Entrevista a Lola Herrera, actriz

ESFERA CULTURAL

Lola Herrera,

actriz

“Yo le he encontrado el alma a Carmen, una víctima de su tiempo”

El 26 de noviembre de 1979, en el Teatro Marquina de Madrid, Lola Herrera deslumbraba por primera vez al público como Carmen Sotillo, protagonista de la novela de Miguel Delibes Cinco horas con Mario, convertida en el monólogo más importante del teatro español. Cuando cuatro generaciones de espectadores la han aclamado transmutada en Carmen, la gran dama de la escena, que acaba de concluir su última gran temporada madrileña, se dispone a despedir a su querido personaje, al que en febrero dará el adiós definitivo.

JUAN ANTONIO LLORENTE

-Llegó a Carmen Sotillo con 44 años, cuando muchas colegas suyas dicen ser invisibles. ¿A qué le suena a usted lo de la crisis de los 40?

A que existe, y de qué manera. Ahora más aun que cuando estrené el papel, que me tocó porque antes cinco actrices dijeron que no. Entonces, si una actriz había hecho buena carrera, se suponía que a los cuarenta estaba en la cresta de la ola, y eso se respetaba. Hoy todo el mundo tiene que ser muy joven. A todos los niveles. Como si no existiéramos los demás. Todas las mujeres del mundo lo dicen. No sólo en mi profesión, sino en todas. Pero en esta es muy evidente.

-¿Trabajando en solitario disfruta? ¿Compromete más que compartiendo escenario?

Siempre es mejor compartir, pero hay que buscar el disfrute en la soledad, porque también tiene sus ventajas. La soledad me importa muchísimo en mi vida privada, y también en el trabajo, porque nadie te puede estropear lo que haces, ni tú se lo puedes estropear a nadie. A veces con algunos compañeros puede haber comunicación y con otros no. El teatro es más complicado de lo que la gente se puede imaginar, porque es día con día y, aunque la función siempre sale, muchas veces no te sientes a gusto del resultado. Sin ocurrir nada tremendo, esa vez no lo has pasado tan bien como otras. ¿Si disfruto en solitario? Por supuesto, pero tienes una responsabilidad adicional, alerta con los cinco sentidos que siempre requiere esta labor, consciente además de que nadie puede echar un capote para ayudarte. La responsabilidad es tuya frente a un texto muy complicado. Aunque parezca muy sencillo y coloquial, después de tanto tiempo sigue teniendo sus dificultades. Por más que lo hagas, tienes que tirarte de cabeza ahí todos los días. Y para ello, necesitas encontrarte en un estado para el que has de prepararte antes de empezar la función y, luego, intentar por todos los medios dar todo lo mejor al personaje. Y pasarlo bien. Porque de lo que se trata es de que yo quiero disfrutar haciéndolo. Y normalmente lo consigo.

-¿Tiene alguna anécdota de un posible bloqueo?

Si, claro. No bloqueos. Simplemente lapsus. Pero no tienes más que esperar. Cuando sabes una cosa, la sabes. Lo más que ha podido pasar es una distracción por algo, y eso, dentro de la complicación de este texto, es muy fácil de retomar sin que el incidente sea perceptible por el público. Lo que hace falta es mantener la calma.  

-¿Lleva contabilizado el total de representaciones?

No tengo ni idea ni siento ninguna curiosidad. Son números, y nada más. Lo que sé cada vez que retomo la función es el poso que me va dejando a lo largo de los tiempos, y el placer de hacer un texto que te permite siempre descubrir cosas. Que cada vez que lo haces te invita a desarrollarlo, para abrir nuevas puertas y descubrir otras formas de emitir las mismas palabras. Y ese lujo es indudablemente mérito del autor.

-Como resultado de la ósmosis que se produce entre personaje y actor, después de este tiempo, ¿Lola Herrera es más Carmen Sotillo o viceversa? ¿Hasta qué punto le ha abducido?

