Leer cuadros: Una fábula del Greco

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Claves de la obra

Autor: El Greco

Tamaño: 50,5 x 63,6 cm

Fecha creación: Hacia 1580

Técnica: Óleo sobre lienzo

Ubicación: Sala 08B del Museo del Prado

Durante su estancia en Roma (1570-76), el Greco (1541-1614) pintó “El soplón” (Nápoles, Museo de Capodimonte), la imagen de un niño que sopla un tizón. El asunto es referencia a un texto de Plinio el Viejo incluido en Historia Natural, una obra del siglo I que tuvo enorme influencia en el Renacimiento y en la que se alaba al pintor griego Antifilo por concebir una pintura en la que “un muchacho soplaba a un fuego y éste se reflejaba en la habitación y en el joven”.

Una fábula del Greco

LETICIA RUIZ GÓMEZ,

jefe del área de conservación de pintura del siglo XIX del Museo del Prado.

Algunos artistas del Renacimiento italiano (Correggio, Tiziano o Jacopo Bassano) recogieron la idea como un reto creativo, incluyeron figuras parecidas en alguna de sus obras. El Greco también lo hizo, inspirado seguramente en alguna de las charlas en el erudito círculo del palacio Farnesio, lugar que inicialmente le acogió.

Al poco de llegar a España, en la década ya de los setenta, el Greco recuperó el asunto y lo hizo más complejo, al introducir las dos figuras flanqueando al muchacho: un hombre de sonrisa bobalicona tocado con un sombrero rojo, y un mono que repite el gesto de soplar. Conocemos tres versiones autógrafas de esa composición; dos en el Reino Unido (colección del conde de Harewood en Leeds, y en la National Gallery de Edimburgo) y una tercera en España, en el Prado, donde ingresó en 1993 después de ser adquirida con fondos del Legado Villaescusa. En mi opinión, este último es el primero y más elaborado de los tres ejemplares.

Su significado. Mucho se ha escrito sobre el significado de esta composición, que a veces se ha considerado propia de tradiciones de la literatura picaresca, tradiciones o proverbios, como el refrán “atizar el fuego” o el fuego azuzado por el diablo, simbolizado en el mono; o ser una sencilla escena de género. Como muchas obras maestras, el enigma de su significado permite lecturas abiertas e interpretaciones complejas. San Juan de Ribera, obispo de Valencia y hombre de formidable cultura clásica, poseyó una composición idéntica, posiblemente esta misma.

En cualquier caso la tela es un ejemplo de la capacidad pictórica del Greco. Está realizada con toques variados pictóricos, adaptados a la incidencia de una iluminación forzada que transforma las distintas superficies de una manera que se adelanta al Impresionismo. El fondo amarronado se convierte en un color base sobre el que se aplican las pinceladas justas, realizadas con notable soltura. El rostro empastado del joven, casi incandescente por su cercanía al tizón, contrasta con su jubón, resuelto con breves frotados del pincel sin apenas color. Lo mismo puede describirse en las manos; descompuesta en manchas de vivos colores la derecha, y percibida como una mancha oscura la izquierda. Ambas aparecen temblorosas por acción de las llamas y los movimientos del muchacho. El simio, en el plano más alejado, está construido con unas pocas pinceladas sobre la capa de preparación, mientras que el rostro del hombre en primer término, se ha trabajado con toques pastosos de naranjas, rojos y negros. Golpes de pincel que buscan y atrapan la luz y la sombra, y que convierten esta tela en un extraordinario ejercicio pictórico.