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La obsolescencia programada –limitar la vida útil de los productos desde su fabricación– dejó de ser una leyenda urbana cuando el documental Comprar, tirar, comprar, dirigido por la alemana Cosima Dannoritzer, mostró al mundo pruebas reales de esta práctica consentida, al parecer, por muchos fabricantes. Desde entonces se ha escrito mucho de la caducidad de los productos electrónicos y de los pactos y acuerdos entre empresas del sector industrial para diseñar productos defectuosos, pero hasta la fecha, solo Francia ha dado pasos en firme para controlar este supuesto abuso.Seguir leyendo