Yo soy una intérprete de Carmen Sotillo y, como en otros personajes, he tenido que meterme a fondo en él para darle la mayor verdad posible. Lola, como actriz, está interpretando a Carmen y toda la información que ha podido recabar del personaje, lo va poniendo sobre el tapete. En cuanto a si ella es más Lola o yo más Carmen, ¿tengo acaso una vara de medir para comprobarlo? El intérprete intenta controlar al personaje, pero el personaje tiene que andar por sí solo. Como actriz, te debes poner a su disposición, para luego vigilarlo y que no se desmande. Yo le he encontrado el alma a Carmen, una víctima de su tiempo y de la sociedad en que se desarrolló. En casa le enseñaron muy mal a lo que tenía derecho en la vida, y cuando encontró un marido, tampoco se molestó mucho en convencerla de que había otros caminos y otros mundos. Se le puede juzgar como se quiera, pero lo cierto es que siento una gran compasión por ella, como una de tantas víctimas en la senda que le tocó recorrer.

-Lola Herrera hoy, ¿defiende y lucha por el feminismo?

Siendo mujer, ¿cómo no voy a luchar por mis derechos? Por supuesto que estoy al lado y en piña, con todas las mujeres que batallan, cada cual desde donde puede, por conseguir más derechos de los que tenemos, porque a mí me tocó vivir -no es que me lo hayan contado- un momento en el que no teníamos ninguno. No comprendo a la gente desmemoriada, porque hablo de un capítulo de nuestra Historia que está a la vuelta de la esquina, y quien quiera informarse, puede hacerlo.

-Decía recientemente Robert Lepage: “Los artistas no debemos convertirnos en políticos”.

Una cosa es convertirte en político y otra tener opinión. Y si te preguntan, expresarla. Yo puedo hacerlo porque, aparte de ser actriz, soy ciudadana. O primero soy ciudadana cuya profesión es ser actriz. Es una cosa natural. Pero se tiende a etiquetar a la gente por la opinión que tenga. Para el público, el artista tiene que estar por encima de lo que piense y le tendrán que valorar por lo que hace en el escenario, la pantalla o donde trabaje, no por sus ideas. Que piense lo que le dé la gana, porque estamos en una democracia, y tiene derecho a hacerlo. 

-En el monólogo, el mejor del teatro español, Carmen reprocha a Mario las posibilidades de vida que le ha robado. A Lola Herrera, ¿el monólogo le ha robado oportunidades en otros medios?

No. Yo he estado siempre muy implicada en el teatro, porque es lo que me apasiona. Desde el principio de la televisión hasta los años 80 actué mucho en la pequeña pantalla, pero a la par que en el teatro, que nunca dejaba, porque eran compatibles. Menos al principio, porque se hacían los Estudio 1 en directo, y había que esperar al hueco entre el contrato en el teatro y la televisión. El cine prácticamente no lo he tocado. Porque no he tenido ofertas muy tentadoras ni he empujado para tenerlas. La pantalla grande no sólo me llama atención: me encanta; me vuelve loca. Pero sólo como espectadora. Al no apasionarme como actriz, no le he dedicado ningún tiempo a lo largo de mi vida, porque el teatro era muy esclavo en aquella época en que hacías dos funciones, y como luego ensayabas la que después tenías comprometida, estaba totalmente copada y sin tiempo más que para el teatro. Pero creo haber seguido el camino que quería, y estoy muy satisfecha. A veces oía decir… “pues me quedé sin hacer tal personaje”, y yo nunca he sentido esa necesidad. Hacía lo que me iba llegando, porque tampoco tenía posibilidades de otra cosa. Me quedé sola con mis hijos cuando eran muy chiquititos, y al tener que sostener mi casa, intenté dignificar hasta el papel más horrible que me dieran. Creerte lo que dices en ese caso cuesta muchísimo más trabajo que encontrar un personaje que te ayude.

-Terminando Madrid, aquí paz y luego gloria para Mario, ¿o volverá a sacar el muerto a paseo?

