Entrevista a José Miguel Pérez-Sierra, director musical

ESFERA CULTURAL

José Miguel Pérez-Sierra

director musical

José Miguel Pérez-Sierra (Madrid, 1981) cambió el piano por la batuta en 2005, frente a la Sinfónica de Galicia. Un año más tarde se convertiría en el director más joven en enfrentarse a un título rossiniano en el Festival de Pesaro. Reconocido internacionalmente por su labor -mejor director de ópera en la temporada 2019 de Santiago de Chile- estos días, tras la habitual presencia en el Teatro de la Zarzuela, se anota un doble debut operístico en el Teatro Real. 

JUAN ANTONIO LLORENTE

-El título de su primera ópera pareció marcar su destino.
No está mal que se llamase El viaje a Reims. Fue el pistoletazo de salida de 15 años en los que no he parado, moviéndome por medio mundo. Aunque no es la faceta que más me gusta de mi trabajo, porque soy muy casero, muy familiar. De verdad disfruto como ahora, haciendo música en mi casa, donde he crecido:  en los teatros en los que, desde pequeño, aprendí a amar la música. Pero al final, sin ser viajero de vocación, porque no me gusta hacer turismo, al exigirlo mi profesión, me resulta interesante la experiencia de conocer mundo, integrándome largas temporadas en la idiosincrasia de un país; de una ciudad. Estas experiencias son muy enriquecedoras para un artista.   

-¿Había planificado milimétricamente su carrera?
No. En cada momento he tratado de fluir, viendo las oportunidades que se presentaban para tomar la decisión más adecuada, tratando de escoger las que más se parecían a mí como artista y como persona. La carrera de un artista se debe parecer a uno mismo. Si echo la vista atrás, me siento orgulloso de lo fructífero que ha sido este tiempo. A lo mejor, hace quince años quería otras cosas. Pero planificándolas, posiblemente no habrían sido mejores.

-De la treintena de orquestas sinfónicas de España, ¿le falta alguna por dirigir?
Tres o cuatro, porque no se ha dado la situación. A lo mejor alguna me ha buscado y no estaba disponible o, simplemente, no me han buscado. Pero conozco casi todas, y estoy muy contento.

-¿Con alguna ha surgido especial feeling, como para haberle ofrecido su titularidad o, sopesando servidumbres, o prefiere el estatus de freelancer?
Esto enlaza con lo que decía sobre la planificación o no de mi carrera. En 15 años no he sido titular de nada, y no puedo decir que sea elección mía. Hace tiempo creo que ya me puede apetecer volcarme en cuerpo y alma en un proyecto propio que, día a día, crezca, mejore y se desarrolle, sintiendo en alguna medida que ese niño es mío. Pero lo mismo que digo que no se ha dado hasta ahora, digo que ha estado a punto hasta en una decena de ocasiones en España y en otros países donde trabajo habitualmente, pero no se ha llegado a un acuerdo. Porque han estimado que otro director era más adecuado, o yo que el proyecto, que un principio me resultaba interesante, luego no me lo parecía tanto. Eso ha dado lugar a una carrera que puede ser un poco atípica exclusivamente como director invitado.

