EL ESCAPARATE

David Cano Martínez.
 
DAVID CANO MARTÍNEZ

socio de Analistas Financieros Internacionales

@david_cano_m

 

Digitalización: el riesgo de quedarse atrás

La situación económica de cualquier país es el resultado de muchas variables y circunstancias. Algunas son “no buscadas”, como la posición geográfica o los recursos naturales; otras son fortuitas. Pero la fortaleza o debilidad de una economía también dependen, y de forma muy relevante, de las decisiones tomadas por parte de las autoridades. Por acción o por omisión.

En el siglo XIX los responsables chinos rechazaron la innovación tecnológica del momento: el ferrocarril. El grave error provocó un retraso en el desarrollo económico de las siguientes décadas. Conscientes de aquello, los mandatarios de los últimos 40 años han priorizado el liderazgo del país en la “Cuarta Revolución Industrial”, la vinculada al big data, al internet de las cosas (IoT), a la inteligencia artificial (IA), al blockchain, al 5G, a la computación cuántica, a la ciberseguridad o a la nanotecnología. China es ya, en varios de estos frentes, el líder mundial, habiendo superado a EEUU[1]. Y, desde luego, a Europa, que ha decidido defender a sus ciudadanos de uno de los efectos negativos de esta ola disruptiva: la pérdida de privacidad[2]. Mientras aquí pensamos en los daños colaterales, nos vamos quedando atrás en esta nueva “guerra fría”, ahora tecnológica, entre EEUU y China[3]. Y la brecha económica se amplía.

Y en este entorno surge el coronavirus que, en muchos campos (entre ellos el que nos ocupa), no supone tanto un punto de inflexión como una aceleración de las tendencias previas. Pero sirve (o debe servir) para algunos como un “despertador” a la nueva realidad. Riiiiiiinnnnng. La inteligencia artificial es útil para evitar (o minimizar) los contagios y, con ello, reducir los confinamientos y, en consecuencia, sortear el impacto negativo sobre la economía. Piensan que regulando (y, en este caso, evitando el desarrollo de la IA) están protegiendo al ciudadano ¡y resulta que es todo lo contrario: le están infligiendo un daño sanitario y económico! Riiiiiiinnnnng. La digitalización puede ser una de las palancas más eficaces de crecimiento económico en los próximos años. Puede ser uno de los caminos más rápidos para salir de la crisis económica. Puede ser la mejor alternativa para esa reformulación de la economía española tan en boca de todos ahora que “nuestro modelo” es vulnerable. Despertemos. Parece que esta vez sí lo vamos a hacer. Y con el apoyo de la Unión Europea (una nueva lección de las ventajas de estar dentro de un grupo más grande[4]).


                                                               «Existe un claro consenso en que el impacto económico del confinamiento se ha amortiguado por el desarrollo tecnológico»

Porque el pasado 21 de julio los dirigentes de la UE alcanzaron un acuerdo sobre el Next Generation UE, un conjunto de medidas extraordinarias que, con un monto de 750.000 millones de EUR (390.000 en subvenciones y 360.000 en préstamos), tiene como objetivo la “reconstrucción después de la pandemia de COVID-19”[5] y que ayudará en las transiciones ecológica y digital. “Ecológica y digital”. He aquí los dos ejes que deben vertebrar cualquier plan de crecimiento. Respecto al primero, en esto sí, Europa ha tomado la delantera en una necesaria concienciación sobre la sostenibilidad del planeta tierra. Otra de las lecciones del COVID19 es que hay que hacer más caso a los científicos. Venían advirtiendo de los riesgos de una zoonosis como la que, parece, se ha producido y que ha provocado un confinamiento y una crisis económica que serán coyunturales. Pero, ¿qué pasaría si por el cambio climático una región queda inundada por el mar de forma definitiva? ¿O si se transforma en un desierto? ¿O si pierde la fertilidad de sus tierras y bosques? El daño no sería temporal, sino estructural. Sirva el drama que estamos viviendo como advertencia de lo que puede pasar y la motivación para priorizar que la reactivación económica tenga una orientación sostenible.

Y el otro eje del plan de recuperación, que es el que aquí nos ocupa, debe ser la digitalización. Pero, ¿qué entendemos por digitalización? Este concepto ha evolucionado, de tal forma que creemos necesario detallarlo. Porque digitalización ya no es “usar internet”. Esa podría ser la acepción de hace una década. Ahora se entiende por digitalización una nueva manera de hacer las cosas, es decir, una disrupción. Ya no consiste en una evolución (una innovación) más o menos lineal, sino en un cambio (un salto exponencial) que implica una transformación radical del modelo productivo o de negocio. Pongo un ejemplo: Uber o Cabify son una innovación. Un coche conducido de forma autónoma que te recoja y te lleve al aeropuerto es una disrupción.

Los dos programas dentro del Next Generation EU que están vinculados al desarrollo tecnológico son Horizonte Europa y Fondo InvestEU. Con un presupuesto conjunto de 10.600 millones de euros están inscritos en Mercado único, innovación y economía digital (cuyo monto total es de 132.800 millones de euros).

Horizonte Europa es el futuro Programa Marco de Investigación e Innovación de la UE para 2021-2027 (es la prolongación del programa Horizonte 2020). En consecuencia, es la iniciativa principal de la UE para el fomento de la investigación y la innovación desde la fase conceptual hasta la introducción en el mercado y sirve de complemento a la financiación nacional y regional.