No voy a seguir paseando el muerto. Inicialmente, deberíamos haber terminado hace un año, pero tenemos que cumplir los compromisos firmados, que el COVID nos arrebató. Por eso se ha alargado tanto esto. En diciembre y en enero nos quedan unas cosas sueltas, para terminar específicamente en Valladolid, donde me concedieron la medalla de la ciudad. Como me la van a entregar allí, nos han pedido que representemos dos días la función, y entonces se termina.

-¿Tiene después proyectos en perspectiva?

Después, aunque tengo muchos años, tengo muchas perspectivas, pero no voy a hablar de ellas. 

-¿Como volver a escribir otro libro siguiendo a Me quedo con lo mejor?

No. No, no, no, no. Cuando me pidieron aquello, no sé por qué pero lo hice, y en su momento me sirvió por muchas razones personales. Pero lo mío no es escribir. Lo único que hago -y creo que me lo puedo permitir- es interpretar; escribir no sé.

Dónde encontrarla

Como antigua comediante de la lengua, tras pespuntear ritualmente el mapa de España entre diciembre y enero –Moguer-Utrera-Vejer de la Frontera-Medina del Campo-Boecillo-Benavente-Bilbao-Mairena del Alcor… el Carro de Tespis con ella al frente, en febrero atracará en Valladolid, su ciudad natal, para despedir allí la obra con que ha compartido la mitad de su vida.

Entrevista a José Miguel Pérez-Sierra, director musical

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José Miguel Pérez-Sierra

director musical

José Miguel Pérez-Sierra (Madrid, 1981) cambió el piano por la batuta en 2005, frente a la Sinfónica de Galicia. Un año más tarde se convertiría en el director más joven en enfrentarse a un título rossiniano en el Festival de Pesaro. Reconocido internacionalmente por su labor -mejor director de ópera en la temporada 2019 de Santiago de Chile- estos días, tras la habitual presencia en el Teatro de la Zarzuela, se anota un doble debut operístico en el Teatro Real. 

JUAN ANTONIO LLORENTE

-El título de su primera ópera pareció marcar su destino.
No está mal que se llamase El viaje a Reims. Fue el pistoletazo de salida de 15 años en los que no he parado, moviéndome por medio mundo. Aunque no es la faceta que más me gusta de mi trabajo, porque soy muy casero, muy familiar. De verdad disfruto como ahora, haciendo música en mi casa, donde he crecido:  en los teatros en los que, desde pequeño, aprendí a amar la música. Pero al final, sin ser viajero de vocación, porque no me gusta hacer turismo, al exigirlo mi profesión, me resulta interesante la experiencia de conocer mundo, integrándome largas temporadas en la idiosincrasia de un país; de una ciudad. Estas experiencias son muy enriquecedoras para un artista.   

-¿Había planificado milimétricamente su carrera?
No. En cada momento he tratado de fluir, viendo las oportunidades que se presentaban para tomar la decisión más adecuada, tratando de escoger las que más se parecían a mí como artista y como persona. La carrera de un artista se debe parecer a uno mismo. Si echo la vista atrás, me siento orgulloso de lo fructífero que ha sido este tiempo. A lo mejor, hace quince años quería otras cosas. Pero planificándolas, posiblemente no habrían sido mejores.

-De la treintena de orquestas sinfónicas de España, ¿le falta alguna por dirigir?
Tres o cuatro, porque no se ha dado la situación. A lo mejor alguna me ha buscado y no estaba disponible o, simplemente, no me han buscado. Pero conozco casi todas, y estoy muy contento.

