ciencia ficción Ian Watson habían trabajado años atrás. De ahí nació Inteligencia Artificial, que junto a Encuentros en la tercera fase es, sin duda, una de las películas de ciencia ficción más conocidas del director. El argumento de la misma gira en torno a un niño robot programado para amar a una familia que añora a su hijo enfermo y cuando éste se recupera el robot es abandonado. Spielberg, con esta película, reflexionaba sobre los límites entre la inteligencia artificial y las emociones, y como ocurre en tantas otras cosas, la realidad, dos décadas después, supera a la ficción. De hecho, muchos expertos auguran que las personas que hoy tienen 50 años serán cuidados por un asistente cibernético capaz, no solo de ejecutar las órdenes que reciban, sino de interactuar, e incluso, de tomar decisiones.

La robótica enfocada a combatir la soledad ya es un hecho. Así, un estudio reciente sobre el tema ha demostrado que los mayores que han interactuado durante dos semanas con Pepper —un robot humanoide que genera emociones de forma artificial — han mejorado su salud mental y reducido su sensación de soledad. Si tenemos en cuenta que, según los datos de la Organización Mundial de la Salud, las personas con más de 60 años pasarán de los 900 millones – que había en 2015 – hasta los 2.000 millones que puede haber en 2050, la pregunta es si los robots vendrán a solucionar una de las peores pandemias que sufre actualmente la humanidad: la soledad de una población cada vez más envejecida.

«Si hoy tienes 50 o 60 años, cuando seas un anciano y lo necesites, te va a cuidar un robot». Así de rotundo se pronunciaba en la revista Uppers Javier González, catedrático de Robótica de la Universidad de Málaga. ¿Podrá un robot sustituir a una persona? Es la, pregunta que muchos se hacen y, por lo que respecta a los cuidados, lo cierto es que estamos a un paso de que el robot no sea solo un cuidador en casa que nos recuerde la, medicación, programe los electrodomésticos o pueda llamar a emergencia, sino de tener robots empáticos, programados para aprender a satisfacer tus necesidades no sólo físicas, sino también emocionales.

Tengo una amiga ya jubilada que vive sola. Su hija decidió regalarle en Navidad un altavoz inteligente y desde entonces Lola ha encontrado una compañera de piso ideal. Le da los buenos días, le pregunta los datos meteorológicos y ha buscado la forma de tener una cháchara permanente de lo más variada: desde ponerle la música que desea escuchar, a consultar recetas de cocina o buscar rutas de paseo seguras durante la pandemia en su ciudad. En poco tiempo todos esos servicios se los dará un robot que, incluso, podrá tener el aspecto físico de un hijo o un familiar cercano que le haga tener una mayor empatía con la persona.

Cada día que pasa los avances en este campo son mayores. Por citar un ejemplo cercano, el Grupo Saltó, ubicado en Lleida, consiguió el año pasado año poner en marcha una prueba piloto con su robot asistencial ARI. «Es un robot que tiene movilidad y acompaña a las personas mayores», explicaba a Uppers Ana Aragonés, una de las responsables del proyecto. «Puede ponerte en contacto con quien tú quieras, y hace recordatorios de manera automática para que la persona a la que atiende no se olvide de comer, hacer ejercicio, o tomar sus medicinas”.

Hemos pasado tiempos durísimos, pero curiosamente, uno de los aspectos positivos de esta pandemia es que los mayores, muy recelosos con las nuevas tecnologías, se han familiarizado con algunas, y ese es un terreno abonado de cara al futuro cuando, inevitablemente, tengamos a robots como compañía.

Sea como fuere está claro que las relaciones sociales son fundamentales para mantenernos sanos tanto física como mentalmente. Sabemos que la soledad mata y no solo a los animales sino a los humanos, y está comprobado que nuestro cerebro necesita de otros para desarrollarse durante la infancia y también para mantenerse sano durante el resto de las etapas de nuestra vida.

Si de muestra vale un botón un caso muy conocido fue el de Sarah Shoud, una montañera que estaba escalando en Irak cuando fue capturada por el ejército. Fue acusada de espionaje y la encerraron en una prisión de Teherán en régimen de total aislamiento. Cuando fue liberada contó que perdió la cabeza: escuchaba pasos de fantasmas y las últimas semanas las paso en cuclillas a cuatro patas escuchando por una pequeña rendija de su celda. Su recuperación fue larga y compleja.

Todos los expertos señalan que si los ancianos están solos su salud se deteriora mucho más rápidamente. De ahí que plantear la posibilidad de que sean robots los que faciliten compañía ya no es un futurible sino algo real y más pronto que tarde será algo cotidiano.

Evidentemente nunca será lo mismo un humanoide que un humano. pero si una máquina avanzada es capaz de comunicarse, dar terapia o proporcionar estimulación social, incluso en situaciones complicadas como ha sido esta pandemia, será una ayuda estimable y una salida cuyo potencial hay que aprovechar.

Los datos están ahí y en España hay cerca de millón y medio de dependientes, de los cuales el 80% son mayores. Se calcula que en 2050 la población octogenaria superará los 4 millones y una gran parte va a requerir cuidados. Además, dado el fracaso del modelo asistencial de residencias que hemos vivido durante el COVID muy probablemente una mayoría querrá que les atiendan en su casa y los robots son parte de la solución. No hace falta buscar demasiadas estadísticas para encontrar datos escalofriantes: las personas de más de 80 años duplican la tasa media por franja de edad de los suicidios en nuestro país, y la soledad es el origen de la mayoría de estos casos.

¡Bienvenidos sean los robots si ayudan a que esas cifras de la vergüenza disminuyan!