InvestEU, propuesto por la Comisión Europea en junio de 2018, busca agrupar la financiación del presupuesto de la UE en forma de préstamos y garantías bajo una misma estructura. En la actualidad, existen 14 instrumentos diferentes que contribuyen a apoyar la inversión de la UE, de los cuales, el Fondo Europeo para Inversiones Estratégicas (FEIE) es el principal. La CE propone aprovechar el éxito del modelo del FEIE y las economías de escala mediante la fusión de todos los instrumentos. Al atraer las inversiones públicas y privadas, la CE espera que el fondo InvestEU movilice más de 650 000 millones de euros en inversiones adicionales en toda la UE entre 2021 y 2027.

En sendos programas se remarca la idoneidad de la colaboración entre la iniciativa pública y privada. La crisis de la COVID-19 también ha servido para avivar el debate en torno al papel que deben jugar el Estado y las empresas privadas. Los dos planteamientos más extremos cuentan con defensores y detractores en el espectro de la ideología política. Y a los dos esta crisis les ha aportado argumentos para defender su posición, pero también para ser criticados. ¿Acaso no significa esto que debemos quedarnos con lo constructivo, es decir, que los dos modelos son posibles y que lo importante es que convivan? Pocas dudas para defender el papel de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado y de los trabajadores de la sanidad pública (por ejemplo). El caos al que habríamos asistido en caso de que años atrás se hubieran impuesto las posiciones más liberales habría sido dramático. Al mismo tiempo, existe un claro consenso en que el impacto económico del confinamiento se ha amortiguado por el desarrollo tecnológico. Y el impulso de éste ha estado vinculado, con mucha diferencia, a la empresa privada. Por la extensión de este artículo no puedo profundizar más en este aspecto, pero creo que el lector se hace una idea de lo que quiero transmitir: el tejido empresarial con capital propiedad de agentes diferentes al Estado es imprescindible, más en aquellos sectores más dinámicos; el sector público también es imprescindible, claro. La colaboración es el mejor camino. En todos los frentes, también en la financiación. Y ojalá se dinamicen alternativas de inversión y financiación como son los mercados de capitales, los fondos de capital riesgo o figuras como los business angels, por ejemplo.


                                    «Mientras aquí pensamos en los daños colaterales, nos vamos quedando atrás en esta nueva “guerra fría”, ahora tecnológica»

Una última reflexión sobre la digitalización y, por extensión, sobre todos los avances tecnológicos que suponen una disrupción: ¿qué impacto tiene sobre la desigualdad? Los dos vértices son: “desigualdad de uso” y “desigualdad de renta”. En el primer caso, existen ejemplos muy claros. Por ejemplo, la digitalización del sistema financiero. Imaginemos la desaparición total de oficinas físicas bancarias y del dinero en efectivo (en línea con lo comentado antes, serían ejemplos de disrupción, no tanto de innovación). Sendos escenarios derivan en la obligatoriedad del uso de dispositivos electrónicos para, por ejemplo, consultar el saldo de la cuenta corriente, realizar un pago e, incluso, solicitar una hipoteca[6]. ¿Tienen el 100% de los ciudadanos acceso a estos dispositivos? ¿Saben utilizarlos? Si la respuesta es no, bien sea por una cuestión de renta o de localización de su residencia, por ejemplo, se produce una desigualdad. ¿Qué sucedería si se implantara la formación 100% a distancia en los colegios e institutos?

La otra desigualdad, la de “renta”, tiene que ver con las diferencias en la retribución del factor trabajo. Es obvio que a medida que se digitaliza la economía se requieren otros atributos en la mano de obra. Los más clásicos (y más abundantes) ya no se necesitan y su retribución cae. A cambio, se incrementa el precio de las capacidades que ahora se requieren. Atención, porque no sólo nos referimos a los tecnológicos, que también, sino a los más humanos, a los más propios de las relaciones personales. Cuanta más inteligencia artificial, más inteligencia emocional[7].

Consideramos que, al igual que sucede con la sostenibilidad, en el debate sobre el avance tecnológico se debe incorporar el ingrediente desigualdad. Pero con un enfoque diferente. No creo que se deba limitar el desarrollo por sus implicaciones negativas, sino articular mecanismos de compensación. La digitalización está provocando un aumento de la desigualdad, pero renunciar a ella generaría una mayor, en especial frente a los países que han apostado por ella y la están implantando. No sólo EEUU sino, como hemos señalado, China, que no quiere repetir el error de hace 150 años que supuso un lastre durante tres generaciones.

[1] Para un análisis en profundidad del liderazgo de China en ámbitos como, por ejemplo, 5G, ver Sendagorta, F. “Estrategias de poder”. Deusto.

[2] Ver Llaneza, P. “Datanomics”. Deusto. Y una reseña de Cano, D. en https://elalcazardelasideas.blogspot.com/2019/07/big-good-data.html

[3] Ver Moreno, L. y Pedreño, A. “Europa frente a EEUU y China. Prevenir el declive en la era de la inteligencia artificial”. Y una reseña de Cano, D. en http://www.afi-inversiones.es/b70.html

[4] Por caer fuera del ámbito de este artículo no voy a entrar en los beneficios para la economía española de su pertenencia al euro, pero estoy seguro de que para el lector son obvios, a tenor de evolución reciente de variables clave como la prima por riesgo de la deuda pública.

[5] Literal, lo que es la confirmación del drama económico que hemos sufrido, con una caída del PIB de entre el 5% y el 20%.

[6] Que un ahorrador de Francia pueda prestar dinero a una empresa en Alemania, sin ningún intermediario financiero, gracias al blockchain y a la capacidad de conocimiento mutuo de las partes (credit scoring) derivada del big data y de la inteligencia artificial es otro ejemplo de disrupción. Es obvio el impacto en el modelo de negocio de un banco tradicional; e incluso de una Fintech.

[7] http://www.empresaglobal.es/EGAFI/contenido/1946069/1601149/cuanta-mas-ia-mas-ie.html?bol=1816694-202003011155