-¿Con alguna ha surgido especial feeling, como para haberle ofrecido su titularidad o, sopesando servidumbres, o prefiere el estatus de freelancer?
Esto enlaza con lo que decía sobre la planificación o no de mi carrera. En 15 años no he sido titular de nada, y no puedo decir que sea elección mía. Hace tiempo creo que ya me puede apetecer volcarme en cuerpo y alma en un proyecto propio que, día a día, crezca, mejore y se desarrolle, sintiendo en alguna medida que ese niño es mío. Pero lo mismo que digo que no se ha dado hasta ahora, digo que ha estado a punto hasta en una decena de ocasiones en España y en otros países donde trabajo habitualmente, pero no se ha llegado a un acuerdo. Porque han estimado que otro director era más adecuado, o yo que el proyecto, que un principio me resultaba interesante, luego no me lo parecía tanto. Eso ha dado lugar a una carrera que puede ser un poco atípica exclusivamente como director invitado.

-Sin parar.
Tengo la inmensa fortuna de contar con un volumen de trabajo casi mayor que los que tienen titularidades, y eso es una suerte para mí, porque no es lo habitual. ¿Que si me apetece afrontar algún proyecto como titular? Pues si. Cada vez más. A cambio, he tenido mi agenda a disposición, para moverme permanentemente entre unos sitios y otros. En estos 15 años habré dirigido treinta o cuarenta orquestas sinfónicas y en treinta o cuarenta teatros. Si desde el principio me hubiera ubicado con una titularidad, eso igual no habría sido posible. -Esa trashumancia le ha servido para crear vínculos.
A lo largo del tiempo se crean lazos muy firmes con orquestas en las que artísticamente llegas a una simbiosis similar a la de su director musical. La Oviedo Filarmonía la he dirigido unas 50 veces; la Sinfónica de Euskadi, otras 30. Pero a la ORCAM creo que han sido 115. No sé si llega a esa cifra alguno de sus responsables de los últimos años. También es verdad que quizás te llevas sólo la parte bonita, la artística. La administrativa y las decisiones más duras la evitas. Y eso tampoco está mal. -Otro de sus referentes es el Teatro de la Zarzuela, donde acaba de dirigir Benamor ¿Cuántas funciones se anota en este coliseo madrileño?
La número 100 se celebró hace dos años, cuando dirigía El Barberillo de Lavapiés. Con Benamor, mi novena producción en el Teatro, he llegado a 125. Dentro de mis ganas de hacer todo tipo de música, la zarzuela sin duda estará siempre. Un director español tiene el deber y el orgullo de contar con un repertorio maravilloso, que gusta a todo el que lo escucha. Habría que exportarla, globalizarla más, y creo que lo lograremos. Pero es bonito que, como factor distintivo complementario, sea una música muy nuestra, que casi-casi sólo hacemos los españoles. Hay directores estupendos haciendo opereta francesa o alemana, pero no es lo mismo. Como género popular, la zarzuela española es sin duda más potente, de más calidad y más abundante, porque el repertorio es inmenso. -De esa inmensidad usted ha rescatado títulos como Gloria y peluca o El estreno de un artista y, ahora, Benamor. ¿Ha valido la pena o, después de sacarlas a la luz, han vuelto al cajón?
Este tipo de recuperaciones suponen un esfuerzo adicional, pero hay que hacerlo con la fe de que en alguna ocasión pueda quedar en el repertorio algo de lo que recuperas. En Benamor tengo mucha fe. Aparte de que la partitura es digna de pertenecer al repertorio por pleno derecho, ha contado con una producción preciosa, que puede ir a muchos teatros. -También para su debut operístico en el Teatro Real ha optado por sacar del olvido Don Fernando el emplazado, de Zubiaurre ¿Lo ofreció usted?
Me lo propusieron. Empezamos a hablar de la obra en 2016 y después de diversos retrasos, quedamos emplazados (ríe) para esta temporada. La edición me ha costado hacerla. Han tenido que funcionar muchas sinergias para llegar a puerto, y ahí está. Es música muy bella. Zubiaurre es un compositor muy verdiano, de rasgos estilísticos peculiares que hacen creer que estás oyendo un Verdi joven, con alguna referencia a la trilogía popular. Por las fuentes con que contábamos, creímos que se había estrenado a finales del siglo XIX; luego supimos que fue en 1871, con lo que se acerca mucho a la música europea que se estaba haciendo en ese momento: un ejemplo de su época. Ahora nos preguntamos el porqué de 150 años desaparecida. -Complementa esta primera aventura operística con la producción de Viva la Mamma, firmada por Laurent Pelly.
Eso es. Tras mi debut con una ópera completa en forma de concierto, con esta ópera de Donizetti estaré por vez primera en el foso. Para el futuro tenemos otros proyectos, que como es lógico no se pueden contar todavía. -¿Ha echado en falta el apartado escénico en la ópera de Zubiaurre?
En una ópera como Don Fernando, tan compleja incluso desde el punto de vista vocal, resultaba complicada la puesta en escena. Ha sido bueno hacerla primero en versión concierto, para que el público se pudiese concentrar exclusivamente en la música. Esperemos que en el futuro tenga un gran recorrido. Porque, igual que en Benamor, un espectáculo completo favorece la valorización de la partitura. Y nos haría mucha ilusión, por tratarse de un proyecto muy largo y muy trabajado. -Las normas marcadas por la pandemia han obligado a reducir la duración de algunas obras para encajar en los tiempos marcados. ¿Le parece sacrílego a un especialista exigente como usted?
Los músicos, y más con el perfil musicológico, como yo, de alumno del maestro Zedda, tenemos esa obsesión por el respeto al autor y las versiones integrales, evitando cortes. Pero ahora nos toca preocuparnos por nosotros; por los vivos, porque hay que adaptarse a los tiempos que corren. Muchos artistas lo han pasado mal, porque no podían seguir pagando sus hipotecas. Las dificultades en muchos casos han ido más allá de la mera desesperación por no poder hacer música en público. Conozco muchísimos casos de colegas, cantantes, amigos, que lo que necesitan, también por su salud mental, es verse de nuevo en un escenario… Esos compositores a los que tanto respetamos y salvaguardamos, en una situación así también hubieran hecho de todo con tal de salir a escena. Si te dicen que una función de tres horas la tienes que reducir a una y tres cuartos, se hace con todo el dolor del corazón. En algún momento, seguro que Rossini tuvo que hacerlo, y lo hizo.