-Sin parar.
Tengo la inmensa fortuna de contar con un volumen de trabajo casi mayor que los que tienen titularidades, y eso es una suerte para mí, porque no es lo habitual. ¿Que si me apetece afrontar algún proyecto como titular? Pues si. Cada vez más. A cambio, he tenido mi agenda a disposición, para moverme permanentemente entre unos sitios y otros. En estos 15 años habré dirigido treinta o cuarenta orquestas sinfónicas y en treinta o cuarenta teatros. Si desde el principio me hubiera ubicado con una titularidad, eso igual no habría sido posible. -Esa trashumancia le ha servido para crear vínculos.
A lo largo del tiempo se crean lazos muy firmes con orquestas en las que artísticamente llegas a una simbiosis similar a la de su director musical. La Oviedo Filarmonía la he dirigido unas 50 veces; la Sinfónica de Euskadi, otras 30. Pero a la ORCAM creo que han sido 115. No sé si llega a esa cifra alguno de sus responsables de los últimos años. También es verdad que quizás te llevas sólo la parte bonita, la artística. La administrativa y las decisiones más duras la evitas. Y eso tampoco está mal. -Otro de sus referentes es el Teatro de la Zarzuela, donde acaba de dirigir Benamor ¿Cuántas funciones se anota en este coliseo madrileño?
La número 100 se celebró hace dos años, cuando dirigía El Barberillo de Lavapiés. Con Benamor, mi novena producción en el Teatro, he llegado a 125. Dentro de mis ganas de hacer todo tipo de música, la zarzuela sin duda estará siempre. Un director español tiene el deber y el orgullo de contar con un repertorio maravilloso, que gusta a todo el que lo escucha. Habría que exportarla, globalizarla más, y creo que lo lograremos. Pero es bonito que, como factor distintivo complementario, sea una música muy nuestra, que casi-casi sólo hacemos los españoles. Hay directores estupendos haciendo opereta francesa o alemana, pero no es lo mismo. Como género popular, la zarzuela española es sin duda más potente, de más calidad y más abundante, porque el repertorio es inmenso. -De esa inmensidad usted ha rescatado títulos como Gloria y peluca o El estreno de un artista y, ahora, Benamor. ¿Ha valido la pena o, después de sacarlas a la luz, han vuelto al cajón?
Este tipo de recuperaciones suponen un esfuerzo adicional, pero hay que hacerlo con la fe de que en alguna ocasión pueda quedar en el repertorio algo de lo que recuperas. En Benamor tengo mucha fe. Aparte de que la partitura es digna de pertenecer al repertorio por pleno derecho, ha contado con una producción preciosa, que puede ir a muchos teatros. -También para su debut operístico en el Teatro Real ha optado por sacar del olvido Don Fernando el emplazado, de Zubiaurre ¿Lo ofreció usted?
Me lo propusieron. Empezamos a hablar de la obra en 2016 y después de diversos retrasos, quedamos emplazados (ríe) para esta temporada. La edición me ha costado hacerla. Han tenido que funcionar muchas sinergias para llegar a puerto, y ahí está. Es música muy bella. Zubiaurre es un compositor muy verdiano, de rasgos estilísticos peculiares que hacen creer que estás oyendo un Verdi joven, con alguna referencia a la trilogía popular. Por las fuentes con que contábamos, creímos que se había estrenado a finales del siglo XIX; luego supimos que fue en 1871, con lo que se acerca mucho a la música europea que se estaba haciendo en ese momento: un ejemplo de su época. Ahora nos preguntamos el porqué de 150 años desaparecida. -Complementa esta primera aventura operística con la producción de Viva la Mamma, firmada por Laurent Pelly.
Eso es. Tras mi debut con una ópera completa en forma de concierto, con esta ópera de Donizetti estaré por vez primera en el foso. Para el futuro tenemos otros proyectos, que como es lógico no se pueden contar todavía. -¿Ha echado en falta el apartado escénico en la ópera de Zubiaurre?
En una ópera como Don Fernando, tan compleja incluso desde el punto de vista vocal, resultaba complicada la puesta en escena. Ha sido bueno hacerla primero en versión concierto, para que el público se pudiese concentrar exclusivamente en la música. Esperemos que en el futuro tenga un gran recorrido. Porque, igual que en Benamor, un espectáculo completo favorece la valorización de la partitura. Y nos haría mucha ilusión, por tratarse de un proyecto muy largo y muy trabajado. -Las normas marcadas por la pandemia han obligado a reducir la duración de algunas obras para encajar en los tiempos marcados. ¿Le parece sacrílego a un especialista exigente como usted?
Los músicos, y más con el perfil musicológico, como yo, de alumno del maestro Zedda, tenemos esa obsesión por el respeto al autor y las versiones integrales, evitando cortes. Pero ahora nos toca preocuparnos por nosotros; por los vivos, porque hay que adaptarse a los tiempos que corren. Muchos artistas lo han pasado mal, porque no podían seguir pagando sus hipotecas. Las dificultades en muchos casos han ido más allá de la mera desesperación por no poder hacer música en público. Conozco muchísimos casos de colegas, cantantes, amigos, que lo que necesitan, también por su salud mental, es verse de nuevo en un escenario… Esos compositores a los que tanto respetamos y salvaguardamos, en una situación así también hubieran hecho de todo con tal de salir a escena. Si te dicen que una función de tres horas la tienes que reducir a una y tres cuartos, se hace con todo el dolor del corazón. En algún momento, seguro que Rossini tuvo que hacerlo, y lo hizo.

Dentro de mis ganas de hacer todo tipo de música, la zarzuela sin duda estará siempre

Se crean lazos muy firmes con orquestas en las que artísticamente llegas a una simbiosis similar a la de su director musical

¿Dónde encontrarle?

Hasta que los principales teatros vayan desvelando sus temporadas, la actividad de Pérez-Sierra podemos encontrarla en su propia página web o bien recurriendo al periscopio (www.operabase.com) infalible para la puesta al día en su actividad lírica.

Muchos artistas lo han pasado mal, porque no podían seguir pagando sus hipotecas