Dentro de mis ganas de hacer todo tipo de música, la zarzuela sin duda estará siempre

Se crean lazos muy firmes con orquestas en las que artísticamente llegas a una simbiosis similar a la de su director musical

¿Dónde encontrarle?

Hasta que los principales teatros vayan desvelando sus temporadas, la actividad de Pérez-Sierra podemos encontrarla en su propia página web o bien recurriendo al periscopio (www.operabase.com) infalible para la puesta al día en su actividad lírica.

Muchos artistas lo han pasado mal, porque no podían seguir pagando sus hipotecas

Entrevista a Alberto Conejero, dramaturgo

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ALBERTO CONEJERO, dramaturgo

«Escribir me concilia con mis fantasmas»

Multiplicándose en todas las facetas que brinda el teatro, reconocido entre otros por el Premio Nacional de Literatura Dramática y con sus obras representadas en más de una docena de países, Alberto Conejero (Vilches, Jaén, 1978) factótum de la escena en España, anuncia un golpe de timón en su carrera, tras presentarse estos días en calidad de autor, director y actor en una propuesta de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Mientras, ajusta los engranajes de la nueva edición del Festival de Otoño de Madrid, a cuyo frente está desde el pasado año.

 

JUAN ANTONIO LLORENTE

AlbertoConejero2

En Paloma Negra, la obra que acaba de estrenar en los Teatros del Canal, un personaje interpela al público: “¿Quién soy yo?”. Rebotando la pregunta: ¿Quién es usted?

No lo sé a ciencia cierta. La identidad es un camino. Nos vamos transformado día a día, año a año. Incluso las células, llega un momento en que no son las mismas. Hasta el cuerpo cambia. Pero si tuviera que responder de un modo conciso, diría que soy un amante del teatro.

… oficiante en el altar de García Lorca.
Uno tiene maestros entre los vivos y también entre los muertos. De éstos, Lorca para mí ha sido y es un gran maestro. No sólo como dramaturgo y poeta; también como ciudadano. Un glorioso ejemplo de lo mejor que puede dar este país. Y su final, un triste ejemplo de lo peor que este país puede dar.

¿Se transforma, según escriba teatro, poesía o cuento?

No lo creo. Al menos, no lo siento, porque esa distinción entre dramaturgo y poeta no voy a decir que es contemporánea, pero sí moderna. Pienso en Valle Inclán, Lorca o Angelica Liddell, por citar una autora más reciente. Y son todos poetas y dramaturgos. Los poetas han estado siempre en el corazón del teatro y el teatro muy cerca de la poesía, si es que no son la misma cosa. Yo no me transformo; las herramientas de escritura son distintas, pero la sustancia es la misma. Entiendo que la poesía siempre establece un tu y yo, y el teatro un nosotros: una primera persona del plural. La poesía tiene más que ver con el encuentro cuerpo a cuerpo, corazón a corazón. No siento que abandone al poeta cuando estoy escribiendo teatro, ni tampoco al teatro cuando escribo poesía. Es quizá una de mis potencias y a la vez de mis fragilidades.

¿En qué lugar deja el cine?

Deseo que alguna de mis historias llegue a la gran pantalla. Con Laura Belloso como coguionista, hicimos el guion de La piedra oscura y creo que la película está en preproducción. También se han interesado por La geometría del trigo para el cine. Pero al no tener mucha ambición en ese terreno, no creo que incursione más allá, porque me queda mucho por hacer para el teatro. Con eso y con la poesía, tengo bastante. Me han pedido escribir para televisión, pero creo que no sería un buen autor para el realismo que impone el medio.

Presente en todas las salsas teatrales… ¿de dónde saca el tiempo?

Duermo poco y mal, y el insomnio ayuda. No puedo estar en la cama más allá de las ocho de la mañana. Esos días que no tengo obligaciones, quisiera quedarme más tiempo, pero a las siete ya estoy en pie. Descanso muy poco, y es malo. Me lo dicen en casa. Pero este oficio requiere ciertas aptitudes atléticas, en el sentido en que llegan unos años de mucha actividad, que puede desaparecer en cualquier momento. Uno siente que debe aceptar los encargos porque no sabe cuándo va a volver a trabajar. De momento no me he caído, pero estoy como un equilibrista insomne. Como desde 2020 dirijo el Festival de Otoño, mis trabajos de creación los he colocado en el primer trimestre, para tener el resto del año libre. De modo que ahora, después de El Príncipe Constante, paro, y ya estoy volcado en el Festival.

Entre tantas actividades, ¿en qué apartado exigen -y se exige- más?

Lo que peor llevo es la autoproducción de mis obras. Ojalá tuviese mentalidad de empresario y me salieran las cuentas, pero no es así. Con mi compañía hago el teatro que nadie se atreve a estrenarme y yo deseo que exista. No voy a ganancias, sino a perder lo menos posible. Capitalizando mi propia fuerza de trabajo, sin otra remuneración a veces que el placer del aprendizaje. Lo paso muy mal y quisiera no hacer esa tarea de, digamos, empresario: auto producirse en mi escala es un auténtico ejercicio de autofagia, en el que sólo aspiro a no perder mucha masa.

Ha dicho: ”la escritura acontece en soledad”, y cita las palabras de Foster Wallace: “todas las historias de amor, son historia de fantasmas”. ¿Le visitan muchos en esa soledad?

Todos los autores, creadores y creadoras, tenemos cinco o seis obsesiones, no más. La gente comenta los temas que escoges, y yo pienso que los que te han escogido a ti son los temas, que tienen que ver con tus grietas convencionales: la pedrada -real o metafórica- que te pegaste siendo niño o adolescente, la familia, los primeros amores… Están ahí y uno los va llevando como puede. No concibo la escritura como un lugar de sufrimiento ni padecimiento. Escribir me hace mucho bien. Me concilia con mis fantasmas. Pese a ciertas miserias, sinsabores y aranceles, que puede tener, como cualquier otra profesión, me hace muy feliz. Desde adolescente. Me siento más libre; menos enfermo… Hay veces en que se liga la escritura al sacrificio o al sufrimiento. No, no. Lo que viene antes y después de la escritura, lo que tiene que ver con los padecimientos de la profesión teatral, es otra batalla (sonríe). Ojalá pudiera estar más tiempo escribiendo y menos tratando de que esa escritura llegue a algún lado.

En sus fuentes de referencia, ¿busca héroes, mitos?

Sobre todo, héroes olvidados; figuras de la Historia casi sepultadas por el tiempo, porque su conducta moral o sexual contravenía las normas, con las que siento que puedo hacer una especie de autobiografía especular.

El teatro de hoy debe inventar los mitos de hoy”. Son palabras de Pierre Boulez.

Es una asignatura que tiene pendiente mi teatro. La pieza de ahora en la CNTC es algo así como un hasta luego con la escena. Por eso estoy también sobre las tablas. Llevo seis años sin parar de escribir, y siento que me hace falta el silencio. Si hasta el momento ha habido en mis obras ese viaje al pasado, lo que venga a la vuelta de ese paréntesis tendrá que ver con nuestro presente y nuestro futuro inmediato. Porque creo que políticamente estamos en un momento muy crítico. Tengo cierto temor de que lo que vamos a ser dentro de dos o tres años. Dicen que tras la pandemia van a venir unos felices años 20, de hedonismo, placer y no sé qué más cosas. Yo no estoy tan convencido, y querría equivocarme.

Apostando por el futuro, ha creado el Proyecto Confín para alentar a los nuevos creadores.

En mi primer año al frente del Festival de Otoño tuve claro que se había caracterizado por traer producciones elocuentes y grandilocuentes avaladas por grandes nombres de la escena internacional. Esta vez no podíamos estar de espaldas a lo que ocurre en el mundo del teatro de nuestro país que, si ya era un sector precarizado, ahora vive un momento crítico. Por eso pensé que en la edición actual tienen que estar todos los creadores y creadoras de aquí, sin preocuparme porque digan que no he traído estrellas deslumbrantes o grandes montajes. ¿Cómo no va estar el Festival de Otoño con la creación local? ¿Cómo voy a hacer un festival ignorando el momento trágico que está viviendo la profesión? Así surgió Confín. Empezamos en abril y, tras la selección entre las más de 500 propuestas recibidas, se determinaron las diez bolsas con que otros tantos creadores pudieran trabajar desde sus espacios de confinamiento. Este año, cuando confío en que haya más presencia internacional, deseo que esto siga así, con la esperanza de que los creadores sientan el apoyo del festival.

¿Usted lo tuvo en sus comienzos?

He tenido suerte y he contado con ellos. Sobre todo, becas. No como creador, que también, sino como estudiante. Una de cuatro años para formación de profesorado universitario, me permitió hacer la tesis doctoral, y gracias a la Leonardo, de la Fundación BBVA, he podido hacer Paloma Negra. Cuando alguien se sienta ahora a proponerme un proyecto, me veo en su lugar. Pienso: “donde está, estaba yo hace diez minutos, y voy a estar dentro de otros diez”.

Los poetas han estado siempre en el corazón del teatro y el teatro muy cerca de la poesía

Dicen que tras la pandemia van a venir unos felices años 20, de hedonismo, placer y no sé qué más cosas

¿Dónde encontrarle?

Si rizando el rizo de su polifacética trayectoria, podemos verlo estos días en el Teatro de la Comedia de Madrid, pronto se desvelará la oferta que ha previsto para la nueva edición del Festival de Otoño de Madrid en más de 20 escenarios de la capital.

Lo que peor llevo es la autoproducción de mis obras. Ojalá tuviese mentalidad de empresario y me salieran las cuentas